Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Beso Nocturno - Ataduras de la Oscuridad
Beso Nocturno - Ataduras de la Oscuridad
Beso Nocturno - Ataduras de la Oscuridad
Libro electrónico309 páginas4 horas

Beso Nocturno - Ataduras de la Oscuridad

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

¡Lindana ha tenido suficiente! Todo le ha salido mal a la joven vampiresa. Ha sufrido penas de amor durante meses y ahora, debe ver como su hombre de los sueños esta junto a otra mujer. Para él, ella es solo una amiga. Su apariencia no es la de una reina de belleza: es demasiado alta, muy voluptuosa y, a menudo, es bastante cómica sin intención alguna. ¡Si tan solo no metiera la pata todo el tiempo!

Además, debe hacerle frente a su madre, quien solo considera como un buen partido a un asesor fiscal o a un enterrador. Sin embargo, ellos no son del interés de Lindana. Como si esto no fuera suficiente, también está Marcellus; un tosco y musculoso vampiro al servicio de su empleador que tiene muy claro las debilidades de la protagonista. Toparse con él, sin mostrar alguna flaqueza parece inevitable, lo que resulta ser un verdadero desafío.

La búsqueda de un hombre puede ser bastante peligrosa y Lindana tendrá que decidir con que cartas habrá que jugar.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento18 oct 2016
ISBN9781507159873
Beso Nocturno - Ataduras de la Oscuridad

Relacionado con Beso Nocturno - Ataduras de la Oscuridad

Libros electrónicos relacionados

Romance para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Beso Nocturno - Ataduras de la Oscuridad

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Beso Nocturno - Ataduras de la Oscuridad - Anna Winter

    Beso Nocturno

    -

    Ataduras de la oscuridad

    Anna Winter

    ––––––––

    Text Copyright © 2014 Anna Winter

    Alle Rechte vorbehalten

    Lektorat: Dorothea Kenneweg

    © Cover Art DESIGN by jdesign.at

    Dedicatoria

    Para Corina.

    Yo no hablo tu idioma y tú tampoco hablas el mío.

    En algunos casos, tú quieres drufufelupfe  y yo quiero zbled.

    Siempre has sido mi amiga, a pesar de las barreras de los idiomas.

    I ka di verbutze.

    Capítulo 1

    El ruido de la gente burbujea en mi oído, al igual que una melodía de un mundo submarino. La suave brisa nocturna besa mi piel mientras nos sentamos en una cafetería.

    Sus ojos brillan con un color verde profundo y me recuerdan a la malaquita de un país lejano. Podría matar por la sonrisa de su rostro. Esta divertida presión que siento, mientras él me habla ¿Qué inesperadas desgracias le ocurrieron por beber sangre?

    -Cada vez que bebo sangre mis dientes me duelen por tres días -me dice mientras se desabotona las mangas de la camisa. No parece darse cuenta lo sexy que eso es.

    Tiene unas manos largas y delicadas. Sus vellos pequeños, finos y oscuros que brillan en su piel, mientras que su voz masculina, profunda, demuestra una gran confianza en sí mismo.

    Juego con la tapa de cartón de mi bebida. Se le formó un círculo húmedo. Hago esto solo para entretener mis manos y calmar mis nervios. ¡Él es tan genial y educado! A su lado el tiempo vuela. Tengo una sensación extraña dentro de mí, que no sentía bajo mi piel desde mis días de adolescencia. Me hace sentir que floto en una nube blanca. Es como si estuviéramos completamente solos, apartados del mundo.

    Le hablo sobre mi trabajo con los niños, él me escucha y me hace preguntas. Disfruto de la atención que me da y del brillo de sus ojos verdes. Me pregunto, si las estrellas de jade resplandecerán para nosotros. 

    A medida que nos acercamos a mi departamento me siento cada vez más inquieta. Aunque los dos ya no somos niños, sé que sería apresurado invitarlo a pasar. Los adultos deberían poder hacer lo que les haga sentido y en este momento, esto tiene mucho sentido para mí. Sin embargo, no quiero arruinar el momento.

    Espero un beso. Romántico, como el de las películas. Muy nerviosa busco las llaves en mi bolso, mientras él se apoya en el marco de la puerta y la luz del farol hace juegos de sombras misteriosas en su rostro. Me observa y yo le sonrío avergonzada.

