Crying Star, Parte 2
Por Kane Banway
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"Aún separados por años luz, ahora y siempre sentiremos la necesidad de matarnos los unos a los otros por una u otra razón. Y no crea ni por un solo instante que la humanidad pueda quedarse corta de pretextos en el futuro: aún peor, se recicla”.
La Olimpo se encuentra bajo el fuego enemigo. Por primera vez Perseo está entre la muerte y las elecciones drásticas que debe tomar para sobrevivir. El mundo, su mundo se va resquebrajando a cada instante y con cada una de sus decisiones.
Segunda parte de “Crying Star” en la que ya era hora de poner a prueba los ideales de Perseo y ver hasta dónde puede conducir una moral llevada a su extremo.
Kane Banway
Né à Paris le 3 avril 1980, son père décide pour ses 12 ans de balancer sa collection de BD pour les remplacer par l'intégrale de Sherlock Holmes, ainsi qu'un curieux livre contant les aventures d'un nabot aux pieds velu nommé Bilbo. De ce jour est né un grand amour pour l'imaginaire, l'évasion, le fantastique et les causes perdues(retrouver ses BD). Verne, Tolkien, Doyle, Zelazny sont rapidement devenu ses compagnons, bien plus que ses pauvres livres scolaires délaissés. Pour des raisons indépendantes de sa volonté, un grand nombre de mondes sont restés emprisonnés, derrière les barreaux de ses multiples boulots liés à l'informatique. Jusqu'au jour où la nécessité de laisser sortir ses prisonniers s'imposa...
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Crying Star, Parte 2 - Kane Banway
Crying Star, Parte 2
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Kane Banway
1. Caza
Desde su eyección del hangar, Perseo oía un pitido estridente del bloqueo enemigo y de una explosión de luz a su derecha. Sus manos se movieron en un acto reflejo, acoplando el impulso de la lanzadera al de los motores para lanzarse entre los restos de dos cazas. En su panel, tuvo tiempo de divisar cómo desaparecían sus aleros y de ver a dos triángulos rojos marcados como Once y Dieciséis girarse hacia donde él se encontraba. Le invadió la sensación de que se helaba por dentro. Se estremeció de miedo al ser el objetivo de cañones desalmados y que le atravesaran proyectiles abrasadores. Su dedo tembló sobre el botón de activación del escudo, listo para ser utilizado y otorgarle solamente tres segundos de protección. No se trataba de ningún entrenamiento o prueba. Podría dejar de existir en cualquier momento. Durante apenas medio segundo, le entraron ganas de gritarles a todos que era absurdo, que era posible detenerse, apagar los motores y ponerse a hablar como seres humanos. Después, ese instante pasó y el instinto de supervivencia ocupó su lugar. Localizó otro montón de naves y se lanzó hacia arriba encadenando una serie de maniobras de evasión. Rojo Dieciséis se apagó de repente, destruido por un disparo de torreta. Pero Rojo Once permaneció encima de él y le disparó una ráfaga tras otra. Los destellos de luz dorada pasaban a ambos lados del caza del joven. Perseo mantuvo su dedo sobre el escudo, pero se abstuvo de utilizarlo. El otro piloto se encontraba demasiado lejos como para que sus disparos fueran precisos: le provocaba sobre todo con el propósito de que gastara la energía limitada de su única defensa. Perseo se marchó con una maniobra de tonel para evitar otros disparos más precisos, mientras observaba como un trozo de gran tamaño de la nave Olimpo se deslizaba justo detrás después de haberlo adelantado.
