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Chicos Malos de Alquiler: Ken: Chicos Malos de Alquiler
Chicos Malos de Alquiler: Ken: Chicos Malos de Alquiler
Chicos Malos de Alquiler: Ken: Chicos Malos de Alquiler
Libro electrónico180 páginas2 horas

Chicos Malos de Alquiler: Ken: Chicos Malos de Alquiler

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Información de este libro electrónico

Después de que Jolie Becker fuera abandonada en el altar, sus amigas contratan en secreto a un guapo chulo de playa para animarla.

Cuando un accidente acaba con su carrera como surfista profesional, Ken Cassidy no quiere nada más que agenciarse un papel como actor. Lo que no se imagina es que su mejor trabajo como actor será ayudando a que una novia abandonada recupere su confianza.

Todo cambia cuando surge el amor. ¿Creerá Jolie que los sentimientos de Ken son reales cuando descubra que ha sido contratado?

Chicos Malos de Alquiler son historias divertidas y excitantes, donde el amor es inesperado pero siempre delicioso. Pueden leerse como historias individuales, pero para su mejor disfrute, por favor, asegúrate de mirar el resto de libros de la serie.
 

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento21 feb 2019
ISBN9781547573790
Chicos Malos de Alquiler: Ken: Chicos Malos de Alquiler
Autor

Rachelle Ayala

Rachelle Ayala is the author of dramatic romantic suspense and humor-laden, sexy contemporary romances. Her heroines are feisty, her heroes hot. Needless to say, she's very happy with her job.Rachelle is an active member of online critique group, Critique Circle, and a volunteer for the World Literary Cafe. She is a very happy woman and lives in California with her husband. She has three children and has taught violin and made mountain dulcimers.Visit her at: http://www.rachelleayala.net and download free books at http://rachelleayala.net/free-books

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    Chicos Malos de Alquiler - Rachelle Ayala

    CHICOS MALOS DE ALQUILER:

    KEN

    Serie Chicos Malos de Alquiler – Libro Dos

    Rachelle Ayala

    Amiga Brook Press

    Copyright © 2016 Rachelle Ayala

    Todos los derechos reservados.

    Traducido del original por Cinta Garcia de la Rosa

    http://cintagarcia.com

    Ninguna parte de este libro debe ser usada o reproducida de ninguna forma sin el permiso por escrito de la autora, excepto en el caso de breves citas enmarcadas en artículos críticos o reseñas.

    Los personajes y eventos descritos en este libro son ficticios. Cualquier parecido con sucesos o personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia y no fue la intención de la autora.

    Todas las marcas pertenecen a sus respectivos propietarios y son usadas sin permiso bajo la ley de uso justo de las marcas.

    Contactad con Rachelle en:

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    Serie Chicos Malos de Alquiler

    Ryker, Libro #1

    Ken, Libro #2

    Nick, Libro #3

    Liam, Libro #4

    Gage, Libro #5

    Dedicatoria

    A Joëlle Beebe. Llenas mi vida con hermosas fotos e historias. Gracias por compartir tu chispa con mi club de fans.

    Capítulo Uno

    –Chicos Malos de Alquiler. ¿Cómo puedo ayudarle?– Rex Carter intentó sujetar su teléfono y se le cayó sobre la esterilla del gimnasio junto a una pila de pesas. Había estado ejercitando sus músculos por miedo a que su novia pensara en contratar a uno de los chicos malos strippers de su nueva línea.

    –¿Hola? ¿Hay alguien ahí? –gorjeó una voz femenina. –Necesito un chico malo inmediatamente.

    Chicos Malos de Alquiler era un servicio de entretenimiento que emparejaba a clientes con actores que interpretaban el papel que ellas querían, la mayor parte del tiempo como novios falsos y citas para fiestas.

    –Rex Carter al habla. Espere un minuto a que encuentre un lugar más silencioso–. Deambuló por la sala de pesas hacia el porche en la parte trasera del club. Daba a un aparcamiento bordeado por un escaso arroyo.

    –Señor Carter –dijo la mujer. –Soy Nikki Chu, pero no llamo para mí.

    Oh oh, una de esas. Rex se inclinó sobre el balcón y tomó una bocanada de aire fresco, preparándose para los reconfortantes carraspeos y afirmaciones para asegurarle la confidencialidad a la potencial clienta.

    –Adelante. Hágame saber lo que necesita su amiga.

    –Esto es una emergencia –dijo Nikki. –Tenemos una boda en progreso... una boda sin novio.

    Rex retiró el teléfono de su oreja y lo miró fijamente. A lo largo de los años, había recibido algunas peticiones extrañas en su servicio de acompañantes, pero esto se llevaba la palma.

    –¿Está buscando un novio sustituto?

    –Sí. Todos los invitados están sentados en el salón de celebraciones. La novia y sus damas de honor están reunidas. El padre de la novia está dando vueltas por el pasillo. Todo está preparado, pero necesitamos un novio.