    -Sé que las guarde aquí -le digo.

    -No hay prisa, Lindana.

    Su voz parece surgir directamente desde mi cabeza. Un escalofrió recorre mi espalda. Parecido a los que me dan cuando dice mi nombre y hace volar mis fantasías. Me imagino como debo acercarme a él cuando abra la cerradura. Cuando nos tocamos por casualidad. Se siente como un choque eléctrico, una sensación que nos destroza por dentro. Nuestras miradas se unen. Una vez más susurraría mi nombre, admiraría mis labios y se acercaría a mí para darme un beso.

    ¡Oh Dios, mi corazón late sin control! Mi cuerpo completo responde a mis latidos. El pulso se siente hasta en la punta de mis dedos, están temblando. Por fin consigo tomar las llaves. Mis mejillas arden, mientras lo observo y mi brazo se aproxima a la cerradura.

    -Permiso -dice cortésmente y da un paso para darme espacio.

    Detecto cómo mis cejas se arquean desconcertadamente, apenas puedo controlar mis movimientos.

    -Que no se vaya -pienso aterrada, mientras mi sueño comienza a desvanecerse al igual que humo en el viento.

    -¿No encuentras esto curioso? -me pregunta observándome con una lenta y sexy sonrisa.

    -¿Qué cosa? -Le susurro.

    -De alguna forma, esta tarde fue bastante extraña, ¿no crees? Fue como haber tenido una cita con una hermana menor.

    Me estoy quemando por dentro. Una ráfaga de escalofríos calientes y helados atraviesa mi cuerpo y me doy cuenta de que mi pecho se contrae. Su silueta se desvanece. La puerta se mueve de un lado a otro junto con la casa. Me pongo las manos en la frente.

    Por suerte, no se da cuenta de que yo siento todo lo contrario por él. Con dificultad me obligo a soltar un suspiro.

    -Es justo lo que iba a decir. Como mi hermano mayor.

    Por poco me ahogo con esas palabras. Mis ojos me empujan hacia la locura. En este momento no puedo derramar ni una sola lágrima. Quiero gritar, zarandearlo y desaparecer. Se difumina su imagen, sus colores se hacen invisibles. Lo agarro nerviosamente, a pesar de que mis dedos aún rompen la niebla.

    Mis párpados se abren de golpe, estoy despierta. Con esta miserable sensación de haber tenido un mal sueño y con ese sentimiento aún peor que se percibe cuando ya todo quedo en el pasado.

    Respiro profundo y me quedo acostada un momento. Mi corazón late como loco y siento la habitual contracción en el pecho. Lentamente debería comenzar a tranquilizarme. Todo sería menos bochornoso, si mi cabeza no hubiera decidido reproducir ese sueño una y otra vez.

    Tengo la nariz congestionada y podría ponerme a llorar como aquella vez. Sollocé durante todo el día y cuando fui al trabajo en la tarde, me veía igual que un mapache. Por eso, hice lo que todas las mujeres hacen cuando quieren conservar un poco de dignidad. Fingí que tenía una alergia. A todo el mundo le dije que no pude tolerar algún componente de la ensalada. Pero en realidad, no podía soportar mi corazón afligido.

    ¡Maldición! Estaba mucho mejor antes de haberme enamorado de él. ¡Cielos! Sobre todo desde que se casó. Obviamente no conmigo. Lo que ocurre en Hollywood no pasa en la vida real. Para esto existe una ley. Creo que es una extensión de la Ley de Murphy. ¡La del Imbécil!

    Malhumorada, muevo las piernas en el borde de la cama y juego con mi cabello. Largo, con trenzas rubias, sin embargo a mí no me hacen ver como un ángel. Cuando me miro en el espejo lo primero que pienso, es que me parezco a una valquiria. Muy grande, muy voluptuosa, pero, de ninguna manera; delicada, delgada y encantadora.

    A lo más, cuando tenía dieciséis años me decían que era sensual. Esto es porque los jóvenes a esa edad encuentran fascinante a una mujer con demasiadas curvas. Hasta que se dan cuenta que la belleza quedó definida de forma distinta. Hasta que notan que una mide media cabeza más que ellos, cuando todos ya dejaron de crecer.

