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La Venganza de la Tierra III. Phantom
La Venganza de la Tierra III. Phantom
La Venganza de la Tierra III. Phantom
Libro electrónico310 páginas4 horas

La Venganza de la Tierra III. Phantom

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Después de la hecatombe nuclear que ha borrado de la faz de la Tierra a las Islas Baleares y se extiende por Europa y África, los Supervivientes Odisea, Viri y Susie intentarán empezar de nuevo en un remoto lugar de Mongolia. Con ellos está la niña que María, la hija de Odisea y Viri, dio a luz convertida en una Neox. Esta niña será llamada Phantom, LA QUE NO SE PUEDE VER. En Moscú Pere, Rose of Sharon y Marine, una nueva integrante del grupo, vivirán trágicas experiencias en un mundo nuevo donde todo está por hacer.

J.P. Johnson vive en la isla de Mallorca. Ex-guardaespaldas de autoridades militares y broker de bolsa, actualmente se dedica en exclusiva a la literatura. Es autor de las célebres sagas "El Quinto Origen", "La Venganza de la Tierra" y "El Diablo sobre la isla" (publicada con su verdadero nombre, Joan Pont), además de la serie de autoayuda "Sí, quiero. Sí, puedo" y el libro de literatura infantil "Una mascota para Tom".

LIBROS DE J. P. JOHNSON
Serie El Quinto Origen

Stonehenge
Nefer-nefer-nefer
Un Dios inexperto
El sueño de Ammut
Gea (I)
Gea (II)
Serie La Venganza de la Tierra
Mare Nostrum
Abisal
Phantom
Un mundo nuevo
Ultra Neox
Éxodo.

OBRAS DE JOAN PONT.
Serie El Diablo sobre la isla

1-El Diablo sobre la isla.
2-Venganza.
3- Perros de Guerra.

Benet. Jamm Session. (La primera entrega del detective Toni Benet)

NO FICCIÓN

Serie "Sí quiero. Si puedo". (Traducida a múltiples idiomas)
Cómo escribir tu primer libro y publicarlo online.
Consejos imprescindibles para prosperar económicamente en la vida.
¡Socorro, mi hij@ quiere ser youtuber!
Los 12 mandamientos de la autopublicación independiente.
Serie juvenil

Una mascota para Tom (traducido a múltiples idiomas)

Encuentra a J. P. Johnson en:
Email: pontailor2000@gmail.com
Website: pontailor2000.wixsite.com/jpjohnson
Twitter: @J_P_Johnson
Facebook: facebook.com/pontgalmes
Instagram: j.p.johnson1

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 dic 2019
ISBN9780463193839
La Venganza de la Tierra III. Phantom
Autor

J. P. Johnson

¡Hola! Soy Joan Pont, aunque publico algunas de mis obras como J.P. Johnson, encantado de conocerte. Vivo en la isla de Mallorca, la mayor de las cinco islas del Archipiélago Balear. Ese es el motivo por el que toda mi obra está impregnada de una "mediterraneidad" profunda y de una pasión desmedida por este pequeño trozo de tierra rodeado de agua salada. Me encanta el mar, practico el surf y el paddle surf y me indigna ver cómo estamos destruyendo este Mediterráneo que conforma el germen de nuestra existencia. Cada vez hay más plásticos y menos peces, pasan barcos a mi lado echando humo de sus motores arrastrando redes kilométricas que destrozan los fondos mientras grandes yates fondean sobre praderas de posidónea y al levar las anclas destruyen estas plantas que son los pulmones del mar. Por eso un día me puse a escribir "La venganza de la Tierra. Mare Nostrum". Porque, tal como explica Lovelock, algún día Gaia, la Madre Naturaleza, acabará con nosotros. En mi novela Gaia nos da un aviso que acaba con la mayor parte de la Humanidad, pero concediéndonos una segunda oportunidad que, como se ve al final, no será entendida por todos. Pere Quetglas sí lo entiende, y su cometido será, a partir de ahora, concienciar a los que han quedado para que no vuelva a repetirse. Mi última obra es "El Quinto Origen. Stonehenge". Tengo que confesarte que estoy completamente enganchado a ella. Me apasiona la historia de los seres inmortales, Jesús y Lucius, que construyen monumentos y luchan entre ellos a lo largo de la Historia. Al mismo tiempo me he enamorado de Mamen, una mujer increíble. En estos momentos estoy terminando la segunda parte de El Quinto Origen, llamada Nefer-Nefer-Nefer. Pero habrá más. Por supuesto que sí. Mi ilusión por la literatura nunca se va acabar, es algo que llevo infiltrado en la sangre, y la culminación de mi trabajo es que te guste mi obra, querida lectora, querido lector, que te enamores de Odisea Pascual y de Mamen Torres, tal como he hecho yo, que llores con Joanet y con Cristian, y que te quedes boquiabierto con la figura de Jesús a través de la historia de la Humanidad. Muchas gracias por leerme. Un gran abrazo.  

