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Un juego imprevisible
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Libro electrónico270 páginas3 horas

Un juego imprevisible

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Información de este libro electrónico

¿Qué harías cuando el mejor día de tu vida se ve suspendido por una simple llamada de tu jefe?

¿Qué harías cuando el mejor día de tu vida se ve suspendido por una simple llamada de tu jefe? La inspectora Ashley García descansaba junto a su mujer en el que; se supone, sería uno de los mejores días de sus vidas. Pero una simple llamada de su comisario bastó para que la vida de ambas mujeres cambiara drásticamente.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento13 dic 2016
ISBN9788491129844
Un juego imprevisible
Autor

A.G. Helane

A.G. Helane nace y crece a partes iguales en Móstoles y en un pequeño pueblo de Ávila. Desde temprana edad se siente atraída por la Literatura y la producción literaria. Esta pasión le hace participar en certámenes literarios y representaciones teatrales de los diferentes centros educativos en los que se ha formado. El éxito obtenido en todos ellos la animan a seguir formándose y escribiendo. Actualmente estudia Psicología en la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido finalista en el certamen de microrrelatos La audiencia ha escrito un crimen de la cadena de televisión AXN. En sus relatos es imprescindible la participación activa del lector.

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    Un juego imprevisible - A.G. Helane

    Capítulo 1

    El día había amanecido muy tranquilo. Era verano y en Madrid en esa época, quedaba poca gente en la ciudad. El calor era asfixiante, tanto, que pese a tener las persianas bajadas; el calor, se palpaba igual. Era ese calor de Madrid, pegajoso que te hacía ducharte cada hora; pero que aun así, no servía de nada. Aún por la mañana, las dos mujeres descansaban en la cama. En la casa se respiraba silencio y solo se oía el poco tráfico que había fuera.

    Ambas agentes estaban dormidas tan solo con una camiseta larga y grande. Era cómoda y no les daba tanto calor como el pijama entero. Descansaban como en un día normal, aunque no un día cualquiera. Era su aniversario y habían pedido el día libre para disfrutar de su compañía. Un año desde que se habían casado. En una boda sencilla, rodeadas de la gente más apreciada. Algo tímido e íntimo; pero bonito. Simplemente, a su estilo. Cinco años de relación que no habían sido fáciles, debido a lo opuesto que eran las personalidades de ambas. Aun así, fueron cinco años donde lucharon por y para ellas. En día cualquiera de su rutinaria vida como inspectora, recibió una llamada de teléfono; tenía que ir a otra ciudad para encargarse de un caso. Ella era, la mejor inspectora de toda la ciudad; por lo que no era raro que solicitaran su colaboración. Aunque claro está que no iba a ser un caso corriente, pues allí conoció a la que, cinco años después, sería su mujer. Un año después de aquel caso, Mónica pidió el traslado a una comisaría de Madrid y así estar más cerca de Ashley. Ambas vivían para el trabajo, pasaban interminables horas en sus comisarias. Eso les impedía disfrutar más de su compañía, pues tan solo se veían por las noches y cuando podían escaparse por días libres.

    La inspectora era una mujer muy reservada y pese a que le había costado, finalmente, había dejado que Mónica entrase en su vida. Desde muy pequeña le costaba hacer amigos, siempre había sido muy introvertida y eso le impedía poder sociabilizar con normalidad. Alta, muy alta, y con una melena morena; Ashley era la mejor inspectora que había en Madrid en ese momento. Pese a su joven edad, había conseguido hacerse con la mejor reputación de la ciudad. Se había llevado por delante a veteranos y agentes superiores que se habían quedado atónitos de ver la grandeza y el método que usaba en todos sus casos.

    Al contrario que Ashley, Mónica era una mujer más extrovertida. No dudó ni un segundo en lo que sentía por su mujer y apostó por ella, incluso en los peores momentos. La forma de ser de Ashley era lo que le había atraído, le había resultado una persona de lo más indescifrable y eso había llamado su atención. Para Mónica no había sido nada fácil dejar que una persona como la inspectora apostara desde un principio por su relación; aunque al final lo hizo. Un poco más pequeña que Ashley, con una mirada muy intensa, que en seguida atrapó a la inspectora; y una larga melena castaña. Mónica se había trasladado a Madrid, no solo con el fin de pasar más tiempo con la inspectora, sino para poder seguir creciendo profesionalmente.

