Sin Vuelta Atrás
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Liliana descubre un terrible secreto que la empuja a buscar respuestas por parte de su padre, El Jefe. Pero nada puede prepararla para la tragedia que le traerá la relación con su padre… o la valiosa oportunidad que puede suponerle.
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Liliana Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHasta el Cuello Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
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Sin Vuelta Atrás - Neva Squires-Rodriguez
Sin Vuelta Atrás
Libro 3 de la serie Liliana
por Neva Squires-Rodriguez
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Sin Vuelta Atrás
Liliana descubre un terrible secreto que la empuja a buscar respuestas por parte de su padre, El Jefe. Pero nada puede prepararla para la tragedia que le traerá la relación con su padre... o la valiosa oportunidad que puede suponerle.
Sin Vuelta Atrás
Libro 3 de la serie Liliana
por Neva Squires-Rodriguez
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D. R. © 2015 Neva-Squires-Rodriguez
Publicado por: Vanilla Heart Publishing
Edición E-book, Comentario de la licencia
La licencia del presente e-book es exclusiva para uso personal. El presente e-book no puede revenderse ni venderse a otra persona. Si quisiera compartirlo con alguna otra persona, compre una copia adicional para cada persona con la que desea compartirlo. Si está leyendo el libro y no lo compró, o si no lo compró para su uso exclusivo, deberá dirigirse con el minorista para efectuar la compra de su propia copia. Se agradece respete el arduo trabajo del autor.
ÍNDICE
Dedicatoria y agradecimientos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
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Sobre la autora
Dedicatoria
Este libro está dedicado a mi marido Cecilio. Te doy las gracias por ser mi mejor amigo. Hemos recorrido un largo camino y agradezco los cambios que has hecho en tu vida para hacer que esto funcione.
Agradecimientos
En primer lugar, me gustaría darle las gracias a Dios por indicarme siempre el camino en la vida.
A mi madre, Delia Squires, gracias por revisar mi trabajo y darme ideas sobre lo que va bien y lo que no va bien, cosa que aprecio de veras. A mi padre, Thomas Squires, gracias por comprar tantas copias de mi libro. ¡Eres el mejor!
A mi mejor amiga autora, Tamara Philip, gracias por promocionar constantemente mis libros y que Dios te bendiga en tu próximo matrimonio con Chris. Os deseo a los dos muchos años felices juntos.
A mis amigos de Vanilla Heart Publishing, Chelle Cordero, Charmaine Gordon y Lauren Shiro, no sé qué haría sin vosotros. Chelle, tú me promocionas constantemente en las redes sociales y estoy muy agradecida por lo que haces. Lauren, que me ayudaste muchísimo para pensar el título de este libro, eres lo más.
A mi grupo de escritura, Weekend Writing Warriors, sois un equipo de apoyo sin igual. Me encanta pasar los domingos con vosotros.
Finalmente, a Kimberlee Williams, mi editora, gracias. Además de escribir, me fascina que te preocupes tanto como para contactar conmigo en las emergencias climáticas para ver si estamos bien por Illinois. No hay otra como tú y me encanta trabajar contigo.
Sin Vuelta Atrás
Libro 3 de la serie Series
por Neva Squires-Rodriguez
Capítulo Uno
Me quedé sentada y paralizada durante un largo rato. Oía el tictac del reloj de Antonio lentamente mientras él estaba sentado frente a mí esperando una respuesta. ¿Qué iba a decirle? Acababa de confesarme que él fue quien disparó a mi madre. ¿Qué iba a decirle a él o a nadie más? Me sentí como si estuviera sentada en una habitación llena de extraños. O aún peor, de repente me dio la sensación de que no sabía quién era. Quería levantarme y salir de la habitación para irme lo más lejos posible de todo el mundo, pero no era capaz de moverme. Era como si mi cuerpo se hubiera congelado, así como todo lo que me rodeaba.
— Liliana, di algo — oí decir a Elena.
Me giré lentamente y miré a Elena y al resto de la familia sin decir nada. No me derramé ni una lágrima ante ellos, aunque me empezaron a pestañear los párpados, lo que me hizo confirmar que estaba despierta. Me giré muy despacio y miré a Antonio. Su mirada era tanto de arrepentimiento como de impaciencia mientras esperaba mi respuesta sin decir ni una palabra. La verdad es que no sabía cuál iba a ser mi respuesta. Necesitaba consejo, pero no había nadie en la habitación en quien pudiera confiar.
