Información de este libro electrónico
En un vuelo a Washington D.C., los últimos doce años de la vida de Michael Warren comienzan a desmoronarse.
Michael, un abogado ambientalista, está en camino a testificar ante un Comité del Senado y destruir los planes para un desarrollo de viviendas construidas en terrenos contaminados con los mismos desechos tóxicos que mataron a su hija Dominique, de seis años.
Un cassette entregado a Michael por un extraño en el avión lo cambia todo. Michael se desvía hacia Nueva Orleans, donde descubre una verdad inquietante. Ahora Michael enfrenta la decisión más difícil de su vida: ¿debe exponer a los responsables, o comprometerse a salvar la vida de otro niño?
B. Roman
Desde a infância, estive dividida entre dois mundos: escrever e cantar. É difícil servir "a dois senhores" como eles dizem, mas fui obrigada a fazê-lo. Quando eu não estava cantando, eu estava escrevendo; Quando eu não estava escrevendo, eu estava cantando. Agora eu faço os dois. (Além de ainda estar trabalhando diariamente!). Aprendi, por mim mesmo, que uma expressão criativa alimenta a outra. Grande parte da minha escrita tem um tema musical em algum lugar da trama, ou do enredo. Seja na minha ficção, escrevendo sobre o poder da música em si, em livros ilustrados e histórias e, claro, na escrita de letras de músicas. É natural, portanto, que minha trilogia de aventuras para jovens leitores "The Moon Singer" (anteriormente "The Secrets of the Moon Singer") tem suas raízes em teorias e metáforas musicais, entrelaçadas com a magia e o mistério dos conceitos metafísicos e questões de ética, fé, compaixão, amor e heroísmo. Livro 1 (The Crystal Clipper) e livro 2 (The War Chamber) preparam as bases para esse poder da música da mais alta ordem. Livro 3 (The Wind Rose) coloca tudo junto e, espero, dê aos leitores uma compreensão completa da importância da música em nossas vidas e no mundo.
Lee más de B. Roman
Antes del Niño Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Cara De Un Hombre Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con ¿Qué fue del pecado?
Libros electrónicos relacionados
El Escudo de David Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna tierra más amable que el hogar Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl resurgir de los recuerdos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTormenta en el paraíso Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Trátame Suavemente Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEstafados por la voluntad de Dios Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCabeza alta: Relatos de lucha y dignidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMamá Me Dijo Que No Fuera - Una Novela De Justice Security Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Odisea de Tabal y Umma: Una aventura en la prehistoria Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl día que escapé del gueto Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAtrapados Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Lágrimas de ceniza Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Falsa impresión Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesManiobra de evasión - Episodio 1: Serie thriller de suspenses y misterios de Katerina Carter, detective privada, en 6 episodios, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMoriet Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTirso del Chopo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl color del cielo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVolver al laberinto Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa bestia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El mercader respetable Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El muerto que sonreía a la luna Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa historia que hay detrás Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos con mecanismo de relojería: Sevdah preapocalíptico Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn arpegio de lluvia en el cristal Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos desterrados Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Robada (versión latinoamericana): Pensaste que estaba a salvo. Te equivocaste Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa desaparición de Sara: Valle de Robles vol. 1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNoche interminable Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNadie Podrá Ocultarse Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Suspenso para usted
Vecino silencioso (Un misterio psicológico de suspenso de Chloe Fine - Libro 4) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Sello de Salomón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El hombre que fue jueves Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Operación Teherán Calificación: 4 de 5 estrellas4/5The Librarian of Saint-Malo \ La bibliotecaria de Saint-Malo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Una Vez Desaparecido (Un Misterio De Riley Paige—Libro 1) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5En busca de la Tierra Hueca Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAl lado (Un misterio psicológico de suspenso de Chloe Fine - Libro 1) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El guardián de recuerdos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El secreto de los Assassini Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Si Ella Supiera (Un Misterio Kate Wise —Libro 1) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Esposa Perfecta (Un Thriller de Suspense Psicológico con Jessie Hunt—Libro Uno) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La cirujana: Un thriller trepidante y adictivo de suspense Calificación: 4 de 5 estrellas4/5atraco (The Heist) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5En el cuarto frío Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Diez negritos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesÉl y ella: el thriller que no podrás dejar de leer, muy pronto en Netflix en una serie producida por Jessica Chastain Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTodo lo que nunca hiciste por mí: Saga Hyperlink 1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Si Ella Corriera (Un Misterio Kate Wise—Libro 3) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un Dulce olor a muerte (Sweet Scent of Death) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Vida en sus Manos (Un misterio de Adele Sharp – Libro Uno) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Mentira Perfecta (Un Thriller de Suspense Psicológico con Jessie Hunt—Libro Cinco) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Casi Ausente (La Niñera—Libro Uno) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl ADN te condena Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un Rastro de Muerte: Un Misterio Keri Locke – Libro #1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Objetivo miedo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los niños de la casa del lago: Los niños siempre dicen la verdad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl día de mi muerte Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa trilogía de la Patagonia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSin rastro: Thriller policiaco, misterio y suspense Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Categorías relacionadas
Comentarios para ¿Qué fue del pecado?