    ¿Por qué tengo que medir un metro ochenta? Cuando veo el Ballet en la televisión, me imagino que soy una bailarina y que les disloco los brazos a los bailarines. Cada muchacho que se respete debería poder levantar ochenta y cinco kilos. Es mucho mejor para mi autoestima, que el ballet no se parezca al levantamiento de pesas, con la cabeza al rojo vivo, las articulaciones vibrando y las arterias amenazando con salir volando de la piel.

    Maldigo en voz baja y me dirijo al baño. Ahí no tengo que demostrarle nada a nadie, en lo que concierne a mi aspecto quedo lista rápidamente, ya que mi mayor problema no desaparece con maquillaje. Me cepillo el cabello, hago mis necesidades y me lavo los dientes.

    Lo único que cambio es mi peinado. Cuando llevo el pelo suelto corro el riesgo de que sea tan largo, que los niños me lo jalen mientras juegan o que crean que me electrocuté y digan que me parezco a un cactus. También es muy doloroso cuando uno se apoya en el suelo y se le queda un mechón atorado debajo de las manos.

    Sin embargo, podría ir a visitar a María. Ella adora jugar conmigo a Rapunzel. Los niños pueden ser tan dulces. Ningún adulto me diría que me parezco al personaje de un cuento. A ella le encanta hacerme trenzas. Así aparenta que es la peluquera de una princesa y yo disfruto mucho de eso. Eso sí, eliminamos del tocador planchas para pelo, tijeras y fijadores de cabello. No solo porque quiero evitar una desgracia en mi cabeza, sino que además, María solo tiene seis años. Y todos esos son objetos que no quiero tener cerca de ella.

    Me coloco un suéter con unos jeans y camino silenciosamente por el pasillo hasta su habitación. Cuando llego, rasguño la puerta. Es más silencioso que un golpe, ya que no quiero despertar a todo el mundo. Además, lo único que la pequeña quiere es tener un gato y ama cuando rasgo la puerta, porque piensa que soy uno.

    Escucho atentamente el sonido de sus pasos cuando se acerca y me abre la puerta. Se ve tan tierna con su pelo castaño despeinado, sus ojos almendrados y su pijama rosado con dibujos de gatos.

    Cuando me mira, se alegra y me saluda.

    -Hola, corazón -la saludo y abrazo con cariño.

    Sus brazos vuelan hacia mi cuello y salta alegremente.

    -¡Lindana! ¡Lindana! -dice entusiasmada.

    -Shhh -le digo entre risas. -Tenemos que guardar silencio. Los demás siguen durmiendo.

    -¡Pero ya son casi las seis! -protesta.

    A las seis de la tarde, el sol ya se está poniendo y los vampiros pueden levantarse. María no es un vampiro, al igual que los otros niños. Aunque viven junto a nosotros y se han adaptado a nuestro ritmo nocturno.

    -Tú sabes que es fin de semana. Hoy no hay clases, por eso es que los dejamos dormir.

    Se muerde su labio y se enfada.

    -¿Siempre debemos tener fines de semana?

    Contengo una sonrisa y asiento con la cabeza.

    -No se puede trabajar todo el tiempo. En algún momento, cada uno se debe permitir un descanso.

    -Eso es tonto. Quiero saber cómo continúa la clase.

    Coloco mi mano en su hombro y la miro fijamente.

    -María, hoy es fin de semana. Ya sé que no te gustaban las clases en tu antigua institución. Pero aquí hay un parque, en donde puedes jugar y también puedes explorar esta enorme casa.

    María asiente silenciosamente.

    Desde que estamos aquí, la institución ha mejorado mucho. Konstantin es nuestro nuevo tutor. Es tan educado. Eso es algo que se puede decir de muy pocos vampiros. La mayoría son criaturas incultas y sin sentido del humor, que solo se preocupan de sí mismos.

    Por el contrario, él no cree que los niños deban aprender asignaturas como las tareas domésticas, los buenos modales para ser criados u otras cosas en las que otros sirvientes antiguos de vampiros se han destacado. Konstantin quiere que ellos se dediquen a la ciencia, a los idiomas, a la lógica y a la historia. Además, él hace que el aprendizaje sea realmente divertido y María es tan estudiosa, que le gustaría eliminar todos los días libres.

