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Jueves Gris
Jueves Gris
Jueves Gris
Libro electrónico41 páginas30 minutos

Jueves Gris

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A mis treinta y siete años aún resultada agradable. Medía metro setenta y cinco, era delgado, trigueño, de mirada socarrona y sonrisa agradable, al menos eso habían dicho quienes habían tenido que describirme. Vestía adecuadamente, no me sobraba, pero tampoco me faltaba dinero...
Y puestos a seguir reflexionando, parecía un buen tipo. De esos que suelen llamarse buen partido. Aunque debo admitir que de vez en cuando tengo una mala leche de esas que tumban de espaldas.
Pero cualquiera tiene un mal día. Sobre todo, si tienen un oficio como el mío.
Qué les puedo decir.
Soy Nick Malone, detective privado, esta es mi historia

IdiomaEspañol
EditorialNik Malone
Fecha de lanzamiento14 ago 2018
ISBN9781370757985
Jueves Gris
Autor

Nik Malone

Soy Chans Ortega (escribo como Nik Malone). Vivo a pocos pasos de la realidad. Nunca logro tener buenos amigos. Los que he tenido me han abandonado o yo los he despedido. No soporto la oscuridad. Duermo a cualquier hora y como lo que se me antoja, y nunca lo que es sano. Odio madrugar y prefiero hablar solo a discutir con alguien. Puedo pasar horas sentado en mi escritorio con tan solo un lápiz y un papel. La única rutina que me gusta es la de dormir hasta bien entrada la tarde. Soy holgazán por naturaleza. No me gusta esperar. Prefiero no prometer, así no tengo que inventar una disculpa. Soy de humor negro. Brutalmente honesto, lo que hace que mis conocidos me huyan como la peste. Tuve una familia que, apenas me descubrió, se libró de mí. Tengo una hija y la amo. Eterno buscador de Dios. Apolítico. Aspirante a escritor. Digno, no orgulloso; valiente, no suicida; tenaz, no necio. Con una suerte bárbara. Y a pesar de todo, soy un tipo aceptablemente feliz.

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    Vista previa del libro

    Jueves Gris - Nik Malone

    Contenido

    Jueves Gris

    Copyright

    Jueves Gris

    Final

    Jueves Gris

    Smashwords Edition 2018

    John Ortega ®

    Copyright © 2017 Nick Malone

    http://chansortega.blogspot.com

    Edición y corrección: John Ortega

    Facebook https://www.facebook.com/John-Ortega-1833894006837889/

    Johnortega60@gmail.com

    Capítulo 1

    Recuerdo aquella vez en que la conocí. Era jueves. De noche gris, triste. Y para colmo llovía. Cómo llovía aquella noche de jueves triste. Yo había caminado sin rumbo, harto de fingir que todo estaba bien.

    Sin pensarlo estaba sentado en el lobby de un hotel barato, bebiendo tequila hasta entumecer mi alma. No me bastaba con adormecer mi cerebro, quería matar mi alma y mis recuerdos.

    Ella entró al lobby del hotel abarcando todo con su mirada, dibujando en su boca un mohín de desenfado, acallando los murmullos que levantaba la cadencia de sus caderas.

    Todos allí parecían conocerla. Y necesitarla. Pero sus grandes y hermosísimos ojos se detuvieron al toparse con los míos. La cadencia de sus caderas dio rumbo hacia el lugar donde yo estaba sentado. Se me acercó, sus labios dibujaron una sonrisa y sus enormes ojos de larguísimas pestañas abanicaron mi rostro.

    —¿Me invitas un trago? —me susurró al oído.

    Con gran dificultad separé mi vista de su roja y espectacular boquita y miré al barman, como pidiendo qué hacer. Este solo se encogió de hombros y alzó los brazos.

    —Pide lo que quieras —asentí.

    Ella miró al barman, sonrió, y éste le sirvió un trago.

    Es una dama de alquiler, pensé. Y no me importó.

    Ella se acomodó el vestido ceñido que tenía puesto, haló un taburete y se sentó junto a mí. Le vi hurgar dentro de su cartera, sacó un labial rojo, se puso el carmín en los labios, hizo a un lado su cartera y sonrió.

    —¿Qué haces? —preguntó, acomodando sus brazos en el mostrador y ladeando coquetamente su rostro hacia mí.

    La miré beber su copa mientras mis ojos grababan cada gesto, cada movimiento de su boca. La vi pasar su lengua por los labios mientras tenía sus ojos fijos en mí.

    Busqué su mirada, pasé saliva con dificultad al notar sus enormes ojos verdes clavados en mí.

    Como un ratón, indefenso, frágil, acorralado por una anaconda, me rendí.

    —¿Cuánto? —susurré.

    Ella mostró sus blanquísimos dientes en una sonrisa cómplice, agarró mi mano y la puso alrededor de sus caderas. Sentí la dureza de su piel, firme. Sonreí al pensar si le agradaría o no que bajara mis manos hasta tocar su trasero en aquel lugar.

    Ella se

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