Los besos del príncipe
Por Nicola Marsh
4.5/5
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Bria Green era una mujer inteligente, independiente y moderna. Por eso, cuando Samman le dijo que en menos de una semana conseguiría que aceptara su proposición, Bria pensó que el poderoso príncipe jamás se saldría con la suya.
Nicola Marsh
Nicola Marsh has always had a passion for reading and writing. As a youngster, she devoured books when she should've been sleeping, and relished keeping a not-so-secret daily diary. These days, when she's not enjoying life with her husband and sons in her fabulous home city of Melbourne, she's busily creating the romances she loves in her dream job. Readers can visit Nicola at her website: www.nicolamarsh.com
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Los besos del príncipe - Nicola Marsh
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2008 Nicola Marsh
© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Los besos del príncipe, n.º 2226 - abril 2019
Título original: The Desert Prince’s Proposal
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.:978-84-1307-880-9
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
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Capítulo 1
NO PIENSO meterme ahí dentro! –exclamó Bria Green ante la reluciente limusina. Él chófer la miró divertido, como si ya estuviera curado de espantos–. No he pedido que me vengan a recoger. ¿Quién te ha enviado?
El chófer, llamado Len según su tarjeta identificativa, se quitó la gorra y se frotó una calva tan reluciente como el coche.
–Mire, señorita, yo sólo estoy haciendo mi trabajo. Su nombre y su número de vuelo están en mi lista de hoy y aquí me tiene. No sé quién ha hecho la reserva del servicio, yo sólo sigo órdenes.
La furia de Bria se aplacó, aquel hombre no tenía la culpa de que su padre estuviera recurriendo a sus viejos trucos.
–Señorita –añadió el chófer mientras abría la puerta trasera del coche.
Bria sintió un profundo disgusto ante tanto lujo: asientos de cuero brillantes, madera recién barnizada. El olor que desprendía la riqueza le resultaba realmente desagradable. Había crecido entre aquel olor y lo había llegado a odiar. Todavía recordaba cómo se habían reído de ella sus compañeros de colegio cuando la habían visto llegar cada mañana montada en una limusina.
Bria negó con la cabeza y dio un paso atrás.
–No. No puedo. Lo siento –dijo. Len frunció el ceño mientras la miraba confuso.
–Pero, señorita, tengo instrucciones de llevarla al hotel Mansion. Son las órdenes de mi jefe.
Bria inspiró profundamente y se agarró con fuerza al asa de la maleta sin saber qué hacer.
–Perdone, ¿tiene algún problema?
Estupendo, justo lo que Bria necesitaba, un extraño con pinta de ricachón metiéndose donde no lo llamaban. Cada vez sentía más rabia y tuvo la tentación de salir corriendo a parar un taxi y dejar a los dos hombres allí plantados.
Sin embargo, aquel plan se vino abajo en el momento en el que admiró los ojos oscuros y curiosos del extraño y quedó cautivada. Y no eran sólo los ojos, sino el perfecto perfil romano de su nariz y los rasgos de su rostro bronceado por el sol. Aquel tipo era impresionante, imponente y la estaba mirando con verdadero interés.
–Estoy bien –repuso Bria para tranquilizarlo. Había viajado mucho en la promoción de Motive, su estudio de arquitectura, y conocía los peligros de ser abordada por desconocidos. Tenía que ser cautelosa, a pesar de que el extraño fuera tan atractivo.
–¿Está segura? –insistió él con una voz profunda y una acento londinense encantador. Bria no pudo evitar recordar el tiempo que había pasado en Londres, una temporada digna de olvidar.
–Completamente segura –afirmó enérgicamente y se dio la vuelta.
–Siento entrometerme, pero da la sensación de que no se quiere montar en la limusina con este hombre.
–¡Oiga, no me gusta nada lo que está insinuando, señor! Yo sólo estoy cumpliendo con mi obligación, que es llevar a la señorita Green a su hotel! –replicó Len ofendido. Sin embargo, el extraño no le prestó atención y siguió mirando fijamente a Bria.
–¿Preferiría ir en un taxi? –le preguntó.
–Sí, por favor –repuso Bria aliviada. Estaba deseando llegar al hotel y darse un buen baño antes de preparar la presentación.
–Señorita Green, ¿está usted segura? –insistió Len.
–Sí. Y no te preocupes por tu jefe. Si tienes cualquier problema, diles que se pongan en contacto conmigo directamente y yo lo aclararé –contestó sonriendo al chófer, quien se metió en el coche visiblemente confundido. Bria se volvió para mirar al desconocido–. Gracias –le dijo y enseguida dirigió la mirada a la parada de taxis, donde no quedaba ninguno libre.
–Ha sido un placer. ¿Quiere que compartamos mi taxi?
–¿Su taxi? –preguntó incrédula. Lo sabía. «Don agradable» tenía segundas intenciones. La había ayudado ha deshacerse de Len para poder llevarla. El brillo travieso de sus ojos confirmó esa sospecha.
–Me he tomado la libertad de reservar el último taxi. El conductor me ha informado de que un partido de fútbol muy importante acaba de terminar así que no vendrán taxis en un buen rato.
–No pasa nada, iré en autobús –repuso inmediatamente.
–Como quiera, pero también me dirijo al hotel Mansion.
–¿También va al hotel Mansion? ¿Asiste a la conferencia de arquitectos?