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
¿Qué fue del pecado? - B. Roman
UNO
Mercedes McCormick apoya su pelirroja cabeza sobre la almoHada y tira de la sábana con motivos florales bajo sus brazos.
—¿Pero por qué no podemos viajar juntos, Lyndie? Al menos en el mismo avión, incluso si es en secciones separadas. Nadie nos conoce en San Francisco, o en Nueva Orleans para el caso.
El senador Lynden Chiles, aún con los ojos ligeramente embotados debido a una noche de incontables tragos de bourbon, se sienta en el borde de la cama y niega rotundamente con la cabeza.
—No podemos arriesgarnos, Mercie. Además, necesito que hagas algo por mí, así que ni siquiera podemos estar en el aeropuerto al mismo tiempo.
—¿De qué se trata esta vez ? —Suspira.
Él se vuelve hacia ella.
—Necesito que vayas a la puerta de embarque y esperes la llamada de abordaje. El avión estará lleno y se les pedirá a los pasajeros que renuncien a sus asientos. Renuncia al tuyo.
—¿Renunciar a mi asiento? ¿Por qué diablos haría eso?
—Sólo escucha. Allí habrá un hombre que te dará algo de dinero por hacerlo. Luego saldrás de la terminal lo más rápido que puedas y te olvidarás de todo.
—¿Qué demonios está pasando, Lyndie? ¿Y por qué un tipo me daría dinero? ¿Estás terminando conmigo, Lyndie? Si es así, ¡es bastante rebuscado! ¿Por qué no solo dices que quieres terminar?
—No, no, cariño. No es nada de eso —Lynden intenta asegurarle, inclinándose y dándole un beso nervioso. Entonces él la sujeta por los hombros con firmeza. —Solo necesito que hagas esto por mí. ¡Es vital que hagas esto!
Mercedes se sienta derecha, seriamente preocupada. Cuanto más angustiado se vuelve Lynden, más espeso es su acento sureño. Ella también imita involuntariamente sus patrones de habla, resultado de tantos años juntos, reuniones clandestinas y secretos compartidos sobre su vida política y personal. ¿Qué pasa con estos políticos? Mercedes rumia. Siempre hay algún complot, siempre las mentiras. Sin sentir remordimientos por nada turbio. Y ciertamente ningún remordimiento por hacer girar la verdad como un sacacorchos.
Pero esta vez percibe algo diferente, peligroso, y elige cuidadosamente sus palabras y su tono. Acaricia dulcemente el rostro ligeramente hinchado pero aún así bello de Lynden, y murmura dulcemente, de una manera que siempre lo obliga a decirle la verdad.
—¿Estás en algún tipo de problema, cariño? Puedes confiar en mí.
Lynden se frota la frente como para borrar el problema de su mente. No funciona. Este podría ser su Waterloo si no puede hacer que Mercedes coopere, y si se atreve a decirle la verdad, sería como ponerle un arma en la cabeza.
—Uno más grande de lo que puedas imaginar, Mercie. Más grande de lo que yo jamás hubiera imaginado. Necesito que hagas esto. No puedo confiar en que nadie más. ¡Por favor!
El radar de auto protección de Mercedes hace sonar campanas de alarma tan grandes como el Big Ben.
—¿De qué se trata esto realmente? ¿Alguien intenta lastimarte? Tengo derecho a saber. Podrían lastimarme también.
—Mientras menos sepas mejor, y no saldrás lastimada. Todo lo que puedo decirte es que se trata del trato de las tierras del que te hablé —le dice, dándole vueltas al tema.
—¿Sobre el que el Senado tendrá una audiencia en un par de días? ¿Esa tierra pantanosa en la que alguien está tratando de construir casas?
—Sí, pero eso no es todo. No te puedo contar nada más, Mercie. Solo haz esto por mí. Por favor.
Aprieta los dientes con tanta fuerza que Mercedes los oye crujir. Suspira profundamente, temerosa pero resignada a ayudar al hombre a quien le debe una gran parte de su sustento.
