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Moriet
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Libro electrónico683 páginas11 horas

Moriet

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Qué difícil es encajar en el mundo, pero aún más cuando éste se ha destruido. Moriet no estaba lista, tampoco el mundo, pero ambos resurgirían.
Un día sin más, ocurre el colapso mundial y, con ello, la aparición de unas extrañas bestias que acechan a la humanidad. Todo está destruido, los sobrevivientes forman facciones y fortalezas para resistir. En medio de todo, está Moriet, una mujer áspera que le cuesta encajar y que, ahora, entre batallas, alianzas y traiciones, tendrá que descubrir su lugar en el nuevo mundo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 mar 2024
ISBN9788410005242
Moriet
Autor

Katia Irene Martínez Valles

Nacida en el norte de México, de profesión trabajadora social y, actualmente, estudiante de Derecho. A primera impresión: lejana del contexto literario; sin embargo, desde la adolescencia fue surgiendo un deseo por escribir, el cual tomó fuerza durante un día de octubre del 2021. Inició como un escape de la realidad, y en el 2023, cuando la primera historia se concretó, requirió todo el valor el desafío de hacer público aquello que me regala sensaciones indescriptibles. «Escribir me libera, me llena y me mantiene».

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    Moriet - Katia Irene Martínez Valles

    Moriet

    Katia Irene Martínez Valles

    Moriet

    Katia Irene Martínez Valles

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

    © Katia Irene Martínez Valles, 2024

    Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras

    Imagen de cubierta: ©canva.com

    Obra publicada por el sello Universo de Letras

    www.universodeletras.com

    Primera edición: 2024

    ISBN: 9788410003293

    ISBN eBook: 9788410005242

    Para aquellos que con una palabra, gesto o acción fueron inspiración para esta obra; para aquellos que se cruzaron, quedaron y apartaron de mi vida en el momento oportuno. Gracias.

    Prólogo

    Me gusta leer para conocer, pero más me encanta escribir, porque ahí le doy vida a las historias de mi cabeza, dejo de ser yo y me convierto en una narradora de eventos inusuales, fantásticos, y también, ordinarios, que hacen olvidar mi vida normal. Viajar a través de las letras modifica mi percepción sobre la vida. Olvido, siento y creo.

    Con Moriet empieza mi aventura en la escritura, yo, al igual que ella, nada se de este mundo, pero lo que descubro me fascina; por tanto, Moriet se convierte en mi guía, me vuelvo aprendiz del universo literario. Ambas tenemos mucho que aprender y desaprender, y ambas queremos explorar el nuevo camino que se nos abre a la par. Ella con historias y poderes fabulosos, yo con mi imaginación, dedicación y esfuerzo.

    Capítulo 1

    «El amor es más que una conexión entre dos personas»

    La vida se crea de fuentes inimaginables. Nunca sabremos dónde vamos a nacer ni dónde vamos a morir. Estas dos situaciones son trascendentales para el humano, pero reciben poco crédito. Nacemos de una combinación única y perfecta. Las circunstancias iniciales de nuestra vida nos forman, pero no nos definen, ¿o sí?

    Antes de que Moriet existiera en el plano terrenal, hubo un amor inusual y aventurero entre Natalia y Kane; ella mexicana y él europeo; ella una estudiante de derecho sin una relación sentimental y perteneciente a una familia bastante conservadora; mientras que, él tenía una vida hecha al otro lado del Atlántico, casado, con dos hijos y una carrera profesional exitosa. Sin embargo, en su viaje de trabajo a las tierras mexicanas había quedado fascinado con la diversidad natural y cultural del país, y aún más, cuando vio pasar la delgada figura de Natalia que resaltaba con su vestido verde trébol por los pasillos de la Universidad Valle Alto, donde él se presentaba como conferencista.

    Él, tomando ventaja de su edad y experiencia provocó el primer acercamiento que, en este punto, aún no planeaba enamorarse, pero sentía una impaciente necesidad de cruzar palabra con ella; así que, sutilmente sugirió a los catedráticos un acercamiento con los alumnos de último año para abordar dudas y compartir conocimientos, estos encantados, aceptaron y llevaron a cabo la dinámica. Se notaba a los estudiantes enardecidos de tener la oportunidad de compartir con el Máster Kane Castle, quien con sus treinta y dos años había logrado grandes aportaciones en la materia. Natalia, de veintitrés años, pronto se vio interesada en el conocimiento de aquel hombre y percibió que la miraba con cierta particularidad que la hizo sentirse intimidada, desconocía si era un gesto de arrogancia o de interés en ella. Esta duda se resolvió en los días siguientes al coincidir en los caminos turísticos que ofrecía aquel lugar, pues al instante comenzaron a salir y disfrutarse mutuamente; primero compartiendo conocimientos y ya con más ánimos cruzaron sus labios, abriendo paso a que la química surtiera efectos y los llevara a crear una historia única. Fueron dos semanas de felicidad antes de que él partiera de regreso su vida ordinaria y ella enfrentara su primer gran reto.

    ***

    Un embarazo inesperado en los 90 era para muchas familias la mayor vergüenza social, por lo tanto, cuando Natalia supo que estaba embarazada, se fue de casa ocultando su paradero y su situación a su familia y a Kane, quien había intentado contactarse con ella desde las tierras inglesas, sin tener éxito.

    Ella era una mujer determinada, se había dado permiso de vivir aquella fugaz aventura de amor sabiendo que, las consecuencias que de eso resultara debería enfrentarlas sola, pues su madre a menudo le recordaba las altas expectativas que tenían de ella; un embarazo no deseado sería el acabose para la familia, más si se enteraran quién era el progenitor. Así que, aunque deseaba volver a verlo decidió cerrar ese capítulo en su vida, enfocarse en costear sus estudios, culminarlos y volverse la más importante abogada de México; el ímpetu de su personalidad no la haría desistir de sus sueños.

    Por su parte, Kane, sin tener noticias de ella y convenciéndose de que eso era lo mejor, lidiaba con la vida real, la cual no era tan agradable como aquellas dos semanas con ella. Tenía emociones encontradas, por una parte, sentía remordimiento por haber engañado a su esposa, por otro, ansiaba escuchar una vez más la voz de Natalia. Pasaron los meses, y se convenció a sí mismo de que, ella había dado vuelta a la página y seguido con su vida y, él por su parte, tenía una familia y carrera de la que ocuparse.

    ***

    Pasaron cuatro años, Kane seguía pensando en Natalia constantemente y, un día, recibió una llamada que le regresó las esperanzas, un catedrático importante de la Universidad Valle Alto agonizaba a causa de cáncer, por lo que se organizaría un evento en honor a él, al cual le invitaban cordialmente. Sin pensarlo Kane aceptó la invitación y pronto se encontraba abordando un avión con rumbo a las tierras mexicanas.

    Al arribar, se dirigió al hotel Villa Linda el cual tenía un aspecto rústico y natural, sus acabados contemporáneos daban una sensación cálida y hogareña; era aquel lugar donde había tenido sus mejores días con Natalia, los cuales esperaba repetir.

