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La quintaesencia de la vida
La quintaesencia de la vida
La quintaesencia de la vida
Libro electrónico336 páginas5 horas

La quintaesencia de la vida

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Esta obra, que al igual que las anteriores pretende ser un mensaje de paz y una oda a la libertad y a la tolerancia, va dirigida a todos los pueblos del mundo sin importar su credo, raza o religión; pero en especial a esa juventud nueva que está surgiendo, cuyo amor por la humanidad y sus deseos de comprender y conocer son más grandes que su miedo al cambio, que tiene otros valores, otras motivaciones, que da más importancia a las relaciones sociales porque ha comprendido que los seres humanos no son simples objetos, que compartir es más importante que poseer y que el individualismo o el egoísmo ciego solo nos llevan a nosotros y a toda la humanidad a su propia destrucción.

A toda esa juventud que aunque no haya encontrado aún palabras para expresarse, y su enorme energía no haya encontrado cauce por el que discurrir, posee en sus manos el arma más poderosa que existe, la única que puede salvarnos, el amor, La quintaesencia de lavida, la única fuerza capaz de salvar y regenerar el mundo restaurando esos lazos rotos que desde la Torre de Babel, cuando el espejismo del ego se apodero de nosotros, nos hizo olvidar que todos somos hermanos. Y a todos mis queridos lectores quiero agradecer con esta nueva obra la fidelidad y el apoyo que me habéis brindado en las anteriores, espero no defraudaros y que podamos seguir mucho más tiempo juntos en este viaje sin retorno hacia ese mundo nuevo que tenemos que forjar entre todos, ese mundo que todos merecemos, simplemente por ser hijos de un mismo y único Dios.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento12 jun 2015
ISBN9788491120308
La quintaesencia de la vida
Autor

Marina de Chateaubriand

Marina de Chateaubriand, escritora de origen argentino, tras un largo peregrinaje se afinca en España. Se vuelca a la literatura de manera accidental, por un deseo de trasmitir, convirtiéndose en una pensadora independiente. A través de sus personajes que son arrojados al exilio, tema recurrente en toda su obra, va intentando reconstruir esos lazos rotos que algún día nos unieron a través de la Ruta de la Seda, ahondando en esas divisiones culturales, étnicas, o religiosas que son más ficticias que reales. Y nos invita a participar en ese sueño de un mundo fraternal, tolerante y unido por el amor que tenemos que ayudar a construir entre todos.

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    La quintaesencia de la vida - Marina de Chateaubriand

    Título original: La quintaesencia de la vida

    Primera edición: Junio 2015

    © 2015, Marina de Chateaubriand

    © 2015, megustaescribir

             Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Algunos de los personajes mencionados en esta obra son figuras históricas y ciertos hechos de los que aquí se relatan son reales. Sin embargo, esta es una obra de ficción. Todos los otros personajes, nombres y eventos, así como todos los lugares, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    ISBN:   Tapa Blanda           978-8-4911-2029-2

                 Libro Electrónico   978-8-4911-2030-8

    El texto bíblico ha sido tomado de la versión © BIBLIA DE LAS AMERICAS VERSION DE 1997

    Contents

    La Ciudad De La Paz

    La Quinta Esencia De La Vida

    De Estambul A Algeciras

    Esmirna La Infiel

    La Isla Del Cobre

    El Pais De Los Cedros

    El País De Los Faraones

    El Pais De Los Jazmines

    Flor De Azahar

    LA CIUDAD DE LA PAZ

    Hemos aprendido a volar como pájaros, a nadar como peces. Pero no hemos aprendido el arte de vivir como hermanos

    Martin Luther King

    Había sido un día intenso y profundamente emotivo. Caminaron en silencio todos juntos hacia la casa de la Vida. Gabriel les había dicho que los judíos a los cementerios los denominaban casa de la vida o casa de la eternidad para recordar que la muerte no existe porque en cada uno de nosotros anida una chispa divina. Pero ellos hasta que no cayeron las últimas paladas de tierra, y no se arrojó la última piedra sobre su tumba como símbolo de la eternidad sobre lo perecedero y de la inmortalidad de la memoria sobre el olvido, no tuvieron conciencia de que Cristóbal se había ido para siempre, que ya no estaría nunca más junto a ellos. Fue en ese momento cuando ya las lágrimas no se pudieron contener y corrían a raudales. Y era tan grande el clamor que el mismo cielo conmovido por tanto dolor se rasgó en dos y parecía querer desplomárseles encima.