—De acuerdo. Lo haré. Pero cuando todo termine, será mejor que me digas qué está pasando. ¿Lo prometes?
—Lo prometo. Cuando todo termine.
DOS
Es una mañana caliente y bochornosa de julio en San Francisco, y las ventanas del edificio de oficinas del centro donde Michael Warren alberga su práctica legal están abiertas al aire del océano a media mañana. Incluso con un ventilador de techo girando vigorosamente sobre sus cabezas, las personas en la habitación abanican su incomodidad con lo que sea que puedan encontrar para mover el aire sofocante.
Son un grupo de lo que Michael una vez denominó tipos orgánicos
, anacronismos de los años 60 vestidos con zapatos Birkenstock, usando de abuelita y camisas de tejido indio. Michael resulta un contraste obvio, vistiendo un traje de verano elegantemente confeccionado sin chaqueta y elegantes mocasines de gamuza. Pero los veintitantos estudiantes son apasionados, y Michael confía en que reclutará a algunos activistas dedicados de esta orientación. Él los incita magistralmente.
—No puedo creer que ustedes aún se vistan así. Si quieren que los poderosos de América apoyen sus causas, deben verse como ellos, hablar como ellos. Tienen que infiltrarse en su territorio, sus boutiques y sus bancos, sus clubes de campo y sus clubes rotarios. Tienen que llegarles desde el interior. Entonces, pensarán que el cambio en la conciencia ha surgido de sus propias mentes brillantes.
—De manera lenta pero segura, será política, social y moralmente correcto, y, más importante aún, financieramente ventajoso para ellos hacer lo correcto. Lo crean o no, estos bastardos ricos y egoístas prefieren dejar que la tierra entera se marchite y muera a menos que haya un beneficio para ellos. Y el estatus, mis amigos, es la mayor recompensa de todas.
—Discúlpeme, señor Warren, pero me parece recordar que usted mismo fue uno de esos bastardos ricos y egoístas. —Esto proviene de un joven hostil y barbudo con una sonrisa cínica. Se escuchan algunas risas escasas y vergonzosas entre el grupo.
Michael sonríe con ellos, pues ha escuchado esta acusación más de una vez y con menos corrección política.
—No juzguen a un hombre por las compañías que solía mantener. Mi punto es que no tienen que ser como ellos, solo hacerles creer que lo eres.
—¿Por qué deberíamos ser falsos como ellos, o vanidosos y pretenciosos acerca de nuestro aspecto como ellos? —Prosigue el hostil. —Tenemos una misión mucho más importante desde el punto de vista social.
Una mujer joven, cansada de estar sentada y mojada por la transpiración, estira los brazos hacia arriba y hacia atrás para revelar unas axilas sin afeitar.
Michael responde.
—Lo creas o no, se puede ser socialmente consciente y aún así tomar un baño. A la gente de hoy le desagrada la suciedad. Nadie te pide que te vistas como una modelo de Vogue, pero tenemos que cambiar la imagen del movimiento activista si queremos trascender los límites de las clases, cerrar la brecha generacional y traer a la mayoría hacia nuestro lado. El déclassé y el ecoterrorismo están fuera. El finesse está dentro.
Él sostiene en alto una hoja de papel.
—Regístrate si estás dispuesta a seguir nuestro ejemplo; vete ahora, sin preguntas, si no lo estás. Nos reunimos todas las semanas, a la misma hora para las sesiones informativas. Espero verte subir a bordo.
Una ola de aplausos sigue a Michael cuando sale de la sala de reuniones y se apresura a la habitación de al lado, su oficina. Apresuradamente guarda una pila de informes en su maletín y lo cierra.
El colega de Michael, Al Jergens, mira nerviosamente su reloj.
—¿A qué hora sale tu avión, Mike?
—Hace aproximadamente cinco minutos. —Michael se calza la chaqueta, a pesar del aire húmedo.
—Estás programado para testificar a las 9 a.m. mañana —le recuerda Jergens por décima vez ese día. —No puedes perder este avión.
—Deja de preocuparte. Ahí estaré. Tomaré el vuelo nocturno desde D.C. hasta Nueva Orleans.
Jergens sigue de cerca a Michael mientras se apresura hacia el ascensor.
—¡Nueva Orleans! ¿Por qué demonios te detendrías allí? Consigue un vuelo directo a D.C. y disfruta de una buena noche de descanso para variar. Te necesito totalmente concentrado para esa audiencia en el Senado.
—Estaré avanzando con fuego y azufre, mi combustible favorito. —Michael entra al ascensor.