    Después en la ceremonia, se dedicó, entre otras cosas, a indagar sobre Natalia, claramente, de una manera muy sutil. Sus colegas le informaron que actualmente era una abogada reconocida en el gremio y que tenía una bella casa en los Laureles, un lugar relativamente cerca de donde él se hospedaba. Su cuerpo se llenó de energía al saber que el encuentro los aguardaba, aunque no sabía si ella se había casado o formado una familia, pero iría a averiguarlo.

    ***

    Era sábado por la tarde, en los Laureles se apreciaba un bello paisaje y una esbelta mujer caminaba de la mano con una pequeña de cabello liso y castaño, las cuales se detuvieron en el «puente de piedra» el cual era el atractivo visual de los Laureles, pues debajo había un admirable rio cristalino adornado de vegetación y piedras sobresalientes al agua, también se podían apreciar diferentes especies acuáticas. Este paisaje iluminaba los ojos de Kane, sabía quién era esa mujer, así que en un salto precipitado caminó hacia ella al ritmo que su corazón latía, se paró detrás y exclamó «¡No ha sido fácil encontrarte!».

    Natalia, con sorpresa, le sonrió y casi lo abraza, cuando se percató que la pequeña a su lado le apretaba la mano y se escondía detrás de su vestido, mientras miraba fijamente a Kane con algo de desagrado, así que Natalia se agachó a su altura para decirle «no tienes de qué preocuparte, él es un hombre bueno, Moriet».

    Kane no podía dejar de verlas, era claro que era su hija, pero no quería hacer más preguntas; contuvieron el abrazo que ambos deseaban, y de nuevo, con una sonrisa se dijeron aquello que las palabras no podían.

    Caminaron por el puente, hablaron superficialmente sobre sus vidas hasta que llegaron a la situación que tenían enfrente: ¿quién era aquella niña? Él distinguía en ella un aspecto familiar. Dentro de la plática había quedado aclarado que ella seguía soltera, así que los cálculos rápidos de Kane le indicaron la posibilidad de que Moriet fuera su hija. Con miradas, aquellos cálculos se confirmaron, el sintió emoción como si hubiera olvidado por un momento que él ya tenía una familia lejos de ahí.

    Ella le dijo que prefirió no decir nada para no entorpecer la vida que él ya tenía y le esperaba del otro lado del Atlántico. Ahora, Natalia era más madura y no pretendía volver a vivir la aventura de años atrás, estaba enfocada en su hija y en su profesión; pero poco tiempo pasó para que, de nueva cuenta, vivieran ambos una historia de ensueño, siendo ahora la protagonista de su amor: Moriet.

    ***

    Sin embargo, pareciera que la felicidad tiene fecha de expiración, y se reducía a escasos quince días; esta vez se iba para siempre del corazón de ambos, sólo que Kane cargaría con ello por el resto de su vida.

    Un 16 de agosto de 1996, Kane salió de la casa de Natalia a temprana hora esperando regresar a medio día y pasar otro día lleno de aventuras, sabía que su tiempo se agotaba y pronto tendría que decidir si regresar a Europa o elegir lo que le llenaba el corazón de felicidad. Apenas había tenido pocos acercamientos con Moriet, puesto que, era una niña tímida, lo cual, se debía a su poco contacto con las personas, estaba acostumbrada a su madre y a la mejor amiga de esta; sin embargo, cada que él ataba sus agujetas, ella lo imitaba, de esa manera Kane fue ganando terreno y creando un primer lazo; pero la vida y el destino tienen la última palabra, y esta vez decidirían por él.

    Al regresar a casa de Natalia, se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta, subió a la recámara de ella y la encontró tendida en el suelo, con una navaja enterrada en su estómago, apenas alcanzó ella a decir sus últimas palabras y después expiró dejando su cuerpo sin alma. Sus intentos por rescatarla fueron en vano, volteó rápidamente a todos lados buscando a Moriet, quien se escondía en el closet viendo aquella cruel escena. Todo había terminado.

    Kane, sin fuerza, sin explicaciones, con un costal lleno de dudas, cuestionamientos y dolor, no tenía la menor idea de que debía hacer. Llamó a las únicas personas en las que podía contar: su padre, que estaba en el mismo país por negocios y, a la mejor amiga de Natalia, a quien había conocido una semana atrás. Mientras llegaban, estaba en la estancia con Moriet abrazándola e intentando mantener el control. Moriet no podía parar las lágrimas que sus ojos soltaban. No hacía ruido, sus sollozos apenas se escuchaban, su dolor se traducía en aquellos pequeños pucheros que se le escapaban, pues Natalia le repetía con frecuencia que debía ser fuerte; ella no entendía lo que pasaba, quería a su mamá de vuelta y el hombre que la cargaba no le daba la suficiente confianza.

    Era evidente que aquella escena del crimen apuntaría directamente a Kane; sin embargo, la llegada de Alfred, su padre, hizo esclarecer ante los oficiales aquella situación. Diana, la mejor amiga de Natalia, se ofreció para cuidar a Moriet y encargarse de su educación, pero la culpa que abrumaba a Kane le impedía aceptar aquella oferta; sabía que se lo debía a Natalia. El poco tiempo que había convivido con Moriet le hacía aferrarse a ella dejando de lado lo que era mejor para la pequeña.

    Dieron cristiana sepultura como era costumbre mexicana, los padres de Natalia no se presentaron y, por tanto, no conocieron a su nieta. Al parecer eran más fuertes las raíces conservadoras de la familia que la misma familia. Dejaron la casa de Natalia al cuidado de Diana y partieron a Europa.

    Capítulo 2

    «El destino tiene formas peculiares de dar lecciones»

    La situación era adversa y las dificultades continuaban, Kane tendría que enfrentar a su esposa Lena y por ende a sus hijos; sin embargo, la primera era quien le causaba miedo. El matrimonio joven de ambos fue un arreglo mutuo y voluntario entre las familias y ellos, pero al poco tiempo Lena y Kane descubrieron más diferencias que similitudes entre ambos.

    La primera complicación que afrontar era explicarle a Lena la existencia de Moriet. Eran el matrimonio perfecto en sociedad, pero en lo oculto, ahí donde ya no hay cámaras ni personas, sobrevivían a su matrimonio; por lo que, la primera noche de Moriet en Europa fue en la casa de su abuelo Alfred, donde Nicole, hermana de Kane, la recibió un tanto eufórica, pues al instante la rodeó con sus brazos llenándola de besos y abrazos, ante esto, la pequeña Moriet se quedó inmovilizada, en su pequeño universo recordaba que no se debía hablar con extraños, además de que no entendía ni una sola palabra que salía de la boca de su nueva tía.

