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Interceptado por el Amor - Parte 1: El Corazón del Quarterback, #1
Interceptado por el Amor - Parte 1: El Corazón del Quarterback, #1
Interceptado por el Amor - Parte 1: El Corazón del Quarterback, #1
Libro electrónico150 páginas2 horas

Interceptado por el Amor - Parte 1: El Corazón del Quarterback, #1

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La última jugada del quarterback profesional Cade Prescott fue la que le hizo perder la Super Bowl para su equipo. Para escapar de la mala prensa y recuperarse de la desastrosa temporada, cambia su aspecto y se oculta en una tranquila ciudad universitaria.
El primer amor de Andie Wales es investigar sobre reyes antiguos que fueron chicos malos. Ella vive felizmente ignorante de los eventos de la Super Bowl y de los chicos malos modernos. Cuando su perra conoce y se aparea con el perro de Cade, la primera preocupación de Andie es llevar a su perra a un veterinario. Se distrae con Cade, quien es sexi y guapo, y no tiene ni idea de lo fuera de su alcance que está Cade.
A pesar de sus secretos, Cade siente algo diferente por Andie y cree que podría estar enamorándose. Por desgracia, su pasado le alcanza y se ve obligado a tomar una difícil decisión. ¿Pueden un deportista profesional y una bibliotecaria de investigación demostrar de verdad el axioma de que los opuestos no solo se atraen, sino que están destinados a estar juntos?
Final inconcluso. La historia de Cade y Andie continúa en Parte 2.
 

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento10 dic 2022
ISBN9781547594931
Interceptado por el Amor - Parte 1: El Corazón del Quarterback, #1
Autor

Rachelle Ayala

Rachelle Ayala is the author of dramatic romantic suspense and humor-laden, sexy contemporary romances. Her heroines are feisty, her heroes hot. Needless to say, she's very happy with her job.Rachelle is an active member of online critique group, Critique Circle, and a volunteer for the World Literary Cafe. She is a very happy woman and lives in California with her husband. She has three children and has taught violin and made mountain dulcimers.Visit her at: http://www.rachelleayala.net and download free books at http://rachelleayala.net/free-books

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    ... encantadora historia de dos personas de mundos completamente diferentes.

    – Keli Morgan

    ... una lectura salvaje, ¡siéntate y agárrate!

    Tope Awofeso

    Una lectura increíble. Aún estoy en vilo.

    - Marie Smith Fowler

    ... los giros en esta historia harán que grites, ¡Falta!

    – Debbie Rosa

    ¡Intrigante de principio a fin!

    - Corissa Palfrey

    ... una experiencia social que en realidad no te quieres perder.

    – Amber McCallister

    Interceptado por el Amor

    (Parte Primera)

    EL CORAZÓN DE UN QUARTERBACK

    Rachelle Ayala

    Lovely Hearts Press

    >>><<<

    Copyright © 2019 Rachelle Ayala

    Traducido del original por Cinta Garcia de la Rosa

    http://cintagarcia.com

    Todos los derechos reservados.

    Ninguna parte de este libro debe ser usada o reproducida de ningún modo sin el permiso por escrito de la autora, con la excepción de breves citas incluidas en artículos críticos o reseñas.

    Los personajes y eventos retratados en este libro son ficticios. Cualquier parecido con eventos o personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia y no fue la intención de la autora.

    Todas las marcas pertenecen a sus respectivos dueños y han sido usadas sin permiso según la ley de uso justo de las marcas.

    Parte Primera

    >>><<<

    ... encantadora historia de dos personas de dos mundos completamente diferentes.

    – Keli Morgan

    >>><<<

    Dedicatoria

    #10 Joe Montijo

    Capítulo 1

    Cade Prescott retiró el brazo de la dormida rubia de su hombro y le retiró el pelo de la cara a la morena. La luz del sol asomaba entre las contraventanas mallorquinas, creando rayas sobre su cama tamaño King.

    Su corazón latía como un persistente redoble de tambor. Se frotó los ojos y se dio la vuelta, retirando a la mujer asiática metida entre sus piernas.

    La intercepción de pase de la noche anterior se reprodujo a cámara lenta ante los ojos de su mente. Habían perdido la Super Bowl. Habían perdido en la última jugada. No importaba que hubiera liderado una jugada de setenta y cinco yardas. Nada importaba, excepto que había decepcionado a su equipo. Había decepcionado a toda su ciudad. A toda la liga.

    Una de las mujeres gimió y movió su brazo alrededor del lugar vacío donde él había estado tumbado. Su maquillaje estaba corrido, dejando círculos negros alrededor de sus ojos, y diminutas estrías cubrían sus caderas a la brillante luz de la mañana. Hora de que se fueran.

    Cade dio unas palmadas. ––Chicas, chicas. Despertad. La diversión ha terminado. Aseguraos de coger vuestra bolsa regalo al salir. No olvidéis vuestros móviles.

    No se podía decir que no fuera un amable anfitrión, y exigía que todas las mujeres le entregaran sus aparatos electrónicos para evitar que aparecieran en internet fotos suyas desnudo.

    Sin esperar respuesta, Cade se dirigió a la ducha. El personal del hotel limpiaría. Él había dejado regalos en la puerta: maquillaje, bufandas, frutas de temporada, y una camiseta autografiada para cada una de sus invitadas. No es que su autógrafo valiera nada en ese momento.

    La había jodido. Sin excusas. El equipo había contado con él después de que el quarterback titular se hubiera lesionado, y estaba seguro de que él podía haberlo hecho bien. Pero se había precipitado durante el partido, pensó que lanzaría la pelota profundamente y acapararía la gloria al meter la primera jugada directamente en la zona de anotación.

