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Más que agua
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Libro electrónico400 páginas5 horas

Más que agua

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No se siente bien. No se siente mal. Solo se… siente.

EJ Cunning, una estudiante de historia del arte, sale con músicos. Foster Blake, estudiante de ingeniería química, no canta afinado. No son el tipo del otro. Son compañeros de trabajo.

Entonces, una noche los arrastra al sexo —sexo entre amigos—, lo que los lleva a un acuerdo. Parece muy simple, pero las cosas nunca son tan sencillas.

Muchas capas construyen la fachada de una persona.

Busca en lo más profundo para encontrar lo que se esconde en el fondo.

Es más que agua. Es una historia —una viva y respirante sustancia más allá de la superficie reflejante.

IdiomaEspañol
EditorialRenee Ericson
Fecha de lanzamiento11 jul 2018
ISBN9781547538355
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    Más que agua - Renee Ericson

    DEDICATORIA

    —Para el arte—

    Gracias por la escapada.

    UNO

    El sonido del bajo retumba en el oscuro salón mientras Chandra, mi compañera de habitación desde hace tres años, y yo nos hacemos camino entre la multitud de fans, buscando a Cal en el escenario. Su banda debería entrar a calentar pronto.

    Cal, mi novio por nueve meses, no tiene idea de que vine esta noche. Quería sorprenderlo. Inventé una excusa para regresar temprano a la escuela, aunque las clases empiezan en dos semanas. No estoy segura si mi mamá se creyó la historia acerca del proyecto de investigación para una exhibición local de arte, especialmente desde el concierto en el Met, pero era tiempo de salir de ahí. El lugar me estaba sofocando —no solo dónde trabajando, sino todo Manhattan. El constante zapateo de los tacones de seis pulgadas, peinados de chongos estirados esculpidos por gays con nombres como Señor Marcus, y trajes apretados hechos de fina tela de lino de diseño exageradamente caro oprimieron cada parte de mi ser. La ciudad de Nueva York es una máquina, y estando ahí, era un ser forzado involuntariamente a rituales de pedicura y banalidades.

    Es tiempo de desatar a la bestia enjaulada que fui forzada a encerrar durante el verano.

    Con cada paso, mis botas se pegaban con el suelo de linóleo recubierto con una capa de cerveza y alcohol de más de diez años. El aroma mezclado con sudor, colonia, cerveza y adrenalina lentamente suelta la metafórica cadena que rodea la vida por la que he nacido para seguir —la que me rehúso a seguir en Nueva York. La libertad me ha estado esperando aquí, a un viaje en avión de distancia, en el campus.

    La universidad es mi santuario.

    —¡EJ! —Chandra grita encima del bullicio y aprieta mi codo, tratando de no perderse en el mar de gente—. Hay espacio a la derecha.

    Siguiendo su dirección, voy esquivando entre el calor de los cuerpos, cuidando de no derramar la bebida de alguien, y hago mío un minúsculo espacio contra la pared del pequeño salón.

    La banda de Cal ya ha tocado aquí antes, pero esta es la primera vez que son la banda estelar. Él estaba muy emocionado cuando me lo contó la semana pasada.

    —Realmente me gusta tu cabello —me dice Chandra, dando toquecidos en mis nuevos mechones plateados—. El color se ve bien en ti.

    —Gracias. Tenerlo castaño oscuro era una tortura —le digo con disgusto, jugando con las puntas de mis mechas que llegan hasta mi codo—. No podía esperar para cambiarlo.

    —Lo haces sonar como si alguien haya estado picándote con agujas para que tuvieras el cabello en color natural.

    —Ya conoces a mi madre. Ella tiene una violenta inclinación por lo propio y remilgado. No lo soportaría.

    —Eso es cierto. Ella tiene una habilidad especial para hacerte hacer su voluntad, no importa qué —Chandra se relaja contra la pared, su cara enmarcada en cabello color ébano que termina cerca de su cintura—. Incluso me hizo considerar seriamente un traje de lana sobre el sari que escogí el año pasado para mi presentación final de escultura abstracta. ¿Puedes imaginarlo?

