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Sadie Desdeñosa
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Libro electrónico236 páginas2 horas

Sadie Desdeñosa

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Información de este libro electrónico

Una guerra se avecina…

Perdida y con el corazón roto, Sadie dejó a su familia cuando solo tenía dieciséis para poder luchar contra el mal. Años de buscar y destruir a las alimañas del mundo sobrenatural la han dejado implacable e insensible, pero poderosa.

El éxito de Sadie la convirtió en un blanco, y una serie de enigmáticas advertencias la deja cuestionándose qué se le pide a ella. Pero nada en su pasado la preparó para los obstáculos que ahora encara al intentar librar al mundo de un mal resucitado que nadie vio venir.

Finalmente regresa a casa por la oportunidad de redescubrir a su primer amor, Aiden. ¿Acaso tiene el poder de restaurar los recuerdos de Aiden y aferrarse a su amor por él, mientras batalla por la humanidad —y por su vida?

IdiomaEspañol
EditorialFelicia Tatum
Fecha de lanzamiento5 may 2018
ISBN9781507171516
Sadie Desdeñosa

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    Sadie Desdeñosa - Felicia Tatum

    Capítulo Uno

    No lo vio venir

    El fresco viento de primavera acarició mi piel mientras caminaba a prisas por el centro de Charleston. El taconeo de mis botas resonaba a mi alrededor, así que, con un movimiento de mi dedo y un giro de mi muñeca, silencié mis pies.

    La discreción tenía la mayor importancia en esta cacería.

    Me abrí camino a través de la bulliciosa vida nocturna, hacia los alrededores de la ciudad. Las olas chocaban a la distancia, con un sonido relajante a la vez que maravilloso, pero yo seguí caminando. Mi destino era el callejón oscuro cerca de Folly Beach. Frené mi andar y cerré los ojos, agudizando mis sentidos para percibir al vampiro. Incliné mi cabeza hacia atrás para permitir a mis oídos buscar su voz, aquel gruñido que tan a menudo soltaba momentos antes de atacar a su presa.

    Tenía que apresurarme.

    Al escuchar su rugido asesino, aceleré de nuevo y corrí el resto del camino. Mis botas militares negras golpeaban el pavimento, mas no hacían sonido alguno gracias a mi hechizo. Mis largos rizos oscuros estaban amarrados en una coleta alta que chasqueaba alrededor de mi cara conforme el viento me rodeaba. Su víctima soltó un grito aterrador, así que aceleré incluso más.

    Gracias a Dios por mi entrenamiento.

    Llegué al final del callejón a oscuras. No sabía si él había atenuado los faroles o si simplemente era una mala zona de la ciudad. Una mujer joven, no mucho mayor de mis veintiún años, estaba siendo estrangulada por este monstruo, y yo tuve que actuar.

    —Oye —dije, poniendo un pie dentro de la callejuela —. Déjala ir.

    Giró su cabeza en derredor hasta que sus ardientes ojos rojos se posaron en los míos.

    —Hechicera —siseó —. Lárgate.

    La chica gimió, así que me acerqué más. Saqué la estaca dorada de mi bolsillo trasero y la presioné contra mi muslo.

    —No.

    Liberó su garganta, dejándola caer al suelo. Busqué de un vistazo en ella un aura, y vi que no tenía alguna, así que era humana. Esperaba que la caída no le hubiese roto algún hueso, aunque eso era mejor que estar muerta.

    Se lanzó y estuvo frente a mí en un instante. Ladeando su cabeza, se inclinó hacia mí y olfateó mi cuello, y un escalofrío me recorrió.

    —Adoro la sangre mágica. —gorjeó.

    —No quieres hacer eso. —Le advertí. Con mi mano libre, hice un círculo con mis dedos e iluminé el área a nuestro alrededor. Él dio un pequeño paso hacia atrás y sonrió ampliamente.

    —Espera... ¿Tú eres... LA Sadie Tabors?

    Hice una reverencia acompañada de una sonrisa burlona.

    —La única e inigualable. Supongo que ya sabes por qué estoy aquí.

    Riéndose entre dientes, comenzó a pasearse frente a mí.

    —Bueno, por lo que he escuchado andas por aquí acabando con todos los chicos malos —dijo, haciendo comillas con sus dedos —, pero yo solo trataba de conseguir algo de cenar. No hay ningún chico malo aquí. —Se encogió de hombros como si pensara en verdad que yo no sabía nada.