La punta del triángulo Once no lo había dejado. Perseo aprovechó dos segundos durante los cuales los restos de la nave lo ocultaban para apagar el motor principal, poner a máxima potencia los auxiliares y dar así media vuelta. Once se hizo esperar medio segundo antes de emerger a su vez por detrás de las naves sin haber visto que su presa ahora estaba de frente. Perseo disparó. Estaban a menos de cincuenta metros el uno del otro. Vio las rayas amarillas abandonar el morro de su nave y dirigirse hacia la forma enemiga de color gris que había aparecido ante él. Once absorbió los primeros impactos y visiblemente trató de esquivarlos saliendo en tonel, pero el ordenador de localización de blancos apuntó sin piedad a esa distancia. Perseo vio como las balas atravesaban el casco del caza, como el metal se levantaba como si fuera papel al impacto de los disparos, luego una parte de la cúpula de la cabina de Rojo Once explotó en una miríada de pequeños destellos brillantes. Los reactores de la nave se apagaron lentamente a medida que el piloto relajaba la mano sobre la palanca de mando. Debía estar muerto, ya fuera por el vacío o por las balas. Once se apagó en su panel, un cuadrado gris como los demás.
Perseo se había olvidado de respirar: la mandíbula apretada, las manos tensas. Tomó una bocanada de aire y puso rumbo de nuevo hacia la Olimpo que había dejado lejos tras de sí.
-¡Oh, mierda!
No pudo impedir que se le escapara la frase de los labios. Los dos cruceros estaban ahí, ante su cúpula de cristal.
La Olimpo se desangraba. Nubes de gas gris y rojizo se escapaban perezosamente de sus flancos gravemente desgarrados. Faltaban trozos enteros del casco. La cúpula que albergaba el invernadero hidropónico había sido destrozada, dándole a la nave-escuela un aspecto de planeta desolado. El crucero Europa parecía intacto, mostrando su flanco a aquellos ya acribillados de la Olimpo. Centelleaban unos destellos entre las dos naves mientras unas pequeñas sombras oscuras revoloteaban sobre el otro flanco más o menos intacto del crucero, como un enjambre furioso de abejorros metálicos.
Perseo apretó la mandíbula y regresó a la contienda. Reparó en la zona de eyección del hangar de la que él mismo había salido. Otros cazas salían lanzados al instante. Contó cinco de ellos. Tres fueron abatidos en el instante mismo en el que asomaron el morro fuera. Recordó el destello de luz cuando él fue eyectado: un aliado abatido. Los supervivientes se dispersaron de inmediato, pero uno de ellos golpeó a una nave de la Olimpo y al entrar en contacto se transformó en una efímera bola de luz antes de apagarse. Armazón gris, frío y trampa mortal para el próximo piloto cegado por el miedo.
Perseo ahuyentó esa parte de su ser que trataba de recordarle que por poco había muerto allí, bajo los cañones o sobre uno de los restos que flotaban; que únicamente la suerte le había brindado unos segundos de vida adicionales. Pero no podía permitirse el lujo de mirar hacia ese rincón oscuro, donde un ser débil y aterrorizado se encogía cada vez un poco más con cada desaparición de aquellos minúsculos triángulos blancos.
Después.
Esa palabra que le había dirigido a Nereo para convencerle de que avanzara. Después.
Comprobó el interruptor de las comunicaciones: no se había emitido ninguna orden desde su salida. Estaban desorganizados, cada uno por su lado. Un piloto trató brevemente de tomar el mando, pero su frase se cortó entre ruidos metálicos y sonidos estridentes. Perseo ya no lo volvió a escuchar nunca más.
Reparó en un escuadrón que se volvía sin encarar el combate con los cazas ya presentes. Les vio en su panel cambiar de rumbo cuando una nueva hornada de cazas salió del hangar de la Olimpo. De nueve naves, tan sólo tres lograron esquivar los disparos de aquella barrera. El joven apretó la mandíbula e interceptó al miembro más próximo de ese grupo que permanecía emboscado. Su panel lo identificó como Rojo Cuatro. Otros dos triángulos escarlatas, Ocho y Seis, se iluminaron y fueron al rescate de Rojo Cuatro en cuanto Perseo le apuntó. Vio a varios triángulos blancos que habían logrado escapar del comité de bienvenida disparando a su vez una salva sobre cuatro Rojo. Su objetivo se replegó en chandelle esquivando el disparo. A Perseo esto le trajo sin cuidado: lo que quería era que los cazas enemigos no acecharan más la salida.