    Eran las nueve de la mañana cuando Mónica abrió los ojos. Se encontró con la mirada de la inspectora que tenía en su rostro una pequeña sonrisa dibujada. Ashley llevaba unos diez minutos mirando como su mujer dormía y al verla despertar, una sonrisa inconsciente se dibujó en su cara. Aquel silencio, producía una paz absoluta en Ashley; y ver dormir al lado a Mónica, le daba una sensación de plenitud que pocas veces había conocido en su vida. A día de hoy, podía decir que aquella mujer le hacía sentirse plenamente feliz y era totalmente consciente de lo mucho que ella había luchado para que Ashley se abriese.

    Mónica, al ver a su mujer, no pudo evitar sonreír también. Ashley le apartó un mechón de pelo de la cara colocándolo con sumo cuidado detrás de su oreja; para posteriormente, acariciar una de las mejillas. Sus miradas brillaban solo por disfrutar de su presencia, se iluminaban solo con mirarse mutuamente y sin decir ni una sola palabra; su lenguaje corporal, hablaba por sí solo.

    —Buenos días —dijo Mónica sonriendo.

    —Buenos días —contestó Ashley acariciando la mejilla de la detective.

    —¿Llevas mucho despierta?

    —Lo suficiente como para limpiarte la baba un par de veces.

    —¿Por qué eres tan sumamente imbécil? —preguntó Mónica con una leve carcajada.

    —Soy así —se encogió de hombros Ashley —Iba a hacer café pero no podía dejar de mirarte.

    —Tengo que estar guapísima vamos —ironizó Mónica.

    —Eres muy bonita —contestó Ashley acercándose a los labios de Mónica —Sea como sea.

    Fundiéndose en un tierno beso, los minutos pasaron. No querían separarse pero sus pulmones así lo pedían. Desde que Mónica se había ido a vivir a Madrid, habían intentado compaginar los días para librar los mismos y así irse de vacaciones juntas. Pero hoy, iban a disfrutar de su día libre y querían celebrar su aniversario. Tampoco querían un día de locos; pues en vez de preparar una fiesta por todo lo alto, su intención era esa, disfrutar de su compañía con lo más simple que había en la vida, la cama. No habían preparado nada, tan solo querían descansar y disfrutar la una de la otra.

    —Feliz aniversario cariño —dijo Mónica mirando a los ojos verdes de Ashley.

    —Feliz aniversario —sonrió Ashley besando a Mónica.

    Ashley se levantó de la cama y cogió algo del armario. Era una cajita pequeña envuelta en papel de regalo. Se lo dio a Mónica. Ésta se incorporó y lo abrió. Era una cadena de plata y en ella estaba inscrita la fecha de su boda. Mónica no dudó en ponérselo y mirarlo con detenimiento.

    —¿Y bien? —preguntó la inspectora viendo la reacción de su mujer—. Sé que no es gran cosa pero como siempre...

    —Es perfecto cariño —interrumpió Mónica mirando a Ashley—. Todo es perfecto.

    Se volvieron a fundir en un beso apasionado y lento, hasta que se quedaron sin aire.

    —El tuyo… Tendrás que esperar a esta noche —dijo Mónica con una sonrisa de niña pequeña.

    —Me conformo contigo.

    Mónica sonrió y se volvió a tumbar en la cama. Ashley se levantó y marchó a hacer unos cafés para las dos. Mónica, se acomodaba mientras observaba la cadena que le acababa de regalar, esperando a que la inspectora volviese con los cafés en sus manos. Mirando al techo y pensando realmente en nada, su teléfono comenzó a sonar. Era el número personal de su comisario, Mónica torció el gesto, pues no entendía por qué llamaba desde su número y menos en su día libre.

    —¿Señor?