    Los días siguientes fueron tristes. Recordaban episodios, releían sus cartas. Para distraerse, decidieron hacer un recorrido por esa ciudad que Cristóbal amaba tanto…entre sus piedras les parecía que recuperaban trozos de su vida y también episodios de historia.

    El aire, a pesar de ese sol lejano que brillaba tímidamente, era tan frio que parecía querer traspasarles como hojas de cuchillo. Con esas bufandas que ocultaban sus rostros parecían un grupo de conspiradores. Caminaban todos juntos hacia la ciudad de la paz, esa ciudad mencionada en la Biblia 811 veces. En 30 siglos, conquistada y reconquistada, capturada y liberada, 20 veces destruida y 20 veces vuelta a construir… Encrucijada de caminos, enclavada en la ruta comercial, pero sobre todo centro espiritual.

    —¡Ay, Ariel, Ariel, la ciudad donde habito David! —suspiró el Ari al adivinar su silueta a lo lejos. —Ciudad de la paz, única, eterna e indivisible.

    Como no entendían por qué la llamaba así, el Ari explica que Ariel, que en hebreo significa León de Dios, es uno de los de más de 70 nombres poéticos de Jerusalén.

    —Parece mentira —reflexionó José —que esta pequeña franja de tierra de apenas más de cien kilómetros signifique tanto … y que haya despertado auténticas historias de pasión y de celo…Que por sus calles hayan corrido torrentes de sangre…No sólo Cristóbal la amó sino que muchos la amaron, y lo dieron todo por ella…

    —Y lo siguen dando —completó Diana. —No sé qué es, no sé qué tiene, pero su solo nombre me eriza la piel…

    —¡Nos la eriza a todos! Hasta a mí que pertenezco a otro continente! —exclamó Nanak.

    —Y a mí…Y a mí…Y a mí… — fueron repitiendo todos uno a uno.

    —Pero el problema no es que sólo la amen, sino que cada una de las tres grandes religiones la reclame como suya. No sé por qué, pero a mí siempre me viene a la mente la historia del rey Salomón y las dos madres. Y como algunos la desconocían Gabriel contó:

    Había una vez dos madres solteras que dieron a luz al mismo tiempo. A una se le murió accidentalmente el bebé, entonces lo cambió por el de su compañera vivo mientras esta dormía. Cuando la madre despertó, al ver al bebe muerto, al principio lloró mucho, pero luego se dio cuenta que el suyo no era el muerto sino el que tenía la otra en brazos. Las dos mujeres, como no se ponían de acuerdo, comparecieron ante el rey disputándose la posesión del niño vivo. ¡Este niño es mío!, gritó una. ¡No, el niño muerto es el tuyo!, gritó la otra. ¿Cómo podría el rey determinar quién era la verdadera madre? Salomón interrumpió el debate y le dijo a uno de sus guardias que tomara su espada y dividiera al niño vivo en dos. Rápidamente la verdadera madre se arrojó a los pies del rey y suplicó, ¡Dadle al niño vivo. No lo matéis!. Pero la otra mujer dijo, Ni para mí ni para ti: que lo partan". Salomón supo enseguida quién era su verdadera madre.

    —A mí en cambio me hace revivir una historia real —confiesa Esther. — Mi hermana pequeña y yo peleábamos mucho por todo. Un día peleamos a muerte por un disco de Roberto Carlos que cada una estaba convencida que era suyo. Y como no nos poníamos de acuerdo, llegamos a tal grado de enfado que lo partimos en dos deliberadamente diciendo ni para ti, ni para mí. En ese entonces eran de pasta. No hubo ningún rey Salomón que evitase que el pobre disco acabara así…y me quede sin el gato que está en la oscuridad

    —Para nosotros, en cambio —dijo el Ari, —sentimos por Jerusalén como esa madre por su hijo, preferimos perderla a verla destruida… No sólo es pasado sino esperanza de futuro, pero no sólo para nosotros sino para toda la humanidad, ya que no sólo es la ciudad donde regresará el Mesías, sino que también simboliza un mensaje de tolerancia entre los cultos, de amor entre los pueblos, de entendimiento entre las naciones…Por eso su paz es no sólo nuestra paz sino que es la paz del mundo– dijo Ariel emocionado hasta las lágrimas.