    —Absolutamente. La mujer está tan desubicada como un pez nadando en un tazón de leche. Estoy segura de que ella viene de otra dimensión.

    —¿Y a dónde va de vacaciones? ¿A una convención de Viaje a las Estrellas? —ella pregunta burlándose, con sus ojos castaños oscuros agrandándose.

    —Lo dudo. Probablemente piensa que eso es una aventura de observación de estrellas en el bosque (a la que nunca iría). Habría mosquitos y ninguna conexión para la secadora de cabello.

    —¿Iría si ofrecieran un servicio móvil de Botox?

    —Lo consideraría si sirvieran champaña. Por Dios, apenas la semana pasada, ella hizo todo un zafarrancho porque su comprador personal no le ofreció champán mientras se probaban conjuntos para un evento al que iba a ir. Incluso amenazó con hacer que despidieran al pobre hombre. Su enfoque está tan fuera de foco.

    Los amplificadores se encendieron, ocultando algunas de las voces de la multitud, y todos nosotros giramos la mirada hacia el escenario dónde la banda de Cal se reunía. Jackson, el guitarrista principal, afina su instrumento mientras David toma asiento detrás de la batería. El bajista, Landon, sale de un lado tomando su lugar en el escenario, y ajusta las cuerdas de la guitarra girando las llaves al extremo del cuello.

    —¿Ves a Cal? —le pregunto.

    Chandra se pone de puntitas.

    —Nop, no aún.

    Yo brinco unas cuantas veces, mirando por encima de la cabeza de los espectadores. Al borde del escenario, el cabello rubio oxigenado con puntas azules de Cal sale a la vista. Él mencionó el cambio de color de rojo a azul la semana pasada, algo acerca de una nueva inspiración que estaba explorando.

    —Vamos —digo impetuosamente, jalando a Chandra por el brazo y haciendo camino hacia el frente de la habitación—. Ya veo a Cal. Quiero decirle que estamos aquí.

    Hombreo entre la gente apretada, arrastrando a Chandra hacia la multitud justo enfrente del escenario.

    De repente, mi cuerpo entero se paraliza.

    Las manos de Cal están sobre el trasero de una chica menuda, y a plena vista, la está devorando (no como un zombi, sino más como un adolescente que ha encontrado la pornografía de su papá).

    Ellos, incluso, tienen el cabello igual. Lindo. Parece que ella es su nueva inspiración. ¿Quizá deba llamarla Pitufina? Pequeña. Azul. Pero algo me dice que ella no es la única vagina en su pequeña aldea.

    —Santa mierda —Chanda dice a mi lado—. ¿Está...?

    —¿Aspirando los labios de esa chica?

    La situación se acerca cada vez más al infierno con cada segundo que pasa mientras continúa toqueteando a la ninfa.

    —Vamos —Chandra toma mi brazo, tirando gentilmente hacia atrás.

    Mis pies se mantienen pegados al piso.

    —No.

    Continúo viendo a mi musa deslizar su lengua dentro de la boca de esa zorra.

    Pensé que yo era su inspiración. Eso fue lo que él me dijo.

    Teníamos planes. Juntos. Nosotros nos iríamos de gira por el mundo —él difundiendo su música a las masas mientras yo pintaba las maravillas de la experiencia. Éramos un equipo.

    Pero no somos nada. Todo fue una mentira.

    Liberando mi brazo del agarre de Chandra, avanzo el metro y medio restante hacia dónde el rubio diabólico disfrazado de ángel travieso lengüetea y acaricia a otra.

    Mi rommie llega rápido detrás de mí, murmurando palabras prudentes a mi oído. Las silencio. Escucho su voz, pero mi cerebro solo puede concentrarse en una cosa por el momento, el accidente de tren ante mí.

    Toco el hombro de Cal.

    Sus ojos cafés giran en mi dirección para encontrarse con los míos azul claro, asegurándose de que sus labios siguen en la perra color arándano. Lentamente, él suelta la boca de su juguete.

    —¡Sorpresa, Cal! —le digo de forma exageradamente emocionada, usando manos de jazz para enfatizar—. Volví.