Cerré los ojos en silencio, bajé la cabeza y crucé los brazos en mi regazo para pedirle ayuda al único ser en el que confiaba lo suficiente como para que me guiara. Noté cómo se me erizaba el vello de los brazos al notar las miradas de todos los presentes. Necesitaba ayuda y en ese momento no me importaba quién me mirara. Hice la única cosa que se me ocurrió y recé en silencio mientras toda la habitación llena de gente, todos de la familia de Antonio, me observaba. Noté que Elena me puso la mano en el hombro y se la aparté, aunque seguí sentada a su lado.
Cuando abrí los ojos todos estaban frente a mí como congelados en el tiempo esperando mi respuesta. Me sorprendí a mí misma por el hecho de tener los ojos secos a pesar de que mi corazón parecía haberse roto dentro de mi pecho. Antonio y yo nos miramos fijamente a los ojos y de repente recordé cada detalle de la noche que disparó y mató a mi madre. Los disparos del arma retumbaban en mi mente cuando una de las sirvientas entró en la habitación para ver si alguien necesitaba algo, pero al notar la tensión en el ambiente se volvió de inmediato para la cocina. Sacudí la cabeza para volver a la realidad, sentada frente a Antonio, y me aclaré la garganta.
— Tengo que verlo — dije en voz baja.
— ¿Qué? — preguntó Antonio sin escuchar las palabras que había pronunciado.
— Tengo que ver a mi padre — dije más alto —, El Jefe.
Se formó escándalo en la habitación inmediatamente. Los primos de Antonio se acercaron a él al instante y empezaron a hablarle muy deprisa en español. Uno empezó a gritarle directamente y Antonio se sorprendió a sí mismo conteniéndose para no reventarle la cara a su primo. Ya veía lo mal que se habían tomado los presentes lo que acababa de decir, pero me daba igual. Antonio intentó mantener la calma, pero en cuestión de segundos estaba gritándole y el resto de primos se levantó para separarlos. Blanca bajó las escaleras y se quedó de pie en la habitación con cara de angustiada. Se puso la mano en el pecho pero no dijo nada mientras todos eran partícipes del escándalo que llenaba la habitación como si de una ola gigante se tratase.
Me senté delante de toda la familia mientras discutían. Si intentaba entender de qué hablaban estaba segura de que podría, pero mi mente estaba en otro sitio. No podía evitar reproducir una y otra vez en mi mente la noche que mi madre murió. Por una parte quería saber qué decía la familia de Antonio y cuánto de mi historia ya sabían pero, al mismo tiempo, lo que realmente quería hacer era hablar con mi padre.
No pude evitar pensar en el hombre misterioso que había visto desde lejos sentado con Antonio en nuestro patio trasero. El hombre que había sonreído al ver a mis hijos. ¿Quería ser parte de mi vida? ¿Quería ser parte de sus vidas? ¿Por qué ha elegido este momento para aparecer?
Sentada mientras observaba la tensión de la habitación pensé en que no estaba segura de por qué quería hablar con ese hombre que todos odiaban tanto. Lo único que pensaba era en mi padre porque estaba segura de que él era el único que tenía las respuestas para todas las preguntas que tenía. Empecé a preguntarme si se acordaba de mi madre y qué información me podría dar sobre ella. Seguramente un hombre como él habría tenido cientos de relaciones después de ella. ¿Cómo iba a esperar que la recordara?
Miré alrededor de la habitación y vi a la gente que conocía como mi familia pelear y no pude evitar sentirme enfadada y herida mientras los miraba a todos fijamente. Me sentía traicionada por todos. ¿Cómo podían haber sabido lo que había hecho Antonio y esperar que yo me lo tomara bien? ¿Cómo podían vivir ellos mismos sabiendo cómo se ganaban la vida Antonio y su familia? Sentada mirándolos me di cuenta de que de repente me sentía como si hubiera traicionado a mi madre. ¿Cómo podía haberme acostado con el hombre que la mató? No importa que no lo supiera. ¿Cómo no me di cuenta de las señales? Aquellos ojos que había jurado hacía tanto tiempo no olvidar y que no había reconocido hasta ahora.
Se me cayó una lágrima del ojo derecho mientras estaba sentada petrificada viendo cómo todos los presentes se retorcían de la ira. Cuando por fin se quedaron en silencio y los primos de Antonio se relajaron, Antonio me cogió las manos y me miró a los ojos. Sacudí la cabeza al mirarlo. Aparté la vista durante un momento para mirar al resto de los presentes y me fijé en que todos tenían la atención centrada en nosotros. Sus miradas quemaban de lo intensas que eran y sentí que la ira me quemaba a mí también al mirar a mi alrededor. Blanca nos miraba con cara de arrepentimiento y Elena tan pronto como se levantó cayó en los brazos de Miguel y empezó a sollozar en silencio como si eso cambiara la situación.