-Aquí Perseo a los recién llegados, concéntrense en Cuatro y Seis, yo me encargo de Ocho, ¡están disparando a las salidas de eyección! ¡Respondan y retrasen el próximo lanzamiento!
-Aquí la Olimpo. Confirmado. Dispone de sesenta segundos.
-Recibido –soltó otra vez en su casco entre dos interferencias y chasquidos siniestros de un equipo dañado.
Perseo vio a un triángulo blanco parpadear sobre su panel: Rojo Tres. El joven piloto salió a la caza de su aliado, Rojo Veintiocho. Le sorprendió por detrás, lo abatió en un instante, y Tres se desvió para interceptar a uno de los rojos que Perseo había nombrado. Vio a otros dos triángulos blancos seguir la maniobra y fundirse con el segundo objetivo que había marcado.
Perseo logró esquivar un disparo y volvió a salir en tonel al mismo tiempo que buscaba a Rojo Ocho en su panel. Lo bloqueó presionando con su dedo el panel y rodeando al triángulo rojo de un contorno blanco, bien visible. Lo persiguió entre dos enganchones con otros cazas que lo tomaron como objetivo momentáneo.
La nave enemiga dio una gran vuelta al campo de batalla para regresar directo hacia las puertas del hangar de la Olimpo creyendo que quizás Perseo había abandonado la persecución. Este último casi forzó a su nave para que se detuviese, obligando a otro perseguidor a adelantarle desviándose de su trayectoria. Volvió a poner al máximo sus motores para propulsarse tras Rojo Ocho en cuanto éste le pasara cerca y abrió fuego. Las balas atravesaron el motor y el combustible prendió. Ocho explotó silenciosamente, Perseo dio un bandazo para evitar los trozos de chapa proyectados y la carcasa de la nave. Vio que la pantalla de su ordenador tenía interferencias por culpa de la violenta explosión ya que los sensores eran demasiado sensibles. Se sintió feliz de no tener que abatir a un segundo objetivo tan rápido: durante unos instantes el sistema parecía haberse quedado colgado. En un casco una interferencia logró hacerse oír, rompiendo el silencio de la radio casi muerta.
-¡Aquí Hipo! ¡Necesito ayuda: tengo a tres pegados a mí!
Perseo lo observó en su panel y analizó fríamente su posición.
-¡No podrás esquivarlos! ¡Chandelle, chandelle! ¡Los interceptaré! –gritó Perseo que dirigió su caza en dirección al triángulo del que procedía la comunicación. Le vio parpadear una vez. Perseo apretó los dientes y aceleró. Sintió como estaba clavado al asiento. Efectivamente, el panel indicaba a tres triángulos rojos persiguiendo a Hipo. Perseo también vio que rojo Cuatro y rojo Seis habían disparado.
-Olimpo, el camino está despejado, los refuerzos serían bienve....
Perseo no terminó su frase. Él mismo tuvo que salir en chandelle perseguido por dos triángulos rojos. Hipo ya no aparecía en la pantalla. Había sido abatido o había apagado sus motores. El joven apretó la mandíbula y se centró en una nueva serie de maniobras de evasión. Vio como permanecía en los alrededores el triángulo blanco llamado Tres, intentando escapar de un caza enemigo. Perseo pasó por delante de sus narices, rezando para que pudiera disparar a sus perseguidores. Uno de los triángulos rojos se apagó, el segundo parpadeó antes de dejar la persecución para salir él también en chandelle. Perseo le hizo lo mismo a Tres al abatir a su perseguidor.
-Gracias Tres...
-De nada, Perseo. Aquí Eos, para que sepas a quién le debes una copa a la vuelta...
Risas. Una amplia sonrisa iluminó el rostro de Perseo. Todos iban a morir aquí, así que... ¿por qué no? Reírse no cuesta nada
se dijo a sí