    Mientras tanto, Kane se enfrentaba a su esposa, quien era una mujer bastante rígida e inteligente. Él cruzó la puerta principal, ella se encontraba leyendo un libro en la sala de estar, distinguiendo que su esposo se acercaba por el sonido de sus pies arrastrándose por la duela de la casa, una sensación que la hacía ponerse de mal genio, ya que odiaba que se rayara su tan caro piso, ante ese acto siempre ponía sus ojos en blanco, pero rápido disimulaba; así que, evitando ser vista, se apresuró a darse la vuelta, poner buena cara y decir « ¡Vaya! Volviste. Tus hijos han estado preguntando por ti». Él, tendía la mayoría de las veces a complacerla o ignorarla para no generar ningún tipo de discusión, pues sabía que siempre perdería ante aquella mujer. Esta vez, tenía que ganar, tenía que convencer a Lena de aceptar a Moriet en casa.

    Así que, sin mayor preámbulo, fue directo al tema que podría causarle el divorcio y perder todo. «Te he sido infiel» lo dijo dejando que las palabras cayeran de golpe y esperando cualquier tipo de reacción de ella, sin considerar la posibilidad de lo que ella contestó: «Y yo lo he sabido desde siempre, no eres nada discreto al respecto; en cambio, si yo te engañara nunca te darías cuenta». Él se rió de manera irónica, nada de gracioso había en aquellas palabras y mucho menos en el constante empeño de Lena de resaltar su inteligencia por encima de la de él. Kane siempre tendía a perder el control de sí mismo, cosa que ella disfrutaba; en cada discusión él recordaba lo ambicioso que fue casarse por compromiso creyendo que ambos eran suficientemente inteligentes y maduros para conquistar el mundo, pero con el tiempo el matrimonio se había vuelto una competencia por quien era el mejor.

    Él se sentó, y al ver que su primera declaración no había generado ninguna reacción, continuó: «Bueno, como lo has tomado muy bien déjame agregar que también tengo una hija de cuatro años y se vendrá a vivir a esta casa conmigo».

    En ese momento ella se levantó rápidamente, se acercó al sillón donde estaba él y le dijo: « ¡Estás loco!, no puedes estar hablando en serio, si es una broma patética, retráctate en este momento». Esta vez Kane sonrió malvadamente, la venganza le venía bien; eso sólo provocó la ira de ella, así que respirando hondo caminó con cautela para cerrar las elegantes puertas de aquella sala y se dirigió hacia él, casi susurrando para evitar que sus hijos o algún empleado escuchara.

    —¿Cómo se te ocurrió cometer semejante error? Tu familia no pagará tus platos rotos, es tu problema y tú lo resuelves, en mi casa no vivirá ningún extraño.

    Kane calmado sobre el sillón, cruzó la pierna y le dijo: «Ya he tomado la decisión, mañana estará aquí».

    Ella seguía dando vueltas por toda la sala, tocándose la frente una y otra vez. Estaba furiosa, así que siguió: «Hablaré con mi padre, y disolveremos la sociedad que hemos mantenido por años con tu familia, si te atreves a traer a alguien a la casa, ¡estás arruinado!». Él decidió no escucharla más, su cometido estaba logrado y sabía de sobra que su esposa era lo suficientemente capaz de afrontar cualquier situación, pues lo que más le importaba era que su reputación y prestigio ante la sociedad se respetara y se mantuviera; así que se levantó, tomó su saco y concluyó: «La única manera de disolver la sociedad entre ambas familias, es con el divorcio, pero eso ya lo sabes ¡amor!, está en la cláusula de nuestro contrato matrimonial y tú te lo sabes a la perfección; así que si estás dispuesta a que nos divorciemos, entérate de que haré de conocimiento público que te fui infiel y que tengo otra hija, a ver cómo te deja esa circunstancia ante tus amigas, el colegio y demás instituciones a las que representas».

    Lena, no podía creer lo que escuchaba, y no iba a permitir que ninguna persona se interpusiera en sus planes y metas, eso incluía a Kane y a la pequeña que aún no conocía. Había logrado ser la representante de muchas instituciones de beneficencia social, así como la del colegio de sus hijos, era considerada un ícono entre los suburbios con los que se relacionaba. Al ver que su matrimonio no era lo que ella esperaba, había buscado una salida buscando la aprobación de los demás, era lo que siempre le había importado en su vida y siempre lo había logrado.

    Al quedarse sola en la sala de estar, dando vueltas, agarrándose y rascándose la cabeza y los brazos, como si una alergia le recorriera las extremidades, procesaba lo ocurrido y ordenaba a su mente acomodar sus infinitos pensamientos para encontrar una solución, pero la rabia la inhibía; no le molestaba la infidelidad o eso se decía para no verse débil, pero maldecía a Kane por no haber sido el hombre que ella esperaba.

    Por su parte, Kane se sintió vencedor al haber ganado aquella discusión y haber mostrado firmeza en su decisión, además de la alegría que le daba ver a Lena histérica, pues era algo inusual, pero poco le duró esa sensación, ya que la confusión de su mente le recalcaba que era un hombre cruel por condenar a su familia y a Moriet a convivir por el resto de sus vidas, se aborrecía por haberle fallado a Lena y a sus hijos, a Natalia, y ahora, a Moriet. Una vez refugiado en su estudio, se soltó a llorar por aquello que nunca sería, por sus culpas y pecados; el dolor calaba en el pecho, había perdido a la mujer que más había amado, «¿Cómo era que el destino pudiera ser tan cruel?», pensaba, a su tristeza se unía la vergüenza que le daba ser un hombre tan débil, detestaba haber engañado a su esposa y ser tan mal ejemplo para sus... ahora, tres hijos. Estaba devastado, pero al salir de ese estudio tenía que volver a disfrazarse y seguir actuando.

    ***

    Amaneció y las ideas de Lena eran más claras, cuando bajó Kane para desayunar en familia, su pequeña hija Larissa corrió a sus brazos feliz de verlo otra vez, su hijo mayor Harry que era reservado como su madre y algo tímido, espero en la mesa a que él se acercara y lo abrazara. Finalmente, los cuatro en la mesa, Lena comenzó la plática explicando a sus hijos que adoptarían a una niña que había quedado huérfana y que debían ser amables con ella. Kane quedo atónito con lo que escuchaba, pero siguió la mentira, y agregó «Esta niña tiene cuatro años, perdió a su madre en un accidente y ha quedado sola, así que tendrán que ser pacientes con ella». Larissa y Harry eran bastante parecidos en apariencia a su madre, por lo que quedan pálidos del impacto de la noticia, pero, obedientemente, asentían con la cabeza, mientras llevaban bocado a su boca. Por su parte Lena, no sabía si lo que decía Kane era verdad o mentira, pero no tenía manera de comprobarlo. Durante sus largos diez años de matrimonio sabía que Kane la engañaba, pero nunca imaginó que hubiera engendrado otra hija. Terminaron el desayuno, Kane llevó a los niños al colegio y Lena esperaría en casa su regreso para seguir hablando del tema.