    -Además, sería genial que pudrieras hacerme un peinado.

    Eso la emocionó.

    -Claro que puedo.

    Me toma de la mano y me sienta en su cama.

    -Espera aquí, ¡voy a traer todo! -me dice

    Coloco las manos en mi regazo y me siento pacientemente. De pronto me doy cuenta que mi pelo se verá colorido. Me vería estupenda con unos pasadores azules con delfines. Eso es lo que una persona con confianza en sí mismo debería usar. Con mucha suerte, hoy me encuentro con mi hombre de los sueños y se distrae con mi cabello, en lugar de quedarse mirando mi figura... Es un buen plan.

    María vuelve con un recipiente lleno de pinzas y cintas para el cabello, las que ha escogido especialmente para esta ocasión. Tengo que ser fuerte, ya que jugará con mi cabeza como si fuera una muñeca. Sonrío para mis adentros. 

    Peina muy concentrada mis trenzas y divide el cabello de mi cabeza. Trabaja con una docena de pinzas que deja puestas por mucho tiempo. Las hebras de pelo van formando trenzas, mientras se mueven de izquierda a derecha. Además, le introduce bandas y cuentas.

    -¿Sabías qué? -comienza a contar. -En mi libro sobre elfos, todas las mujeres usan este peinado.

    -¿Elfos? -le pregunto.

    -Sí, Son altos, delgados y tiene orejas puntiagudas. No todos viven en bosques. También hay pueblos aristócratas. Y visten sedas y muchas perlas.

    -¿Así que quieres que me vea como un elfo?

    Eso me hace sonreír. Prefiero hacerme pasar por un elfo antes que por otra criatura del bosque. Además, esto no le molesta a María, ya que no represento la imagen de una princesa ideal.

    Pienso que en esta casa, la figura principal ya está establecida y ese pensamiento es una astilla que taladra mi corazón. Ella es su mujer. Elise es esbelta, delgada y preciosa. Y eso no cambió, a pesar de que su vientre creció gracias al embarazo. ¿No es eso increíble? Obviamente, está embarazada. Qué lindo. Y sigue con su esposo, a quién admiro como  niña de dieciséis años.

    A veces me pregunto: ¿Por qué me hago esto a mí misma? Luego de que la institución se cerrara para niños humanos en Broken Arrow, Konstantin Rouillard se hizo cargo de su tutela. Sin duda él es increíble. Yo no me enamoró sin razón. ¿Qué hombre adopta a casi treinta niños de un momento a otro?

    Claro, es millonario y vive en una enorme casa de cinco pisos y dos alas. Suficiente para albergar a más niños. Sin embargo no todos hacen lo que Konstantin hizo. Él tiene un buen corazón. Que lastima que se lo dio a otra.

    Al principio pensé, por ningún motivo. No puedo vivir bajo el mismo techo, trabajar para él y saber que nunca lo podré tener; y por si fuera poco, recibir su vida personal servida en bandeja de plata. ¿Qué tanto debe atormentarse una misma?

    He averiguado que en otras instituciones, desde Broken Arrow hasta Tulsa, apenas hay lugares para niños humanos y en los que hay, los fondos públicos son muy escasos. En nuestro mundo, los seres humanos no tienen valor. Le pertenecen a los vampiros, ninguno de ellos puede vivir de forma independiente. Para la mayoría de nosotros son esclavos que se pueden beber.

    He aprendido mi profesión. También podría trabajar en una institución para niños vampiros, como escuelas primarias o jardines infantiles. Sin embargo, debí saber que nadie apreciaría todos mis años de trabajo con seres humanos. Fue necesario que realizara una práctica de al menos un semestre para refrescar mis conocimientos. 

    Con un sueldo de practicante no puedo pagar mi departamento de dos habitaciones. Y ni con la mejor de las intenciones me puedo imaginar tener que volver con mis padres. Así que elegí un punto intermedio: trabajar para el hombre que aplastó mi corazón y vivir aquí, en medio de mis alumnos. En mis días libres, me voy a mi departamento a reponer mis fuerzas.

