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La verdad del amor
La verdad del amor
La verdad del amor
Libro electrónico152 páginas2 horas

La verdad del amor

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Información de este libro electrónico

Encontrar el perdón dentro de uno mismo puede servir para liberarnos…
Mientras sale el sol en la zona más despoblada de Australia y las flores se abren a la delicada luz de la mañana, un hombre y una mujer atraviesan aquellas tierras silenciosas y comparten la belleza que los rodea. Sólo tienen ojos el uno para el otro. Danni y Jim habían comenzado un viaje en busca de la verdad, pero pronto empezaron a darse cuenta de que la verdad más importante era la que llevaban dentro de sus corazones…
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 jun 2018
ISBN9788491881896
La verdad del amor
Autor

Melissa James

Melissa James is a former nurse, waitress, shop assistant and history student at university. Falling into writing through her husband (who thought it would be a good way to keep her out of trouble while the kids were little) Melissa was soon hooked. A native Australian, she now lives in Switzerland which is fabulous inspiration for new stories.

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    La verdad del amor - Melissa James

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2007 Lisa Chaplin

    © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    La verdad del amor, n.º 2136 - junio 2018

    Título original: Her Outback Knight

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.:978-84-9188-189-6

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Epílogo

    Si te ha gustado este libro…

    Prólogo

    Salón de actos, Universidad Charles Sturt,

    Nuevo Gales del Sur

    Me encantaría ayudarte a ser una excelente veterinaria, Danielle. Con tus notas y experiencia, estoy seguro de que encajarías a la perfección en mi clínica.

    Dan Morrison se estremeció al sentir en el brazo la insinuante caricia con la que aquel hombre acompañó sus palabras. Como era costumbre, algunos veterinarios establecidos habían acudido a la ceremonia de graduación en busca de jóvenes talentos, y el que le hablaba en aquel momento acababa de ofrecerle el puesto ideal, pero el precio a pagar le hacía sentir náuseas.

    Se le ocurrieron tantas respuestas mordaces que no supo cuál utilizar, y tuvo que morderse la lengua para no decirle que ella no jugaba a médicos con hombres de la edad de su padre.

    –Hola, nena, llevo un buen rato buscándote –dijo otra voz masculina a su espalda, al tiempo que un brazo le rodeaba la cintura.

    Ningún hombre en su sano juicio que la conociera la llamaría «nena» ni la abrazaría con aquel gesto posesivo. Sólo a los desconocidos los engañaba su aspecto delicado y femenino.

    Pero lo más desconcertante de todo fue que, en lugar de querer liberarse al instante de aquel contacto, le gustara.

    Se trataba de Jim Haskell.

    ¿Jim Haskell? ¿Jim, que en los siete últimos años había estado enamorado de su mejor amiga, Laila, y jamás le había prestado a ella la menor atención? ¿Estaría soñando?

    Alzó la vista y Jim, dedicándole una enorme sonrisa, le dio un beso en los labios antes de volverse hacia el otro hombre.

    A pesar del contraste que había entre ambos, el hombre maduro, elegantemente vestido frente al joven de cabello largo con una toga de graduación arrugada bajo la que se veían unos vaqueros gastados, Jim no se inmutó y lo miró como a un igual.

    –Buenos días, señor. Soy Jim Haskell, el novio de Danni –dijo, tendiéndole la mano.

    –Ron Guidhall –respondió el otro que, debido al contraste, pareció más viejo y… bajo.

    –Si elige a Danni no se arrepentirá, señor –añadió Jim con expresión vehemente–. Es la mejor de la clase.

    El hombre se tensaba cada vez que Jim pronunciaba la palabra «señor» para enfatizar la diferencia de edad que había entre ambos. Sin elevar el tono de voz, acababa de vencer a su interlocutor y Danni no pudo por más que admirarlo. Era una faceta de Jim que desconocía.

    –Todavía… no he tomado ninguna decisión –dijo el hombre, cohibido.

    –Como le he dicho, con Danni acertará. Me pregunto si tiene otro puesto libre. A Danni y a mí nos gustaría permanecer juntos, ¿verdad, nena? –Jim le sonrió con la complicidad de un amante y le dio otro beso, más largo que el primero–. Pienso seguir a Danni allá donde vaya.

    Danni, quizá por primera vez en su vida, no supo qué decir. Sólo era capaz de pensar en cuánto le agradaba tener a Jim a su lado. Parecía tan… natural. Lo que no llegaba a comprender era por qué Jim Haskell conseguía hacerla sentir hermosa con sólo tocarla. Siempre lo había encontrado muy atractivo, pero…

    «Laila está casada, es madre y adora a su marido. Jim está libre…».

    –¡Asqueroso! –dijo Jim en un susurro al ver que el hombre se iba en busca de otra presa–. No volverá a molestarte.

    –Podía arreglármelas sola –señaló Danni, aunque sin la acidez que la caracterizaba.

    Jim se puso serio y se encogió de hombros.

    –Lo sé perfectamente, pero no quería que te metieras en líos.

    Danni fue a decir algo ingenioso, pero sólo pudo articular dos palabras:

    –Muchas gracias –su voz sonó alarmantemente femenina. No podía apartar la mirada de Jim y sentía que le faltaba aire–. Has sido… muy amable.

    La habían ayudado tan pocas veces en su vida que no sabía qué decir en una situación como aquélla.

    Jim volvió a dedicarle una sonrisa cálida.

    –De nada, Danni. Ha sido mi buena obra del día.

    –Como buen boy scout que eres –bromeó ella sin ápice de sarcasmo y una vez más… anhelante. Danni no comprendía qué le estaba pasando ni dónde se había escondido su habitual ingenio–. Te debo una.