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    La Venganza de la Tierra III. Phantom - J. P. Johnson

    LA VENGANZA DE LA TIERRA 3.

    PHANTOM

    J.P. JOHNSON

    Para Mamen

     La Venganza de la Tierra 3. Phantom.

    © J. P. Johnson / Joan Pont Galmés [2018)

    Todos los derechos reservados.  

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    1. UUJIM. MONGOLIA

    "Al final lo logramos, escapar de Gran Madre. Y salvar a la niña, eso es lo primordial. Todo ello a costa de nuestro precioso archipiélago de las Baleares, Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera, y de toda la cuenca del mar Mediterráneo, envenenada por la radiación, convertida en una sopa nuclear poblada únicamente por medusas que, según decían antes de la Plaga, constituyen la especie que sustituirá a la Humanidad dentro de miles de años.

    Al parecer tenían razón, solo se equivocaron en el horizonte temporal.

    Será mucho antes."

    Unas manos temblorosas arrugaron la hoja de papel cuadriculado que contenía estas palabras y oscilaron en el aire para lanzarla al suelo, pero al cabo de unos instantes los dedos de esas mismas manos la volvieron a abrir, la alisaron y la escritura se reanudó.

    "Soy Susie Quetglas, una superviviente… de nuevo.

    ¿A cuántas cosas puede sobrevivir una persona y continuar en sus cabales?

    Mi abuela decía que siempre hay alguien que lo ha pasado peor que tú, por ejemplo en los campos de concentración, en las guerras, en las epidemias de peste o en las mazmorras de la Inquisición, pero no sé…

    Constatar que eres de las últimas de tu especie es algo que nadie imaginó  vivir en carne propia, o quizás sí, algún novelista habrá escrito algo al respecto, PERO NO LO HA VIVIDO.

    Nosotros sí.

    Ahora, en este mismo instante…"

    Susie arrugó de nuevo el papel con las palabras escritas justo antes de aterrizar, pero no lo lanzó a la tierra muerta del páramo donde se había posado el helicóptero, sino que se lo guardó en el bolsillo. El zumbido de las palas acababa de detenerse y el grupo se había dispuesto de manera involuntaria en una fila mirando hacia las primeras casas de la ciudad. Todos tenían los ojos entrecerrados, por la luz que les cegaba pero también por el estupor, más que nada por esto último.

    Lo que había ocurrido… Ninguno de ellos lo asimilaba todavía, era demasiado para una mente cuerda.

    En apenas… ¿dos días...? ¿tres...? su mundo, ya de por sí maltrecho, estaba desintegrado.

    Mil megatones de potencia nuclear habían borrado del mapa el archipiélago de las Baleares y el sur de Francia y la radiación letal ya había atravesado Europa y descendía por el África subsahariana.

    Medio planeta muerto.

    Gaia¹ estaría desolada. Los seres humanos habían logrado destruir el más preciado bien que se les había sido concedido: su propia existencia en un pequeño planeta de un Universo helado e infinito que parecía oponerse de manera eterna a la vida.

    Como las crías de la araña aterciopelada que, poco a poco, se van comiendo el cuerpo de su madre al nacer..

