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Hasta el Cuello
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Libro electrónico202 páginas3 horas

Hasta el Cuello

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Información de este libro electrónico

Justo cuando Liliana iba a experimentar la felicidad de ser una nueva esposa, se halla en

un complicado dilema. Su marido no es el hombre perfecto que pensaba que era y se

encuentra sola viendo cómo su vida se destroza a su alrededor. Se pierde en un mundo

de mentiras y lucha sabiendo que su vida con Antonio no volverá a ser como antes.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 ago 2016
ISBN9781507150450
Hasta el Cuello

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    Hasta el Cuello - Neva Squires-Rodriguez

    E:\Neva R\Babelcube\Book 2 CVR Spanish F1.jpg

    HASTA EL CUELLO

    Libro 2 de la serie Liliana

    por Neva Squires-Rodriguez

    ––––––––

    Justo cuando Liliana iba a experimentar la felicidad de ser una nueva esposa, se halla en un complicado dilema. Su marido no es el hombre perfecto que pensaba que era y se encuentra sola viendo cómo su vida se destroza a su alrededor. Se pierde en un mundo de mentiras y lucha sabiendo que su vida con Antonio no volverá a ser como antes. 

    HASTA EL CUELLO

    Libro 2 de la serie Liliana

    por Neva Squires-Rodriguez

    Copyright 2014 Neva Squires-Rodriguez

    Publicado por: Vanilla Heart Publishing

    Edición Ebook, Notas de licencia

    Este ebook es solo para su disfrute personal. Este ebook no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, adquiera una copia adicional para cada persona con la que quiera compartirlo. Si está leyendo este libro y no lo ha comprado o no lo ha comprado para su uso exclusivo, entonces por favor devuélvalo al proveedor y compre su propia copia. Gracias por respetar la ardua labor de esta autora.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida ni transmitida en ninguna forma o por ningún medio, ni electrónico ni mecánico, incluyendo fotocopiado, grabación, ni por cualquier otro sistema de almacenamiento o recuperación, sin el permiso escrito de la editorial, excepto para la inclusión de citas breves en críticas.

    ÍNDICE

    ––––––––

    Dedicatoria

    Prólogo

    Capítulo Uno

    Capítulo Dos

    Capítulo Tres

    Capítulo Cuatro

    Capítulo Cinco

    Capítulo Seis

    Capítulo Siete

    Capítulo Ocho

    Capítulo Nueve

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    Dedicatoria

    En primer lugar me gustaría darle las gracias a Dios por brindarme la oportunidad de publicar por segunda vez, o por tercera, contando mi relato corto de Navidad. Cada libro es una bendición para mí de la que estoy sumamente agradecida.

    En segundo lugar, me gustaría dar las gracias a mi familia y amigos por ayudar a que Liliana tuviera tanto éxito en las redes sociales compartiendo enlaces al libro. Mi madre, por supuesto, mi marido Cecilio, mi prima Allison, mis amigos Chelle, Charmaine, Divya, Jasmine, Kimm, Lauren, Linda, Marilyn, Mewsette, Milagro, Rebecca, Tamara, Tiffany y tantos otros amigos de Twitter que no conozco en persona. Muchas gracias también a todas las webs que me han permitido publicar en sus grupos, retuitear mis publicaciones y también a todos esos que han escrito sobre mis libros en otras páginas que no conocía. A Glen Flora Dental en Waukegan, Illionis, por exponer mi libro a todos los clubs de lectura que han elegido mi libro para leerlo como parte de su organización. No puedo expresar con palabras lo mucho que os aprecio. Sin vosotros, no estaría compartiendo Hasta el cuello con vosotros y con el resto del mundo. También me gustaría dar las gracias a aquellos que puntuaron a Liliana en Amazon y Goodreads, porque valoro muchísimo sus buenas puntaciones. ¡Y que vengan muchas más!