—Por el amor de Dios, llega a tiempo —lo reprende Jergens cuando las puertas se cierran. —¡Llámame! Mierda. —El teléfono suena con insistencia y Jergens se apresura a regresar a la oficina, sus ágiles movimientos atléticos lo llevan allí justo antes del último timbrazo. Él cierra la puerta y una pequeña grieta en el vidrio se extiende un poco más lejos en el panel que exhibe el logotipo de la compañía:
Michael Warren & Asociados
Licenciados en leyes
Activistas ambientales.
Michael se encuentra formado impacientemente en la fila para registrarse del aeropuerto, detrás de una mujer muy desagradable que interroga a la agente de boletos, siempre paciente.
—Me gustaría saber qué tipo de carga llevan. ¿Alguna droga, químicos o explosivos? —Demanda con los labios apretados y delgados.
—Lo siento, no puedo dar ese tipo de información —responde la agente de boletos. Desde el 11 de septiembre todos se creen agentes de la CIA, reflexiona.
Ahora más indignada, la infernal mujer se eleva sobre sus 1.80 metros de altura.
—Jovencita, ¿debo recordarle la Ley de Libertad de Información del Pasajero?
La agente de boletos rueda sus ojos almendrados.
—No la conozco, pero...
—Me gustaría saber si tiene a alguno de los siguientes en este vuelo: diplomáticos extranjeros o estadounidenses, árabes o israelíes, iraníes...
Incapaz de contenerse, Michael le susurra:
—Un miembro del equipo de seguridad del presidente está sentado en primera clase, con un emisario de la familia real saudita.
Con un bufido, la mujer arrebata su boleto de la agente y se marcha, sin duda para quejarse con el presidente de la aerolínea. Michael avanza en la cola, y él y la agente de boletos se echan a reír al mismo tiempo.
En el área del vestuario, frente a la puerta de embarque, Gerhardt Schmidt, un hombre rechoncho de aspecto severo y corte de pelo al ras, abre su casillero y saca una cinta de audiocasete. Por una fracción de segundo, Schmidt estudia el título en el cassette: Revelación No. 1
, luego lo coloca estratégicamente en su bolsa de mano y cierra la puerta del casillero.
La reservación de Michael no está, por alguna razón incomprensible, en la computadora.
—Lo siento, Sr. Warren —dice la agente de la aerolínea. —Parece que todos los asientos están reservados en este vuelo. De hecho, parece que tenemos un exceso de reservas. Hay otro vuelo a las 8 p.m.
—Eso es muy tarde. Tengo que tomar este vuelo. —Michael se inclina para susurrar algo al oído de la agente de boletos que los otros pasajeros en la cola no puedan oír.
Simpática, la joven reflexiona un momento.
—Oh, ya veo, bueno, déjame probar algo. —Ella hace clic en el micrófono para hablar fuerte. —Puedo tener su atención por favor. Todos los pasajeros en el vuelo 1632 a Nueva Orleans. Tenemos una solicitud de emergencia para una asignación de asiento. Si alguien está dispuesto a renunciar a su asiento, la aerolínea le dará $500 en vales o un asiento de primera clase en el vuelo de las 8 p.m. Gracias.
—Esperemos y veamos qué sucede —la agente alienta a Michael.
Casi al instante, una mujer vestida con lo que mejor se puede describir como Tijuana Technicolor mezclado con el mercado de pulgas se precipita hacia el mostrador.
—¡Tienen un trato! —Anuncia, como si el mismo Monty Hall hubiera hecho la oferta. —Te daré mi asiento. —Le lanza su boleto a la agente que está tan estupefacta ante los rápidos resultados como Michael, quien balbucea su agradecimiento.
Observando el aspecto de cuarentón de Michael y su físico en forma, la dama vulgar Technicolor responde coquetamente:
—No hay problema, cariño. Oye, tal vez deberíamos olvidar este vuelo y matar el tiempo juntos.
—Eh… bueno, en otra ocasión, en otro lugar. Tal vez.
La agente le da a Michael su pase de abordar.
—Está todo listo, señor Warren. Su asiento es el 7F. Oh, qué casualidad. Ese es el mismo asiento que en su vuelo hacia D.C. esta noche.
—Tal vez sea un presagio —sugiere Michael.
La satisfacción de Michael dura solo por el momento, perturbada por una llamada telefónica inesperada recibida por la agente de boletos.