    –¿Cuánto tiempo tenemos?

    –La madre de la novia está cantando una canción especial para entretener a los invitados, pero por el modo en que su voz tiembla, me temo que la gente empezará a marcharse pronto. Por cierto, la novia no sabe que su prometido ha desaparecido.

    –Eso es horrible. ¿Cómo sabe que no aparecerá?

    –Le tenemos encerrado en una de las suites. Le pillamos con los pantalones bajados. De ninguna manera vamos a permitir que nuestra mejor amiga se case con un impostor infiel que solo está con ella porque va tras el dinero de su familia.

    –¿Y quiere que se case con un extraño mejor? –Rex se inclinó más sobre el balcón.

    Una morena salió meneando su bonito trasero del gimnasio y caminó hacia su coche.

    –Por supuesto que no. Solo es para la ceremonia. No tienen que firmar el certificado de matrimonio. Oh, por favor, dese prisa. Aquí viene ella, pidiéndome algo prestado.

    –Genial, pediré que vaya un novio –dijo Rex, conteniendo un silbido para la sexi mujer que estaba subiéndose a su descapotable.

    –Le enviaré un mensaje con la dirección. Envíe a un hombre rubio para que encaje con el novio, pero por favor dese prisa–. Nikki bajó la voz. –La niña de las flores ya ha empezado su camino hacia el altar.

    –Te pillé, gilipollas–. Un puño golpeó a Rex, enviando el teléfono volando desde su mano.

    Aterrizó justo en el asiento trasero del descapotable que pasaba por debajo de él.

    –Oye, para. ¡Para! –le gritó a la morena. –Mi teléfono. Tienes mi teléfono.

    El coche se detuvo y dio marcha atrás.

    –¿Qué has dicho? –la morena se bajó las gafas de sol.

    Antes de que Rex pudiera responder, su novia, quien le había dado el puñetazo, le cogió por las piernas y le lanzó por el balcón.

    Moviendo brazos y piernas como un molinillo, Rex cayó de bruces en el asiento trasero del coche. Dolor explotó por todo su cuerpo, pero al menos tenía su teléfono.

    Capítulo Dos

    Jolie Becker tenía ganas de vomitar. Sí, de vomitar. Estaba envuelta en su apretado vestido de novia, estrangulada con perlas, y tambaleándose sobre zancos... esto, zapatos de tacón de aguja.

    Y la habían dejado sola en la habitación del hotel mientras sus inútiles damas de honor iban en busca de los esenciales para una boda: algo viejo, algo nuevo, algo prestado, y algo azul.

    ¿No deberían haber planeado todas esas preciadas cosas de antemano? ¿Qué pasó con lo de hacer una lista y comprobarla dos, tres, y más veces? Este era su día, y todo el mundo se suponía que debía estar a mano para mimarla y ayudarla a calmar sus destrozados nervios. No tenían que estresarla con los detalles.

    No es que ella confiara en nadie para hacer su maquillaje. Después de todo, ella era maquilladora y era muy exigente sobre la calidad y la pureza de sus cosméticos. Ella también se peinó sola, algo nada fácil de hacer sin los espejos triples que tenía en su salón de belleza, pero claro, nadie conocía la exacta secuencia de aplicación de los productos para hacer que su cabello brillase.

    Para rematar, ¡ni siquiera tenía ramo!

    Su dama de honor, o en realidad la recién casada madrina, su mejor amiga Terri Martin Slade, había enviado sus flores a otra boda, y si lo que había oído en los pasillos era fiable, a sus otras damas de honor no les estaba yendo mucho mejor.

    Nikki Chu estaba a cargo de la fotografía de la boda, pero en vez de instalar las cámaras, estaba lidiando con un problema de horarios. Leanna Rivera, la pastelera, estaba ocupada arreglando grietas en la tarta nupcial, y Sherelle Edwards, la propietaria de la compañía de catering, tuvo que volver a hacer los canapés para la recepción porque se le olvidó que Jolie y la mitad de su familia eran alérgicos al marisco.

    Y era por todo eso por lo que Jolie Becker, la novia, estaba sola a minutos de su inminente boda.

    –Quédate ahí –le habían dicho mientras, una a una, su madre, su tía, y sus cuatro mejores amigas en todo el mundo desaparecían.

    Eso había sido, al menos, hacía una hora.

    Jolie parpadeó ante su imagen en el espejo, preguntándose cómo le estaría yendo a su novio, Warren Wayne. Estaría delante de la gente, estrechando manos y bromeando con los padrinos. Al menos él sabría a qué se debía el retraso. Quizás les faltaba el sacerdote, o su padre se habría derramado ponche en el esmoquin, o el portador de los anillos había perdido el cojín con los anillos.

    Era terriblemente injusto que la novia estuviera ajena a todo. ¿Por qué no venía nadie a buscarla? Por todo lo que sabían, ella podría estar cortándose las venas o vomitando las tripas.

