El Hechizo del Bosque
Por Cedric Daurio11
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Una niña y tres adolescentes se pierden en una selva de altura en los Andes. La zona está deshabitada y tienen que sobrevivir en un ambiente hostil y desconocido. En el bosque flotan mitos y leyendas de unos seres llamados Los Antiguos, y la niña logra comunicarse con los animales salvajes.
Los jóvenes deben superar peligros debidos a fieras de la selva, tormentas y cataclismos geológicos, seres humanos y entes desconocidos. Para ello hacen uso de sus energías y despliegan poderes que no sabían poseer.
Una novela mágica llena de misterios que te tendrá en vilohasta el final. Es un cuento de hadas para niños, adolescentes y adultos.
Cedric Daurio11
Cedric Daurio is the pen name a novelist uses for certain types of narrative, in general historical thrillers and novels of action and adventure.The author practiced his profession as a chemical engineer until 2005 and began his literary career thereafter. He has lived in New York for years and now resides in Miami . All his works are based on extensive research, his style is stripped, clear and direct, and he does not hesitate to tackle thorny issues.C. Daurio writes in Spanish and all his books have been translated into English, they are available in print editions and as digital books.
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El Hechizo del Bosque - Cedric Daurio11
Índice
Dramatis personæ
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Epílogo
Del Autor
Sobre el Autor
Obras de Oscar Rigiroli
Coordenadas del Autor
Sobre el Editor
Dramatis personæ
Cuatro jóvenes exploradores :
Ludovico
Aylén
Jean Luc y
Serena: hermana menor de Ludovico.
Conrad: organizador de la expedición.
Kovacs: Jefe de guarda parques.
Benítez, Bernini: guarda parques.
Waylla Quispe: mujer chamán de los pueblos originarios.
Laszlo: habitante de una cabaña en el bosque.
Hamal Anwarzai: Narcotraficante afgano.
Paolo y Margherita: Padres de Serena y Ludovico
Érase una vez un grupo de jóvenes que se extravió en un bosque...muy especial.
Esta es su historia.
Uno
LA PRIMERA SEÑAL QUE recibieron fue una especie de detonación, una explosión sorda cuya proveniencia no podían determinar. La pequeña Serena, obviamente asustada se tapó los oídos con ambas manos y se colocó al lado de su hermano, como queriendo protegerse con su figura más grande.
Todos miraron al cielo preguntándose si lo que habían escuchado era un fuerte trueno que retumbaba en el valle en que se encontraban. Sin embargo, aunque el cielo estaba nublado, no había signos de tormenta eléctrica cercana. Nuevamente fue Serena quien señalando a unos roedores que precipitadamente trataban de escalar la pared del barranco.
-Las ardillas tratan de escapar de este lugar y van hacia arriba.
Jean Luc señaló un gran hormiguero que se encontraba en un lugar más alto que el de ellos.
-¿Qué les pasa a las termitas, que están abandonando el hormiguero en masa?
Luego de un instante de perplejidad una luz comenzó a aparecer en la mente de Ludovico, el mayor de los acampantes.
-¡Estamos caminando por el lecho seco de un río o arroyo!- Su voz denotaba preocupación y urgencia.-Lo que oímos es un aluvión, una avenida de agua que viene de la parte alta del río en las montañas arrastrando todo a su paso. ¡Pronto! Debemos salir de este lecho de inmediato.
-¡Retrocedamos a toda velocidad!- Dijo Jean Luc.
-¡No! El agua nos alcanzaría de todos modos.-Repuso Ludovico.- Es hacia arriba que tenemos que ir, trepar la barranca.
-¿Cómo las ardillas?- Preguntó Serena.
-Exactamente, pequeña.- Repuso Aylén, tomándola de la mano y tratando de que consiguieran subir ambas en la dirección fijada.
-¡Déjala!- Gritó Ludovico.-Yo cargaré a mi hermana en mis brazos. ¡Tú sube corriendo!
Los cuatro expedicionarios comenzaron la trepada del alto risco que los llevaría hacia la seguridad si era cierto que un aluvión recorría el cauce descendente. Jean Luc ayudó a Aylén en la zona de ascenso más difícil, donde le pendiente de la barranca era casi vertical. Viendo el esfuerzo que debía hacer Ludovico para llevar a Serena, una vez que Aylén se hallaba en el tope el joven bajó y liberó a su amigo de toda la carga dejándole solamente el peso de la niña.
Aylén y Jean Luc ya se hallaban en la parte superior de la cuesta mientras los dos hermanos estaban aún sin llegar a esa altura. El ruido se hizo ensordecedor y al mirar hacia adelante los dos jóvenes vieron horrorizados la inmensa masa de agua que ya aparecía en el recodo cercano del río, acarreando lodo, rocas, troncos de árboles y todo tipo de objetos en una confusa maraña amenazante.
-¡No lo van a lograr a tiempo!- Gimió la muchacha.
Jean Luc bajó su torso y estiró los brazos en dirección a su amigo.
-¡Pásame a la niña!- Le dijo en forma perentoria.
Ludovico así lo hizo y Serena fue enarbolada y depositada en el borde. Aylén también se asomó al abismo y extendió sus brazos.
-Tómate de mi mano.
El nivel del agua subió vertiginosamente y llegó a hasta las piernas del joven, haciendo bascular su cuerpo hacia adelante y hacia atrás; una de las manos se desprendió de la de Aylén creando un instante de zozobra a los amigos. En un movimiento afortunado Jean Luc pudo tomar la mano suelta del otro entre las suyas y haciendo un movimiento hacia atrás logró situar parte del hombro y brazo de su amigo sobre el borde. La tracción hacia arriba ejercida por Aylén y Jean Luc pudieron por fin sacar el resto del cuerpo del exhausto Ludovico totalmente fuera del cauce. Mientras el agua barrosa llegaba ya al borde de la barranca.