    —EJ —Cal tartamudea. Parpadea, estupefacto, y minuciosamente sacude la cabeza como si estuviera tratando de que su cerebro se concentre. Hace espacio entre él y la chica, que obviamente tiene un conocimiento íntimo de su cuerpo (o al menos quisiera)—. Pensé que no regresabas sino hasta la próxima semana.

    —Oh, Cal, querido, my pastelito —sonrío—. Volví para verte y darte una mamada sorpresa, pero parece que ya tienes todo arreglado para la noche. Demonios, incluso podrías acostarte con tu nueva amiga.

    Aclara su garganta y hunde las manos en sus bolsillos.

    —EJ...

    Doy un paso al frente con el brazo extendido hacia la fulana rubia azulada que estaba chupando la cara de Cal hace unos momentos.

    —Soy EJ.

    —Avery —ella estrecha mi mano vacilante.

    —Encantada de conocerte. Espero que no te importe darme a mi novio una mamada esta noche por mí. También puedes cogértelo si quieres. Es tu decisión —Levanto mi muñeca pretendiendo checar la hora en un reloj inexistente—. De repente me surgieron otros planes y no quiero dejarlo sin eyacular por tanto tiempo. Él, obviamente, no podía esperar por mi regreso, así que tu le harás a él y a mí un gran servicio.

    —Y-y-yo... —ella tartamudea—. Yo no...

    —Está bien, Avery. Lo entiendo —miro a Cal—. Estoy segura de que él te prometió el mundo. Quizá hasta te escribió una o dos canciones. Todos caen ante sus mierdas, hasta yo, así que no tengo nada contra ti. Pero disfrútalo. Yo ya no estoy interesada en su poesía. Por lo que sé, él estaba recitando frases de galletas de la fortuna —doy un paso más cerca de su asquerosa figura—. Tu no eres más que un mentiroso y un gilipollas. Oh, espera. Eso no está bien. Olvidé que no tienes nada ahí abajo—echo un vistazo a Avery—. O quizá solo necesitabas algo de inspiración nueva. Pero un hombre de verdad hubiera terminado las cosas antes de enredarse con alguien más.

    —Púdrete, EJ. Nosotros solo estábamos divirtiéndonos —él afirma como si yo no supiera nada—. Aparte, soy el hombre más real que jamás tendrás.

    —No. Tu eres el único hombre con vagina con el que alguna vez cogí. Eres un marica.

    —¿Besas a tu madre con esa boca? —escupe.

    Instintivamente, mi mano golpea su mejilla, enviando un dolor punzante al rojo vivo a través de mi palma. Cargada y lista para explotar, giro en mis talones, sacudiendo mi mano, y me voy como trueno hacia la salida con Chanda tras de mí.

    Abriendo la puerta, inhalo bruscamente el aire nocturno. La puerta de acero se cierra detrás de nosotras, amortiguando el sonido de la estridente guitarra. La gente que está en la fila dirige su atención en dirección mía.

    Mis fosas nasales humeaban de rabia.

    Marcho de prisa por la calle, creando más espacio entre la línea de clientes embobados esperando entrar y yo.

    —¡EJ! —Chandra jadea, poniendo una mano en mi hombro.

    Desacelero el paso.

    Poniéndose frente a mí, me obliga a detenerme.

    —¿Estás bien? Eso fue... ¿Estás bien?

    —No lo sé —me sobo la muñeca—. No puedo creer que él... en frente de la banda y de toda esa gente... él estaba sobre ella.

    —Sí, lo vi.

    —Dios. Es que... yo pensé que él me amaba. Pensé que hacíamos música juntos.

    —¿Quizá ustedes dos perdieron el ritmo?

    —¿Quizá es un hijo de puta?

    —Si, estás bien en eso —ella pasa sus manos sobre mis brazos y consolándome dice—, por lo menos le dijiste cómo te sentías.

    —¿Eso piensas? —pregunto insegura. Es todo tan irreal. Todo desde el minuto en que pisamos el club hasta este momento es borroso.

    —Si —afirma.

    Una pesada ola de calor se arremolina y colapsa dentro de mi caja torácica.