    Por último, me gustaría dar las gracias a mi editorial, Vanilla Heart Publishing, por ver una revelación en mi carta de solicitud y pedirme más. Es increíblemente complicado cuando eres el nuevo en un mar de peces y le doy las gracias a VHP por acogerme. Quizás no seamos la más grande ni la mejor pagada del mundo, pero somos por descontado el grupo editorial más cercano del mundo y es bueno saber que cuando le mando un correo electrónico a Kimberlee «K’lee» Williams, ella sabe quién soy.

    Que Dios nos taiga el bien a todos nosotros. Rezo por cada uno de vosotros, los que leéis mi libro en Internet y a los que os gusta tener la copia de papel en vuestras manos.

    HASTA EL CUELLO

    Libro 2 de la serie Liliana

    por Neva Squires-Rodriguez

    Prólogo

    Nuestra noche de bodas había sido un torbellino de ruido y celebración y me desperté temprano a la mañana siguiente con dolor de cabeza. La luz del sol penetraba por las cortinas de encaje blanco. Antonio no estaba a mi lado y las sábanas estaban tiradas hacia el lado en el que él había estado durmiendo. Me pregunté si estaría en el baño, pero unos cinco minutos más tarde me di cuenta de que la puerta del baño estaba abierta y de que dentro no se oía ningún ruido.

    Estaba completamente desnuda, pero me quedé así tumbada sin moverme hasta que vi una bata de seda blanca en una silla cerca. Me la puse y suerte que lo hice porque un momento más tarde la puerta se abrió. La criada entró lentamente a traer una bandeja con el desayuno y miró la habitación mientras entraba. Cuando nos encontramos con la mirada se fue rápidamente y empecé a comer. Elena entró poco después.

    — ¿Estás bien? — preguntó con una sonrisa coqueta.

    Me acaricié el cuerpo y asentí.

    — No me puedo creer que dejaras que mi madre hiciera eso — señaló al balcón y salí para ver unas sábanas ondeando al viento con manchas de sangre.

    Rápidamente las cogí y las hice una bola para tirarlas a la basura con asco.

    — Oh, no — exclamé tapándome la cara con la mano —. ¡Qué vergüenza! No me había dado cuenta de que había hecho eso.

    — ¿No lo sabías? — preguntó Elena.

    Negué con la cabeza. Me senté y seguí comiéndome la comida lentamente sin decir nada. ¿Qué iba a decir? Lo hecho, hecho estaba.

    — ¿Dónde está él? — le pregunté por fin.

    — ¿Dónde va a estar? — respondió Elena — En una reunión. ¿Dónde si no?

    Me senté frustrada durante un momento sin saber qué decir. Pensé que Antonio estaría aquí conmigo, que se quedaría conmigo hoy o el resto de la semana. Deseché los malos pensamientos de mi cabeza, me senté y ella empezó a hablar sobre el banquete. Elena había hecho algunas fotos con su móvil y yo las miraba sin recordar haberme hecho ninguna de ellas. Tuve que haberme ido con ella en alguna parte de la noche porque tenía fotos mías en distintas partes del salón posando para ella con gente que no recordaba. No me había dado cuenta de que estaba tan borracha hasta ahora.

    Antonio llegó un poco más tarde y echó a Elena de la habitación. Rápidamente se puso a mi lado y me besó. Quitó la cuerda de mi bata y antes de que me diera cuenta empezamos otra vez. No me dio la oportunidad de preguntarle cuando ya estaba dentro de mí. Gemí fuerte de placer y sonrió, se inclinó y me comió el cuello.

    — Quiero un hijo — me susurró —. Dame un hijo.

    Me volvió a morder suavemente el cuello, gimiendo. Sentí un estallido de calor dentro de mí e hizo una pausa antes de caer a mi lado. Intenté levantarme pensando en que necesitaba una ducha, pero tiró de mí hacia él y volvió a hacerme el amor. Mi interior palpitaba de dolor mientras me penetraba durante horas. Parecía que mis piernas estaban inmovilizadas a los lados y me dolía moverme por la cama cuando me cambiaba de postura.