    -¿Qué haremos ahora? ¿Por qué estamos aquí? - dijo de repente Odisea, con la boca tan seca que pareció que, en vez de articular palabras, mascaba el polvo en suspensión. Viri, su marido, sostenía ahora al bebé de María, una niña cuya sangre les había salvado la vida a todos.

    -No… no sé porqué he aterrizado aquí - sonó la voz del piloto. Un joven de tan solo dieciocho años con el pelo rubio cortado a cepillo, la nariz aguileña y los ojos de un verde esmeralda. -Algo me decía que continuara, que me detuviera hasta llegar a algún lugar del interior, lo más lejos posible del mar.

    Todos se volvieron hacia él. La niña rezongó en los brazos de Viri.

    -Algo poseía mi mente…  Es muy extraño - continuó el piloto sin desviar la mirada. -Siento como si otra persona, y no yo, hubiera visto lo que he visto.

    -Se llama sugestión. Pero a tanta distancia, a cientos, miles de kilómetros, es inconcebible…

    El que había hablado esta vez era el coronel Harry Moore.

    -De todas formas es un elección estupenda - añadió a continuación, mirando a su alrededor. - Creo que estamos en algún lugar de Mongolia, junto a la frontera rusa y no muy lejos de la de China. El que lo haya elegido no quiere que permanezcamos junto al mar.

    -U-u-jim - deletreó Odisea, leyendo un cartel oxidado situado a unos veinte metros, desprendido de sus tornillos y que se bamboleaba con el viento.

    -Bueno, parece que nuestro destino es este lugar… - dijo Viri.

    -¿Habrá alguien vivo? Mongolia era el país con menor densidad del mundo antes de la Plaga, tres millones de personas en un territorio que triplica al de Francia, y supongo que lo sigue siendo, con más razón todavía - añadió el Coronel.

    Como si le hubieran oído, una manada de pequeños y robustos caballos takhi de color pardo inició una estampida a quinientos metros de distancia, sobresaltándolos a todos.

    -Carne sí que hay, y en abundancia - afirmó Viri, temblando.

    -Hay que buscar un refugio para la pequeña, instalarnos en algún lugar. Esto parece un clima desértico y la temperatura bajará en picado dentro de no mucho tiempo - dijo Odisea, tomando a la niña en brazos.

    -¡Mirad! - Susie había visto algo. Levantó el dedo índice de la mano derecha mientras formaba una pantalla con la izquierda para protegerse de la claridad. Se hallaban en una interminable estepa teñida de un ocre sin ningún punto de rotura. El paisaje era redondeado donde quiera que se depositara la vista. Resultaba muy difícil localizar algo en concreto en aquella extensión de tierra sin fin delimitada solo por unas tenues montañas que parecían flotar en una bruma de espejismo, onduladas más que ninguna otra cosa por el efecto de la distancia. Incluso el asentamiento cuyo nombre había descubierto Odisea, Uujim, compuesto por una decena de casas de bloques de piedra unidos con una argamasa ocre, había sido arrasado por el clima y los inviernos de cuarenta grados bajo cero y ya no había aristas ni ángulos rectos, todo estaba suavizado, derruido sobre sí mismo formando montículos ondulados sobre los que crecía un infinito manto de poáceas.

    -¿Es una tienda de campaña?

    Susie no había terminado de decir campaña cuando algo pasó volando cerca de su cara haciendo un pfiuuu y atravesó el cristal de la cabina del Black Hawk. Aún pasaron cinco segundos hasta que la onda sónica del disparo les alcanzó.

    ¡Paunnng!

    -¡Es un Dragunov! ¡Al suelo! - advirtió el coronel Moore, lanzándose sobre la hierba.

    En ese instante Odisea y la niña saltaron en el aire.

    -¡No! - Susie gritó en el mismo momento en que el estrépito del segundo disparo impactaba en sus oídos. -¡Odisea!

    Se arrastró sobre sus codos, llegó junto al bebé, que había empezado a llorar, y le palpó todo el cuerpo destapando las envolturas de su propia ropa que habían formado en el helicóptero para que no tuviera frío. Parecía estar bien. Entonces el problema era Odisea.

    Viri ya estaba junto a ella.

    -¿Dónde te ha dado? ¿Dónde?

