Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El amor llegó en Navidad
El amor llegó en Navidad
El amor llegó en Navidad
Libro electrónico159 páginas3 horas

El amor llegó en Navidad

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Un matrimonio por el que valía la pena luchar...

Los dos deseaban tener un hijo. Eso y la increíble pasión que se desataba con cada cruce de sus miradas o cada roce de sus manos fue la razón por la que Liam y Rose decidieron casarse. El amor no era parte del trato. Pero un año después, Rose descubrió aterrorizada que, a pesar de su acuerdo, se había enamorado de su marido. No habían conseguido tener el hijo que tanto deseaban y la razón por la que no lo habían hecho amenazaba con separarlos. Hasta que justo antes de Navidad, apareció una preciosa niña a la que habían abandonado a la puerta de su casa y que les dio otra oportunidad de descubrir lo importante que eran el uno para el otro.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 mar 2018
ISBN9788491707394
El amor llegó en Navidad
Autor

Kate Walker

Kate Walker was always making up stories. She can't remember a time when she wasn't scribbling away at something and wrote her first “book” when she was eleven. She went to Aberystwyth University, met her future husband and after three years of being a full-time housewife and mother she turned to her old love of writing. Mills & Boon accepted a novel after two attempts, and Kate has been writing ever since. Visit Kate at her website at: www.kate-walker.com

Autores relacionados

Relacionado con El amor llegó en Navidad

Títulos en esta serie (100)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Romance contemporáneo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El amor llegó en Navidad

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El amor llegó en Navidad - Kate Walker

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2002 Kate Walker

    © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    El amor llegó en Navidad, n.º 1458 - marzo 2018

    Título original: The Christmas Baby’s Gift

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

    Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-9170-739-4

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo 1

    CÁSATE deprisa; arrepiéntete despacio».

    Rose alzó la cabeza hacia el chorro de la ducha y dejó que el agua caliente cayera sobre su rostro hasta que le entumeció la piel. Y también deseó que pudiera entumecerle los pensamientos.

    Pero nada desterraba de su mente la frase incómoda.

    «Cásate deprisa; arrepiéntete…».

    –¡No!

    La palabra escapó de ella en un grito de desesperación y rechazo; cerró la ducha. En el súbito silencio, el sonido de su respiración irregular sonó sobrenaturalmente alto y perturbador. Parecía el sonido de un animal acosado, arrinconado contra un muro… sabiendo que no había escapatoria.

    –No… –repitió, con más suavidad en esa ocasión–. Oh, no…

    El silencio fue excesivo para ella. Demasiado pesado, inquietante. Debía volver a abrir la ducha para escapar de los pensamientos que la hostigaban.

    –¿Rose?

    El sonido de otra voz… masculina, profunda y vibrante, le llegó desde la dirección del umbral que conectaba el cuarto de baño con el dormitorio, e hizo que abriera los ojos azules.

    Borrosa y distorsionada a través del cristal empañado, apenas pudo discernir la figura alta y poderosa de su marido. Pero no necesitaba verlo con claridad. Su memoria e imaginación podían aportar al instante los detalles que necesitara.

    Y esa imaginación bosquejó los rasgos marcados. Los pómulos fuertes, la nariz larga y recta y los brillantes ojos verdes bajo un tupido dosel de pestañas. El pelo lustroso y corto, con la tendencia a rizarse, de una tonalidad entre castaña y cobriza fuego, que hacía que pareciera arder bajo el sol. Y todo eso en el cuerpo compacto y musculoso de un atleta innato, con hombros rectos, pecho ancho, caderas estrechas y piernas largas y potentes.

    –¿Estás ahí?

    –¿A quién más esperarías encontrar en tu ducha… en tu cuarto de baño?

    Su voz no exhibió la fuerza ni el humor que había pretendido, pero luchaba con demasiados sentimientos como para poder controlarla de forma apropiada. Incluso a una distancia de varios metros, saber que Liam se encontraba allí hacía que su piel desnuda le hormigueara.

    –Nuestra.

    –¿Qué? –sacó la cabeza de debajo del agua para oír con más claridad–. ¿Qué has dicho?

    –Nuestra. No mi ducha, sino nuestra. También nuestro cuarto de baño.