    Cuando estaba dentro de mí no hablábamos, solamente gemía y me agarraba a su espalda mientras se metía dentro de mí. Sonreía salvajemente con cada gemido que se me escapaba. Me mordía la piel de vez en cuando, lo que provocaba que gimiera más fuerte tanto de placer como de dolor. Me caía el sudor de su cuerpo y brillaba mientras pasaba por sus brazos musculosos. Su pecho presumía de la cantidad perfecta de pelo, por el medio y por la parte de arriba, pero muy fino. Lo tocaba mientras me hacía el amor y lo miraba para ver su expresión.

    Durante los dos meses siguientes cada momento que pasamos juntos fue así. Tenía poco tiempo para comer o para ducharme cuando él estaba cerca, así que intentaba hacer todas mis cosas mientras él estaba en sus reuniones matutinas. Desgastaba mi cuerpo haciéndome el amor durante horas todos los días. Si iba al baño a ducharme rápido aparecía de la nada, me levantaba, me hacía rodearlo con las piernas y me apoyaba contra la pared de la ducha.

    No intentaba luchar contra él y pronto no era él el único que iniciaba el encuentro sexual. Llegó al punto en el que en cuanto entrábamos por la puerta de la habitación yo le atacaba con besos apasionados y lo guiaba a la cama donde él empezaba a penetrarme.

    Me contó el día después de la boda que no quería dejarme salir de la habitación ni vestirme hasta que llevara a su bebé en brazos y jugara con él. Quería que estuviera ahí, lista para él y esas eran las reglas. Pensé en ello como un juego pero un mes más tarde empecé a sentirme como una prisionera.

    Cuando Antonio no estaba, empezaba a sentirme triste y sola. Elena dejó de venir tanto porque Antonio me quería para él cuando estaba allí. Le dije que me sentía como si me tuviera cautiva en muchos sentidos. No me escuchaba cuando le contaba cómo me sentía. Llegó hasta el punto en el que pensé que nunca volvería a ver el mundo exterior. Dependía de él para que me trajera cualquier cosa y mientras disfrutaba de mi nueva vida de lujo, por otra parte no me gustaba en absoluto.

    Unas semanas más tarde de estar triste por ello, volví a perderme en nuestro romance, viviendo y respirando únicamente para él. Llegó al punto en el que él era todo mi mundo... quizá esa era su meta.

    Capítulo Uno

    Por fin, un sábado por la mañana nos dimos cuenta de que mis sueños y los de Antonio se habían hecho realidad. Me desperté más temprano de lo normal con náuseas y mareos. Le di un golpecito a Antonio en el hombro y luego me tambaleé hasta el baño. Tenía ganas de vomitar, pero no salía nada por más arcadas que daba en el lavabo. Volví a tumbarme al lado de Antonio cuando se me pasaron las ganas.

    Antonio se dio cuenta inmediatamente de que me pasaba algo. Se sentó en la cama y me miró atentamente:

    — ¿Qué te pasa? — preguntó tocándome suavemente el hombro.

    Me encogí de hombros aún tumbada a su lado. Antonio llamó a la asistenta y un poco más tarde me subió el desayuno.

    — ¿Estás bien? — me preguntó analizando mi expresión — Ella se ve pálida.

    Antonio le dijo algo que no entendí y ella fue a mi lado de la cama y puso su mano en mi frente, sacudió la cabeza y parecía confundida cuando la quitó. Antonio le dio las gracias y ella se marchó de la habitación. Me levanté y fui al balcón para sentarme en una silla suponiendo que un poco de aire fresco me vendría bien. El sol estaba saliendo y vi cómo la luz del sol hacía brillar las briznas de hierba del patio.

    Antonio trajo la bandeja de comida al balcón y nos sentamos a comer. Sonreí cuando me puso por delante la bandeja. En cuanto vi los huevos en el plato me giré y vomité. Antonio rápidamente se puso a mi lado y me acarició la espalda. Me limpié la cara con una servilleta y me sentí como si me hubiera puesto de color verde. Lo primero que se me ocurrió fue correr al baño, pero mi cuerpo estaba tan débil de repente que no era capaz de moverme.