    Odisea no contestó. Miraba con ojos desorbitados un agujero del tamaño de una nuez en su costado derecho del que salía sangre a borbotones.

    -¡Es el hígado! ¡Le ha atravesado el hígado!

    -¡Cuidado con los talones! ¡Bajad los talones! - gritó el coronel, por inercia, mientras él y el piloto se arrastraban hacia el helicóptero en busca de sus fusiles.

    -¡Por Dios! - exclamó Susie, al llegar junto a Odisea.

    -¡Hay que taponar!  - bramó Viri. -¡No durará ni dos segundos!

    Pero Susie no le escuchaba. Solo contemplaba el agujero palpitante de bordes suaves y cauterizados que escupía sangre entre los dedos de Viri.

    -Espera... - dijo maquinalmente, aunque Viri no la escuchó. -¡Coronel! - gritó hacia su espalda, intentando no levantar demasiado la cabeza. El coronel Moore la miró en la misma posición, atisbando con sus ojos entre los tallos de la gramíneas. -¡Su cuchillo, por favor! ¡Lo necesito!

    El coronel asintió con la cabeza y, desabrochándose la funda que sujetaba el cuchillo a la pernera de su pantalón, lo lanzó en su dirección.

    En ese instante sonó otro disparo. Un latigazo ardiente golpeó la mano del coronel y se estrelló en algún lugar de la carlinga del helicóptero.

    -¡Joder! - el coronel se miró la mano. Era solo una pequeña incisión, como la mordedura de los dientes de un roedor, situada bajo su pulgar, tumefacta, que no le impedía mover los dedos de momento, pero después sí lo haría. Continuó reptando.

    Susie encontró el cuchillo caído en medio de la hierba y se acercó a Odisea. Llevaba a la niña entre su cuerpo y el brazo derecho, procurando no aplastarla al arrastrarse.

    Viri gemía sobre el pecho de Odisea, que tenía el rostro demudado y blanco como la nieve.

    -¿Ha… ha muerto? - preguntó, con un hilo de voz.

    Viri respondió, pero sus primeras palabras no sonaron debido al amargor en su garganta.

    -...acabó… ya no le queda casi aliento…

    -¡Espera! - susurró ella. -¡Puede haber una solución!

    Mientras decía aquello cogió el cuerpecillo de la niña, le levantó el pie derecho y pinchó su talón con la afilada punta del cuchillo militar. Al instante un gota de sangre se destacó sobre la piel sonrosada.

    -¿Pero qué haces? - exclamó Viri, con un susurro extenuado. -¿No tenemos ya suficiente? ¿Es qué quieres matarla también a ella?

    Susie le miró con una rabia profunda.

    -¡Déjame! ¡Sé lo que hago! ¡La quiero tanto como tú!

    Viri tardó unos segundos pero al final asintió, inclinando la mirada. Susie apretó de nuevo el talón de la niña. Nuevas gotas de sangre formaron un hilillo que empezó a descender hacia el final de su diminuto pie. Ahora había empezado a llorar con una fuerza inusitada.

    -Quita la mano y abre la herida, todo lo que puedas…

    Viri obedeció. Susie levantó en vilo a la niña y vertió unas gotas de su sangre sobre el agujero del costado de Odisea, que ya había dejado de palpitar anunciando la muerte. Después tapó de nuevo al bebé con los trapos y empezó a reconfortarla meciéndose con suavidad.

    -Ssshhh… no, cariño… ya está, ya está…

    Viri la miró con una mezcla de terror y admiración en el rostro.

    -Puede que sí - masculló.

    -¿Puede que sí qué? - respondió Susie.

    -Que la quieras más que yo… Mira.

    Odisea había abierto los ojos y les miraba. Su cara había abandonado el color blanco y ahora era ocre, como todo lo que les rodeaba.

    Hairathan Ulgii apartó la vista del visor PSO-1M2, una mira telescópica estándar rusa montada en el fusil de precisión más usado del mundo antes de la Plaga, el Dragunov, oteó con el ceño fruncido el lugar donde se hallaban Susie, Odisea y Viri, volvió a colocar su ojo derecho, lo apartó y observó de nuevo, esta vez con los párpados levantados formando un ángulo que en su parte superior le ocultaba un mechón de pelo grasiento.