    Nuestro cuarto de baño. Nuestra ducha.

    ¿Conocería lo que le hacía oír esas palabras de su boca? ¿Captar el tono levemente posesivo en su voz sensual? ¿Saber que lo que realmente pasaba por su cabeza era que la poseía a ella?

    Para el resto del mundo, Liam Farrell podía ser su marido, el hombre con el que se suponía que esa noche de finales de diciembre estaba celebrando el primer aniversario de boda. Pero Rose sabía que la verdad era mucho más complicada. Y eso era lo que llevaba inquietándola unos días.

    –¿Quieres que me una a ti?

    –¡No! –se puso rígida y el corazón se le desbocó–. ¡No lo hagas!

    Fue el silencio de él lo que reveló su cambio de humor. La quietud de la figura borrosa vista a través del cristal empañado reveló mucho más que cualquier cosa que hubiera podido manifestar.

    –Quiero… quiero decir que ya voy a salir.

    Fue la idea de que hiciera lo que había dicho lo que sobrecargó sus pensamientos, lo que le puso el cuerpo tenso y la piel del color de la sangre y que nada tenía que ver con el calor de la ducha. Bajo el agua, el cuerpo ya encendido le hormigueó con expectación sensual por el placer que se había convertido en una parte peligrosa de su vida.

    –Muy bien. Sal, entonces.

    A través del cristal percibió que él alargaba la mano hacia la enorme toalla y supo que no tenía excusa para no hacer lo que él decía, para prolongar la espera.

    –Rose… Rose

    ¡No se equivocaba! En la voz había un tono ominoso que la impulsó a cerrar el grifo y a echarse el pelo hacia atrás.

    ¿Cómo podía encararlo en ese momento? Se dijo que solo había una manera. A la de él. Tal como había sido desde el comienzo del matrimonio. Del modo en que sabía que le gustaba a Liam, porque así se lo había expuesto abiertamente cuando más que declararse, le había propuesto una empresa conjunta. Pero durante los últimos meses, ella había comprendido que no podía continuar con los términos originales del acuerdo, y se había afanado en encontrar una forma de planteárselo.

    «Cásate deprisa; arrepiéntete despacio». Al abrir la puerta del cubículo de la ducha, la frase volvió a reverberar en su mente. Pero la desterró con todas las fuerzas que pudo acopiar y exhibió la sonrisa que sabía que él esperaría de ella mientras rezaba para que ocultara la verdad.

    «Cásate deprisa; arrepiéntete despacio».

    Las palabras la habían hostigado todo el día. Había despertado con ellas en la mente y desde entonces no había sido capaz de cancelarlas.

    Suponía que era inevitable que ese día, el primer aniversario de su precipitada boda, sacara semejantes pensamientos a la superficie. Pero la verdad era que no había esperado un remordimiento tan intenso.

    Aquella boda, justo cuatro días antes de la última Navidad, había parecido la respuesta a muchas plegarias, a muchos problemas.

    –Rose, maldita sea, ¿vas a salir de ahí o tendré que ir a…?

    Las palabras se evaporaron en su lengua cuando la puerta se abrió para dejar salir a su esposa.

    Volvió a preguntarse si necesitaba saber cómo o por qué se había atrapado en ese matrimonio. Pero le bastaba mirarla para obtener la respuesta.

    En silencio maldijo su cuerpo por la reacción instantánea al ver la aparición física de Rose. Solo tenía que mirarla para desearla con una fuerza y un apetito próximos a la agonía física. La contracción que experimentó por debajo del cinturón fue tan brusca y salvaje que tuvo que contener una exclamación de protesta.

    –¿O vendrás para… qué?

    ¿Sabría lo que le hacía ver su forma exuberante expuesta de forma tan abierta, revelando los pechos altos y plenos, la caja torácica y la cintura estrecha, las líneas largas y suaves de las caderas y de los muslos, los tobillos y los pies delicados?

    ¡Desde luego que sí! No podía ser ajena a ello. Todas las noches en la cama veía y sentía los resultados del impacto que surtía en él. Era eso lo que los había unido en primer lugar. Lo que los había empujado a ese imprudente matrimonio.

