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La Encantadora: País de las Maravillas, #3
La Encantadora: País de las Maravillas, #3
La Encantadora: País de las Maravillas, #3
Libro electrónico157 páginas2 horas

La Encantadora: País de las Maravillas, #3

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Un choque entre reinas

Érase una vez, tres hermanas estaban destinadas a gobernar el país de las maravillas. Separadas una de otras para supervisar cada una su propio reino elegido, la locura comenzó a filtrarse en sus corazones. Una por una, las hermanas cayeron, una por muerte, una por destierro y otra por desesperación. Solo dos hermanas, nuevas en el reino, pueden ayudar a la Reina Blanca a sobrevivir...

O, ¿Realmente pueden?

Harold March tiene una regla simple: nunca quedar atrapado en una aventura con una dama a pesar del hecho de que adora la compañía de las mujeres, claro a puerta cerrada. Cuando aparecío un nuevo hallazgo, la atracción de Marchy lo hizo sentir como si cada aspecto de su vida estuviera siendo reescrito, y no está tan seguro de que sea para mejor. ¿Está el romance escrito en las cartas para él, o solo quiere un hallazgo propio porque está celoso de la felicidad de sus amigos?

La jefa de April está obsesionado con el concepto del País de las Maravillas. Todo es diversión y juegos hasta que April termina siendo enviada a través de un espejo mágico y cae en los brazos del hombre más hermoso que jamás haya visto. Lo que comienza como una aventura caprichosa se convierte rápidamente en pesadillas, ya que la bases mismas del País de las Maravillas estan siendo agitadas desde su núcleo, y su aparición allí puede haber sido la causa.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento24 jun 2020
ISBN9781071553213
La Encantadora: País de las Maravillas, #3
Autor

Rebekah Lewis

Rebekah Lewis has always been captivated by fictional worlds. An avid reader and lover of cinema, it was only a matter of time before she started writing her own stories and immersing herself in her imagination. Rebekah’s most popular series, The Cursed Satyroi, is paranormal romance based on Greek mythology. She also writes Fantasy and Time Travel. When satyrs, white rabbits, and stubborn heroes aren’t keeping her busy, she may be found putting her creativity to use as an award-winning cover artist. Rebekah holds a Bachelor of Arts in English Literature and lives in Savannah, GA with her cat, Bagheera.

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    La Encantadora - Rebekah Lewis

    La Encantadora

    ––––––––

    Rebekah Lewis

    Este es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, asuntos, lugares e incidentes son los productos de la imaginación de la autora o son usadas de manera ficticia.  Cualquier parecido a personas reales, vivas o muertas, o eventos reales es puramente coincidental.

    Todos los personajes, temas, locaciones, y aspectos de Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, así como de A través del espejo y lo que Alicia encontró allí pertenecen a Lewis Carroll. Toda mención a figuras históricas y al mismo Lewis Carroll son usadas de manera ficticia y no representan las creencias personales de la autora.

    Copyright © 2020 by Rebekah Lewis

    Edited by Sandra Sookoo

    Cover Design by Victoria Miller

    Todos los derechos reservados. Este libro o cualquier porción de el no puede ser reproducido o usado de ninguna manera sin el consentimiento expreso del editor excepto para el uso en citas breves en una reseña del libro.

    Impreso en los Estados Unidos de América

    www.Rebekah-Lewis.com

    Dedicación

    Para Elizabeth Evans, quien ama profundamente el país de las maravillas.

    Parte I

    Maravilla

    "Dejen que las creaturas del espejo sean lo que sean,

    vengan y coman con la Reina Roja, la Reina Blanca y conmigo!"

    -Lewis Carroll,

    A través del espejo

    Prologo

    Rojo.

    Todo era rojo, como inundado con sangre. Como si alguien hubiera dado brochazos violentos de sangre con una brocha a través de su visión. Adelaida, la Reina Blanca del País de las Maravillas, gritó y presionó la base de sus palmas contra sus ojos mientras aía de rodillas. El escandalo de todos alrededor de ella corriendo en su ayuda se mezcló con las preocupaciones expresadas en voces que no pudo precisar mientras su visión era dominada por el carmesí.

    La fragante esencia de las rosas llenó sus sentidos y el dolor golpeo contra su cráneo, entre sus ojos. El miedo, congelado como el hielo, se sentó pesadamente sobre sus entrañas, proyectándose hacia afuera para consumirla. La gente la tocaba ahora, pero ella no podía abrir los ojos. La risa se abrió paso a través de las voces, y oh, sonaba muy parecida a la de sus hermanas... 

    Pero sus hermanas se habían ido. 

