Duelo de corazones
Por JESSICA STEELE
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Pero, trabajando a su lado, Jermaine descubrió que Lukas era el tipo de hombre con el que siempre había soñado como marido... Lo malo era que su calculadora hermanita también le había echado el ojo.
JESSICA STEELE
Jessica Steele started work as a junior clerk when she was sixteen but her husband spurred Jessica on to her writing career, giving her every support while she did what she considers her five-year apprenticeship (the rejection years) while learning how to write. To gain authentic background for her books, she has travelled and researched in Hong Kong, China, Mexico, Japan, Peru, Russia, Egypt, Chile and Greece.
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Duelo de corazones - JESSICA STEELE
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2001 Jessica Steele
© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Duelo de corazones, n.º 1641 - noviembre 2019
Título original: A Suitable Husband
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1328-648-8
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
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Capítulo 1
No era extraño que Jermaine se quedara trabajando hasta tarde. Su trabajo era variado, pero se centraba fundamentalmente en organizar y gestionar los informes que los grandes ejecutivos y vendedores hacían cuando visitaban las oficinas de Londres.
Aquella semana, además, no tenía ningún motivo en particular para querer volver a casa.
Llevaba tres meses saliendo con Ash Tavinor, pero las últimas dos semanas él había estado en Escocia por negocios y no se habían podido ver.
Jermaine sonrió al pensar en Ash. Había echado de menos su rostro risueño. Tenía ganas de volver a verlo. Era un hombre alto y guapo y, hacía un mes, había sacado el tema de establecer un compromiso entre ellos. También le había dicho que era excesivamente tradicional, pues no estaba dispuesta a que fueran amantes.
Desde que lo había conocido, Jermaine había empezado a preguntarse si habría llegado el momento de variar la decisión que había tomado seis años atrás, cuando su hermana Edwina le había robado a su primer novio, Pip Robinson.
Jermaine recordaba el dolor que había sentido entonces y reconocía que no había sido el engaño de él, sino la traición de su hermana lo que realmente le había hecho daño.
Pero Pip no había sido el único novio que su hermana le había robado.
Jermaine se hizo un poco de café, mientras recapacitaba sobre aquella decisión, que en un momento dado había tomado, de no asumir el tipo de compromiso que Ash le pedía.
Sonrió. Pero todo aquello había ocurrido antes de conocerlo a él. Cuando ya llevaban un mes saliendo juntos, se había empezado a plantear que tenía que presentarle a su hermana y asumir el riesgo de que todo se destruyera.
Pero el encuentro entre Edwina y Ash había llegado por casualidad, un día en que Jermaine y él habían ido a visitar a los padres de ella.
Al llegar a la casa, Jermaine se había puesto muy nerviosa al ver el deportivo de su hermana aparcado a la puerta.
–Mi hermana está aquí –la había dicho a Ash, temerosa de entrar en la casa en la que había nacido.
Pero aquel encuentro casual le había demostrado que no tenía de qué preocuparse. Ash había sido cortés y amable tanto con sus padres como con su hermana, pero nada más. A Jermaine no le había pasado desapercibida la actuación de Edwina: su sonrisa, sus miradas y su atención extrema hacia él, a las que Ash había respondido con indiferencia.
Lo primero que le había preguntado Edwina había sido su profesión.
–Trabajo en la empresa de software de mi hermano: International Systems. No sé si has oído hablar de ella.
Edwina no la conocía, pero Jermaine sabía que no tardaría mucho en averiguarlo todo sobre aquella compañía. A su hermana le gustaba el dinero, y no le habían pasado desapercibidos los zapatos caros de Ash.
El dinero había sido también el motivo de que visitara a sus padres aquella tarde. Estaba sin blanca, y Jermaine sabía que su padre ya le habría dado un cheque para alimentar su desnutrida cuenta.
Habían pasado más de dos meses desde aquel lejano domingo. Jermaine había ido a ver sus padres en un par de ocasiones más, una de ellas para cuidar de su madre, que estaba con gripe. Pero de su hermana no había vuelto a saber nada.
Pensó en sus padres mientras se comía una tostada con queso.
Sabía que ella no era la favorita de su padre. Su madre, sin embargo, siempre había tratado de no mostrar preferencia por ninguna de sus hijas. Sin embargo, al recordar lo sucedido con Pip Robinson, también se acordó de cómo le había dolido a su madre lo que su hermana de veinte años le había hecho, y cómo había tratado de consolarla.