— ¿Has oído lo que acabo de decir? — preguntó más despacio — Yo maté a tu madre.
Esa lágrima finalmente me cayó por la barbilla mientras Antonio, sentado, analizaba mi expresión. No me podía creer que hubiera repetido esa afirmación. Dijo las palabras lentamente, como si eso cambiara algo. Las dijo de forma que me hicieron sentir como una niña y de repente me di cuenta de que antes de ese momento yo había sido como una niña para él. Mientras hacíamos el amor como marido y mujer, siempre había sentido la necesidad de protegerme, cuando en realidad no nos habíamos dado cuenta ninguno de los dos que era de él de quien tenía que protegerme. Había estado bajo su control y a su disposición y eso de repente me hizo enfadarme. Sentí que empezaba a echar chispas, las orejas se me pusieron rojas y el corazón se me volvió de piedra. Entonces, me aparté el pelo de la cara lo miré directamente a los ojos y le dije:
— Te he oído — respondí enfadada —. ¿Me has oído tú a mí? Quiero ver a mi padre.
Antonio dio un paso atrás como si le acabara de dar una bofetada en la cara. Mis palabras le dolieron. Sabía lo fuerte que era esa respuesta para él, pues era consciente de que acababa de faltarle el respeto delante de su familia. No podía imaginarme lo que estarían pensando los demás, pero por sus caras me hacía una idea.
Todos y cada uno de ellos odiaban a mi padre. No tenía que saber qué pasaba para verlo. En ese punto no estaba segura de si estaban más impactados por mi respuesta o porque yo quería verlo. Me planteé si todos me odiarían ahora al saber quién era mi padre. Miré alrededor de la habitación, pero luego volví a centrar la atención en Antonio, que era mi única preocupación en ese momento; ya me ocuparía de los demás cuando estuviera bien y preparada.
Capítulo Dos
Nos mirábamos fijamente. Sabía que Antonio estaba intentado contener su ira. Parecía que iba a explotar literalmente. Antonio se aclaró la garganta y apartó la mirada un minuto más tarde para girarse a contemplar la reacción de su familia. Sabía que se preguntaba si se habrían dado cuenta de mi acto de desobediencia. Observó sus caras para decidir cuál sería su próximo movimiento, pero luego vio las caras inexpresivas de algunos de ellos y volvió a mirarme. Me quedé sentada en mi asiento sin dejar que me sometiera.
— Quizás podamos planear algo cuando volvamos de Chicago — contestó Antonio finalmente.
Sacudí la cabeza. Sabía que no tenía ni idea de lo en serio que yo iba y tenía la intención de hacérselo entender.
— Lily, no podemos perder este viaje, es necesario — dijo Antonio convincentemente —. Toda la familia va.
— Necesario para vosotros — dije con severidad.
Antonio miró al resto buscando su apoyo antes de volver a mirarme.
— Los billetes no son reembolsables — dijo en voz baja.
— Entonces id — contesté y sonreí con afectación —. No quiero estar cerca de ti ni de ningún miembro de tu familia por lo pronto.
— ¿Estás de broma? — respondió Antonio — Lily, no voy a dejarte sola.
— Entonces déjame con mi padre — contesté —. O déjame en la casa, las sirvientas están ahí, tenemos seguridad. Estaré bien.
— Liliana — me cortó Antonio —. ¿Te estás escuchando?
Asentí y lo miré mientras él seguía hablando. Estaba intentando convencerme de que estaba tomando una mala decisión. Sabía muy bien que podría estar tomando una decisión incorrecta, pero era mi decisión y mi lugar para decidirlo. Sus divagaciones empezaron a hacer que me doliera la cabeza y al final lo corté a mitad de frase:
— Antonio, no voy a ir contigo — dije encogiéndome de hombros.
Sabía que no tenía ni idea de lo en serio que iba, pero me propuse demostrárselo. No aparté la vista. Noté cómo sus ojos ardían de ira pero seguí mirándolos pensando que mi madre estaría orgullosa de mí por esta repentina muestra de fuerza.
Elena suspiró y toda la habitación se quedó en silencio. Todos se centraron en nosotros, incluso los hijos de los primos de Antonio y las dos hijas mayores de Elena, que estaban sentadas al otro lado de la habitación en