    Después de dejar a Harry y Larissa pasó a la casa de su padre Alfred, donde lo esperaba su hermana Nicole, abordándolo con un sinfín de preguntas sobre la presencia de Moriet; si bien Alfred ya le había dado avances a ella no le parecía suficiente. Kane se dio el tiempo de contarle a ambos toda la historia dejando caer una lágrima al recordar a Natalia. Alfred sólo suspiró sin poder opinar al respecto, sabía que su hijo era un hombre honorable, pero no quería justificar sus actos y atribuírselos al amor o a su inmadurez. Nicole adoraba a su hermano y sabía que si esto le afectaba tanto era porque su amor por ella era verdadero, así que, limpiando sus lágrimas le prometió su apoyo incondicional.

    Kane pasó a la habitación de Moriet, la encontró sentada en la cama viendo a la ventana con su mirada en el vacío. « ¿Qué estaría pensando?, ¿habría visto al asesino?, ¿cómo poder ayudarla a afrontarlo?». No había manera, así que se acercó a la cama, ella lo vio y lo abrazó inmediatamente para decirle en un susurro « ¡Quiero volver a mi casa!, llévame, por favor».

    —No puedo hacerlo; lo siento, pero te llevaré a una nueva casa donde estaré contigo y tendrás dos hermanos que te harán compañía y serán tu nueva familia.

    —¡No quiero, no quiero! —sus ojitos se llenaban de agua y le insistía volver a casa.

    Él trataba de animarla argumentando que la nueva casa era muy amplia y linda, ella se negaba, así que, él cargándola por la fuerza y con el corazón hecho pedazos la subió a la camioneta con dirección a su residencia Castle&Myers.

    ***

    La presentación de Moriet en la residencia de Kane, fue de lo más simple, cruzó la puerta, vio a la pelirroja señora con cara pálida que fruncía el ceño, era Lena, mientras que el jovencito de cabello relamido al costado de la señora pelirroja, la miraba con una sorpresa disimulada; sin embargo Larissa, la encantadora niña de cabello dorado saltaba de emoción y se frotaba las manos al ver una nueva niña en la casa, pero ninguno la saludó hasta que Lena lo ordenó, pues ya había anticipado una plática con ellos y les sugería no ser tan escandalosos en recibirla para no perturbarla; esto, lo hacía a modo de autoprotección, pues ella misma no sabía cómo reaccionar al ver a la hija de otra mujer, su estómago se contraía, tenía las manos sudorosas y su piel lucía más blanca de lo normal. Larissa ya deseaba abrazarla y mostrarle la casa, al fin tenía una amiga para jugar todo el tiempo. Harry, por el contrario, había aprendido a seguir órdenes y conocer los estados emocionales de su mamá, sabía que algo no andaba bien, así que era el menos interesado en conocer a aquella «niña ajena», como había escuchado a su madre llamarla.

    Kane le mostró su habitación a Moriet y le presentó a Galia, la empleada de la casa, quien se encargaría de apoyar a Moriet a comunicarse con los demás, mientras aprendía el idioma. Galia, era de raíces madrileñas, tenía diez años trabajando para los Castle y conocía a la perfección los gustos y deseos de la familia, ahora tenía nueva tarea: conocer los de Moriet.

    Lena preparó la presentación oficial de Moriet ante la sociedad, junto con una historia muy convincente que evitaría cualquier tipo de sospecha. La niña era mexicana, pequeño detalle que le faltó contar a Kane, lo que la hacía idear una historia más complicada. Llegado el día de la presentación, los Castle quedaron ante sus invitados como unos excelentes seres humanos: «siempre tan altruistas y solidarios con los menos favorecidos» fueron algunos de los comentarios de los invitados, situación que generó algo de felicidad a Lena.

    Capítulo 3

    «A veces se te puede ir la vida encontrando quién eres»

    Lena, forzosamente se convirtió en madre de Moriet, Kane hizo sus viajes de trabajo más frecuentes, y en su poco tiempo con Moriet veían juntos el álbum de los quince días de felicidad que guardaba en su estudio, pero no podía permitirse mostrar tanto amor a Moriet, puesto que, sus otros dos hijos podrían tomarlo a mal. Harry ahora tenía quince años y un carácter amargo y reservado, siempre complaciente a lo que su madre pedía y quería, y aunque nunca lo dijo en alta voz, sabía que por Moriet corría la misma sangre que él, pues más de una vez había escuchado a su madre llorar escondida; por tal razón, procuraba no acercarse a ella. Larissa, de once años había sido limitada por su madre para no acercarse tanto a Moriet, pero astutamente la buscaba a escondidas por las noches y le leía sus libros favoritos, lo cual ayudaba a que Moriet practicara el idioma. A pesar del cariño que sentía por su hermana cuando veía a su padre convivir con ella o abrazarla se le retorcía el estómago de celos, esa confusión de sentimientos que la perseguía crecía más con los recordatorios de su madre de no dejarse robar el cariño de su padre por nadie, pero a pesar de haber heredado la inteligencia y astucia de su madre para percibir cuando las cosas andaban mal, casi siempre, tendía a la personalidad de su padre y lo desechaba rápidamente.

    Moriet, ya había cumplido nueve años y desde que había llegado a aquella «fría» casa, como se refería cuando platicaba con Galia o su abuelo, se había hecho la promesa interna de no pedir nada, no molestar, pasar desapercibida y no llorar. Recordaba las palabras de su mamá: «Somos mujeres fuertes, y nunca nos mostramos débiles ante los demás», «en casa ajena, debes comportarte». Aunque Natalia se había ido hace mucho tiempo, Moriet la encontraba cada noche, en sus pensamientos, cantaba en voz baja La guirnalda, canción que su mamá le había enseñado mientras limpiaban la casa. Aunque ella era inocente de las decisiones de sus padres, ahora era el constante recordatorio de los malos actos de Kane.

    Por suerte, durante esos cinco años la tía Nicole atendió las necesidades emocionales de Moriet, siempre que le era posible. El abuelo acostumbraba a llevarla de paseo una vez por semana mientras le relataba la historia familiar de los Castle y se deleitaba escuchando el canto que apenas y susurraba Moriet, pues en sus primeros años en Europa la pequeña no entendía el idioma y era muy tímida, por lo que, Alfred intrigado por entender aquella canción y deseoso de poder comunicarse con ella aprendió su idioma y junto con Nicole la enseñaron a hablar el de ellos. Moriet y su abuelo, se convirtieron en amigos y cómplices y cuando no querían que alguien entrara en su conversación recurrían al idioma seguro: el español.

    Desde la lamentable pérdida de la abuela Margot; Alfred había perdido el carisma y motivos para sonreír, por lo que Harry y Larissa tuvieron que dejar en el recuerdo al abuelo amigable y simpático; además que Lena prefería que sus hijos convivieran más con sus padres: los Myers, pero cuando Harry y Larissa, se dieron cuenta de que el abuelo sí sonreía y jugaba con Moriet, los celos y la envidia se hicieron presentes generando un resentimiento, pese a que ya no les interesaba compartir esos momentos con él.