–¡Edwina no lo quiere! –había repetido una y otra vez Jermaine en aquellos momentos–. Solo porque es guapa…
–Tú también eres guapa –le había dicho su madre, sorprendiendo a Jermaine.
–¿Yo? –ella se sentía como un palo delgado, todo brazos y piernas.
–Sí, tú –le había dicho Grace Hargreaves mientras la abrazaba–. Poco a poco, tu cuerpo se va llenando en las partes adecuadas. Date un año y verás. Vas a ser despampanante.
Jermaine sabía que su madre nunca mentía, pero de ahí a poder creerse que iba a ser «despampanante» había mucha distancia.
–¿No piensas que el color de mi pelo es un poco raro?
–No, cariño. Tienes un pelo precioso.
Después de un par de años, Jermaine había aprendido a amar su pelo rubio claro y había acabado por admitir que tenía las curvas precisas.
No obstante, durante todo aquel tiempo, su hermana no había dejado de echarle la zarpa a todo hombre que Jermaine llevaba a casa.
Aquello dejó muy claro que, aunque solo había cuatro años de diferencia entre ellas, eran muy distintas en carácter.
Edwina era interesada y materialista, y lo había demostrado cuando la situación económica de sus padres sufrió un revés importante.
Jermaine tenía dieciséis años entonces y se había buscado inmediatamente un trabajo, mientras su hermana había dejado bien claro que no tenía intención alguna de trabajar para vivir. Su padre se lo había permitido.
Después de que un par de novios más cayeran en las garras de su hermana, Jermaine decidió no volver a comprometerse y no estaba dispuesta a irse a la cama con nadie hasta que le demostraran que solo la querían a ella.
La verdad era que Ash era diferente a todos los hombres con los que había salido hasta entonces. Su gusto había cambiado. Suponía que tenía que ver con eso de ir haciéndose mayor.
Hacía un par de años, la compañía para la que trabajaba le había ofrecido trasladarla de Oxford al cuartel general en Londres, una oferta tentadora y halagadora. Por aquel entonces, después de haberse marchado varias veces de casa, Edwina había regresado y vivía con ellos. Para Jermaine era un verdadero suplicio convivir con su hermana y, por lo que parecía, esta no estaba dispuesta a volar del nido otra vez.
–¿Te importaría mucho que me marchara? –le había preguntado Jermaine a su madre poco antes de partir.
–Te vas a Londres, no al fin del mundo –le había respondido su madre.
Así que Jermaine decidió irse y alquilarse un pequeño apartamento en la gran ciudad.
Después de dos años en Londres, Jermaine era muy considerada y valorada en la compañía, y a ella le encantaba su trabajo.
Hacía tres meses, en una fiesta en casa Stuart Evans, un compañero de oficina, conoció a Ash Tavinor. Desde el principio habían congeniado y a Jermaine no la sorprendió que, a los pocos días, la llamara para salir.
Cenaron juntos y Ash le contó que había vendido su piso y estaba temporalmente en casa de su hermano Lukas.
–Tanto él como su esposa son muy amables por tenerte allí como huésped –dijo ella, pero él le respondió que su hermano no estaba casado.
Un mes después de conocerse, había tenido lugar la visita a sus padres y el encuentro con Edwina. Al ver que él no quedaba prendado de sus encantos, Jermaine había empezado a interesarse más por Ash.
Tenía la sensación de que estaba siendo excesivamente cabezota al no querer dar su brazo a torcer en lo del compromiso. Ash había demostrado ser de confianza. Quizás había llegado el momento de que ella…
En ese instante, sonó el teléfono. Se apresuró a responder.
–¿Diga?
Era Ash.
–Jermaine… –dijo él, con un tono de voz inesperadamente frío. Ella se alegró de oírlo. Estaba ansiosa por preguntarle qué tal estaba, qué tal iba su trabajo y cuándo iban a volver a verse. Pero intuyó que algo no andaba bien–. Jermaine…
–¿Qué pasa? –preguntó ella, dispuesta a ayudarlo si tal cosa era posible.
–He estado retrasando esta llamada… –le confesó. Por su tono de voz estaba claro que habría preferido estar hablando con cualquier persona menos con ella. De pronto, el mundo se le cayó encima. Su silencio durante