    Con un movimiento veloz, lo sujeté contra la pared usando mi poder para concentrar el viento alrededor de su cuerpo e inmovilizarlo.

    —¿Ah, sí? Entonces ¿no fuiste tú, Eric Adams, quien hizo una matanza en Folly Beach hace tres noches, asesinando a todos los anfitriones e invitados de una boda?

    Di un paso atrás, analizándolo. Si pudiera palidecer, lo habría hecho al escuchar mis palabras.

    Tomé la estaca que tenía en mi costado, dándole vueltas en mis manos. La chica, de quien me había olvidado por un momento, lloraba sentada a pocos metros de nosotros. Me viré hacia ella y le hablé.

    —Te ayudo en un minuto, casi termino con esto.

    —No puedes matarme con eso. —masculló.

    La pasé de mi mano derecha a la izquierda.

    —¿No puedo? —pregunté. Con media sonrisa en mi rostro, me precipité hacia delante, presionando la punta de la estaca contra su pecho —. Es oro puro infundido con eneldo, ajo y extractos de plata —Moví la estaca y la reacomodé en la base de sus costillas —. Estoy bastante segura de que te convertirá en ceniza. —dije coquetamente.

    Me encantaba revelar que sabía cómo matarlos, y mirarlos darse cuenta de que se acababa su tiempo. Eric se afligió, el horror era evidente en su rostro.

    —Por favor... —rogó.

    —No —dije con énfasis. La estaca perforó su piel, y su camisa se tiñó de rojo —. Ahora, dime por qué los mataste a todos. Los vampiros no pueden contener tanta sangre. ¿Te ayudaron?

    Sacudió su cabeza frenéticamente. Presioné más.

    —Entonces dime por qué. —Le exigí, apretando mis dientes.

    Su respiración se tornó pesada.

    —El novio... Era un cazador, y un psíquico me dijo que su hijo sería mi fin.

    La estaca se hundió, cada vez más cerca de su corazón.

    —Parece que ya no puedes confiar en los psíquicos dado que yo seré tu fin. ¿Por qué todos ellos?

    —No quise arriesgarme a que fuera alguien más en la familia.

    La empujé hasta el fondo, y sentí la punta atravesar su corazón. Una vez que la estaca alcanzó el punto mortal, una línea roja alrededor de la parte superior que indicaba que la había clavado lo suficiente, la saqué y lo miré caer al suelo. Su cuerpo lentamente se transformó en ceniza frente a mí.

    La chica, evidentemente conmocionada, estaba sentada, meciéndose, mientras miraba la escena. Limpié la estaca ensangrentada en la ropa del vampiro y la puse de vuelta en mi bolsillo, luego caminé hacia ella.

    —No, por favor —chilló —, no quiero morir. Por favor.

    Al llegar a ella, me agaché frente a ella.

    —No estoy aquí para lastimarte. Déjame ayudar.

    Sus grandes ojos verdes estaban enrojecidos, pero asintió.

    Con mi mano en su cuello, dejé que mi energía circulara a través de mi palma hasta su piel para curarla. Se puso tensa, así que la calmé.

    —¿Cómo te llamas? —pregunté —. Yo soy Sadie.

    —Anna —dijo quedamente.

    Sonreí con sinceridad y moví mi mano a otra parte de su cuerpo.

    —Mi abuela se llama Anna. Debes de ser muy especial para tener el mismo nombre.

    Se relajó con mi tacto, y terminé de curarla. Le tendí mi mano y la ayudé a levantarse, esperando a que recuperara el equilibrio.

    —¿Te duele en alguna otra parte?

    Negó con la cabeza. Le dio un vistazo a los restos del vampiro y se estremeció.

    —Gracias, Sadie.

    Con una sonrisa, la tomé de la muñeca y la guié hasta salir del callejón.

    —No fue nada —Mirando en derredor, me dirigí hacia la ciudad. —. ¿Dónde vives?

    —Estoy aquí de vacaciones —dijo ella —. Me estoy hospedando en un hotel en la Quinta calle. Había salido para buscar algo de comer cuando me atacó.

    Asentí.

    —¿Qué querías comer?

    —Una hamburguesa y papas fritas habrían estado bien. Me dirigía a ese comedor pequeño del otro lado de la calle. ¿Sabes de cuál hablo?