    Puro y simple sexo. Aunque en ese momento en sus pensamientos no había nada puro.

    –¿Liam?

    Adrede él esbozó una sonrisa perversamente provocativa y la recorrió con la vista.

    –¿Tienes que preguntarlo? Sabes lo que habría sucedido… Si me hubiera unido a ti en la ducha, no habrías sido capaz de salir. Aún estaríamos ahí dentro, disfrutando de un sexo salvaje y apasionado.

    Después de todo, era lo que esperaba que dijera. Lo que siempre había dicho durante esos trescientos sesenta y cinco días de su vida de casados. Si hubiera dicho algo diferente en ese momento, habría sacudido los cimientos de su relación. Y eso sería peligroso. Haría que ella sospechara que las cosas habían cambiado, que ya no eran lo que parecían.

    Y era algo que todavía no estaba preparado para reconocer ante sí mismo, y menos ante ella.

    –Aún estamos a tiempo.

    La invitación brilló en los ojos de ella, iluminando sus profundidades azules, y una sonrisa tentadora curvó la plenitud de su boca.

    –Si tú quieres…

    Se sintió tentado. Ella estaba totalmente relajada en su desnudez. Alta y orgullosa, impasible ante el hecho de que no tenía nada encima mientras él se hallaba completamente vestido con un elegante traje gris que había llevado para una reunión de negocios ese día.

    Pero sabía que era hermosa. Bellísima a ojos masculinos. A ojos de cualquiera.

    –Pero tendrás que quitarte ese traje. No querrás estropearlo…

    La provocación fue excesiva. La sangre se le encendió. Jamás había sido capaz de resistirse a ella. No podría hacerlo en ese momento.

    Durante unos segundos estuvo a punto de aceptar el ofrecimiento. Los hábitos del año anterior casi lo atenazaron antes de disponer de tiempo para reconsiderarlo. Hasta se aflojó el nudo de la corbata… pero la realidad lo alcanzó como una patada en las costillas y lo obligó a reflexionar.

    –Quizá sea mejor que no…

    Intentó sonar relajado, indiferente incluso, pero dudó de su propia capacidad de convicción. Entonces vio el cambio en la expresión de ella, las sombras que nublaron sus ojos, y supo que había tenido más éxito del esperado.

    Sin embargo, ya era demasiado tarde para dar marcha atrás.

    –Toma… –extendió la toalla blanca y se forzó a relajar las manos que la sostenían–. Será mejor que te cubras.

    Los hermosos ojos de ella proyectaron reproche. Un reproche que él sabía que plasmaría en palabras. Si algo había aprendido de su esposa en el último año, era que no esquivaba las cuestiones. Si se sentía enfadada, decepcionada o insatisfecha, lo manifestaba. Pero, para su sorpresa, se mordió el labio y un leve temblor recorrió su forma esbelta.

    –Tienes frío.

    Una única gota de agua escapó de la oscuridad de su cabello y abrió un lento y delicado sendero por la superficie cremosa de su piel. Se deslizó por la curva de un pecho adorable, tocó la punta rosada y durante un segundo devastador colgó del pezón.

    Una vez más, el deseo le encendió las entrañas. Tragó saliva y habló con celeridad, la voz más áspera de lo que había esperado.

    –¡Vamos, Rose… no te quedes ahí! Cúbrete con esta toalla y sécate.

    Ella avanzó sin titubeos, sin protestas.

    La toalla envolvió con facilidad su silueta esbelta. Liam pensó que esa esbeltez era parte del problema. Parte de lo que socavaba el matrimonio que habían construido juntos. Se suponía que Rose no debía estar tan esbelta como cuando se casaron. Los hijos habían sido una parte importante de su acuerdo… y un año más tarde, no había rastro alguno de que un bebé estuviera de camino.

    –Gracias… ya estoy bien –se obligó a decir. Tenía que decir algo para llenar el silencio incómodo que había caído. Pero, desde luego, no había sido el frío lo que la había hecho temblar, sino sus pensamientos inquietantes–. Será mejor que vaya a secarme el pelo o nunca estaré lista.

    La facilidad con que la dejó ir solo incrementó la confusión y la incomodidad mental

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1