    Entre las historias de Alfred, la favorita era hablar de su amada esposa Margot y de aquellas últimas palabras antes de su muerte «El otoño renueva las cosas, quédate aquí, vuelvo en un minuto». En aquel momento, él creyó que ella alucinaba debido a su condición, pero cuatro años después descubrió que al minuto siguiente de la muerte del amor de su vida había nacido Moriet, el 23 de septiembre de 1992 a las 1:10 am, momento en que, entró el otoño a la Tierra. Eso le había devuelto la razón de vivir, estaba seguro de que Margot en su momento agonizante podría percibir que algo maravilloso estaba sucediendo en el otro extremo del planeta, por lo que su amor por ella prevalecía más allá de la muerte, pues en el rostro de Moriet podía ver los ojos de su amada eterna, además de encontrar una misión, una razón para vivir y ser feliz; por tanto, no se limitaba en demostrarle su amor, mismo que la acompaño en sus siguientes años de vida.

    ***

    A pesar del tiempo y de la madurez que llega naturalmente, Moriet nunca cuestionó los actos de sus papás ni se preguntó dónde estaban sus abuelos maternos ni siquiera le interesaba si Lena la quería o si sus hermanos la aceptaban; le bastaba la atención medida que le daba su padre y le complacía profundamente tener a la tía Nicole y al abuelo, pues ellos la llenaban de tanto amor que, con ansias esperaba la hora de la visita para correr abrazar su tía y contarle todo lo que había hecho en la semana, así como cantar y jugar con el abuelo. Moriet era intrépida cuando estaba en confianza y, en la residencia, pasaba el tiempo leyendo, observando el cielo o hablando con Galia, la única en quien confiaba en esa casa; en la escuela le gustaba analizar a las personas y así decidía si se abría a la conversación o pasaba de largo; en el jardín cantaba para su mamá como si ella estuviera a su lado.

    En su adolescencia nunca sintió interés por las relaciones amorosas, incluso parecía no comprenderlas. Cuando Harry se casó, la felicidad que todos mostraban le resultó indiferente; lo mismo pasó cuando Larissa comenzó a tener novios y la veía emocionada por las fiestas y los amigos. Nicole le enseñó los temas relacionados a la educación sexual y emocional, pero respetando su privacidad nunca la cuestionó sobre si había alguna persona que le interesará. Lena le dio los recursos necesarios, educación, alimento y salud, nunca interactuó con ella más allá de lo debido. Kane, nunca superó la muerte de Natalia, y constantemente le decía a Moriet «la vida no es justa» acompañado de un suspiro profundo; ella nunca entendía a que se referían con eso, él había pasado de esconder su romance con Natalia a ocultar su amor paternal por Moriet.

    Alfred, persistía en su deseo de conocer y comprender a Moriet, pues a pesar del tiempo y la convivencia no lograba descubrir cómo se sentía respecto a los cambios drásticos de su vida; era común verla en el jardín con la mirada ausente, a veces debía llamarla dos veces para que le escuchara; por tal razón, viajaban cada dos meses a México. Estos viajes iniciaron con la intención de que Moriet no olvidara sus raíces y se sintiera completa, evitando siempre volver a los Laureles y despertar malos recuerdos; sin embargo, paulatinamente Alfred adquirió un interés especial por la cultura mexicana y, por tanto, se animaban a soñar que al concluir sus estudios universitarios se irían a vivir a México y abrirían un museo.

    ***

    La residencia Castle&Myers no contribuyó en nada a generar vínculos con sus hermanos ni con Lenna. Los primeros años Larissa y ella habían compartido pequeños momentos, los cuales se fueron reduciendo hasta ser nulos debido a las distintas y exhaustivas clases de Larissa: piano, natación, gimnasia, campamentos en vacaciones, etc. Su padre se había convertido en un ente en la familia, vivía trabajando y viajando, y la conexión que Moriet tenía con él era casi secreta. Él, antes de salir de viaje lanzaba bajo la puerta de la recámara de Moriet una sobre, el cual contenía un acertijo que Moriet tendría que descifrar antes de que el terminara su viaje, al descifrarlo, ella iba a su estudio y lo guardaba en el cajón secreto que se encontraba debajo del escritorio.

    Cuando Moriet cumplió dieciocho años, tomó la decisión de irse a la casa de su abuelo con la justificación de que él necesitaba compañía, ya que la tía Nicole se había casado hace cinco años y sólo lo visitaba ocasionalmente. Ante aquella decisión, Lenna se mostró indiferente y Kane no se sintió con el derecho de oponerse.

    Curiosamente, Harry, quien ya estaba casado y con hijos, al saber la noticia trató de persuadir a Moriet de que no se fuera, insistiendo en que esa era su casa. La conversación fue impactante para Moriet, incluso no recordaba cómo era su voz, estaba segura de nunca haber cruzado palabra con él. Harry había madurado y, al salir de esa casa y construir su propia familia, se dio cuenta de que todo el tiempo vivió enojado con una niña que no tenía la culpa de nada de lo que sucedía allí, así que trató de limar asperezas, pero era tarde, esto sólo generó que en Moriet despertará un resentimiento que había ignorado todos estos años y que vivía escondido en su interior.

    La pasividad de Moriet no era la única característica sobresaliente de su personalidad, sino que tendía a reflejar con su actitud y postura física las situaciones que le molestaban, era la única forma de responder ante la tensión que vivió por catorce años con una familia que la veía como una intrusa. Una vez que, terminó su discurso; ella, seguía guardando las últimas cosas en la maleta, por lo que, elevó su mirada a él, mordió su labio cuidando que decir, y con indiferencia le contestó: «Te veo en Navidad», tomó sus cosas y se marchó.

    Aquel momento, la hizo revivir aquellas situaciones en que, él la ignoraba por el hecho de no saber cómo lidiar con su presencia. La primera imagen que pasó por su mente, fue el día que la culparon injustamente de haber tirado la jaula que resguardaba al canario de Lena, cuando lo que había sucedido es que Harry se encontraba jugando con sus amigos y uno de ellos al ser empujado, tiró, accidentalmente, la jaula aplastando con ello al canario, por lo que, se deshicieron de la evidencia y dejaron la jaula tirada en el suelo, acto seguido Moriet entró y tomó la jaula para acomodarla y evitar que Lena se alterara por el desorden generado, pero para su mala suerte en ese preciso momento entró Galia y al ver a Moriet con la jaula en sus manos, dedujo que había sido una travesura de niña, la cual hubiera dejado pasar de no ser porque detrás de ella venía Lena que, al ver la escena su rostro cambio de color, las venas de su cuello se inflamaron queriendo lanzar un grito desesperado, pero conteniéndose con la mandíbula contraída, mantuvo la cordura para decir controladamente: «Es lo que pasa cuando le abres las puertas de tu casa a los ajenos» atribuyendo toda la responsabilidad de lo sucedido a la pequeña niña de cinco años, sin darle oportunidad de una explicación. Galia sintió pena por Moriet y se la llevó a la cocina para compensar el mal rato con galletas. Seguido de esto, Moriet fue exhibida ante su padre, quien no la regañó, pero tampoco creyó su versión y le pidió que cuidara las pertenencias de los demás. A su corta edad, Moriet tuvo que aceptar y entender que no era bienvenida en esa casa y que nadie, salvo Galia, creería en ella.