    Asentí de nuevo.

    —Sí, he vivido aquí por unos meses —Agité mi mano en el aire y una bolsa apareció en la mano de la chica —. Hamburguesa con todo y papas fritas. También puse ahí una tarta de manzana. Ahora hay que llevarte de vuelta a un lugar seguro.

    Fijó la mirada en la bolsa café con la boca abierta. Volteé para verla y le silbé.

    —Oye, Anna —Me miró con asombro —. Mira, lo entiendo, pero acabas de verme convertir a un vampiro en ceniza. ¿En serio es tan fascinante el invocar una hamburguesa y papas?

    Parpadeó varias veces.

    —Creo que tienes razón. Lo siento.

    —No lo sientas. Pero necesitamos sacarte de campo abierto. No estoy convencida de que estaba trabajando solo. —Aceleré el paso. Ella me siguió, corriendo para alcanzarme.

    —Así que ¿haces esto todo el tiempo?

    —¿Qué? —pregunté. Mis ojos iban de aquí para allá, buscando algún peligro en la zona.

    —Matar vampiros y preparar hamburguesas para sus víctimas —Soltó una risita.

    —Lo primero sí, lo segundo no. La mayoría de las víctimas ya están muertas. —dije con seriedad.

    —Oh.

    —Aunque no son solo vampiros —dije, esperando que la información extra le ayudara a alejar de su mente a las personas muertas a quienes no pude rescatar a tiempo.

    —¿Quienes más?

    Me detuve en la esquina de la Quinta y Oak.

    —Quien sea que abuse de sus dones.

    —¿Dones?

    —No puedo decir mucho más —Paré, apuntando al hotel frente al cual estábamos —. ¿Es aquí? —ella asintió con entusiasmo.

    —¡Sí!

    Coloqué mis manos en sus hombros e imbuí una oleada de energía en su cuerpo.

    —Anna, vas a olvidar todo desde el momento en que te atacaron hasta ahora —Sentí el hechizo rodearla mientras la sostenía. Quedó aturdida, de pie, así que la viré en dirección a las escaleras y la guie hacia delante —. Vete. —esperé hasta que estuviera en la seguridad del interior antes de regresar al lugar de la muerte de Eric.

    Esta era mi vida ahora: proteger a los inocentes de seres dementes y, con suerte, salvar sus vidas. El mal acechaba en todos los rincones del mundo, y en los últimos cinco años he viajado ya bastante.

    Cuando apenas tenía dieciséis años, mi familia y yo vencimos a un hechicero malvado llamado Devlin Hart, quien nos había maldecido. Mi hermano mayor, Scott, se enamoró de su corazón gemelo antes de que ella cumpliera dieciocho años. Ella estaba destinada a morir. Olivia era bastante genial, y me volví apegada a ella conforme pasaron los meses, de manera que todos acabamos luchando en contra del antiguo hechicero.

    Hubieron pérdidas. Uno de mis hermanos, Sebastian, había estado trabajando con Devlin y perdió su vida en la batalla. El padre de Olivia también llegó a su fin. El día en que peleamos fue el primer día de mi vida mágica. Fue difícil, pero sabía, en lo profundo de mi ser, que era lo correcto.

    El consejo de hechicería, La Reunión Armónica, se encontró con nosotros no mucho después. Olivia era un ser libre, lo que significaba que sus padres eran una combinación de seres sobrenaturales, y se suponía que ella no debería de tener poder o habilidad alguna. Ella fue la primera de su tipo, lo que envió una corriente por toda la comunidad y creó un montón más de seres libres que necesitaban nuestra ayuda. Su hermano mayor, Kyle, era vampiro más que nada, y el consejo lo buscaba también. Nos encontramos con ellos ese día y mi vida entera cambió.

    Mi amada abuela se volvió la jefa del consejo, expulsando a los seres corruptos y restaurándolo a la forma en la que debería de ser. Sin embargo, antes de que fuera designada, el líder anterior expelió a nuestro amigo Aiden, borrando su memoria de todos nosotros.

    Mis habilidades se han desarrollado de manera exponencial desde entonces, y yo era única en mi clase. Algunos me decían la hechicera más poderosa del mundo, título que una vez perteneció a mi abuela, Anna.