    Gabriel completó:

    —Para nosotros Jerusalén lo es todo, nosotros no tenemos ningún otro sitio sagrado hacia dónde dirigir nuestra mirada. Ella es nuestra única patria espiritual, el centro de nuestra fe. Es el corazón de nuestro país, sin ella Israel seria como un cuerpo sin corazón… ¿Y puede vivir un cuerpo sin corazón o con su corazón partido?

    —Pero el problema es que Jerusalén no tiene sólo un corazón, sino que tiene tres, porque para las tres religiones es santa.

    —Estoy de acuerdo en eso, pero sólo para los judíos es su única ciudad. Nosotros tenemos a Roma y los musulmanes tienen a la Meca —reflexionó Carmen. Y si no hubiese sido por el pueblo judío, Jerusalén no habría sido tan importante para Jesús ni para Mahoma.

    —Es verdad —recalcó José. —Puedo entender que para nosotros, los cristianos, sea tan importante porque allí vivió y murió nuestro salvador Jesús. Lo que no comprendo por qué es tan importante para los musulmanes si es la tercera Ciudad Santa luego de La Meca y Medina. Cuando rezan lo hacen hacia la Meca y a Jerusalén le dan la espalda…

    —Estoy de acuerdo contigo. Para los judíos y los cristianos fue capital de su reino, pero para los musulmanes nunca fue capital de ningún califato como lo fueron El Cairo, Bagdad Damasco.

    —O la misma Córdoba —añadió Paloma.

    —Tampoco los cruzados lo comprendieron —les contestó Omar. —Cuando Ricardo Corazón de León, apelando a la legendaria generosidad de Saladino, rogó que se la entregase, Saladino le respondió Jerusalén es tanto vuestra como nuestra; es incluso más importante para nosotros que para vosotros, pues hacia ella realizó nuestro profeta su milagroso viaje nocturno y en ella se reunirá nuestra comunidad en el día del Juicio Final…. Y les cuenta el milagroso viaje a lomos de Barak. Y como no sabían quién era Barak, Omar explicó:

    —Una bestia, blanca de color, en parte mula y en parte burro, con dos alas que cubrían sus cuartos traseros, y con sus cuartos delanteros colocados tan lejos como la vista podía alcanzar.

    Jadya completa:

    —Un animal con cuerpo de caballo y rostro humano, orejas de elefante, cuello de camello, alas de águila, cola de mulo y pezuñas de toro; todo el cuerpo recamado de oro, perlas y diamantes y su fragancia era muy agradable.

    A todos les pareció verlo y olerlo. Omar, tras la interrupción poética, continuó:

    —Según la tradición, de la Kaaba aterrizaron en la explanada del Templo: ahí oró Mahoma un rato y luego, por una escalera de luz que le mostró Gabriel, emprendió la subida al primer cielo o firmamento, hasta el séptimo cielo en donde se arrojó a los pies del Altísimo. En cada uno de los cielos se encontró con mensajeros y profetas y oró junto a ellos.

    Todos, acostumbrados a las descripciones coloridas de Jadiya, querían saber más detalles. Y Omar, deseoso de compartir ese milagroso viaje con sus amigos, no se hizo rogar.

    —En el primer cielo encontró a un gran número de ángeles, capitaneados por Israel, que tenía por misión guardar las estrellas suspendidas como lámparas con cadenas de oro. En el segundo cielo encontró a Juan el Bautista y a Jesús, en el tercer cielo vio a David y a Salomón, en el cuarto se encontró con un ángel de la muerte y con Adán, en el quinto con otro ángel de colosal tamaño y con Henoch, y en el sexto a Moisés. En el séptimo cielo vio a un ángel de setenta mil cabezas que hablaba en setenta mil lenguas. Y más allá, en un trono de luz, estaba el patriarca Abraham, que corrió a abrazarle. Por último estuvo en presencia de Dios y habló con Él. Y luego regresó, hasta la Meca antes del amanecer, sin paradas, no sin antes haber visitado el paraíso.