    Es un tormento. Constantemente lo único que deseo es verlo. Me encanta esa taquicardia que provoca en mí. Eso sí, no me gusta imaginar que él pudiera sentir algo por mí.  No estoy tan alejada de la realidad.

    -Tengo perlas azules, doradas y verdes -me dice María.

    Los niños son la mejor parte de mi trabajo. No puedo defraudarlos o abandonarlos. Me encariñé mucho con ellos. María es mi favorita. Es como una hija para mí. Si fuera por mí, me haría cargo de su tutela.

    -También puedo fabricar perlas amarillas, rosas y rojo coral puro.

    -Eso suena estupendo, linda.

    En el mejor de los casos, me coloco una mini falda de leopardo y pruebo con ser la reina de la jungla.

    Luego de casi una hora, María termina y me miro en el espejo. Está totalmente emocionada por mi peinado. Giro la cabeza de izquierda a derecha e intento no reírme. Ni siquiera Tarzán podría resistirse a mí.

    -Oye, tengo hambre. ¿Y si traigo una bandeja con comida? -le ofrezco.

    Asiente con la cabeza felizmente.

    -Sí, Podríamos hacer un picnic. Voy a prepararlo todo.

    -¡Ok! -le digo mientras le doy un golpecito en la nariz.

    Se ríe mientras saca su vajilla de porcelana. Todos los platos son pequeños, sin embargo, nada nos impide servirnos otra ración de comida.

    Bajo saltando las escaleras hacia la cocina. El edificio es casi un palacio. Por todas partes hay columnas y salientes, jarrones decorativos con flores, cuadros de artistas famosos y alfombras costosas sobre el piso de madera. No me extraña que de repente, todas las jóvenes se sientan como princesas.

    Mientras doblo en la esquina, noto que la puerta de la nevera está abierta. Por un momento, mi corazón comenzó a acelerarse. Piernas largas, zapatos de hombre, una mano fuerte que sujeta la puerta.

    ¿Konstantin?

    Todo el personal que se ocupa de los niños es femenino. ¿Acaso va a desayunar junto con sus pupilos?

    Junto todo mi coraje y contengo la respiración. Cuando estoy a tres pasos de distancia de él, comienzo a escuchar una voz presumida, aunque el hombre está detrás de la puerta, no tiene que siquiera mirar para saber quién está en la habitación.

    -Lindana, ¿aún sigues practicando caminar sigilosamente?

    Cierra la puerta de la nevera y sus ojos grises se posan fijamente en mí.

    ¡Mierda!

    Trato con todas mis fuerzas de no poner mis ojos en blanco, pero no soy capaz.

    -Marcellus -suspiro molesta.

    Parpadea lento y mueve su mandíbula. Como si tuviera goma de mascar.

    -¿Estás esperando a alguien?

    Maldición, ¿Por qué tengo esa sensación de que sabe todo lo que no debería saber? Seguro que solo estoy siendo paranoica. Él no tiene idea. A Marcellus le gusta provocar.

    -No estoy esperando a nadie. Es fin de semana –le digo indiferente, mientras me acerco y trato de empujarlo de la puerta de la nevera. No se mueve de donde está. Como si una roca hecha de huesos y músculos se pusiera en medio de la habitación. A pesar de que es invierno usa mangas cortas. Lleva una camisa oscura que se estira sobre su pecho con unos pantalones negros que se ven mucho mejor que los míos. Solo por eso podría hacer una barbacoa con él. Claramente no soy pequeña, pero el tipo me sobrepasa solo por media cabeza. Es como la versión vampírica de un armario.

    Ya que no se hace a un lado, me acerco demasiado a él.

    -¿Puedo pasar por aquí?

    -Buena pregunta. No esperaba que estuvieras aquí, Lindana. Konstantin me dio los horarios de todos y tú tienes libre desde el atardecer.

    Me rechinan los dientes.

    -Que yo sepa, a él no le importa lo que hagamos en nuestro tiempo libre. Voy a desayunar con María y estás en mi camino.

    Lo miro enfadada, pero no reacciona.

    -Llevo mucho tiempo al servicio de Konstantin –declara indiferente.