    Estaba totalmente perplejo.

    La mujer a la que había alcanzado su segundo disparo y que había muerto tenía los ojos abiertos y sonreía a la chica y al hombre que estaban tumbados a su lado...

    En realidad no le disparaba a ella, sino a uno de los dos que vestían ropa militar, pero su viejo fusil enviaba los proyectiles donde le daba la gana en más de una ocasión; una vez daba en el blanco, pero las siguientes no, porque en los últimos veinte años lo había usado únicamente para matar takhis, y había tantos que siempre lograba darle a alguno, casi sin apuntar. Nunca había limpiado ni engrasado aquel arma, ni sabía cómo hacerlo.

    Hairathan todavía bufaba de rabia, igual que cuando había escuchado el uou, uou de las palas de aquel helicóptero, el mismo sonido que hacía el Sikorski que aterrizó junto a su ger poco después de que empezara la Plaga del Fin del Mundo y del que había bajado un grupo de asustados soldados rusos a los que Hairathan ofreció su casa nómada echa de madera y adobe en la que vivía con su mujer y su hija.

    Su mujer Enkthuya…

    Su hija Solya…

    Su vida, su corazón, su piel, su sangre, su alma…

    Los soldados se habían emborrachado la primera noche con una bebida de leche de yegua fermentada. Estaban ávidos de mujeres.

    Hairathan había salido a intentar cazar un bisonte o un ciervo almizclero para darles de comer acompañado de dos de ellos. Por supuesto que no tenía que haberse ido dejando a las mujeres de su familia con los soldados, PERO DEBÍA CUMPLIR CON LA TRADICIÓN. No había mayor deshonra para un berkutchi, un cetrero a caballo mongol como él, que tratar mal a sus invitados, incluso Enkthuya hubiese estado de acuerdo en eso.

    Dos días más tarde Enkthuya se suicidó echando a caminar entre la nieve sin abrigo. Estaba tan avergonzada por lo que les habían hecho los soldados a ella y a su hija que creía que nunca podría volver a mirar a su marido a los ojos.

    Como si hubiera sido culpa tuya, como si no te hubieran violado esos animales a los que yo maté con mi cuchillo, uno a uno, sintiendo su sangre caliente empapándome las manos, como si no hubiera sido culpa de la maldita tradición que me obligó a dejarte sola para ir a buscarles algo para cenar…

    No había encontrado a su mujer hasta la primavera, cuando el páramo se descongeló en la superficie aunque no debajo, en el permafrost, y dio paso a un pastizal ocre en el que sus botas se hundían hasta los tobillos.

    Ahí, encorvada, con los ojos helados, abiertos, como si todavía pidiera perdón por algo de lo que nadie la acusaba.

    De repente algo se movió a su lado y lanzó un chillido sobrenatural. Hairathan miró a su derecha. Un águila imperial de siete kilos y dos metros de envergadura daba saltos en la hierba, ansiosa, deseando remontar el vuelo.

    -Маш сайн, Уси, чи хурдан агнадаг (Muy bien, Ushid, enseguida podrás cazar) - susurró Hairathan, acariciándole el pescuezo como haría con un perro. De repente había tenido una idea. Ushid estaba con él desde que era un polluelo y prácticamente podía leer su pensamiento. Adelantó el brazo derecho y el águila subió en él.

    Урд талд хоёр, Уси, дайралт хийдэг (Allí enfrente, dos hombres, ataca Ushid.)

    Mientras pronunciaba esas palabras miraba a la rapaz a los ojos y luego, con el dedo índice y corazón de la mano libre, señalaba el lugar donde el coronel Moore y el piloto reptaban entre la hierba hacia el helicóptero.

    Ushid extendió las alas en toda su extensión provocando violentas ondas en el manto de gramíneas que les rodeaba y levantó el vuelo.

    El coronel Harry Moore estaba a punto de alcanzar uno de los patines del Black Hawk cuando algo cayó del cielo sin previo aviso, atenazó su cabeza con unas garras afiladas como bisturís y le levantó en el aire lo suficiente como para que su cabeza sobresaliera de la hierba.