    En fin, Harry, al escuchar la respuesta de Moriet, resopló y agachó la cabeza para después retirarse de la recámara. Ella no estaba dispuesta a analizar lo que había sucedido, sólo esperaba salir de esa casa y no regresar; mientras recorría por el pasillo las habitaciones vio a Larissa sentada frente a su computadora, ambas voltearon a verse y sonrieron a la par, no había rencores, su niñez fue diferente para las dos; mientras Larissa tenía una agenda llena de actividades extracurriculares, Moriet tenía una sola actividad después de la escuela, lectura en casa, lo demás era recorrer la amplia residencia en la que vivía; pocas veces tuvieron oportunidad de jugar y convivir.

    Llegado el momento de despedirse de Lena, Moriet, estaba algo nerviosa, tenía preparado un discurso, pero Lena era una persona imponente. Cada que Moriet tenía que cruzar palabra con ella, tenía que hacer una respiración profunda, y en este caso, ese respiro tomó más tiempo de lo acostumbrado. Armada de valor, se acercó al sillón donde Lena se encontraba leyendo la revista de sociales, y le dijo «Me retiro de tu casa, te agradezco el tiempo en que cuidaste de mí y las cosas que hiciste por mí».

    A lo que Lenna respondió, sin dejar de ver su revista «lo que hice por ti, lo hubiera hecho por cualquier otra persona».

    Moriet no entendió, si eso era algo bueno o malo, o sólo la indiferencia que le había mostrado desde su llegada, pero era un tema menor para ella en ese momento, ya que sólo anhelaba estar en casa de su abuelo. Por último, estaba Galia, quien lloró desde que Moriet le externó que quería vivir con su abuelo, la abrazó y le dio tantos besos como pudo, y no dejaba de decirle: «Mi niña, no sabes cuánto te extrañaré».

    Esto hizo que una sensación recorriera su garganta y se atorara en su estómago, después de la muerte de su mamá no había repetido esa emoción: la tristeza, después de todo alguien si la iba a extrañar, alguien sí la quería.

    Antes de irse, pasó por el estudio de su padre, esté se encontraba de viaje, así que le dejó un sobre guardado en el cajón que contenía la respuesta al último acertijo, una lágrima cayó por su cara al saber que el juego había terminado. Al abrir el cajón, vio una foto de Natalia y Kane en México, ambos sonriendo y al reverso de la foto decía «Nuestra historia será épica, 1992». Esto hizo que sus ojos desbordaran más lágrimas que recorrieron rápidamente sus mejillas, es como si hubiera olvidado el terrible desenlace de su mamá y se estuviera enterando por primera vez. Esa fotografía tenía poder, amor y dolor. Irónicamente, se sintió especial y querida, entonces recordó «quince días de felicidad», rebuscó para encontrar el álbum y halló un sobre amarillo acompañado de una nota que decía: «Investigación en curso». Por una extraña razón, se le revolvió el estómago y se mareó al leer aquella oración, no sabía a qué se refería, pero sin duda quería ver más, lo cual resultó imposible, puesto que Galia entró para decirle que había llegado el chofer por ella.

    Algo había cambiado en ella en ese preciso momento, su existencia tenía sentido; sin duda, su vida apuntaba a un cambio inesperado.

    Capítulo 4

    «La libertad tiene colores oscuros»

    La llegada a la casa de su abuelo permitió que fuera libre para andar por toda la casa y disfrutar su tiempo con él, ocasionalmente su padre la visitaba y compartían tiempo juntos; sin embargo, nunca se atrevió a tocar el tema de aquél sobre amarillo.

    Ingresó a la Universidad, destacó como alumna sobresaliente, viajaba con su abuelo, visitaba a su tía, pronto tuvo primas, unas gemelas que la adoraban; parecía que su vida por primera vez era normal, reía y disfrutaba. Unas pocas ocasiones al año tenía que soportar la presencia de los Myers, como su abuelo y ella llamaban a Lena y sus hijos, navidad, el cumpleaños de Kane y del abuelo. En esas celebraciones, Harry permanecía cerca de Moriet esperando tener una comunicación más profunda, pero Moriet lo evitaba, no le encontraba sentido a interactuar con él, le resultaba indiferente. No se sabía si las intenciones de Harry eran sinceras o si escondía algún plan detrás, ya que, en más de una ocasión Lena mencionaba que el abuelo sería capaz de cometer el error de dejar su herencia a aquella «mujer ajena», a pesar de todo el tiempo que Moriet vivió en su casa, le pesaba mucho mencionar su nombre, era más fácil referirse a ella como alguien que no conocía.

    ***

    El tiempo fue avanzando; Moriet estaba por terminar sus estudios en sociología, y le aguardaba un viaje largo en compañía de su abuelo a las tierras mexicanas, donde investigarían cómo crear un museo. La graduación estaba cerca, los boletos de avión listos, un departamento rentado por tres meses en México y el abuelo gozaba de buena salud.

    Sin embargo, el apenas inicio de una vida de ensueño de Moriet, se vería perturbada por una serie de acontecimientos catastróficos que la harían recordar lo sola que estaba en el mundo desde sus cuatro años.

    ***

    Meses después, se llegó el día de la graduación. Alfred y Nicole prepararon una cena discreta donde sólo participaron ellos, Kane, el esposo de Nicole y las gemelas: Eva y Alina. Después, Lena se vio forzada socialmente a organizar una celebración para la hija adoptada, en la cual hubo una especial lista de invitados elegidos cuidadosamente por ella, y como era evidente, ella fue el centro de atención de aquel evento, incluso dedicó unas fingidas palabras para Moriet acompañado de un apretado abrazo del cual se capturó el momento en distintas cámaras fotográficas para que fuera publicada en el periódico en la sección de sociales. Kane apenas y apareció en aquel evento, saludó a los invitados y después se alejó de la muchedumbre; lo mismo hizo Moriet, quien también huía de ellos, pues sólo se acercaban para felicitarla por la «dicha que era tener a Lena en su vida» eran algunos comentarios de los presentes, a lo que ella sonreía bastante forzada. Librándose de la multitud, siguió desde lejos el camino que tomó su padre, cuando de pronto lo vio hablar sospechosamente con un desconocido, quien no vestía un traje tan elegante como los demás; comenzó a acercarse sigilosamente para ver mejor, aquel hombre cargaba un maletín, así que supuso que estaba ahí por negocios, los vio dirigirse al estudio de Kane, y antes de que este cerrara la puerta vio de nuevo el sobre amarillo, asomado en el escritorio.

