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Juntos al atardecer: Mudanza a Texas (3)
Juntos al atardecer: Mudanza a Texas (3)
Juntos al atardecer: Mudanza a Texas (3)
Libro electrónico158 páginas3 horas

Juntos al atardecer: Mudanza a Texas (3)

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Información de este libro electrónico

Niki Keene había seguido, sin dudarlo un segundo, a sus hermanas hasta Hard Knox, Texas; las trillizas eran inseparables. También las ayudaba a dirigir el rancho, pero, cuando los vecinos de la ciudad la apuntaron al concurso de belleza para rancheras, tuvo que echarse a reír. ¿Cómo podría participar en un concurso de rancheras con lo que la aterraban los caballos? Además, ya estaba harta de ser "la trilliza guapa". Pero cuando el sexy Clay Russel lo apostó todo por ella, tuvo que cambiar de opinión. No podía perder al único hombre que hacía que se alegrara de estar en Texas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 may 2018
ISBN9788491882220
Juntos al atardecer: Mudanza a Texas (3)

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    Juntos al atardecer - Ruth Jean Dale

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2000 Betty Duran

    © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Juntos al atardecer, n.º 1107 - mayo 2018

    Título original: The Cowgirl’s Man

    Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-9188-222-0

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Capítulo Uno

    Capítulo Dos

    Capítulo Tres

    Capítulo Cuatro

    Capítulo Cinco

    Capítulo Seis

    Capítulo Siete

    Capítulo Ocho

    Capítulo Nueve

    Capítulo Diez

    Capítulo Once

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo Uno

    Niki Keene atraía a los vaqueros como la miel a las abejas. Pero eso no parecía sorprender a Tilly Collins, la orgullosa abuela de las trillizas Keene, de las que Niki era la más pequeña, ya que había nacido veinte minutos después que sus hermanas.

    Y no porque no pensara que sus tres nietas eran chicas especiales. Mientras estaba sentada a una mesa, asistiendo a la comida campestre de celebración del cuatro de julio de Hard Knox, la mujer observaba cómo Niki se deshacía de sus numerosos admiradores.

    De Niki siempre se había dicho que era la guapa; de Toni, que era la buena; y de Dani, que era lista. Pero para su abuela, las tres eran igual de guapas, buenas y listas.

    Tilly estaba muy contenta ese día y trataba de disfrutar del ambiente de fiesta. Había muchísima gente allí reunida y, a través de un altavoz, se oía la voz de la alcaldesa, Rosie Mitchell. Evidentemente, la alcaldesa disfrutaba mucho con la entrega de premios de la que era portavoz.

    –Hola, abuela –Dani Keene Burke se sentó al lado de Tilly–. ¡Vaya calor que hace!

    Tilly buscó con la mirada a la hija de once meses de Dani.

    –Espero que no haga tanto calor como para que hayas dejado que Elsie se pierda.

    Dani soltó una carcajada, lo que hizo brillar sus ojos marrones. Era evidente que estaba muy contenta después de haberse casado con Jack Burke, un vaquero que vivía en un rancho cercano al de la familia Keene.

    –Está con Jack, que ha ido a buscar una taza de limonada para los críos.

    Tilly asintió, dando por hecho que la palabra «críos» incluía a Pete, el sobrino de Jack que se había quedado huérfano.

    –¿Están también Toni y Simon?

    Dani asintió.

    –Los recién casados han llegado tan solo hace unos minutos –contestó mientras parecía buscar algo entre la multitud–. ¿Dónde está Niki?

    Tilly señaló hacia el grupo de admiradores que estaban rodeando a Niki. En un momento, éstos se apartaron y Dani pudo ver a su hermana, que estaba sonriendo a un vaquero muy alto. Estaba maravillosa con su largo cabello negro y sus enormes ojos azules.

    Tilly oyó de pronto que la alcaldesa pronunciaba la palabra «Niki». En seguida pensó que debía haber oído mal, pero al volverse hacia Dani, se fijó en que su nieta también parecía extrañada.

    –Niki Keene, por favor, ¿puedes subir un momento? –dijo la alcaldesa, subiendo el tono.

    Niki miró a su familia con el ceño fruncido. Dani se encogió de hombros y Toni, que acababa de llegar, le saludó con la mano.

    –¿Qué es lo que pasa con Niki? –preguntó–. Simon y yo acabamos de llegar y…

    –Sube por favor –la interrumpió la voz de la alcaldesa–. No seas tímida.

    Los admiradores de Niki la obligaron entonces a acercarse hasta el escenario que había en el centro del parque. La multitud comenzó a aplaudir al verla, aunque nadie sabía exactamente qué estaba pasando.

    Tilly desde luego no lo sabía, pero supuso que debía ser algo bueno y comenzó a aplaudir igual que el resto de la gente.

    La alcaldesa Rosie hizo un gesto para pedir silencio mientras Niki la miraba algo incómoda. Niki trabajaba como camarera en el bar Sorry Bastard, que pertenecía a Rosie y a Cleavon Mitchell. Llevaba trabajando allí desde que se había trasladado a Tejas con toda la familia, unos cuantos años antes. Trabajaba allí media jornada, no porque lo necesitase, sino porque se lo pasaba bien.

    –Damas y caballeros –dijo Rosie con su marcado acento tejano–, hoy les tenemos reservada toda una sorpresa. Al parecer, nuestra Niki Keene ha sido nominada finalista en el concurso de Reina de las Muchachas Vaqueras, que patrocina Wild West Duds. Aquí está el certificado –añadió, agitando un documento con gesto triunfante.

    –¿Qué es Wild West Duds? –preguntó Tilly.