    No tuvo ni tiempo de saber qué era lo que le sujetaba. Una bala le entró por la cuenca del ojo izquierdo, se desvió al chocar contra su cráneo y salió por debajo de la axila del mismo lado.

    Ushid soltó la cabeza del coronel y fue a por el piloto, que lo había visto todo y corría, aterrorizado, para buscar refugio en la carlinga.

    Un proyectil pasó a un metro de su cabeza, como tenía previsto Hairathan, pero el siguiente seccionó en dos su columna vertebral, salió por su garganta, y le obligó a realizar una pirueta en-dedans antes de desaparecer entre la maraña de tallos.

    Ushid remontó el vuelo, planeó durante unos instantes, bajó en picado para atrapar a un perrillo de la pradera y luego regresó junto a su amo, que le acarició de nuevo el pescuezo y le besó en el afilado pico.

    -Está ahí, donde se ha posado el águila. A unos doscientos metros. Desde ahí nos dispara… - dijo Viri, con la cabeza aplastada contra la tierra. Se había asomado un segundo sobre el manto de hierba, solo para ver caer a la imponente ave sobre el brazo de su amo.

    -¿Qué hace ahora? - susurró Odisea, cuyo rostro había perdido el color ocre y volvía a su tono normal, atezado, requemado por el sol.

    -¡No lo sé! ¿Quieres que me vuele la cabeza?

    -¿Y ahora qué hacemos? - intervino Susie. -¡Ha matado al coronel y al piloto! ¡Dios santo! ¿Pero por qué? ¿Qué le hemos hecho? ¿Quien vive en este maldito lugar?

    -¿El bebé está bien? - preguntó Viri.

    -Lo suficiente - respondió Odisea, que intentaba apartar el fardo de ropa con el cuerpo de la niña de su propio cuerpo empapado en sangre, al menos hasta que se secara. -Pero en cuanto caiga la noche morirá de frío, mejor dicho, moriremos todos. O nos mata ese loco o lo hará la temperatura. Por cierto, ¿qué demonios ha pasado antes, Susie? ¿Cómo se te ocurrió la idea?

    Susie se acercó un poco más, como si fuera a confesarle algo terrible.

    -Creo que me lo dijo ella misma…

    -¿Quién?

    Esta vez Susie no respondió, sino que movió la barbilla en dirección al pequeño fardo de ropa.

    -¿Estás loca?

    -Vale, te he salvado la vida y ahora estoy loca…

    -Sabes que no quería decir eso… ¿Así que la propia niña te sugirió que me pusieras su sangre en la herida?

    Susie afirmó con la cabeza, cerrando los párpados para demostrar su desaliento.

    -Oye, espera un poco, puede que tengas razón, no es una locura. Creo recordar que ya lo habíamos hecho antes, en el helicóptero - la animó Odisea.

    -¿Lo habíamos hecho? - intervino Viri, haciendo su típico gesto de subirse las gafas con el índice.

    -Cuando María nos dejó nos estábamos muriendo todos por la radiactividad, eso sí lo recuerdo perfectamente. Creo que nos sugestionó de nuevo y obligó al coronel a cortarle el talón a la niña, igual que hizo Susie, y a darnos a beber unas gotas de su sangre.

    -Pobre niña… - dijo Susie.

    -¿Pobre? - exclamó Viri. -¡Pero si tiene el puto don de la inmortalidad en sus venas!

    -¿Y eso la hará feliz?

    -¡Susie, hay un loco disparándonos! ¿Es momento de pensar en si alguien la invitará un día al baile de fin de curso?

    -¡Callaos! - exclamó Odisea. - ¡Y pensemos cómo salir de esta!

    -Yo ya lo he hecho - dijo Viri. -Echamos a correr en todas direcciones. Susie a la izquierda, tú hacia atrás, alejándote, y yo correré hacia él. Me disparará a mí primero…

    -¡De eso nada! Yo iré hacia él - le interrumpió Susie. -Mi vida está jodida, tengo una depresión de caballo y nadie me quiere, así que…

    -No digas tonterías, Susie.