    ¿Esto es mi corazón rompiéndose?

    Cuando Cal solía tocar para mí, su voz capturaba lo doloroso de mi alma.

    ¿Qué pasará con ese dolor ahora?

    Sus canciones no eran solo para mí como siempre pensé. Fueron mentiras, falsedades. No fue real —no mucho de mi vida lo es, para el caso.

    —Estoy segura de que él sabe que es un imbécil —Chandra continúa—. Fue todo un espectáculo el que montaste ahí.

    —¡Ta-ran! —balbuceo, las lágrimas comienzan a formarse—. Tremendo final.

    DOS

    Con libros en las manos, cruzo el área verde hacia la biblioteca de la Universidad de Ingeniería, mi nuevo trabajo.

    Es mi último año, y las clases han comenzado.

    Ya ha pasado un mes desde que atrapé a Cal con alguien más, y es tiempo de descubrir lo qué haré de mi vida.

    Cuando me mudé por primera vez al campus, en el primer año, mis padres, los respetados Nora y Thomas Cunning, estaban reacios a dejar que atendiera a esta universidad. Columbia o la Universidad de Nueva York cumplían mejor sus expectativas, pero yo no pertenecía en ninguna de esas escuelas. Esta universidad del medio oeste, bastante lejos de Nueva York, con un prominente programa de artes era más adecuado para una chica como yo, así que peleé con uñas y dientes para llegar este lugar.

    Mi mente fue liberada para explorar y descubrir. Encontré mi hogar.

    Y luego, después de casi tres años de estudios, encontré a Cal.

    Qué sueño tan tonto resultó ser.

    El inicio de nuestra relación era todo lo que una chica quería de un interesante y sexy novio —flores, música y sexo increíble. Por supuesto, mi madre lo odiaba, lo que era un bonus extra. En retrospectiva, él y yo llevábamos desmoronándonos por un tiempo, aun antes de que yo regresara a Nueva York por el verano. Él regularmente cancelaba planes a la última hora, y raramente pasábamos tiempo en su casa en los últimos meses.

    Siempre estaba ocupado, lo que ahora me doy cuenta era un código para no querer pasar tiempo conmigo. Yo lo llamo un claro caso de negación de mi parte. Mi ausencia solo solidificó lo inevitable. Mientras yo estaba llenando archivos en un prestigioso museo de artes, Cal estaba llenando su pene en otros compartimentos. Técnicamente, ellos eran mujeres, pero a mí me gusta tomar un enfoque más abstracto para proteger mis emociones.

    Afortunadamente, hay pocas probabilidades de que nos veamos en un futuro cercano. Cal dejó la escuela el año pasado para dedicarle más tiempo a la banda, así que no lo veré en ninguna de mis clases de arte, que es dónde nos encontramos en primer lugar.

    Mi teléfono vibra en mi bolsillo trasero, avisándome de una llamada entrante. Es Chandra.

    —Hey, sexy —le digo sin aliento por la prisa de llegar a mi turno—, ¿Qué onda?

    —No mucho —Chandra contesta—. ¿Te importa si tomo prestado tu vestido azul?

    —¿Cuál?

    —El del corte bajo en la espalda y el...

    —... ¿cuello escotado? —digo, completando la oración—, ¿Cuál es la ocasión?

    —Jeremy me invitó a salir —canturrea—. Me llevará al restaurante de sushi del centro, el nuevo que está cerca del agua.

    —¿Jeremy de arquitectura con cabello oscuro y ojos verdes? ¿Y labios besables?

    —Si, ese mismo. Te acordaste.

    —No podría olvidarlo. Me hablaste de él todo el fin de semana.

    —¡No lo hice!

    —Estabas diciendo su nombre aun en sueños.

    Ella se detiene.

    —¿Lo hacía?

    —Nah, pero apuesto a que estuviste soñado con él. Yo lo he hecho y nunca he visto al chico. Tu deberías pintar un buen retrato de él. En mi mente es un dios.

    —Está bien, es suficiente. ¿Me prestarás el vestido o no?

    —Claro que te lo prestaré. Pero ten cuidado. Ese vestido básicamente garantiza algo de acción.