    —Olvidaste contar lo primero —dijo Jadiya. —Lo más importante: Antes de emprender el viaje Gabriel le abrió el pecho y le sacó el corazón y lo limpió con agua bendita. Después de eso, el arcángel le regresó su corazón sin ninguna herida…

    Y como todos se quedaron mirándola sin llegar a comprender tamaña importancia, ella tranquilamente explicó:

    —Con este gesto quiso dar a entender que para emprender ese viaje necesitaríamos purificar antes nuestros corazones y de ese modo sanar todas las heridas —y añadió: —Cuando regresó de su viaje y contó el sueño, muchos se rieron, pero los que le creyeron le pidieron poder volver a hacer el viaje junto a él. Pero él les respondió que no hacía falta porque, les dijo, "vosotros no necesitáis a Barak, tenéis la escalera de luz que es el Corán".

    Omar, riendo, replicó:

    —No sé si lo dices tú o lo dijo nuestro Profeta, la paz sea con él, pero es verdad, no hace falta ningún vuelo milagroso, ni la ayuda de ninguna bestia mitológica. Nuestro Sagrado Corán, si lo sabemos leer, es una escalera que nos eleva al cielo o un tobogán que nos hunde en el más profundo y oscuro abismo, como debe de ser la Biblia, el Talmud o los Evangelios, o cualquier otro libro sagrado…Pero para eso hay que leerlo con un corazón puro… Y también olvidé decir —añadió —que antes del viaje, el Ángel Gabriel le dio a elegir para beber de dos recipientes, uno contenía vino, y el otro, leche, y Mahoma escogió este último —y aclaró: —en ese entonces no nos habían prohibido todavía el vino… Al hacerlo el ángel le dijo: Has acertado en la naturaleza primordial.

    —Es verdad —exclamó Jadiya entusiasmada, — con eso nos quiso hacer comprender que el Islam es algo natural. Que forma parte de nuestra naturaleza primordial.

    —Quizá ese fue el primer error, tendría que haber elegido el vino y no leche —murmuró entre dientes José —si hubiese sido así quizá todo habría sido diferente…

    —Me parece fantástica y también maravillosa tu historia. Pero yo sigo sin comprender por qué Jerusalén es un sitio tan santo para el Islam —seguía insistiendo Daniel, haciendo caso omiso al comentario de José. —Toda esa historia de tu burro alado y del viaje nocturno es muy bonita, no lo niego, pero no me justifica nada.

    Todos quedaron expectantes con la mirada fija clavada en Omar, al fin este dijo:

    —Tienes razón, José. Hasta ese entonces para nosotros Jerusalén era tercera ciudad sagrada, hermana de La Meca y Medina que venía a coronar la revelación. Como consecuencia de la tolerancia había disfrutado de cuatro siglos de prosperidad y riqueza. Era una ciudad universal, cruce de caravanas, donde todos los peregrinos de todos los cultos podían orar. Conquistarla por los cruzados no tenía ningún sentido y mucho menos justificación.

    —Pero habían destruido la Iglesia del Santo sepulcro —dijo a modo de excusa José.

    —Los fatimíes entraron en Egipto en 972 y fundaron el Cairo o la triunfante. Hubo una gran tolerancia con cristianos y judíos que supuso, como siempre ocurre cuando hay tolerancia, un gran florecimiento económico y cultural. Hasta que llegó al poder un califa que fue volviéndose loco al extremo de dictar leyes, además de arbitrarias, absurdas como la de prohibir a las mujeres usar zapatos, o comer uvas o un platos egipcio característico, o a jugar al ajedrez. Obligó a todos los habitantes a trabajar de noche y dormir de día… Mató a todos los perros de Egipto y los arrojó al desierto… A las esclavas les cortaba las manos, a los cristianos les obligaba llevar una cruz de madera al cuello y a los judíos un becerro de madera para recordar el pecado del becerro de oro… Y lógicamente mandó a ejecutar a cualquiera que fuese de su agrado, y fueron tantas y tales sus excentricidades que podríamos escribir una novela.