    Tragó bilis y corrió hacia la puerta. Se abrió con un crujido y su madrina, Terri, entró con un ramo de brillantes nomeolvides azules.

    –Esto es lo mejor que he podido conseguir –dijo Terri. –El conserje lo jodió todo cuando envió a mi repartidor a la boda Booker-Wang en vez de a la boda Becker-Wayne. Parece que su acento es difícil de entender.

    –¿Azules? ¿Azules?– Jolie pataleó, haciendo una mueca de dolor cuando se torció un tobillo. Malditos tacones. –El tema de mi boda es rosa. ¡Cincuenta Sombras de Rosa!

    –No me queda ni una flor rosa en la tienda, ni en un radio de cincuenta millas a la redonda. Pediste todos los tonos de rosa disponibles–. Terri sacudió los nomeolvides azules. –Créeme, Booker y Wang no estaban contentos con el rosa, pero siguieron adelante y ya han usado las flores... a menos que quieras que pregunte si Mae Wang ya ha lanzado el ramo.

    –Odio el azul–. Jolie cogió el ramo.

    Detrás de Terri, sus otras tres damas de honor entraron en la habitación con aspecto agobiado y alicaído.

    –Al menos hemos cubierto dos bases aquí–. La deslenguada Sherelle se subió las gafas sobre el puente de su nariz. –Tienes tu algo azul y algo nuevo. He podido reunir un surtido de albóndigas para la recepción. Recién salidas del matadero.

    –¿Albóndigas? –chilló Jolie. –¿Quién ha oído hablar de albóndigas para una boda?

    –Hay de cordero, de ternera, de pollo, e incluso veganas –dijo Sherelle. –Ni un solo marisco a la vista. Y todo es kosher también.

    –Vale, vale, bien –Jolie se giró hacia sus otras dos damas de honor. –¿Estamos preparadas?

    –La tarta ha sido reparada–. Leanna se contoneó sacudiendo una espátula. –He rellenado todas las huellas de pezuñas. Nadie lo notará.

    –Ha sido brillante –dijo Nikki. –Incluso puso una galleta de perro encima de la raja más grande, así que si alguien ve las marcas de las pezuñas pensarán que era parte del diseño. Y no te preocupes. Puedo arreglar todo lo demás con Photoshop.

    –Sí, sí, sí–. Leanna se atusó su oscuro y precioso cabello, y sacó su pecho extra grande hacia el espejo. –Diré que me veo bien con volantes, como la cobertura de una tarta e igual de bueno para lamer.

    Nikki gruñó y Sherelle puso los ojos en blanco. Terri, quien usaba tallas grandes, le sacó el dedo a Leanna. –Nikki, ¿puedes eliminar con Photoshop los volantes de mi vestido?

    –Recuerda cambiar el color de mi vestido a rosado –dijo Sherelle.

    –Yo quiero caderas más delgadas –añadió Terri. –Y no me hagas parecer demasiado pálida o descolorida.

    –En serio, chicas –Jolie chasqueó sus dedos. –En vez de preocuparos por el Photoshop, necesitamos ponernos en marcha.

    Ella, por supuesto, no tenía necesidad de que la modificaran con Photoshop. Tenía una talla 36, tenía lustroso cabello pelirrojo con múltiples tonos y reflejos rubios y, siendo maquilladora, había combinado sus colores perfectamente... todos excepto las flores azules que tenía en sus manos.

    –En realidad lo retiro, Nikki–. Jolie sacudió el ramo como si fuera su puño. –Conviértelas en nomeolvides rosa y te lanzaré el ramo.

    –Vale –gorjeó su compañera de piso. –Puedo hacer maravillas con Photoshop.

    –Incluyendo retocar al novio con Photoshop –Sherelle le dedicó un pulgar arriba. –Nikki es un genio.

    –Sí, por favor, dale un bronceado y asegúrate de blanquearle los dientes–. Jolie se puso de mejor humor. La boda estaba a punto de empezar. Todo iba bien ahora que sus mejores amigas estaban aquí. –Vosotras sois las mejores amigas que una chica podría tener. ¡Los abejorros pican!

    Las cinco amigas, todas miembros de su grupo de baile de preescolar Abejorros, giraron sus traseros hacia las demás y los chocaron.

    Capítulo Tres

    –¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? –Ken Cassidy sostenía el guion con una mano mientras sacaba pecho para proyectar la voz. –¡Es el Oriente, y Julieta, el sol! ¡Surge, esplendente sol, y... y... mata...!

    Su teléfono fijo sonó y Ken contuvo el aliento. Estos días nadie llamaba a excepción de vendedores telefónicos, llamadas automáticas, y recaudadores de impuestos. Todos ellos podían esperar.

    Entró en su dormitorio y cerró la puerta. La temporada de teatro veraniego iba a empezar pronto y él necesitaba aprenderse sus líneas si quería interpretar el papel de Romeo. El problema era que no podía concentrarse sin que le diera dolor de cabeza.

    Tras

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