—Sí, estamos casi listos para rodar. ¿Qué retraso? De acuerdo, lo manejaré. —Sin inmutarse, la agente vuelve a hacer clic en el micrófono. —Pueden brindarme su atención, por favor. Todos los pasajeros en el vuelo 1632 hacia Nueva Orleans. Habrá un ligero retraso mientras terminamos de reparar el avión. Parece que alguien olvidó las bandejas de la cena. Solo debería tomar unos 20 minutos. Lamentamos los inconvenientes ocasionados.
—Maldita sea.
Michael encuentra un asiento y se deja caer en él. Comienza a encender un cigarrillo, pero cuando el hombre sentado a su lado comienza a toser, Michael cambia de opinión y tira el cigarrillo. Echando un segundo vistazo a la cara gris del hombre y las manos mancHadas de nicotina, Michael desecha todo el paquete.
De pie junto a la zona de vestuarios fuera de la vista de Michael, la dama vulgar Technicolor que en realidad es Mercedes McCormick frunce los labios felizmente mientras Gerhard Schmidt le entrega sus cinco billetes de cien dólares.
—¡Oh! Este es mi día de suerte. ¿Quién es este chico de todos modos?
—Ahora simplemente te olvidas de esta pequeña transacción, ¿entendido? —Schmidt la recrimina con un acento sedoso que contradice su aspecto áspero.
Los ojos de Mercedes brillan maliciosamente.
—¿Qué transacción, cariño? —Se guarda los billetes en su bolso y se marcha, ignorando que su reunión preestablecida con Gerhard Schmidt es solo el preludio de la intriga que le espera como parte importante en la vida de Michael Warren.
TRES
A bordo del 757 que pronto transportará a Michael hacia Nueva Orleans, los asistentes están preparando el avión para el vuelo. Un trabajador de servicio se mueve de manera decisiva por el pasillo colocando un juego complementario de auriculares en cada uno de los bolsillos de los asientos. Se detiene en el asiento 7F y saca una de las almohadillas para la oreja, coloca un pequeño dispositivo en su interior, reemplaza la almohadilla, vuelve a cerrar el paquete y luego acomoda los auriculares en el bolsillo del asiento.
El trabajador del servicio, un joven cajún llamado Paulie Dupree, sabía exactamente quién estaría sentado en el asiento 7F, si Gerhardt Schmidt era tan bueno como él mismo dijo. El manifiesto de pasajeros había sido hackeado fácilmente y Schmidt tenía un plan para poner a Michael Warren en ese asiento, justo al lado de él. Para Schmidt, la proximidad de Michael le permitiría pasar la pistola humeante
que perturbaría completamente la vida de Michael Warren, y luego destruiría las vidas de las personas que le robaron a Warren lo único que atesoraba por encima de todo.
Pero Paulie Dupree no sabía lo que Schmidt estaba haciendo realmente, o por qué estaba incluso en el mismo vuelo. No fue Schmidt quien contrató a Dupree para manipular los auriculares. Él era solo un enlace para el hombre principal, quienquiera que fuera. Dupree no tenía idea de quién lo había contratado o por qué. Pero el dinero era bueno, y su fuente indetectable. A Paulie Dupree no le importaba qué papel desempeñara o no Schmidt en todo el escenario, ni sospechó nunca que el hombre tomaría una decisión fatídica que le costaría la vida.
Michael arruga los envoltorios de sus bocadillos de la máquina expendedora y los arroja a la basura cuando escucha su nombre en el altavoz. Responde en el teléfono de cortesía más cercano.
—¿Al? ¿Mi celular? Supongo que se quedó en donde pasé la noche. No, el vuelo se retrasó unos minutos. ¿Qué pasa?
—Acabo de recibir una llamada muy extraña, Mike —dice Jergens. —Algún informante quiere darte información valiosa antes de la audiencia de mañana.
—¿Qué informante? ¿Qué tipo de información?
—No lo sé, pero dice que va a volar la tapa del caso, a nuestro favor. Estará en tu vuelo a Nueva Orleans, por extraño que parezca. Espera a que un extraño se haga el amistoso contigo. Él hablará sobre la parodia de los indios.
Michael bufó burlonamente.
—¿Qué indios? ¿Los indios de Cleveland, por el amor de Dios?
—Qué lindo —responde Jergens. —No sé qué tribu. Pero dudo que demasiadas personas comiencen una conversación acerca de lo que el hombre blanco le hizo al hombre rojo.
—Me tengo que ir, Al —dice Michael al escuchar el anuncio del abordaje. —Te llamaré cuando aterrice, si me encuentro con el hombre indio.
Michael hace caso omiso de la conversación,