    —Sí, es cierto y era aborrecido por todos —interrumpió Ariel. —Pero aconteció que tras un paseo en burro apareció su burro deambulando desorientado cubierto de sangre y sin jinete. Nunca se encontró su cuerpo. De esta misteriosa desaparición surgieron los drusos. —Y al ver la mirada de estupor de todos, aclaró: —Los drusos afirman que subió al cielo. Están convencidos que D´os escondió a este excéntrico califa hasta el final de los tiempos, y que en el día del juicio final va a reaparecer junto al Mahdi, que es como los musulmanes llaman a su Mesías.

    —Pero eso es otra historia. No nos vayamos por las ramas —cortó Omar. —Yo sólo lo mencioné para que comprendáis que entre tantas locuras, si mandó destruir el santo Sepulcro, tampoco es de extrañar, y no obedecía a ningún plan premeditado. No había ninguna intención de provocar o de ofender. Todo lo contrario. En ese entonces en Oriente no sólo se aceptaba sino que también se respetaba al otro. Su sucesor, de inmediato, con ayuda del emperador bizantino, lo ordenó reconstruir. De modo que la cruzada carecía de todo fundamento político o religioso, porque, repito, Jerusalén era una ciudad universal, multiconfesional y abierta, a cualquiera se le permitía orar según su fe. El perderla fue un golpe tremendo para nosotros, un desastre del que aún no nos hemos repuesto.

    —Pero no nos habéis quedado cruzados de brazos —remarcó irónico José

    —No, claro que no. Aunque al principio era tal el espanto que no supimos reaccionar, tras varias décadas de parálisis, al fin lo hicimos y la reconquista de Jerusalén se convirtió no sólo en objetivo, sino en el símbolo de resistencia a los cruzados o los franys, como les llamábamos. Nos dimos cuenta de que la conquista de los cruzados fue posible porque el Islam estaba dividido y enfrentado. El propio reino selyucida , que supuestamente nos tenía que defender, estaba envuelto en cruentas guerras fratricidas y se había fragmentado en varios estados y reinos rivales. Los antecesores de Saladino y él mismo llaman a la Yihad, uniendo a todo Oriente medio bajo una misma bandera. Esta nueva Guerra Santa estaba basada en tres preceptos sencillos: una sola fe (el islam suní), un solo estado: la Yihad y un solo objetivo: liberar a Jerusalén de los invasores.

    —Es verdad lo que dices —corrobora Daniel. —Fue Nur-al Din, el antecesor de Saladino, quien inició el culto a Jerusalén. E incitó a los ulemas a escribir tratados alabándola. Hasta ese entonces Jerusalén no tenía esa carga emocional y apenas era mencionada en sus escritos.

    —Y así fue como una ciudad que era secundaria se convirtió no sólo en el centro sino en el corazón del mundo árabe y en la razón de ser de la reconquista.

    Diana, que estaba ajena a esta disputa y seguía todavía con la imagen del viaje nocturno, exclamó como si hubiese sido transportada en lomos de Barak y hubiese visitado los siete cielos, hubiese paseado por el paraíso y de pronto aterrizara en Jerusalén:

    —¡Qué maravilloso viaje! No entiendo por qué ese sueño tan sublime, que pertenece al futuro, en el que se reencuentran todos, se reúnen y rezan juntos, pudo haberse tornado en pesadilla. ¡No entiendo por qué por esta ciudad de la paz, morada del Altísimo, corrió y sigue corriendo tanta sangre!

    Y al decir esto, como por arte de magia todos olvidaron la discusión y se quedaron extasiados contemplando las murallas doradas, ahora blancas, que parecían haberse teñido de rojo… Un hondo estremecimiento les recorrió el cuerpo.

    A todos les vinieron a la mente la imagen de los cruzados…los franys, como les llamaron los musulmanes. Ese ejército de nobles que terminó siendo un fenómeno de emigración masiva ya que se le unieron por el camino caballeros, aventureros y gente fanática, hombres, mujeres niños y ancianos que recorrieron miles y miles de kilométricos violando, matando y robando a judíos y a infieles o "sarracenos", como los franys les llamaban a los musulmanes, hasta llegar a Tierra Santa. Lo único que parecía unirles y que les distinguía era una cruz de tela cosida que llevaban en sus espaldas. Al principio los árabes creían que eran unos campesinos expulsados de su tierra. Jamás imaginaron que no sólo iban a tomar Jerusalén, sino también la iban a saquear y a masacrar y descuartizar a todos sus habitantes… Estuvieron una semana matando sarracenos y a todos los que no fuesen católicos, a la voz de Dios lo quiere… ¡Era una manera muy extraña de manifestar su amor por Dios y su veneración por su Ciudad Santa!