    -¡Pero miraos a vosotros mismos! Sois una pareja y tenéis una hija y ahora una nieta… Eso os da mucho más derecho a vivir que a mí. Voy a salir corriendo ahora mismo y no podréis detenerme, así que preparaos…

    -¡Susie, espera! - gritó Odisea, agarrándola por una muñeca.

    -¡Cuánto más lo pensemos será peor! ¡Gracias por los mejores momentos de mi vida! - gritó ella, zafándose de su agarre y colocándose a cuatro patas para darse impulso y levantarse de un salto.

    Pero en ese instante vio a Hairathan. Estaba de pie, a dos metros de ellos, apuntándoles con el fusil.

    -¡Está aquí! - gritó, retrocediendo sobre las manos y los pies. Odisea también gritó, inclinándose sobre la niña para protegerla. Sin embargo Viri se levantó y avanzó hacia el hombre.

    -¿Qué te hemos hecho? ¿Eh? ¡Venimos de muy lejos! ¡No tenemos armas! ¡Solo buscamos un lugar para vivir en paz!

    Hairathan miró a Viri con sus ojos pequeños y entrecerrados situados en algún lugar sobre sus pómulos salientes y quemados por el sol y el viento cortante de la estepa. Vio a un hombre de complexión delgada y al parecer huesos delicados, con el pelo largo, sucio y enmarañado, y unas gafas redondas, también sucias, empañadas, que apenas dejaban ver unos ojos grandes que superaban con creces el diámetro de los cristales. ¡Su ropa era tan cómica! Llevaba un pantalón corto de color azul, destrozado y con una gran superficie mucho más oscura debido a las manchas de sangre de la mujer que permanecía con la cabeza cubierta ocultando a un bebé entre sus brazos... ¡Un bebé! Hairathan no se había dado cuenta de que la mujer llevaba un niño pequeño, en la distancia creyó que se trataba de un hatillo que envolvía un arma.

    Gruesas lágrimas empezaron a caer desde sus pequeños ojos, dibujaron un arco vertiginoso en las pronunciadas mejillas y desembocaron en la comisura de sus labios agrietados por el viento.

    Viri no podía creer lo que veía. Apartó la mirada y oteó a su espalda por si había alguien más. Era imposible que el que hubiera disparado a Odisea y matado al coronel y al joven piloto fuera aquel hombre ¡que de repente lloraba como un niño!

    -¿Qué…? ¿Qué sucede…? ¿Nos entiendes? ¿Conoces mi idioma? - Viri le habló en inglés, creyendo haber encontrado un resquicio para su salvación.

    Hairathan abrió desmesuradamente los ojos al oír aquel idioma que sí conocía, su hija lo estudiaba en el precario colegio de Uujim una vez a la semana y le había enseñado los rudimentos en las interminables noches de la estepa, junto al fuego. Aunque eso había ocurrido hacía mucho, mucho tiempo, antes de la Plaga y de que llegaran los soldados rusos.

    -S-sí… Entiendo… - balbuceó.

    Esta vez fue Viri quien abrió los ojos y la boca con expresión de pasmo. Odisea y Susie, quien la cubría con su propio cuerpo para protegerla, levantaron la cabeza sorprendidas por su tono de voz, muy alejado de la impresión que creían debería tener alguien capaz de querer matarlas.

    De repente una sombra planeó sobre sus cabezas. Viri se agachó, sorprendido por la envergadura de la tremenda águila que se posó sobre el brazo que el hombre acababa de extender. Hairathan pareció recobrar el sentido de la realidad al notar el peso del ave sobre su antebrazo. Giró la cabeza y observó el helicóptero y los claros de hierba aplastada donde habían caído los cuerpos del coronel y del piloto.

    -Гэрээр нисэж, Уси, гэртээ нисч байна… (Vuela a casa, Uschid, vuela a casa)

    La rapaz le miró con ojos brillantes, aleteó un par de veces a modo de ensayo extendiendo las alas y emprendió el vuelo dejando tras de sí una estela de plumas. En unos instantes se había desvanecido en el inmenso cielo de la estepa.

    Hairatha no se quedó mirando cómo se perdía el

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