Una educación sentimental
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De claros ecos flaubertianos es el título. Y tal vez también el sentir de la voz poética. El ser humano en todos sus sentidos, pero con fuerte preeminencia del amor frente a todo lo demás.
Ya no sé si soy yo
el que cae hacia ti por una ciudad rota,
quien te busca entre voces, rumores y leyendas
a través de los túneles del metro
o bajo el parpadeo del neón
sin hallarte jamás, y luego se despierta
con una feroz hambre de infinito.
Premios otorgados en años anteriores: La temperatura exacta del miedo, De mundanzas, El cielo y la nada
el que cae hacia ti por una ciudad rota,
quien te busca entre voces, rumores y leyendas
a través de los túneles del metro
o bajo el parpadeo del neón
sin hallarte jamás, y luego se despierta
con una feroz hambre de infinito.
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Una educación sentimental - José Martínez Ros
1. FRAGMENTOS DE UN DISCURSO SOBRE LA SOLEDAD Y EL DESEO
«Dispuesto en cierta inclinación entre el espacio y el tiempo,
entre lo inmensamente grande y lo infinitamente pequeño,
está lo que no acontece jamás. Ese espacio de lo antirreal
existe, no obstante, y es tan evidente en la intuición de lo dado
como el mismo universo demostrable por los sentidos
o por lo que llamamos razón».
JUAN-EDUARDO CIRLOT
En el lago Leman
¿Qué pudo conducirnos a esta orilla
de recelo y silencio? ¿La mano del otoño
cerca del corazón, el frío de la historia?
Tampoco tú lo sabes, pero avanzas
–plata y sombra– hacia donde no se vuelve.
La niebla que camina sobre el agua
nos muestra sus trofeos, arrancados
del limo y de los peces. Un ejército
de náufragos venidos de otro tiempo
se acerca hacia ti, envueltos en ropajes
de humo blanco y ceniza. Te contemplo
inmóvil contra un fondo de tormentas,
tu pequeña figura cada vez más brillante
ante el abismo pálido. Me asusta
que en la profundidad gris del lago,
en ese laberinto de agua inquieta
y de ásperos recuerdos,
halles también mis ojos.
La gran belleza
No es la continuidad del
deseo y la sangre
bajo las grandes máquinas celestes.
No es la luna del sur
como metal vertido en mi garganta
ni la estrella rabiosa hundida entre mis ojos.
No, no es por nada de eso:
Se trata de la magia
y del febril hedor de la memoria.
Se trata de tu rostro en las pantallas
del hotel del insomnio –suelo, techo, paredes,
todo de un rojo