    —Hola Mónica —contestó el comisario desde el otro lado del teléfono—. ¿Sería posible que vinieses a la central?

    —Señor, es mi día libre.

    —Lo sé, pero mi jefe quiere verte.

    Mónica no entendía que estaba pasando. Por un momento pensó en negarse pero debía ser realmente importante. Además al comisario se le notaba tanto preocupado como con urgencia. Mónica miró al pasillo por si su mujer aparecía pero no era así. Supuso que verla le haría negarse a acudir a la reunión.

    —Está bien señor, puedo llegar en veinte minutos.

    —Gracias.

    Mónica colgó cuando Ashley regresó a la habitación con las tazas. Cediéndole una a la detective, se sentó a su lado en la cama mientras Mónica se incorporaba. Suspiró y miró a Ashley.

    —¿Qué pasa? —preguntó Ashley.

    —Me voy —dijo Mónica.

    —¿Dónde?

    —Me acaba de llamar el comisario, quiere verme en la central.

    —¿Es una broma? —preguntó Ashley visiblemente enfadada —Es tu día libre.

    —Lo sé.

    —Es nuestro día cariño —protestó Ashley.

    —Lo sé.

    —Ya, ya… —suspiró Ashley agachando la cabeza —¿Quieres que te acompañe?

    —No, tranquila —contestó Mónica levantándose de la cama —Tú descansa anda, que lo tienes ganado.

    Mónica se marchó al baño para lavarse la cara y cepillarse los dientes. Ashley se quedó mirando la puerta del baño desde la cama, con la mirada perdida. De pronto, como si una bombilla se encendiese en su cabeza, comenzó a pensar en lo que Mónica le había dicho. Se levantó de la cama y puso la taza de café en la mesilla. Anduvo hasta el baño y se apoyó en la cornisa de la puerta mirando a Mónica.

    —¿A la central? —Preguntó Ashley —¿Por qué?

    —No me ha dicho —contestó Mónica escupiendo la pasta de dientes que tenía en la boca —Solo me ha dicho que vaya, que su jefe quiere verme.

    Ashley asintió con la cabeza mientras miraba como la detective se lavaba la cara. Mónica se secó el agua y se quitó la camiseta para vestirse después. Echó la camiseta en el cesto de la ropa sucia y cogió el desodorante. Ashley, que no había apartado la mirada de la detective, le fue inevitable sonreír cuando vio a su mujer en ropa interior. Se acercó a ella y la abrazó por detrás a la altura de la cintura. Con unos pequeños besos en el cuello, Mónica esbozó una sonrisa, se volteó quedando frente a ella.

    —Te lo debo —dijo Mónica besando a Ashley.

    —Claro que me lo debes —sonrió Ashley.

    Ambas comenzaron a besarse. Seguía abrazadas y no tenían ninguna intención de separarse. Mónica atraía aún más hacia ella a Ashley, hasta que de la propia inercia, Mónica chocó con el lavabo. La detective, pese a que se tenía que ir, empezó a acariciar los brazos de la inspectora. Pero Ashley la detuvo, agarró su mano y se separó mirando los ojos marrones de Mónica.

    —Te tienes que ir —dijo Ashley elevando las cejas —Ya me lo devolverás esta noche.

    Mónica asintió con la cabeza y dándole otro beso a la inspectora, Ashley le dio una palmada en la nalga obligándola a salir del baño. La inspectora aprovechó y se lavó tanto la cara como los dientes.

    Mónica se vistió muy rápido, como si no hubiese un mañana. Cogió una camiseta blanca de manga corta y unos pantalones rojos. Se hizo un moño y fue a por la placa y la pistola que estaban en el salón. Cuando Ashley salió del baño, la detective se acercó a ella, le dio un beso y se fue del apartamento.

    Ashley se fue hasta la habitación, cogió las tazas de café, ya vacías y las llevó al lavavajillas. Tenía todo el día libre y aunque su intención era pasarlo con su mujer, ella descansaría igual. Estaba haciendo la cama cuando su teléfono sonó, y al igual que en el caso de Mónica, también era su comisario.

    —¿Señor?