    —Eso es algo así como lo que estaba esperando.

    —Entonces, estarás lista.

    —Gracias, EJ.

    —No hay problema.

    Terminamos la llamada cuando llegué a la entrada de la biblioteca cerca de cinco minutos antes de mi turno nocturno.

    He estado trabajando en el sistema de la biblioteca de la escuela por los dos últimos años, obtuve el trabajo para ganarme mi propio dinero. Era una solución a un problema —o una manera de esconder mi pasatiempo, como mi padre dice.

    El énfasis de mis padres con el estudio es algo despótico, y decir que no están felices con mi carrera es un eufemismo. Ellos solo accedieron a mi carrera en historia del arte después de que les aseguré que mi investigación podía ser de valor en la prominente compañía publicitaria de mi familia en el futuro, lo que, según mi madre, es apenas más admirable que trabajar con la basura vagabunda del mundo del arte. Sin embargo, ella dejó en claro que no sería tan indulgente cuando se tratara de elegir el enfoque para mi maestría. Toda mi familia tiene una maestría en administración de negocios por una de las escuelas de la Liga Ivy. La preferencia es Yale, y lo mismo se espera de mí.

    Sin embargo, el arte es mi vida y mi carrera secundaria en la universidad. Sangro mis luchas en el lienzo, en mis esculturas, y a través de mis dibujos. Creo compulsivamente. Es mi terapia y mi forma de acomodar todas las complejidades dentro de mi mente.

    Mi familia no es muy fan de mi estilo de creatividad.

    La evitan.

    Abriendo la puerta del viejo edificio de la biblioteca, procedo por el pasillo y giro a la izquierda en el busto de Edward Charles Howard (el primer ingeniero químico reconocido, como lo dice la placa) dirigiéndome directo hacia el escritorio de enfrente. Dejo caer mi mochila en lo que aparenta ser la sección del personal y después me aventuro a la estación de chequeo para empezar.

    El puesto en la biblioteca es bastante simple; catalogar objetos y ayudar a los estudiantes a encontrar la información que necesitan para sus varios proyectos de investigación. El año pasado fui asignada a la biblioteca principal, y empecé un cuarto de este mismo ahí también, pero fui transferida a la biblioteca de ingeniería hoy. Aparentemente, estaban cortos de personal.

    El cambio de ritmo en el edificio más pequeño debería ser más agradable en comparación con la carga de trabajo de los anaqueles sin fin de la biblioteca principal.

    Acercándome al escritorio, espero pacientemente a que el caballero que atiende el mostrador termine de contestar la pregunta de un estudiante. Una vez que el pelirrojo, que parece ser de primer año, se va hacia el área a la que fue orientado, cierro la brecha para presentarme.

    —Hola —digo mientras él se concentra en la pantalla—. Soy EJ. Acabo de ser transferida desde la bibli...

    —¿La qué? —pregunta, golpeteando el teclado.

    —La biblioteca principal. Está programado que trabaje esta noche, y esta es mi primera vez aquí, ¿Debo reportarme contigo?

    —Seguramente —golpea unas teclas y mueve el ratón—. Espera. Déjame checar algo.

    Recargo mi cadera contra el mostrador de madera mientras el termina su investigación.

    —Te encontré —anuncia—. Si, estás en el sistema. Debo haber pasado por alto el aviso mientras ayudaba a algún estudiante —da un click al ratón—. Evelyn Jane Cunning, o EJ. Especialidad: Historia del Arte. Secunda carrera: Bellas Artes. Último año. Residencia fuera del campus. Tres punto nueve de promedio. Estudiante de honor.

    —Soy yo.

    —Genial —él gira la silla echándome un vistazo.

    Geek chic es lo primero que viene a mi mente cuando estudio sus caquis y su playera estampada con un personaje de historieta, es del tipo hipster-vintage. Cabello color miel sobre un atractivo rostro sin afeitar, enmarcado con un par de lentes estilo Buddy Holly. Detrás de los anteojos, sus ojos azul oscuro me dan una repasada de arriba abajo.