    —En Jerusalén no sobrevivió nadie. Cuentan las crónicas que la sangre llegaba a las rodillas de los caballos y el olor a muerto era insoportable. Estuvieron una semana matando infieles. Y la crueldad llego al extremo de que a los que se salvaron les obligaron a cargar con los muertos y una vez que hubieron terminado su trabajo los mataron también.

    —A los judíos los encerraron en la sinagoga y los quemaron vivos.

    —Pero no sólo masacraron a judíos y musulmanes sino también a los cristianos orientales. ¡Y eso que una de las excusas de convocar la cruzada fue la de acudir en su auxilio!…

    — ¿Y por qué? —pregunta asombrada Diana.

    —Ellos tenían la Vera Cruz, un trozo del madero donde crucificaron a Jesús. Les torturaron para arrancarles el secreto de dónde guardaban la reliquia y luego les expulsaron de los sitios santos por primera vez en siglos de historia… Todos los invasores hasta ese entonces les habían respetado.

    Y como muchos desconocían la leyenda de la vera cruz, José, que era especialista en todas esas historias fantásticas, les explicó

    —Fue Helena, la madre de Constantino, quien, interrogando a los judíos más sabios, logró localizar el Gólgota donde había sido crucificado Jesús. En el mismo sitio los romanos habían construido un templo a Venus que mando derribar y excavando encontraron tres cruces, la de Jesús y la de los dos ladrones. Como no sabían cuál era cuál, cuenta la leyenda que trajo un muerto que al tocar la verdadera, resucitó. Y allí entonces construyeron la Iglesia del Santo Sepulcro, en donde guardaron la reliquia. Y esa piedra dicen que es el Gólgota. Donde le crucificaron y enterraron.

    —Cierto —matizó con ironía Matías. —Así comenzó, pero luego se pusieron tan de moda las reliquias que aparecieron durante toda la Edad Media tantos trozos de madero de la Cruz de Jesús que se podría haber hecho una cruz tan larga que atravesase toda América de Norte a Sur y de Este a Oeste

    —Habrán hasta hecho las carabelas con ella porque aparecieron luego por toda América Latina.

    —Algo parecido a los pelos de las barbas de Mahoma que se multiplicaban milagrosamente y aparecían por los sitios más insospechados —añadió riendo Nanak.

    La nieve había vuelto a caer. La caminata se hacía cada vez más dificultosa así que centrados en el esfuerzo y concentrados en sus propios pensamientos, siguieron un largo trecho callados. A veces, en vez de avanzar, les parecía que retrocedían y la ciudad antes cercana se les volvía cada vez más lejana e inasequible. De tanto en tanto se oía el canto de algún ave, hasta que de pronto el estridente y desagradable graznido de un cuervo cortó el silencio como un cuchillo e hizo que esos copos de nieve se transformaron en copos de fuego y sangre.

    —Yo había leído —dijo de pronto Pablo recuperado de esa extraña sensación —que no sólo mataron sarracenos sino que luego los asaron y se los comieron.

    — ¡Esas serán leyendas! —exclamó Lin. —Dudo que hiciesen algo semejante.

    —Fuentes de ambos lados corroboran esta historia.

    —No fue exactamente en Jerusalén sino en Maarat.

    —Quizá fuese que tenían hambre —dijo a modo de excusa José. —En la fundación de Buenos Aires también lo hicieron los fundadores… Tuvieron que practicar canibalismo acosados por la necesidad.

    —O quizá fuese para infundir miedo —sugirió Carmen.

    —Fuese lo que fuese, por hambre o por miedo, fue algo imborrable porque hasta el día de hoy los musulmanes no lo han olvidado…Quedó grabado a fuego en su memoria. Todavía siguen viendo a los católicos como antropófagos.

    —Y si era para dar miedo, surtió efecto, porque las ciudades estaban tan aterradas que se entregaban una tras otra sin ofrecer resistencia. Y los príncipes de los alrededores se apresuraban a colmarles de ofrendas a los nuevos conquistadores para que les dejasen en paz.