    –Una marca de ropa –contestó Toni–. Es la favorita de Niki. De hecho, el chaleco que lleva es de esa marca –luego miró a Dani–. Lo que me extraña es que no nos haya contado lo del concurso.

    –Sí –asintió su hermana–. Además, se trata de un concurso al que han dado mucha publicidad y, según parece, la ganadora representará a la marca durante todo un año. Hará de modelo y no pararán de fotografiarla. Así que es ciertamente extraño que Niki se haya presentado.

    Tilly admitió que aquello era cierto. A su guapa nieta no le gustaba ser el centro de atención.

    –Me temo que se trata de un error, Rosie –se oyó decir a Niki por el micrófono.

    –No hay ningún error –aseguró la alcaldesa, sonriendo–. Mira, aquí está tu nombre, en el certificado, ¿lo ves?

    –Sí, pero insisto en que se trata de una equivocación. Yo no me he presentado a ningún concurso –dijo Niki antes de darse la vuelta para marcharse.

    –¡Espera un momento, Niki! –exclamó la alcaldesa poniéndose seria–. No se trata de ninguna equivocación. Te hayas presentado o no, el caso es que has llegado a la final y eso es magnífico para Hard Knox.

    –Lo siento mucho, pero no quiero participar en ese concurso –Niki bajó del escenario.

    Todos sus familiares se quedaron callados unos instantes.

    –Pero si a Niki ni siquiera le gustan los caballos –rompió el silencio la abuela–. Creo que si quieren elegir una muchacha vaquera, se han equivocado de persona.

    Clay Russell escuchó lo que acababa de decir la anciana. Clay era el campeón mundial de rodeo y representaba a Wild West Duds por todo el país. Como llevaba el sombrero vaquero hundido sobre la frente y se había puesto gafas de sol, había conseguido pasar desapercibido. Y si no hubiera sido porque no quería que nadie lo reconociera, se habría acercado a hablar con aquella mujer que se parecía a Papá Noel.

    En esos momentos, estaba fuera del circuito de rodeos debido a una lesión. Así que se dedicaba a viajar por todo el país a instancias de Eve Hubbard, la dueña de Wild West Duds. Su misión actual consistía en conocer personalmente a las doce finalistas del concurso, a las que habían elegido entre miles de fotografías, para informar a Eve de cómo eran en realidad.

    Hard Knox era su última parada antes de volver a Dallas para informar a Eve. La dueña de la marca quería saber también cómo se tomaban las finalistas la noticia de la nominación y era evidente que Niki Keene no se lo había tomado nada bien, pensó Clay. El resto de las nominadas, al enterarse de que habían sido elegidas, habían comenzado a dar saltos de alegría y a besar a todo el mundo alrededor.

    Era evidente que aquella muchacha no era la más adecuada para convertirse en Reina de las Muchachas Vaqueras. Pero a pesar de ello, Clay se había quedado impresionado por su belleza. Su cabellera morena, sus labios carnosos y sus enormes ojos azules la convertían en una mujer guapísima. Eso sin mencionar su piel bronceada y su sinuoso cuerpo.

    Por otra parte, la muchacha llevaba unos vaqueros y un chaleco de la marcha Wild West Duds. El chaleco era muy corto y dejaba al aire su vientre liso. También dejaba ver un escote deslumbrante.

    Sí, era muy guapa. Pero también lo eran las otras candidatas, se dijo Clay. Y esa muchacha no tenía además ningún interés por los caballos, había asegurado la anciana. Una pena, pensó. Aunque quizá todo fuera producto de algún malentendido.

    –¿Qué habrá pasado? –preguntó en ese momento una de las muchachas que estaban con la anciana. Clay supuso que debía ser hermana de la finalista–. Es evidente que Niki no tenía ningún interés por ese concurso.

    –En cualquier caso –comentó la que parecía ser la otra hermana–, creo que debería aprovechar la oportunidad y presentarse. El premio es muy tentador y no es la primera vez que se presenta a un concurso. Al fin y al cabo, ha sido elegida innumerables veces Miss Elk Tooth, Miss Camarera de Tejas, Miss Sol Radiante, Miss Sonrisa y…

    –No sigas, Dani –dijo la abuela–. Sabes que lo pasó fatal en todos esos concursos.

    «Sí, claro», pensó Clay. «En el primero pudo ser, pero en todos es imposible».

    –Yo también creo que debería aceptar.

    –¿Por qué dices eso, Jack? –le preguntó la abuela a su yerno.

    El vaquero que estaba junto a la hermana que tenía a un bebé en sus brazos se encogió de hombros.

    –Sería una buena publicidad para la ciudad.

    –Hablas como si ya hubiera ganado –comentó el otro hombre que había en el grupo, y que debía ser el marido de la otra hermana.

    Ambas hermanas parpadearon, sorprendidas.

    –¿Crees que no ganaría, Simon? –le preguntó la que sostenía al niño.

    El tal Simon no tenía aspecto de vaquero.

    –Bueno, Niki es muy guapa, pero tampoco es la mujer más guapa del mundo. A mí me parece más guapa mi Toni –aseguró, dándole un beso a su mujer.

    –Me temo que no eres imparcial, Simon –dijo su mujer, encantada.

    –Es normal, se acaba de casar contigo –comentó la abuela–. Dani, ¿y tú que opinas? ¿Crees que Niki debería participar en ese concurso?

    –Yo creo que no –aseguró Dani–. Después de lo que pasó en el último concurso, Niki juró que no volvería a participar en ninguno.

    –¿Qué fue lo que pasó? –preguntó Simon.

    –Que el patrocinador del concurso se tomó mal que Niki no quisiera concederle sus favores y la hizo trabajar más de la cuenta. Así que no creo que cambie de opinión.

    Clay se alejó del grupo, decidiendo que ya era hora de regresar a Dallas para informar

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