La Desaparición: País de las Maravillas, #1

Por Rebekah Lewis

¿Qué sucede cuando el héroe que salvó al País de las Maravillas de la destrucción del famoso Jabberwock necesita encontrar a una amante digna antes de que la Reina Roja escoja una por él? Devrel, el último de los gatos Cheshire, tiene la solución perfecta. Solo sacará una del mundo humano y se la dará para su no cumpleaños.

Dándose cuenta de que sus amigos le han jugado una broma, Cadence se está dirigiendo a casa cuando ve que un gato le sonríe. Lo siguiente que sabe es que está en el País de las Maravillas y en brazos de un apuesto hombre que al conocerla piensa que ella es algo inestable. Intrigada por Gareth, Cadence le ofrece fingir que es su compañera a cambio de su protección mientras viajan por el bosque de Tulgey hacia el Reino Rojo, una solución simple que pone en peligro los corazones de ambos mientras el castillo se cierne a la distancia.

• Idioma: Español
• Editorial: BadPress
• Fecha de lanzamiento: 22 feb 2019
• ISBN: 9781547573097

Rebekah Lewis

Rebekah Lewis has always been captivated by fictional worlds. An avid reader and lover of cinema, it was only a matter of time before she started writing her own stories and immersing herself in her imagination. Rebekah’s most popular series, The Cursed Satyroi, is paranormal romance based on Greek mythology. She also writes Fantasy and Time Travel. When satyrs, white rabbits, and stubborn heroes aren’t keeping her busy, she may be found putting her creativity to use as an award-winning cover artist. Rebekah holds a Bachelor of Arts in English Literature and lives in Savannah, GA with her cat, Bagheera.

Vista previa del libro

LA DESAPARICIÓN

"Pero si alguna vez me encuentro con un Boojum, ese día,

en un momento (de esto estoy seguro),

tendré que suave y repentinamente desaparecer.

¡Y esa idea no la puedo soportar!"

––––––––

-Lewis Carroll,

La caza del Snark

Cuando sus amigos declararon que querían buscar un supuesto pájaro local llamado gamusino después de unas pocas rondas de cerveza, Cadence debió ser escéptica. En vez de eso, había estado ligeramente borracha y había aceptado sin preguntarse mucho por qué nunca había escuchado de esa ave antes, o por qué necesitaba un dedal y una barra de jabón para sacarla de su escondite. Estando en el bosque, sola, detrás de un bar de poca monta, comenzó a sospechar que algo estaba mal.

Ingenua. Muy, muy ingenua.

Todo su grupo se había esparcido en diferentes direcciones, probablemente la grababan justo en ese momento para postearlo en YouTube después.

Ugh. Al diablo con esto.

Dejó caer el jabón y el dedal y sacó su celular para que su GPS llevara su borracho trasero de vuelta al bar. Estaría sentada, con aire acondicionado, mientras esperaba que un taxi la recogiera y la regresara de regreso a los dormitorios. Tras ella, algo corrió a través del sotobosque, y ella soltó el teléfono conteniendo el aliento. Cadence dio una vuelta en torno a ella, pero no vio ningún peligro amenazador, alguien de su grupo o señales de un pájaro alto con plumas de las tonalidades del arcoíris.

Me conseguiré nuevos amigos. ¿Quién demonios trae de la nada un dedal y un jabón?

Mientras se agachaba para recoger su teléfono, un movimiento en su visión periférica llamó su atención. Al principio pensó que era un gato montés, y su corazón se paró un segundo, anticipando el seguro dolor que recibiría si atacaba. Luego el gato se sentó y envolvió su larga y esponjosa cola a su alrededor. Era grande y atigrado, posiblemente de la raza Maine Coon, pero Cadence no podía estar segura. Sin embargo, sentado sobre sus patas traseras medía poco más de medio metro, y los gatos domésticos no llegaban a ese tamaño, ¿o sí? Ella no podía recordar las dimensiones de un Maine Coon, habiéndolos visto solo en imágenes.

Él la vio con ojos de otro mundo, de un color cobalto que casi parecía brillar. Cadence le regresó la mirada, preguntándose qué haría. Entonces, el gato sonrió.

Espera... ¿qué?

Con una serie de delgados y afilados dientes, el gato ensanchó su sonrisa, dividiendo una ladeada luna creciente en su cara felina. El mundo giró alrededor de Cadence, y de su posición agachada ella cayó sobre su trasero. La bilis subió por su garganta y cerró los ojos para luchar contra el impulso de vomitar el agrio fluido. Tal vez no debió haber tomado esa última cerveza.

Temerosa de sacudir su estómago con cualquier movimiento repentino y dispersar su contenido, Cadence apretó los ojos y respiró pesadamente por la nariz. Eso creó un sonido raro y