    Era una frase que no le hubiera dedicado a ningún hombre porque sabía que obtendría como respuesta alguna detestable insinuación, pero estaba hablando con Jim Haskell.

    Como si leyera sus pensamientos, Jim sonrió y sus ojos negros como el chocolate se iluminaron.

    –No te preocupes, te conozco bien y sé que encontrarás la manera de devolverme el favor. Sé que no te gusta estar en deuda con nadie.

    Danni rió quedamente, desconcertada, y sin pensárselo dos veces, actuó con una espontaneidad que jamás se permitía con los hombres.

    –Tienes razón –inconscientemente, entrelazó los dedos con los de Jim–. ¿Qué te parece si te invito a cenar esta noche?

    Contuvo el aliento mientras la cabeza le daba vueltas. ¿De verdad acababa de decir aquello a un hombre? ¿Había invitado a salir a Jim?

    «Por favor, no me rechaces. Mírame. Sabes que nunca hago algo así».

    No estaba segura de por qué era tan importante que Jim le diera una respuesta afirmativa, sólo sabía que lo era. Lo miró fijamente y vio los cambios que se producían en su expresión: la sonrisa desdibujada, el ceño levemente fruncido…

    –Lo siento, pero ha venido mi familia –dijo él finalmente–, y vamos a cenar juntos. Supongo que la tuya también ha venido –añadió precipitadamente–. ¿Lo dejamos para otra ocasión? Espero que lo pases bien.

    Y, con una sonrisa y un gesto de la mano, se fue, dejando a Danni sola y avergonzada.

    Capítulo 1

    Restaurante Thommo, Bathurst, dos años después

    Finalmente, dos años más tarde que el resto de la clase, su mejor amiga se había graduado y todos sus amigos y familia, incluido su marido e hija, se habían reunido para celebrarlo.

    Después de tantos años convencido de que Laila era la mujer de su vida, Jim se había preguntado qué sentiría al verla convertida en la mujer de otro hombre, madre de una hija y embarazada de nuevo.

    Ya lo sabía.

    Tres años atrás había perdido toda esperanza de conquistarla cuando, al conocer a Jake Sutherland, él mismo había tenido la convicción de que era el hombre ideal para Laila y los había puesto en contacto.

    La sonrisa que lucía aquella noche era de una felicidad genuina. Deseaba lo mejor para Laila, a la que quería como a una hermana.

    Eso no significaba que no tuviera ganas de encontrar a una mujer que lo amara de verdad y a la que corresponder. Pertenecía a una familia amplia y feliz, y siempre había deseado alcanzar la estabilidad afectiva.

    Era una lástima que en los últimos años sólo hubiera encontrado mujeres con las que pasar un rato, mujeres que ocupaban su tiempo, no su corazón. ¿Por qué las mujeres que lo perseguían eran superficiales y aquéllas que verdaderamente le interesaban lo veían como un hermano?

    –Me voy. Estoy aburriéndome.

    Jim se sobresaltó al oír a Shana, la joven de veintidós años con la que había acudido a la fiesta, encantadora pero superficial.

    –Perdona, Shana. Supongo que no es divertido no conocer a nadie.

    Ella hizo un mohín.

    –Y aún menos cuando tu acompañante no aparta la mirada de otra mujer –dijo en voz baja.

    Jim frunció el ceño.

    – Se trata de mi mejor amiga y es su fiesta, así que es lógico que sea el centro de atención. Además, está casada.

    Shana arqueó las cejas.

    –¿La mujer de cabello castaño sentada al otro lado de la mesa?

    Jim se volvió lentamente en la dirección que Shana señalaba.

    Danni Morrison estaba sentada frente a él.

    ¿Sería cierto que había estado mirándola? Quizá sí. Tal vez la había tenido tan cerca tanto tiempo que lo hacía inconscientemente. Como quizá tampoco era consciente de la forma en que su cuerpo reaccionaba al contemplar su bello y delicado rostro, que habría podido dibujar mentalmente con todo detalle.

    Pero Danni lo había tratado siempre con desdén. Apenas la conocía y no le agradaba el ácido sarcasmo con el que se protegía del mundo exterior. Y aun así, podría contemplarla el resto de la noche sin cansarse. ¿Tendría razón Shana? ¿Habría estado mirándola tal y como hacía en aquel instante sin tan siquiera darse cuenta? De hecho, ¿no lo habría hecho en muchas otras ocasiones?

    –Que tengas suerte –oyó que le decía Shana con sorna–. Voy a ver si encuentro una discoteca más animada que esto.

    Jim sabía que debía ofrecerse a llevarla, pero no podía dejar de mirar a la mujer que estaba sentada frente a él.

    Danni se removió en su asiento y miró su plato de verdura como si presintiera que estaba siendo observada, aunque tal vez, si seguía siendo la estricta vegetariana que acostumbraba a ser durante los años de carrera, lo que le molestaba era la visión de platos llenos de carne a su alrededor.

    Tenía el mismo aspecto angelical de siempre, una naturaleza etérea que hacía pensar en un hada de cabello negro, insondables ojos color caramelo y manos en constante movimiento. Sus facciones delicadas le daban un aspecto de total inocencia que desaparecía en cuanto abría la boca. En ese instante, la idea de que se trataba de una mujer frágil necesitada de la protección de un hombre se hacía añicos. Podía aterrorizar a cualquiera que se aproximara a ella desarmado.

    «No seas condescendiente», era una de sus frases favoritas, junto con otro centenar de contestaciones diseñadas para erigir en torno a sí una alambrada de pinchos y crear un espacio inaccesible.

    –¿Tengo salsa en la nariz, Haskell?

    El tono mordaz de Danni lo sacó de su ensimismamiento.

    –No,

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