    Wilhemina, la Reina de Corazones, había sido ejecutada por sus crimenes contra el reino. Su cabeza fue cercenada como ella lo había ordenado hacer a inocentes sin ninguna razón mas que por un entretenimiento enfermizo. Matilda, feroz e ingeniosa, la mas hermosa de las tres. Antes de su destierro, ella había planeado y diseñado tomar el control del País de las Maravillas y quizás incluso hacerle daño a su propia carne y sangre para lograrlo. Ella había sido la Reina Roja.

    Rojo.

    Matilda no pudo regresar al País de las Maravillas, y sin el reino, se calmaría su locura y le permitiría vivir su vida sin esas cargas. La nueva Reina Roja no había estado en el País de las Maravillas lo suficiente para sufrir de tal locura.

    Pero Adelaide misma...

    Las premoniciones solian ser imágenes rápidas que le mostraban cosas  que estaban por venir, pero últimamente... la atacaron con destellos de color y la atraparon con intensos sentimientos de ira, tristeza y temor.

    Lo que se avecinaba en el futuro cercano, había elegido el color favorito de Matilda como medio para atormentarla. Tal vez, hubo dolor al perder a sus hermanas para siempre. Tal vez fue culpa de haberla enviado lejos y quedarse aquí en lugar de irse con ella. Siempre había temido perderse como sus hermanas y volverse cruel. El miedo aumentaba cada vez que llegaban las visiones rojas. La oleada de emociones en conflicto. ¿Estaban en guerra? ¿Qué pasa si la equivocada se hizo cargo al final y ella se perdió?

    Fuera lo que fuese, los episodios se estaban volviendo más frecuentes. Rojo. Demasiado rojo.

    El Reino Rojo pronto daría un gran baile de máscaras, e incluso sin sufrir visiones y sueños durante la mayor parte de su vida, no era dificil suponer que lo que le sucedió podría ocurrir durante ese evento. La pregunta era ... ¿podría ser lo suficientemente valiente como para enfrentarlo, o se escondería en su castillo?

    Ella no lo sabía, y eso la asustó lo peor de todo. Nunca se había visto a sí misma como alguien que se escondía, pero mucho más de esto y se vería obligada a ir a su cama hasta que lo que sucediera sucediera y desapareciera. ¿Cómo se luchaba contra un ataque que no podían controlar?

    ¿Su Majestad? Las palabras comenzaron a tener sentido para sus oídos cuando el rojo se desvaneció de su visión y la presión en su cabeza comenzó a atenuarse. Adelaide bajó las manos y miró a su esposo, Nathanial, y sus ojos oscuros y amables.

    Mi amor, dijo llevándola a sus brazos. Están empeorando. ¿Estás seguro de que no hay nada que pueda hacer?

    —¡Quédate aquí para mí! —, susurró y se aferró a sus hombros como si se fuera a hundir sin él alli­—. No sé qué haría sin ti a mi lado. ¡No dejes que me pierda! —Sin sus hermanas, ella no tenía a nadie más. La locura empeoraba. La pena, la culpa, la tristeza, o lo que fuera. Se estaba poniendo peor. Sin él, ya nada le importaba más en todo el reino del País de las Maravillas.

    Capítulo Uno

    El marco plateado y adornado alrededor del espejo de tamaño completo pertenecía a una película de terror. Gótico, antiguo y retorcido, con el borde en nudos celtas nunca reveló un diseño discernible. Lo más probable es que sea el vidrio original el que está unido a él, la edad ya ha dejado manchas marrones y púrpuras en la parte de atrás, estropeando una antigüedad de por si de mal gusto con colores aún más feos. Se requeriría una gran cantidad de restauración para vender el espejo a menos que algún comprador buscara específicamente ese objeto, lo cual no termina de explicar su repentina aparición en el lugar más destacado de la sala de exposición si así lo hubiera hecho. Esperemos que el artículo no permanezca en la tienda por mucho tiempo.

    —Estás dejando entrar moscas. ¡Cierra la puerta!

    April Evans cerró la boca de golpe y puso los pies dentro de la tienda de antigüedades, la pequeña campana de la puerta quedó sonando con los movimientos. Trabajaba allí los fines de semana cuando no tenía clases en el pequeño colegio comunitario de la ciudad vecina. Como no quería que la cargaran con préstamos estudiantiles para siempre, y estaba haciendo lo mejor que podía.

    La dueña de la tienda, una Sra. Matilda Scarlet, le indicó que se acercara. Su largo cabello negro estaba recogido en una coleta alta y pulida, y el polvo le había dejado un mechón gris sobre su delicado pómulo. Ella sonrió al espejo, una sonrisa maniaca, llena de dientes, y luego se volvió para mirarla. —He estado buscando este espejo desde que llegué a este maldito lugar­­­­­­ —dijo cuando April se movió a su lado—. ¿No es maravilloso?