–No, no. Yo trabajo en el sector inmobiliario y tengo asuntos que atender aquí.
–Perdone por haber sido tan brusca. Soy Bria Green y si su oferta de llevarme sigue en pie, la acepto. Es una coincidencia extraña, pero nos dirigimos al mismo hotel –dijo finalmente. Podía ser cabezota, pero no estúpida y el viaje en taxi sería mucho más cómodo que en autobús. El hombre arqueó las cejas y le dio la mano.
–Sam Wali. Y por supuesto que podemos compartir el taxi.
–Estupendo –contestó Bria con una sonrisa en los labios. Estaba algo inquieta y no se decidía a separar su mano de la de él. El contacto con su piel era cálido y la había agarrado con firmeza sin dejar de mirarla a los ojos. Bria sintió un escalofrío.
–¿Cree usted en el destino, señorita Green?
Bria soltó la mano de Sam instantáneamente, no quería darle una falsa impresión. No sabía cómo se las apañaba para meterse en ese tipo de situaciones siempre. Era una mujer fuerte y profesional, sin embargo no podía evitar ser impulsiva, lo que a veces tenía graves consecuencias.
–Creo que cada uno labramos nuestro propio destino, señor Wali –afirmó tras aclararse la garganta.
Sam sonrió y la suspicacia de Bria se desvaneció. Era una sonrisa cálida y sincera.
–Por favor, llámame Sam. Después de todo, vamos a compartir un taxi.
–Bria –contestó ella. No podía evitar que aquel tipo la intrigara, a pesar de que después de Ellis Finley hubiera jurado que nunca más se dejaría seducir por un hombre–. Y gracias de nuevo.
–¿Estás lista para que salgamos?
Bria asintió, a pesar de que aquel hombre reuniera todas las características que normalmente le hubieran hecho desconfiar: acento inglés, patrón de comportamiento de clase social alta, traje exquisito hecho a mano, reloj de platino y oro. Sam emanaba poder y riqueza, sin embargo Bria no pudo evitar asentir.
–Vamos, sígueme –añadió él y antes de que se diera cuenta ya había agarrado su maleta y había echado a andar. Bria se quedó engatusada mirándolo.
Estaba cansada, pero un tipo así tenía la capacidad de resucitar a una muerta. No podía apartar la vista de aquel cuerpo escultural. De repente se dio cuenta de que Sam la estaba esperando y se apresuró a reunirse con él. Forzó una sonrisa y deseó que no notara que se había sonrojado.
Bria consultó el reloj y estimó que en diez minutos llegarían al hotel. Había charlado un rato con Sam, pero después se habían quedado en silencio y, aunque no estaba incómoda, tampoco estaba acostumbrada a estar tan cerca de un hombre así.
–¿Cuánto tiempo te vas a quedar en el hotel? –preguntó él.
–Unos días. La conferencia se acaba el domingo después de mi presentación, pero me voy a quedar un día más. He oído que hay un magnífico spa en el hotel, así que un poco de relax me vendrá bien. ¿Y tú?
–Me quedo hoy y mañana.
–Eso es lo que se llama un viaje relámpago –contestó Bria. Sam se encogió de hombros y ella se fijó en la anchura de sus espaldas.
–Me temo que es parte de mi trabajo. Estoy acostumbrado.
Bria asintió, lo comprendía perfectamente. Su agenda incluía habitualmente vuelos internacionales.
–¿Tienes algún plan para esta noche? –añadió Sam. Ella negó con la cabeza un poco nerviosa–. En ese caso, sería un honor para mí que cenaras conmigo.
Inmediatamente Bria estuvo a punto de contestar con una negativa. No solía flirtear porque estaba completamente centrada en su trabajo y no venía a cuento cenar con un desconocido, a pesar de lo amable que había sido con ella.
Sin embargo, cuanto más la miraba Sam a los ojos, más dudaba en responder que no. Después de todo tenía que cenar en algún lugar y la invitación había sido un gesto de cortesía. Sam ya le había hecho un favor y además parecía el típico hombre de negocios que apenas tenía tiempo para charlar distendidamente.
–He escuchado que en el restaurante Joseph trabaja un cocinero mundialmente conocido que estuvo muchos años en Londres. Sería imperdonable no probar sus platos estando aquí. Además me encantaría que me contaras algo sobre tu presentación. Estoy intrigado. Quizás me des algunas ideas para mi negocio.
–En ese caso, ¿cómo podría rechazar la invitación? –preguntó Bria con una sonrisa. Estaba impresionada de lo pronto que había cedido, pero el brillo en los ojos de Sam la había obligado.
Además sería como una cena de negocios. Siempre se sentía cómoda hablando de su profesión así que estaría en su terreno.
Ninguna presión. Ninguna expectativa. Justo como a Bria le gustaba.
–Yo me encargo de hacer la reserva. ¿Te parece bien a las ocho? –preguntó él.
–Perfecto –contestó sonriendo mientras llegaban al hotel. Tuvo que reconocerse a sí misma que las cenas de negocios normalmente no le resultaban emocionantes, sin embargo estaba deseando que llegara la hora de salir con aquel enigmático desconocido.
Capítulo 2
BRIA llegó al restaurante unos minutos antes de la hora fijada. Entró en la elegante sala, iluminada tenuemente por las lámparas plateadas de las mesas, y cuyo mobiliario