Desde su trágica muerte en 1997, con sólo 36 años, se ha hablado y escrito mucho sobre la princesa Diana de Gales, figura que ocupa el primer lugar en nuestro especial dedicado a iconos reales. En esta ocasión quiero compartirles algo que siempre me ha llamado la atención de ella, y que con el tiempo he observado que la distinguió y moldeó sin que lo notáramos: su poderosa imagen. Y es que su ropa determinó y proyectó su personalidad, así como su estado de ánimo.
Cuando Diana de Gales salió a la palestra en 1981, con apenas 20 años, y la vimos por primera vez, era una chica alta, tímida y de buena familia inglesa, que vivía con un grupo de amigas en Londres. Entonces trabajaba en un jardín de niños y después fue de los pequeños de una familia rica estadounidense. Ella se vestía como una típica jovencita inglesa: con faldas sueltas, zapatos planos, sin lucir ‘a la moda’ y sin un gramo de coquetería ¡ni sensualidad!