    Er ... Más bien horrible —. April asintió con la cabeza. —Por supuesto —. No había razón para discutir con su jefa. La Sra. Scarlet no apreciaba los desacuerdos de ningún tipo, una lección rápidamente aprendida y entendida desde el pasado. Así que, ahora April escogía sus batallas. Si no valía la pena discutir, no se molestaba. Hizo la vida más fácil. La mujer le pagó mucho más que el salario mínimo por solo dos días a la semana, y faroleaba sobre si le gustaba o no una antigüedad de aquí o allá, valía la pena.

    La Sra. Scarlet se paseó detrás del mostrador, se inclinó y luego sacó un cuaderno de bocetos encuadernado en cuero que solía garabatear cuando el flujo de clientes era lento, lo que sucedía a menudo en una pequeña ciudad. Los fines de semana estaban más ocupadas con los turistas que pasaban y se detenían para comprar después de ver los promocionales cercanos a la autopista.

    April pasó el dedo por el elaborado detalle del marco del espejo —. ¿Has estado buscando este espejo para un cliente? —La curiosidad se apoderó de ella, y sentía algo respecto a él que parecía... un presentimiento. Quizás había caído y aplastado a una persona, que ahora lo embrujaba. El espejo ciertamente parecía embrujado.

    La Sra. Scarlet sacudió la cabeza y hojeaba entre las páginas mientras April se movía a su lado —. No. Esta es una pieza personal —. Elección interesante, ya que la Sra. Scarlet solía ir por simple y elegante. Con una gran variedad de rojos profundos. Esto parecía más un espectáculo de terror extravagante que elegante.

    —Entonces, ¿por qué lo trajo aquí? ¿No le interesará a la gente comprarlo? —«Por favor, ¡deje que alguien lo compre!» ¿Cuánto tiempo tendría que mirar esa monstruosidad?

    Ante esto, su jefa resopló. Si alguien supiera lo que es, venderían a su primogénito por la oportunidad de tener un dispositivo tan único.

    ¿Dispositivo? April miró al espejo y volvió a mirar a la Sra. Scarlet. ¿Qué se estaba perdiendo? —¿Un espejo realmente viejo sería tan importante? ¿Quién lo poseía, el Papa?

    —No es solo un espejo —, su tono era más agudo ahora. El interrogatorio debió irritarla, por lo que April tendría que caminar ligeramente para mantenerla de buen humor. La Sra. Scarlet levantó el cuaderno de dibujo y señaló un dibujo de un espejo con un marco similar rodeado de zarzas y botones de rosas contra un muro de piedra. Si las antigüedades no traían suficiente dinero en efectivo para la mujer, sus habilidades artísticas podrían pagar las facturas—. Es él espejo, bueno... uno de ellos. Este es el que usó esa pequeña maldita, tonta e insufrible de Alicia".

    ¿Alicia? Su confusión creció exponencialmente ya que la única Alice conocida por una conexión con un espejo era un personaje ficticio. Seguramente, no quiso decir que era el espejo de A través del espejo. La Sra. Scarlet no parecía del tipo de personas que creen en fantasías—. Bueno, pero ¿pertenecía a alguien importante?

    La Sra. Scarlet cerró el libro de golpe y lo azotó con furia sobre una mesa. Las baratijas en el estante detrás de ella temblaron por las vibraciones—. Este espejo pertenecía a la familia Liddell, que lo adquirió poco antes de mudarse a Oxford en 1856.

    April parpadeó.

    La Sra. Scarlet parecía esperar una reacción diferente, y cuando ninguna llegó, soltó un suspiro y puso los ojos en blanco y comenzó a explicar, sin ningún intento de disimular su impaciencia—, Charles Dodgsen, a quien quizás conozcas como Lewis Carroll, quiso comprárselo a los padres de Alicia Liddell, pero ellos se negaron con la intención de mantenerlo como un secreto familiar. Ninguno de los otros hermanos había podido usarlo, ya ves.

    April no lo hizo, pero asintió.

    —Más tarde, cuando Alicia y sus hermanas, Edith y Lorna, hicieron una gira por Europa juntas, el Príncipe Leopold se entusiasmó con Edith. Ella había tratado de impresionarlo diciéndole el secreto de la familia. Esto hizo que Alicia le pareciera muy interesante a él, y él también quería impresionarla, pero ella vio a través de sus intenciones. Poco después, el espejo desapareció de la casa de Liddell, sin dejar rastro.

    Bueno, eso fue bastante interesante. April siempre disfrutó aprendiendo la historia detrás de las antigüedades, incluso si esta tenía un poco de ficción entrelazada con los hechos reales —. ¿Leopold lo robó?

    —Por supuesto que sí, lo mantuvo en una colección privada, cuya ubicación nunca ha sido revelada.

    —Entonces, ¿cómo lo consiguió usted?

    La Sra. Scarlet se enderezó,

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