    —Bienvenida a la Biblioteca Howard —continúa—. Soy Foster. Las cosas aquí deberían de ser bastante sencillas ya que has trabajado en la principal. Es el mismo sistema, pero en un espacio más pequeño. Si tienes alguna pregunta, siéntete libre de preguntar.

    —¿Tu nombre es Foster? —le pregunto, incrédula—. ¿Cómo la cerveza?

    —Si.

    —Tú no te escuchas como australiano.

    —Debí haber dejado mi acento en mi departamento —Voltea de nuevo al monitor y cliquea el ratón—. Junto con mi cocodrilo, mi koala y mi canguro.

    —Bueno, eso tiene todo el sentido del mundo.

    —Si. Derivando hechos desde una lógica absurda, eso debe ser tu lado artístico —me mira de reojo—. Es un nombre de familia.

    —¿Puedo llamarte Fozzie?

    —¿Puedo llamarte Evelyn?

    —No si quieres que conteste.

    —Lo mismo vale con llamarme Fozzie. No soy un Muppet.

    Me rio ante su respuesta, sin haber pensado en los Muppets desde hace años. Cruzando mis brazos al centro, lo observo mientras regresa a su trabajo como si yo no estuviera ahí a su lado.

    —Entonces, ¿Qué se necesita hacer? —pregunto.

    —Justo estaba clasificando algunas solicitudes en espera para otras ramas que empecé hace una hora. Si quieres, puedes empezar a clasificar los libros devueltos. El acceso del punto de entrega está justo detrás de ti.

    Girando por la cintura, ubico el depósito de devoluciones. Lo abro, saco los libros, los apilo en un carrito, y luego lo llevo al monitor al lado de Foster. Entro al sistema con mi ID, empiezo el proceso de comprobación manual y organizar los materiales para ser regresados a sus lugares correspondientes.

    Después de verificar cerca de la mitad de las devoluciones en silencio, le pregunto:

    —¿Siempre está así?

    —¿Así como?

    —Así de... muerto.

    Foster escanea el lugar.

    —Si. Es noche de viernes, lo que es normalmente la más silenciosa. Te sugiero traer tu tarea para el próximo turno. Seguramente tendrás mucho tiempo libre.

    —Si no es tan atareado, ¿Por qué necesitan a dos personas trabajando?

    —Razones de seguridad.

    —¿Así que fui enviada a cuidarte?

    —Es una forma interesante de ponerlo, pero sí. Es política de la escuela.

    Regreso a mi tarea —clicando, entrando y organizando. Cuando el resto de la pila es arreglado, llevo el carrito alrededor del escritorio, preparando todo para poner los libros de vuelta en sus lugares.

    —Entonces, ¿Cuál es tu historia? —le pregunto.

    —¿A qué te refieres?

    —Tuviste acceso a toda mi biografía con la punta de tus dedos. Así que, ¿Qué hay de ti? Dame un poco. Que sea justo.

    Ajustando su posición en la silla, Foster recarga un codo en el escritorio.

    —Foster Blake. Último año. Especialidad: Ingeniería Química. Menor: Negocios. Cuatro punto cero de promedio. Estudiante de honor cada año de asistencia. Beca de Química. Ganador del Premio Howard, dos años seguidos. Miembro de la Sociedad Americana de Química, Ingenieros sin Fronteras, y del Club de Inversión. También juego futbol recreacional y golf, y soy tutor voluntario una vez al mes en un programa de regularización para estudiantes de escuela media.

    —¿Eso es todo?

    —Si. Tuve que dejar la liga recreacional de ping-pong para asegurarme de que tendría tiempo para trabajar en mi tesis. A veces tenemos que hacer sacrificios.

    —Espero que sepas que solo bromeaba. Tuviste más acción que una puta en una despedida de solteros. Con un horario como ese, ¿siquiera tienes tiempo para ir al baño? ¿O solo optaste por un catéter?

    Él empuja el puente de sus lentes con su dedo índice.

    —¿Qué días trabajas?

    —Lunes, miércoles y viernes por la noche. ¿Por qué?

    —Igual yo.