    — Cariño, ¿estás bien? — preguntó preocupado.

    Sacudí la cabeza porque no podía hablar. Seguía con ganas de vomitar y lo hice varias veces por el balcón mientras él me miraba con cara de asco. Volvió una segunda vez para recogerme el pelo y acariciarme la espalda mientras vomitaba ya la bilis desde lo más profundo de mi estómago. Me sequé el sudor de la frente y le apareció una sonrisa en la cara.

    — Lily, tu amiguita de todos los meses no te ha visitado desde que nos casamos — exclamó Antonio de repente.

    Me senté impactada durante un momento pensando en ello.

    — No — respondí —. La verdad es que no.

    En cuanto confirmé lo que había dicho, Antonio sonrió de oreja a oreja. Me cogió en brazos y me llevó a la cama.

    — ¡Voy a ser papá! — exclamó.

    — Calla, Tony, por favor, no te emociones todavía — dije en voz baja—. A ver, no lo sabemos seguro.

    — No — exclamó en voz alta —. Estoy seguro. Tengo una corazonada. Voy a llamar al médico.

    Cogió su teléfono móvil, llamó a su madre para pedirme el número del médico y evitó sus preguntas diciendo que la llamaría más tarde. Rápidamente marcó el número del médico y le ordenó que viniera de inmediato diciendo que no le importaba cuánto le costara. Un segundo más tarde corrió al balcón.

    — ¡Voy a ser padre! — gritó, apoyándose como si fuera a perder el equilibrio y a caerse.

    — Oh, Dios mío — dije poniéndome la mano en la cara y sonrojándome.

    Uno de los jardineros le gritó a Antonio para darle la enhorabuena y siguieron hablando.

    Minutos más tarde el médico llegó y Antonio salió corriendo de la habitación y bajó las escaleras para traerlo a nuestra habitación.

    Antonio llegó empujando al médico y entró en la habitación con él un momento más tarde. Antonio se quedó en la habitación mientras el médico me examinaba y se puso nervioso porque el médico se tomó su tiempo para darle su opinión.

    — Enhorabuena — dijo el médico confirmando la respuesta que esperaba Antonio —. Está de unas seis semanas.

    Antonio saltó inmediatamente hacia mí y lo abracé. Sonreí al ver a Antonio. Parecía que le habían dado la mejor noticia del mundo. Yo estaba emocionada, pero estaba segura de que Antonio lo estaba mucho más. Le pedí que no le dijera a nadie que estaba embarazada hasta que estuviera al menos a mitad del embarazo.

    — ¿Por qué? — preguntó con una mirada infantil.

    — No sé — contesté —. Será que estoy nerviosa, supongo.

    Me sentí un poco avergonzada. Sabía que todo el mundo sabía que me había casado, pero ahora sabrían que nos habíamos acostado. No estaba acostumbrada a hablar de cosas así. Recuerdo la primera vez que me vino la regla, que no se lo dije ni siquiera a mi madre. Se dio cuenta una semana más tarde haciendo la colada. Tenía solo once años y ella tenía planeado hablarme sobre la menstruación cuando tuviera doce, con el pensamiento de que no me vendría hasta los trece como a ella.

    Antonio caminó de un lado a otro de la habitación sin prestarme atención mientras llamaba a su madre para decirle que invitara a todo el mundo a casa para hacer una barbacoa por la tarde. Suspiré a sabiendas de que no sería capaz de contenerse sin contar la noticia y le pregunté si me podía devolver la ropa. Me llevó por el pasillo a otra habitación con un armario en el que estaba guardada toda nuestra ropa. Esta habitación tenía un baño más grande y su balcón daba al patio trasero. Me dijo que nos quedaríamos en esa habitación de ahí en adelante mientras me mostraba alegremente dónde estaba cada cosa.

    La habitación presumía

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