-¡Pronto! Aquí no estamos seguros aún.- Exclamó el rescatado. -Debemos subir aún más.
-¿No es este el borde del río?- Preguntó desconcertada Aylén.
-Sí. Pero esta es una crecida extraordinaria. Superará el nivel máximo habitual.
Así, la muchacha tomó a Serena entre sus brazos y se lanzó en una carrera desesperada por un sendero que se abría delante de ella, en realidad sólo una huella de animales del bosque que la mantenían abierta con su tránsito incesante; mientras, Ludovico pasó un brazo por sobre los hombros de su amigo y ambos fueron tras la pista de sus compañeras. La vegetación era sumamente espesa en todas direcciones y apenas se podía ver donde dar el próximo paso. Finalmente llegaron a una especie de claro en el bosque, con una pequeña área libre de vegetación.
-Podemos parar aquí.- Afirmó Serena con mucha seguridad.
-¿Cómo sabes eso?- Preguntó Aylén.
-Mira a las ardillas. Han dejado las nueces y su carga en el suelo y están haciendo una cueva. Saben que es un lugar seguro.
Aylén miró sorprendida a los otros dos camaradas y Jean Luc dijo con una sonrisa en sus labios.
-Hay que creerle a la niña. Fue la que nos previno del aluvión mirando precisamente a las ardillas. Además, necesitamos desesperadamente descansar.
Mientras Ludovico se tendía extenuado en la hierba con su hermana junto a él, Aylén abrió las mochilas para constatar que parte había podido salvar de su carga y que parte se había perdido; mientras tanto Jean Luc caminó hasta dar con una especie de ventana de la vegetación circundante, que le permitía observar hacia abajo, en dirección al río. Lo que vio lo sobrecogió.
Un inmenso alud de agua, barro, piedras y troncos circulaba a toda velocidad cauce abajo, y de no haber sido por la pronta reacción de los mochileros los habría ahogado y arrastrado sin remedio kilómetros abajo. El joven no pudo contener un silbido.
Sus oídos percibieron un nuevo estallido y al mirar hacia arriba esta vez sí vieron los intensos relámpagos y las nubes circulando a toda velocidad. El silbido del viento sobre las copas de los árboles se convirtió en un intenso ulular y pronto las primeras gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer en el claro.
-Va a refrescar mucho y estamos empapados.- Dijo Ludovico.-Si no nos ponemos a cubierto nos congelaremos.
-Levantaron sus pertenencias y caminaron cada vez más dentro de la fronda, hasta que llegaron a un punto en que bajo un dosel de árboles altos la oscuridad permanente producida por estos había dejado el suelo libre de arbustos que no conseguían crecer por falta de luz, lo que permitió establecerse con comodidad sin quedar bajo la lluvia.
-Conservamos las tres tiendas.- Dijo Aylén. Vamos a armarlas de inmediato.
-Tú y Ludovico pongan manos a la obra.- Dijo Jean Luc.- Yo encenderé un buen fuego para secarnos y calentar la comida. ¿Se salvó alguna porción de las provisiones?
-Suficiente para comer hoy.- Dijo la muchacha que había hecho el inventario de sus posesiones.
Mientras los otros estaban ocupados en sus tareas, la niña comenzó a caminar por lo que parecía la continuación del sendero que los había llevado hasta allí. Aunque ni ella misma lo sabía, su mente fresca era particularmente receptiva a señales que a los otros pasaban desapercibidas y la espesura en que se hallaban era rica en esos signos.
-Serena. No te alejes. Oyó la voz de su hermano a una cierta distancia.
-No, no ya regreso.
La niña tuvo la sensación de que delante de su camino el bosque se abría hacia el frente y siempre en dirección ascendente. Serena se sintió atraída magnéticamente por ese espacio en que las figuras oscuras de los troncos de los árboles aparecían difuminadas entre una niebla espesa. Nuevamente oyó la voz de su hermano llamándola y esta vez decidió volver sobre sus pasos y regresar al campamento que ya se había establecido en torno a un fuego vivaz del que surgían olores de leña quemada pero también de comida. Recién entonces la niña cayó en cuenta de lo hambrienta que estaba.
Dos
Se sentó sobre la roca más alta que permitía visualizar los picos de las montañas lejanas. Los fondos de los valles, situados mucho más abajo, estaban aún cubiertos de nubes que asemejaban copos de algodón, sacudidas cada tanto por ráfagas de vientos de baja altura. El sol que ya despuntaba en el este iluminaba las cumbres de las montañas de occidente, haciendo reverberar sus picos nevados. Ludovico cambió de posición en la peña para poder mantener la espalda apoyada en la misma. Como ocurría a menudo, esa mañana se había despertado antes que los otros y para dejarlos dormir se había alejado del campamento en la dirección ascendente que la noche anterior le había indicado su hermana; una vez en la senda, caminó durante alrededor de media hora hasta llegar a la elevada situación donde se encontraba.
Su mente comenzó a navegar por los acontecimientos ocurridos desde el salvataje en el cauce del río súbitamente crecido. Luego de armar las tiendas y cenar lo poco que se había salvado de los alimentos, se acostaron oyendo como la lluvia caía sobre las copas de los árboles altos, casi sin llegar al suelo al ser absorbida por la hojas, lo que les permitió pasar la noche sin humedad. El fuego crepitaba entre las tiendas y cada tanto debía salir a buscar más leña para mantenerlo encendido; el objeto era no sólo dar calor a sus cuerpos ateridos sino espantar eventuales fieras que pudieran habitar el bosque; aunque no habían visto ninguna sabían