    —Hola Ashley —contestó a través del teléfono —Sé que era tu día libre pero te necesitamos.

    —¿Qué pasa?

    —¿Puedes venir a la central?

    —¿Por qué?

    —Aquí te lo cuento, pero te necesitamos ya mismo.

    —Vale —dijo mirando su reloj —voy.

    Ashley colgó el teléfono y abrió el armario. Antes de coger la ropa, se quedó pensando en la llamada y en lo que le habían dicho. ¿A la central? ¿Tendría algo que ver con la llamada de Mónica? No entendía la llamada pero siempre, el comisario, había respetado sus días libres. Si no fuese importante, no habría llamado. Volviendo en sí, Ashley cogió unos pantalones rasgados negros que tenía y otra camiseta de tirantes negra que había doblada. Como hacía tanto calor, Ashley decidió hacerse un moño, así el pelo no estorbaría. La sobaquera con su Desert Eagle estaba en el salón, al igual que la placa. Se calzó unas converse altas, cogió las llaves del coche y se fue del apartamento.

    Al bajar a la calle, el quiosquero habitual de la calle saludó a Ashley. Llevaba tanto tiempo en aquel quiosco y la inspectora llevaba tanto tiempo viviendo allí que ya se conocían; incluso algunas veces el hombre se había acercado a la cafetería de la esquina para comprarle un café. Él sabía que era policía y conocía sus horarios, así que no le resultaba ningún problema. Ashley fue hasta su coche, entró, encendió la radio y se marchó hacia la central.

    La central era muy diferente a la comisaría dónde la inspectora trabajaba. Había mucha menos gente, pero tenía muchas más plantas. La central era el lugar donde trabajaban los altos cargos. Por lo general, cualquier oficial de policía no iba allí sino era por algo importante. A la central acudían los comisarios cuando tenían reuniones. Ashley había acudido allí unas cinco veces en toda su carrera. A decir verdad, no era muy bien recibida por algunos agentes. Para algunos, Ashley era una amenaza, ver cómo había ascendido tan rápido y ver hasta donde había llegado pese a ser tan joven, a muchos les cabreaba y eso les producía incomodidad. Sin embargo, a la inspectora le daba igual, ella simplemente vivía para su trabajo.

    Aparcó el coche fuera, frente a la puerta del edificio. Tenía unas grandes escaleras a la puerta y el edificio tenía alrededor de siete plantas, todas con cristalera. Ashley entró y en la misma entrada se encontró con el comisario, que la estaba esperando.

    —Inspectora —estrechó la mano con Ashley.

    —¿Qué pasa?

    —Dejaré que sean otros los que le expliquen —contestó el comisario —Pero puede negarse perfectamente.

    Ashley no entendía a qué se refería el comisario. Éste se dirigió al ascensor y Ashley se limitó a seguirle. Al llegar a la tercera planta, el comisario no había vuelto a abrir la boca. Entraron en un despacho bastante amplio en la que había dos hombres más. Uno era el jefe superior de Policía y otro era un inspector a cargo de una investigación de crimen organizado. Invitaron a Ashley a sentarse y comenzaron a hablar.

    —¿Sabe porque está aquí? —pregunto el jefe superior de Policía.

    —No —contestó Ashley.

    —Le explico inspectora —dijo el inspector —Llevamos meses siguiente a la banda de ‘Los Depredadores’. Llevamos tanto tiempo detrás de ellos que ha llegado el momento perfecto. Tenemos un agente infiltrado dentro de la banda y ha conseguido ser la mano derecha de dos de los subjefes de la banda. Esta banda la dirige Raúl. Empezó desde muy joven y ha conseguido hacerse con todo el dominio.

    El inspector le explicaba a la inspectora toda la organización a medida que le iba enseñando fotos de los integrantes de la banda que iba nombrando.

    —Sabemos que la banda se divide en dos partes, una dirigida por Kike y otra por David. Kike se ocupa de la droga y David de la parte más criminal de la banda. Ellos dos son los segundos de Raúl. Tenemos todos sus movimientos, todos. Solo nos falta conseguir la libreta, la agenda de Raúl. En ella apunta absolutamente todo lo que para él es importante y no quiere contar a sus segundos. Conseguir esa agenda sería el final de toda esta banda.