    ¿Era yo la más poderosa? Quizá, pero esa no era la razón por la que hacía esto. No era por el poder o la gloria. Lo hacía para ayudar a la gente, para apartar a los seres malvados. Si alguien hubiera estado atento antes, Harlow podría no haber sido la jefa del consejo.

    No habrían expulsado a Aiden.

    Mi abuela no habría tenido que involucrarse y no me la habrían arrebatado.

    Pero el hubiera no existe. Y yo no tenía tiempo para cosas así.

    Llegué al sitio donde yacían las cenizas de Eric. Inspeccioné el lugar para asegurarme de que estaba sola y me dispuse a trabajar. Tomé un encanto que había preparado con anterioridad y esparcí gotitas alrededor de las cenizas y a lo largo del callejón. Tomé un poco de ceniza con la mano, la coloqué en un frasco y lo deslicé dentro de mi bolsa. Las necesitaría para rastrear dónde había estado, y tal vez descubrir con quién estaba trabajando. Con un gesto de mi mano, usé mi poder para deshacerme de sus restos y su ropa.

    El encanto había comenzado a brillar. De pie, con el encanto extendiéndose a mi alrededor, levanté mis manos por sobre mi cabeza y comencé a entonar un cántico. Esto borraría su esencia por completo de la zona. Cualquiera con quien hubiera estado trabajando notaría la falta, sería incapaz de comunicarse con él y comenzaría a preguntar.

    Ya había capturado a muchos cómplices de esta manera.

    Las luces se atenuaron y bajé ms manos. Mientras caminaba por el callejón, corroboré que no dejaba nada atrás. Me aseguré de que no había nadie cerca, cerré los ojos y transporté mi cuerpo de vuelta a mi apartamento.

    Capítulo Dos

    Compañeras de cuarto y conspiradoras

    Mis pies se plantaron en la alfombra afelpada de la sala. Levanté mis brazos para mantener el equilibrio mientras mi cuerpo se ajustaba a estar de pie de nuevo. Transportarse de un lugar a otro revolvía la cabeza. El movimiento inicial era rápido, mi cuerpo viajaba más rápido que mi mente, y mi espíritu se esforzaba en alcanzarlos. Era lo mismo al llegar, mi cuerpo arribaba primero, luego mi espíritu se reconectaba. Había algunos segundos de mareo antes de que me sintiera completa de nuevo.

    Pateé mis botas hacia un rincón, me encogí de hombros para quitarme la chaqueta más rápido y la lancé al sofá. Una de mis compañeras de cuarto, Melody, llegó a toda velocidad por el pasillo, deteniéndose en seco al verme.

    —¿Estás bien? —preguntó. Sus enormes ojos verdes inspeccionaban mi cuerpo en busca de alguna herida.

    —Ya me encargué de Eric Adams —dije mientras me dirigía a la cocina. Saqué de mi bolsa el frasco de ceniza y se lo lancé por encima de mi hombro —. Dáselo a Tessi ¿quieres? Estaré allí en un minuto.

    —Claro que sí, Jefa —dijo mientras la escuchaba atraparlo. Sus pasos reverberaron hacia el taller mientras yo entraba a la cocina.

    Saqué la estaca de mi bolsillo y la deposité en el fregadero en lo que sacaba los artículos de limpieza. Lavarla era crucial, pues una simple gotita de sangre de alguien más podría contrarrestar las hierbas y la plata. Podría ser cuestión de vida o muerte.

    La restregué con detergente para platos y usé una fibra para limpiarla a lo largo, por todos los lados. Una vez que estaba lo suficientemente dorada de nuevo, me limpié hasta los codos y me sequé a mí y al arma. Haciéndola dar piruetas de mano a mano, rodeé la gran isla de la cocina y regresé a la sala contigua.

    El apartamento era enorme. Tenía cuatro recámaras, aunque una era usada como taller. Las paredes color crema se encontraban casi vacías, a excepción de algunos mapas que usábamos para rastrear seres. Un sofá sencillo y otro doble que apuntaban a un televisor grande comprendían la totalidad de nuestros muebles. Me mudaba de aquí para allá mucho, pero desde que conocí a Melody y a Tessi el invierno pasado, vivimos juntas. Nunca antes había tenido tanto en un solo lugar, pues compraba solo una cama y los suficientes platos para sobrevivir.

    Estaba rastreando a un hechicero

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