    La noche había dado un giro drástico, ahora se sentía viva otra vez, la intriga de saber que hablaba su padre con ese hombre y que tenía que ver eso con su madre, era más interesante que la fiesta. Esperó fuera del estudio pegado a la puerta para poder escuchar, su emoción le impedía ser precavida, y fue descubierta por su abuelo, quien ya la buscaba desde hace un rato.

    —¿Qué haces aquí Moriet? Eres la festejada deberías intentar participar —le decía mientras la tomaba del brazo dirigiéndola a la fiesta.

    —Sabes que estas cosas no son lo mío, prefiero esconderme hasta que todos se vayan. —A la par intentaba zafar su brazo del de su abuelo.

    —¡Oh vamos Moriet!, sólo esta noche y ya. México nos espera.

    —¿Qué hace mi padre ahí dentro? —preguntó ella sin más miramientos.

    —Seguramente negocios ¡Vamos!, sabes que no le gusta que lo molesten cuando está trabajando —dijo con un tono diferente que podía reflejar un ligero nerviosismo.

    Acabada la celebración, el abuelo y Moriet se fueron a su casa; todo el camino ella estuvo callada, en su interior pensaba en aquel hombre extraño y en la muerte de su madre, fue la primera vez que cuestionó su muerte, pero sabía que preguntar al abuelo no resolvería nada, tendría que buscar las respuestas en otro lado.

    ***

    Pasados los días, llegó el momento de viajar a México, estaba todo listo, pero la incertidumbre seguía atormentando a Moriet, por lo que decidió ir a la casa de su padre, y entrar a su estudio, con la excusa de que había olvidado un libro, no contaba con el hecho de que Kane estaba en casa, así que, al entrar al estudio, lo encontró, y sobre el escritorio, todos los acertijos del juego secreto entre ellos. Ella supo que era momento de preguntar.

    — ¿Qué investigas padre?

    Él no se mostró sorprendido, posiblemente el abuelo le había advertido y sabía que no podía dar a Moriet una respuesta equivocada, ya que ella era demasiado astuta.

    —Moriet, no tienes de qué preocuparte, en su momento lo sabrás.

    Su molestia era notoria, aun así, trato de disimular de la mejor manera y controladamente dijo:

    —Sé que se trata de mi madre, es mejor que me lo digas ahora, sabes que puedo con la verdad, aun sea cruel. ¿Qué harás con esto? —agregó al tomar los acertijos sobre el escritorio.

    Kane se negó a decir lo que sucedía y optó por guardar silencio, se limitó a mirarla rogándole no preguntar más.

    Ella implorando con la mirada y mirando la dureza de su padre supo que no obtendría respuesta, por lo que con molestia tomó uno de los acertijos, lo echó en su mochila y antes de partir le dijo:

    —Lo voy a descubrir, y si me enteró antes de que tú o el abuelo me lo digan... —tragó saliva, tomó aire y continuó— me alejaré de ustedes y no volverán a saber de mí.

    ¡Ojalá Moriet hubiera sabido el peso de aquellas palabras! No era una persona que se prestara a dramas, pero este era su primer berrinche en muchos años, el cuerpo le temblaba, el estómago le daba vueltas y sus manos estaban frías. Kane no dijo ni una sola palabra y agachó la mirada, mientras ella se marchaba.

    ***

    Durante el vuelo, Moriet se mantuvo callada y procuró que el abuelo no notará el momento amargo que había pasado; sin embargo, Alfred la conocía demasiado bien, pero siempre había respetado la personalidad y privacidad de su nieta, además, no estaba preparado para contestar la serie de preguntas que viajaban por la mente de Moriet.

    Una vez que pisaron suelo mexicano el plan marchó según lo planeado, visitaron lugares maravillosos y auténticos. Alfred contactó varias personas de su elite, quienes le facilitaron su estadía, lo que permitió que ambos disfrutaran plenamente aquel viaje. Sin embargo, Moriet hizo una petición especial: ir a la casa donde ella y su madre habían habitado, lo convenció de que deseaba ir por cuestiones emocionales, y aunque el abuelo dudaba de sus intenciones, accedió. La entrada estaba adornada por un alto arco de concreto del que se divisaba «Bienvenidos a los Laureles», sobre el camino se podía apreciar a los costados los amplios campos verdosos llenos de frondosos árboles. Las casas de los residentes gozaban de una arquitectura típica del México antiguo, este lugar era considerado por la ciudad como de los paisajes más atractivos, pues la naturaleza y las edificaciones armonizaban sin dificultad. La casa azul, como la recordaba Moriet lucía en perfecto estado, por fuera tenía unas altas y anchas puertas de madera aseguradas por una pesada cadena y un candado, además de distintas ventanas y algunas acompañadas de balcones; adentro, lo primero a resaltar era el extenso patio central decorado con plantas, cubierto por un techo alto estructurado por ventanales de cristal que dejaba entrar los rayos del sol que alumbraban a las escaleras de concreto que llevaban al siguiente nivel, a los alrededores: la cocina, la sala de estar, el estudio de Natalia y un salón. Al subir las escaleras una Julieta se enredaba en todo el barandal; arriba, había tres recámaras: la primera la de su madre, la segunda de ella y una tercera para huéspedes. En el tercer nivel: una terraza con más plantas.

    La sensación de estar de nuevo ahí hacía erizar su piel, inmediatamente recordó fragmentos de su niñez, su corazón se aceleró y los signos del nerviosismo se hicieron presentes, sus ojos no daban tregua a cada detalle de la casa, se llenaban de agua, pero hacía su mayor esfuerzo conteniéndolas. Al estar en la recámara donde su madre murió, se sentó en la cama y miró hacia el techo, aún estaban las estrellas de luz que su mamá había puesto para ella. Quería desbordarse, pero se mantuvo, pues estaba ahí para buscar las respuestas que su padre y abuelo no le darían.

    El recorrido había terminado, a Alfred no le gustaba estar ahí, así que se retiraron, pero al día siguiente, Moriet se las ingenió para escaparse a la casa azul y ver que podía obtener. Parada frente a la casa, pensaba en ingresar por una de las ventanas, ya que no tenía las llaves, pero a su encuentro salió Renata, una anciana que vivía cerca del lugar y que se encargaba de cuidar de la casa bajo las órdenes de Diana. La anciana interrogó a Moriet, pero ella no se atrevió a decirle su parentesco con la difunta, puesto que sospechaba que la delataría; así que fingió ser una investigadora extranjera que deseaba conocer la cultura mexicana; de nada le sirvió esta mentira, Renata, quien estaba advertida de sólo recibir a los señores Castle, no le creyó y, por tanto, no la dejó acercarse.

    Ante su fracaso, caminó de regreso al departamento donde se hospedaban y, para su buena fortuna, se topó a una señora mayor que batallaba para hacer girar su carrito de despensa, al ver esto, se acercó para ayudarla, la señora aceptó la buena voluntad.