    —¿Y por qué me cuenta todo esto? —preguntó Ashley, que odiaba que no fuesen directamente al grano.

    —Raúl ordenó hace poco a los dos segundos que contratasen a alguien profesional y nuevo para hacer unos trabajos extra. Además, añadió que quería que fuesen mujeres —continuaba explicando el inspector —Queremos que usted sea una de esas mujeres.

    —¿Yo? —preguntó sorprendida la inspectora —¿Por qué?

    —Sabemos de qué es capaz y conocemos perfectamente sus habilidades. Es el perfil perfecto.

    —Pero dice que necesitan dos.

    —Así es. Usted entraría como sicario para David. Otra agente, que verá después, entrará como narcotraficante para Kike.

    —¿Y cómo saben que se lo creerán?

    —Iván, nuestro infiltrado, les ha hablado de ustedes. Ambos han aceptado a conocerlas porque se fían de él.

    —Ósea que ya daban por hecho nuestra colaboración —comentó Ashley elevando las cejas.

    —Necesitamos su ayuda para conseguir la agenda. Es el momento.

    Ashley miró a su comisario que no había apartado la mirada de ella. Ni siquiera él quería que la inspectora aceptase, pero la conocía tanto que sabía que era incapaz de negarse. Y así fue, la inspectora lo pensó durante unos segundos y finalmente aceptó la infiltración.

    —Perfecto inspectora. La llevaremos para que vea a su compañera y en un momento les daremos todos los detalles que necesitan.

    Ashley asintió y se puso de pie. El inspector la acompañó hasta una sala que tenía las persianas bajadas y no se podía ver nada desde dentro. Abrió la puerta e hizo un gesto a la otra persona que estaba dentro.

    —Seguro se conocen —dijo el inspector con una sonrisa algo confusa en el rostro —En unos minutos vuelvo.

    Ashley asintió con la cabeza y entró en la sala. Sentada sobre una mesa y con los pies en una silla estaba Mónica. Mordiéndose las uñas, no había apartado la vista ni un segundo de la puerta. En el fondo quería que esto no hubiese ocurrido en el día de hoy. Asombrada por ver a la inspectora aparecer, ésta cerró la puerta y se acercó a ella dándose un abrazo.

    —¿Has aceptado? —preguntó Mónica.

    —Sí —contestó Ashley —¿Eres la otra agente? —preguntó imitando la voz del inspector.

    —Sí —rio Mónica.

    Ambas se miraron. Ashley se sentó al lado con la misma postura que tenía la detective. Suspiraron a la vez y volvieron a mirarse.

    —Esto es una mierda —dijo Mónica.

    —¿Feliz aniversario? —dijo con una carcajada Ashley.

    Ambas se rieron. A pesar de todo, iban a estar juntas por irónico que pareciese. Pese a que Mónica trabajaba en homicidios como Ashley, tenía mucha experiencia con drogas y por eso la habían llamado a ella; al menos así lo pensaba. La detective no dejaba de morderse las uñas, estaba muy nerviosa y temía que algo fuese bien. Para calmarla, la inspectora pasó su brazo por la espalda y besándole en la frente, le decía que todo iba a salir bien; aunque por dentro Ashley estuviese igual que su mujer. En ese momento, el comisario de Ashley entró en la sala, cerró la puerta y saludó a Mónica.

    —Puedes negarte Ashley —dijo el comisario.

    —Lo sé —contestó la inspectora —Pero ambos sabemos que soy incapaz señor.

    —No es homicidios, no es tu guerra —insistía el comisario.

    —No se preocupe.

    El comisario volvió a mirar a Ashley con cara de insistencia pero viendo que no iba a negarse, asintió finalmente. Conocía lo testaruda que era la inspectora, pero al menos lo había intentado. Se marchó de la sala dejando de nuevo a las dos mujeres solas.

    —Pase lo que pase, vamos a estar juntas —dijo Mónica acariciando la mejilla de

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