    Foster vuelve a concentrarse en el monitor para continuar su trabajo. Mientras va haciendo anotaciones en un cuaderno, rápidamente echo una ojeada a los garabatos desconocidos. Los símbolos son completamente extranjeros, llevándome a creer que ya no está en lo de la lista de solicitudes. Por lo que sé, él podría estar traduciendo un oscuro lenguaje de criatura nerd de una novela de fantasía.

    —Iré a dejar estos libros de vuelta a sus estantes y a familiarizarme con el acomodo de la biblioteca.

    —Suena bien. Yo estaré aquí toda la noche.

    TRES

    Falta cerca de media hora para cerrar, y Foster no bromeaba sobre la circulación de estudiantes en la noche del viernes. He terminado la mayoría de las tareas que había planeado hacer durante el fin de semana, incluyendo una investigación para un ensayo sobre el Periodo Oscuro de Picasso, el cual está realmente subestimado. Todo lo que queda es mi estudio de la figura humana, y sucede que no traigo mis pasteles.

    Una estudiante se acerca al escritorio de información mientras yo hojeo una revista de moda, y Foster está inmerso en un libro, probablemente en la dominación de un mundo nerd.

    —¿Puedo ayudarte? —le pregunto, recargando mis codos en la superficie de madera.

    —De hecho —Ella le lanza una miradilla a Foster—... Um... ¿Foster?

    Él cierra su libro y rasca el lateral de la cabeza.

    —Hola, Maggie, ¿Qué pasa?

    —Me preguntaba si podrías ayudarme a encontrar algo de información sobre termodinámica —Maggie pregunta, sus dedos torciendo las puntas de su oscuro cabello.

    —¿Ya hiciste una búsqueda por internet?

    —Un poco, pero hay demasiada información y no sé por dónde empezar.

    Es algo bueno que ella esté hablando con él porque yo no sabría por dónde empezar tampoco. Seguramente la guiaría hacia el área de la ropa interior térmica en el centro comercial.

    —La termodinámica es un tema bastante amplio —Foster afirma, rasgando sus dedos—. Sé que la información puede ser un poco abrumadora, ¿Estás buscando algo en específico?

    —No realmente. Solo lo básico para un ensayo de economía en el que estoy trabajando. Es que necesito aprender un poco sobre la ciencia detrás del negocio.

    —Suena bastante simple. Hay muchos libros sobre ciencia básica para modelos de negocios disponibles, pero generalmente no los tenemos aquí. Déjame echar un vistazo.

    Foster rápidamente corre al monitor, trayendo la pantalla a la vida, mientras Maggie se inclina sobre el escritorio, girando la cabeza hacia la de él, concentrándose en la pantalla iluminada. Ella se acerca más... más... y más, levantando sus pechos con los brazos, dejándole saber que las niñas están listas y esperando.

    Clásico movimiento de pavo real.

    Maggie está claramente interesada en todo lo que es Foster Blake —tanto que, me pregunto si ella podría entender sobre ciencia o negocios en este momento. Es como un cachorrito buscando atención. Él, por otro lado, está completamente sin inmutarse por su presencia, lo que es raro porque puedo oler sus feromonas desde dónde estoy.

    —Parece que solo tenemos uno —Foster dice, agarrando un papelito cuadrado color rosa y un lápiz del bote que está entre nuestras estaciones. Él garabatea la información y le pasa el papel a la mano renuente de Maggie —. Aquí tienes.

    Ella se moja el labio inferior.

    —¿Crees que puedas mostrarme dónde es? No estoy muy familiarizada con esta biblioteca.

    —Claro —Manteniéndose en el asiento, apunta hacia la escalera—. Solo sube unos cuantos escalones y ve a la izquierda. La sección que estás buscando está a tres hileras a la derecha.

    Maggie tensa la boca, ve la nota y luego mira sobre su hombro a los escalones—. ¿Es arriba?

    —Si. Todo está en orden numérico. Uno, dos, tres... tu lo entiendes.

    —Yo te muestro —me ofrezco, levantándome y rescatando a la pobre chica de un obvio momento de estupidez que Foster está llevando.

    —Um. Gracias —dice.

    Rodeo la esquina del escritorio y tomo la nota de ella para ver qué

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