    Cerrando los ojos, reprodujo el bamboleo de la pelota y el subidón extra de adrenalina que la envió atravesada directamente a los brazos del sorprendido defensa.

    Con veintiséis años, no debería haber permitido que un error de la liga infantil arruinara su única aparición en la Super Bowl. Aún cuando sus compañeros de equipo fueron corteses, nunca superaría la vergüenza de que él, Cade Prescott, había arruinado él solito la invencible reputación de Los Ángeles Flash.

    Sacando un par de tijeras, Cade se cortó su fluido cabello. Aparte de su número, el diez, era el tipo con el característico pelo que sobresalía de su casco.

    Ya no. Tras cortar la visible longitud, Cade se metió en la ducha y abrió el grifo. Cogiendo una maquinilla, se afeitó al cero con la ayuda de un espejo de ducha. El color claro de su cuero cabelludo contrastaba con el bronce besado por el sol de su rostro. Sin pelo, las altas mejillas que había heredado de sus antepasados Navajo sobresalían con más prominencia.

    Cade entrecerró sus pobladas cejas y parpadeó. Sus ojos seguían brillando de un azul brillante, pero un par de lentillas de colores las disfrazarían fácilmente.

    Abriendo más el grifo, cerró los ojos y se inclinó hacia el chorro. A falta de seis semanas para el campamento de entrenamiento, Cade iba a desaparecer de la faz de la tierra. Ni siquiera su agente sabría de su paradero.

    Adiós, chicas. Adiós, ciudad de los ángeles. Adiós, mundo.

    Capítulo 2

    Andie Wales era una experta en el rey David. Con casi veinticuatro años, sabía más sobre el rey bíblico que todos los académicos de Israel, los Estados Unidos, y Canadá juntos.

    No. Andie sacaba a la luz todo lo que podía sobre David y lo devoraba como si fuera mousse de chocolate cubierta con frambuesas.

    Y por eso era que Andie estaba en las profundidades de las mohosas entrañas de la Biblioteca Opp. Sola. Justo como le gustaba.

    Era fascinante la cantidad de trapos sucios que un héroe bíblico podía generar. Andie soltó una risita ante los informes que sugerían una relación homoerótica con el viejo rey Saúl. Supuestamente no era el arpa lo que David tocaba cuando calmaba los dolores de cabeza del rey y le ayudaba a dormir.

    A menos que fuera un arpa de boca.

    Bufidos. Más bufidos. Andie no pudo evitar sus exhalaciones. Podía decirse que Saúl estaba celoso de su hijo Jonathan por estar enamorado de David. No ayudaba que el granuja también tuviera básicamente a sus hijas, su esposa, y su concubina encandiladas con él también.

    Andie pasó la página del escandaloso pasquín, de otro modo conocido como un artículo académico. David había sido querido por todas las mujeres de la aldea o, más correctamente, por todo el mundo en Israel. Todos los hombres querían ser David, y todas las mujeres querían tenerle. Bellezas como Mical, Abigail, y Betsabé.

    Oh, poder haber sido la princesa Mical en su noche de bodas. Andie se imaginó a sí misma engalanada con un tocado enjoyado, un pesado velo nupcial, y metros y metros de suntuosa tela.

    El joven guerrero estaría muy ansioso pero gentil. Sus ágiles dedos, los que derrotaron a un gigante, estarían sobre sus pezones, amasando sus pechos, luego se deslizarían por su vientre hasta la unión de sus muslos.

    Andie gruñó ante la humedad que invadió sus bragas. ¿Qué tal le sentaría si David saltara literalmente de las páginas y la montara justo allí, justo entonces, en la biblioteca?

    Contuvo la risa. Saltar y montar como carneros copulando en primavera. David era pastor, ¿verdad? Y uno bastante bueno. Gimió ante la imagen de pasar una perezosa tarde con él en su tienda. Sus dedos viajaron hacia sus muslos y se frotó a través de sus vaqueros.

    Cerrando los ojos, volvió a la tienda nupcial. Qué embarazoso debía haber sido para la princesa que sus padres se quedaran fuera de la tienda esperando la prueba de su virginidad. Oirían cada gemido, cada gruñido, cada pesada respiración. Pero de algún modo la idea la excitaba más de lo que debería. Solo que los oyentes no podrían ser sus padres. Oh no. Ella preferiría que fuera la banda de poderosos hombres de David. Oh sí. Poderosos y fuertes. Todos héroes y todos sexis.

    Alguien contuvo el aliento y no fue ella.

    Los ojos de Andie se abrieron de golpe y su dedo se quedó paralizado. O más bien saltó desde su entrepierna y apuntó a la visión.

    Un hombre que llevaba un gorro de lana la miraba fijamente. Sus ojos la recorrían desde su rostro hasta los dedos de sus pies, luego recorrió un sensual camino subiendo por sus piernas, alrededor de su vientre, deteniéndose en sus pechos antes de pasar a sus labios.

    ––¿Qué estás haciendo aquí? ––siseó ella en lo que esperaba fuera un tono autoritario. ––Esta es una colección privada de antigüedades.

    Ella le haría saber que ella era bibliotecaria e investigadora. Él, por otro lado, parecía un bruto.

    Hombros anchos, cuello grueso, mandíbula fuerte con barba de varios días de color marrón oscuro. Ojos del color de la miel. Era un leñador o un acosador, y ella estaba sola en las profundidades de las estanterías de la biblioteca, bajo tierra en las entrañas de la

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