    —¡Muchas gracias, jovencita! Dios te lo pague, vivo a tres casas de aquí, si eres tan amable de ayudarme hasta allí, en esa casa color melón con plantas en la acera.

    Al ver Moriet, la casa que le señaló, se dio cuenta de que estaba casi enfrente de la casa azul, así que aprovechó la caminata para indagar.

    —¿Sabe quién vive en la casa azul? Busco la casa de una amiga y me ha parecido que esa es.

    La señora río e hizo un ademán con su mano.

    —¡Oh no, hija!, ahí nadie vive, ha estado sola por más de quince años, al parecer una mujer fue asesinada y nunca atraparon al delincuente, así que no creo que ahí sea la casa de tu amiga. Esa casa es vigilada por la señora Renata y no deja que nadie entre.

    —¡Oh, ya veo! Me pareció escuchar unas voces dentro de la casa, así que me acerque a tocar, pero nadie contestó.

    Moriet estaba creando mentiras con una velocidad impresionante para sacarle más información a la señora, ya que había visto que era un tanto comunicativa.

    —Tal vez oíste a los señores que vienen de vez en cuando a ver la casa. Ahí también desapreció una niña, la hija de Natalia.

    Moriet se sintió helada al escuchar el nombre de su mamá.

    —Así se llamaba la mujer que vivía ahí; cuando murió, meses después vinieron sus padres buscando a la nieta que nunca conocieron, pero nadie supo decirles donde estaba, al parecer su padre se la llevó lejos para que la pobre niña olvidara tan horrible crimen.

    Moriet no sabía cómo reaccionar a lo que estaba escuchando, sentía sus oídos retumbar, sentía tristeza, nostalgia y coraje. «Tenía otros abuelos ¿Dónde estaban?, ¿me estarían buscando todos estos años?, ¿por qué mi padre y abuelo nunca me lo dijeron?», pensaba.

    Siempre supo que la muerte de su madre era un misterio, pues ni ella recordaba ese día, pero lo que decía aquella señora era mucho más de lo que ella esperaba descubrir. Las náuseas no se hicieron esperar, su autocontrol iba en picada, así que después de dejar a la señora en su casa, corrió en busca de su abuelo, lista para cuestionarlo. ¡Qué largo fue el regreso! Sus pensamientos se revolvían con las preguntas que le iban surgiendo, respiraba aceleradamente dejando escapar algunas lágrimas.

    Al ver a su abuelo, se desbordó ante él con un sinfín de preguntas y reclamos; Alfred ya estaba enterado por Diana de que Moriet había ido al lugar, sólo fue necesario que Renata describiera a la persona que se acercó para deducir que se trataba de ella. Él extendió sus brazos para rodearla, pero ella se negó, la confusión se apoderaba de su ser.

    —Debiste esperar, nunca te hemos ocultado nada, hemos cuidado la verdad hasta estar seguros de que pasó aquella noche —dijo él—. ¡No te quiero escuchar!, han tenido que pasar dieciocho años para enterarme por una extraña lo que le pasó a mi madre y que mis abuelos me estuvieron buscando —le respondía mientras se dirigía a su habitación.

    ***

    Por la tarde del día siguiente, Kane estaba en la sala del departamento, al lado del abuelo, sosteniendo el sobre amarillo, esperando que Moriet bajara, pues había decido no salir para nada. De fondo se escuchaban las noticias donde se mencionaba probabilidades de ventarrones y lluvias a causa de una explotación masiva en alguna empresa cerca del Golfo de México, lo cual no le dieron importancia por la gravedad del asunto que tenían en sus manos. Bajó Moriet, con los hombros contraídos, se disculpó por haber gritado el día anterior, pero les externó su molestia.

    —Necesito estar sola, nunca supe definir como me sentía, siempre me sentí una extraña a cualquier lugar que iba, pero hoy puedo descubrir que estoy muy enojada.

    Kane se paró, extendió su brazo y puso en sus manos el sobre amarillo.

    —Tienes razón en sentirte así, pero no quiero darte información falsa. He pasado todos estos años investigando que ocurrió, quien mató a tu mamá: mi Natalia, ella era el amor de mi vida y alguien nos la arrebató. Él se volvió a sentar en el filo de aquel acolchonado sillón, puso sus brazos reposados en sus piernas y juntó sus manos para decir:

    —Soy culpable de todo Moriet, te quité la vida que tenías aquí, te condené a vivir con personas que nunca te quisieron. ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! No sé cómo solucionar todo esto. La investigación es confusa, abre el sobre, te darás cuenta de que todo te lleva a nada. No sé si tu mamá estaba en problemas, era una abogada muy prestigiada, lo que sabemos es que no se robaron nada de la casa, no te hicieron daño a ti. Por eso todo este tiempo he jugado contigo a los acertijos, quería ver si de alguna manera tú puedes recordar que pasó ese día. Tal vez ahora no lo recuerdes, pero no dormiste durante tres días, te quedabas sentada en el piso con la mirada ausente y con tus manos extendidas como si estuvieras tomando la mano de tu madre, posiblemente tú presenciaste aquel asesinato y ahora no lo recuerdas. Y yo sólo traté de no atormentarte más.

    Mientras él decía todo esto, Moriet observaba con cuidado lo que había en aquel sobre: eran entrevistas a los posibles testigos y sospechosos, documentos del despacho en que trabajaba Natalia, y al final, las crueles fotos del asesinato. Sus lágrimas le opacaban la mirada y caían sobre aquellos papeles; comprendía a su padre, pero era difícil desenredar los sentimientos que hacían a su cuerpo querer explotar.

    —Esto es mucho para mí, quiero estar sola, verlos ahora me llena de coraje, quiero estar en casa, en la real —dijo con la voz entrecortada y llena de resentimiento, tomó las llaves de la mesa de luz al lado del sillón, guardó el sobre en su mochila y se salió.

    Ellos no intentaron detenerla, sabían que necesitaba asimilar la situación, y que la podrían encontrar en la casa azul.

    En las noticias se seguía hablando que la situación se había salido de control, muchas empresas a la orilla del mar habían quedado incendiadas, además fuertes vientos y lluvias ya se hacían presentes en distintas ciudades, hasta ahora se desconocía el motivo.

    Moriet se dirigió a la casa de su madre, tenía la ardiente necesidad de pertenecer a algo, dejar de sentirse una extranjera, una ajena, una extraña. No se podía quejar de la vida normal que su padre y abuelo le dieron desde su infancia, pero nunca pudo sentirse completa en aquellas enormes casas y aunque se había resignado a no preguntar por su mamá, ahora que tenía la verdad tan cerca, no se detendría; además, recién descifraba que lo que había deseado todo este tiempo, estaba a unos pasos de conseguirlo: pertenecer. El lugar mágico en que había vivido sus primeros años era todo lo que necesitaba.

    Lamentablemente, aunque estaba a metros de distancia de su verdadero hogar, la travesía para llegar sería

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