    -¿Y qué?

    ¿Qué es lo que quiere? ¿Por qué no solo se aparta de la maldita nevera?

    -Y luego de la boda con Elise sigo estando a su servicio.

    -Eso es fascinante, pero mi estómago está rugiendo de hambre –le digo enojada.

    Inclina la cabeza y dibuja una sonrisa en su rostro que no alcanza a llegar a sus ojos.

    -Espero que no estés aquí para encontrarte con Konstantin.

    -¿Qué? –lanzo un bufido.

    Se ríe silencioso.

    -Pequeña gatita.

    -No soy pequeña, ¡imbécil!

    Mi comentario no le importó en lo más mínimo

    -Sin embargo, tú claramente perteneces a las mujeres que muerden cuando las amenazan. Él está casado.

    Puse los ojos como plato.

    -Eso ya lo sé. Todos fuimos invitados a la boda.

    Odié cada segundo de esa ceremonia. Sentía que me destripaban por dentro.

    -Eso es lo curioso –continúa- Tú sabes que él está comprometido y aun así pasas mucho tiempo mirándolo, y piensas que nadie se da cuenta.

    -Yo no hago semejante cosa.

    ¿En qué momento me vio? No puede haber nada más humillante.

    -Hasta ahora no le he dicho nada sobre el tema –me dice, sin que yo le dijera nada.

    Mis mejillas se enrojecen y no puedo dejar de parpadear nerviosamente. El solo pensar que Marcellus haya podido habla con Konstantin sobre lo que siento por él, sería el último clavo para mi ataúd mental.

    Me paso la lengua por mis labios.

    -No hay nada que decirle –contesto lentamente.

    Tiene su mirada fija en mí. Puedo sentirlo en mi cuerpo. Sus ojos examinan mi cara.

    -Sería más fácil creerte, si de vez en cuando tuvieras una cita con alguien –me dice.

    -¿Quién dice que no tengo?

    Una vez más sonríe petulante.

    -Mi trabajo es saber esas cosas. Yo sé todo lo que hacen los empleados aquí.

    Tengo claro que Marcellus es la mano derecha de Konstantin, su hombre para asuntos de seguridad y todo eso. Sin embargo, no esperaba que en su tiempo libre se dedicara a investigar nuestra vida privada. ¿Qué más sabe de mí? Podría asegurar que me ha estado espiando.

    -Para que sepas, voy a salir esta noche.

    Una pequeña mentira improvisada. ¿Qué tanto daño puede hacer?

    -De eso estoy seguro –responde con sequedad.

    Entrecerré mis ojos. ¿Significa que me descubrió? ¿Tengo solo una tarde para maquillarme y arreglarme, solo para que él crea que tengo vida social y que no estoy enamorada de mi jefe?

    Hace mucho que no tengo una cita, desde que mi hermano, Desmodan, intentó emparejarme con Konstantin. Desmodan trabaja como su chofer y yo estaba tan agradecida cuando me dijo que podría conocer a Konstantin Rouillard, quien era famoso por salir en portadas de revistas como GQ o Modern Vampire. ¿A qué mujer no le habría gustado conocerlo?

    La alegría fue pasajera. No hubo más que una sola cita. Sus palabras aún suenan dentro de mi cabeza, Fue como haber tenido una cita con una hermana menor.

    ¡No soy pequeña! Maldito. Konstantin ni se compara con Desmodan. Él no se parece a mí en nada y tampoco estamos relacionados, además, yo tengo muchas fantasías sensuales con él. Así que nuestras percepciones pueden ser distintas.

    Desafiante, levanto mi cabeza y me acerco a Marcellus. Está demasiado cerca.

    -No deberías sonar tan narcisista –le digo, aunque no produce el mismo efecto que en los niños. Ellos me respetan y me prestan atención. Ese es exactamente el punto. No siento que el Señor Cerebrito con Esteroides me respete. ¿Qué se cree que es, además de estirado y musculoso?

    -Tu vida privada debe ser bastante aburrida, para que quieras meter tu nariz en mis asuntos –continúo. –Qué importa que no salga tan seguido....

    Resopla.

    ¡Cabrón!

    Lo golpeo en el brazo. No

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1