    —Ese fue un craso error porque en vez de apaciguarles, tantas riquezas les abrieron el apetito y su avidez se volvió insaciable.

    — ¡Muy cierto!

    Y se quedaron pensativos imaginando el horror que habrían sentido sus habitantes…

    —Qué diferencia cuando la tomaron los musulmanes, en el siglo séptimo —recordó Jadya. Y como si les estuviera viendo, se puso a narrar cómo entró el califa Omar a Jerusalén montado en su camello blanco, y se encontró con el patriarca ortodoxo. El venerable anciano tras conseguir la promesa de respetar sus vidas y bienes, le invita a visitar los sitios sagrados del cristianismo. Cuando llega la hora de la oración, estaban en la iglesia del Santo Sepulcro. Omar le pregunta al patriarca dónde puede orar. Él le responde que allí mismo. Pero Omar reflexiona: No puedo porque, si lo hago, los musulmanes van a decir: aquí rezó nuestro califa Omar, y querrán adueñarse del sitio". De modo que sacó su alfombra y se fue a rezar allí cerca, donde luego se edificó la mezquita que lleva su nombre. Que en verdad no es una mezquita pero se la llama así, La Mezquita de Omar o de la Roca.

    Y miraron hacia la mezquita de Omar, que se destacaba a lo lejos maravillosa e impotente, e imaginaron a ese patio pegado al Santo Sepulcro y les parecía ver al príncipe de los creyentes montado en su camello blanco junto al venerable patriarca.

    Leyenda o realidad, la verdad es que se respetaron todas las vidas y los bienes de sus habitantes.

    —Saladino siguió su ejemplo —continuó Omar. —Él prefirió purificar todos los sitios santos de Jerusalén con agua de rosas en vez de con sangre. Y este magnánimo gesto tuvo más mérito cuando todos sus habitantes eran descendientes de los primeros cruzados que hacía 88 años habían masacrado a toda la población.

    —Y no sólo prohibió a sus soldados que robasen o saqueasen la ciudad, sino que a todos los que no quisieran quedarse les protegió para que pudiesen marcharse con todo su oro y todos sus bienes. Le criticaron mucho esta medida. Pero para algunas personas el oro tiene el mismo valor que las arenas del desierto. Y con este gesto dejó bien claro al mundo que conquistó Jerusalén no para acumular oro, y menos aún para vengarse —añadió Gabriel.

    —¡Y lo más increíble es que entró en la ciudad para liberarla el mismo día que se conmemoraba el vuelo nocturno del Profeta! Extraña casualidad, si es que la casualidad existe —recalcó Jadya.

    —Entró con el corazón purificado —reconoce Omar, —ya que sus inicios, persiguiendo a los chiíes, no fueron tan santos.

    —No, no lo fueron. Dicen que enfermó y estuvo a punto de morir cuando tuvo una revelación divina en la que le dijeron que tenía que vivir porque tenía una misión muy importante: reconquistar la ciudad santa. Y de hecho, pocos meses después de conseguirlo, murió.

    —Cuentan también que un adivino le predijo que si entraba en Jerusalén perdería un ojo y el respondió que no le importaban, que por Jerusalén perdería gustoso no uno sino los dos ojos.

    —Pero su victoria no fue solo conquistar Jerusalén sino el haberla liberado de sus invasores, sin baño de sangre, sin destrucción, sin odio. Su premio es poder postrarse en estos lugares donde, de no haber sido por él, no habría podido orar ningún musulmán.

    —Y no sólo musulmán sino que se volvió a abrir a todos los cultos para que cada uno pueda rezar en su sitio santo, inclusive los franys, y puso guardias para garantizarles su seguridad. —Con este gesto Saladino enseñó la esencia del Corán, la Clemencia y la Misericordia — recalcó emocionada Jadiya. Su grandeza estriba justamente en su conducta profundamente religiosa. Con sus gestos tan inusuales para la época desconcertó a sus contrincantes y cambio el curso de la historia.

    —Fue más famoso por su generosidad, y su clemencia para con los vencidos que por sus hazañas militares. Su nombre llegó a todos los confines del mundo, traspasando los umbrales de la

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