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Matar Con Estilo
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Libro electrónico266 páginas3 horas

Matar Con Estilo

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After the murder of millionaire Peter Hampshire from New Orleans, Jonathan Lombardo and Captain John Robertson investigate the case. The question arises - who killed this man who testament is very unclear...

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 ago 2022
ISBN9798201597504
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    Matar Con Estilo - Dianna Diverno

    A MI PADRE LAZO,

    CON AMOR

    Katharine, llamada Kitty, está la principal sospechosa del asesinato de su tío. Está sospechosa por la herencia. Primero su tío la dejó todo, pero después cambió su testamento. Lombardo investiga este caso, pero descubre que él también estaba involucrado en el asesinato de una pareja, pero ese caso ya estaba encubierto. El amante de esa mujer es el principal sospechoso, él es un ex guerrillero, que está bien informado sobre la autopsia del cuerpo humano.

    Capítulo primero – El asesinato en la piscina

    Hacía demasiado calor como siempre. El sol amarillo y caliente estaba en el cielo, quemando los techos, asfalto, yerba, cubiertas del motor. Nueva Orleans estaba generalmente ruidoso. En las calles largas estaba montón de coches colocados en filas. En la calle California Avenue ya estaba la fila de coches dirigida a la intersección de las calles California Avenue y 32 Street. Los taxis amarillos estaban colocados uno detrás del otro y los paseantes caminaban rápidamente como si buscaran algo. El aire estaba pesado, parecía que no se puede respirar normal.

    Katharine Hampshire estaba en su coche, el volvo blanco, escuchando música y cantando para cortar el tiempo. Ya estaba diez minutos en la fila de coches que estaban junto a las taxis. Ella tenía suficiente tiempo para mirar su alrededor, consciente de que (aunque no tenía la intención) estaba en el mayor atasco en la ciudad. Ella no planeaba encontrarse en este horrible atasco.

    - ¡Ojalá este estúpido semáforo funcione más rápido! – dijo ella encendiendo el aire acondicionado. En esos precisos momentos empezó a sentir el dolor de cabeza. Rápidamente tomó una pastilla porque sabía muy bien que el dolor no va a pasar si no la tomara. Algunos pensamientos negros aparecieron en su mente, pero se concentró en la canción que oía así que después de cinco minutos esos pensamientos ya no la torturaban. Ella empezaba a sentir el alivio, como si en esos momentos escapara la entrada en algún campo de concentración. Ella no podía aguantar másesos dolores de cabeza.

    Ella conducía por la calle Arkansas Avenue, se dirigía a la calle 30 Street, mirando los céspedes o las entradas de las casas.  Estaba sorprendida, porque nunca antes prestaba su atención a esas cosas ordinarias. En ese preciso momento notó que esas entradas no eran tan ordinarias como ella pensaba. Estaban arregladas y bonitas.

    Uno pensaría que esa gente estaba tan cerca a la gente ordinaria, pero en realidad estaba tan lejos, como que pertenezca a un mundo completamente diferente. Katharine paró delante de una casa extraordinaria, que pertenecía a su tío Peter Hampshire. Él era un millonario, una persona famosa, tenía todo, pero también era una persona non grata en su familia.

    Las razones para el enfriamiento de las relaciones estaban innumerables, pero la razón principal era la desheredación de la herencia multimillonaria, a pesar de los años de promesas. Ahora, mientras conducía su volvo, pensaba de eso, percibiendo que sin tío Peter se puede vivir perfectamente bien. Ella giró al césped, todavía confundida por la situación entera, el mensaje del tío Peter, llamándola a su hogar. Ella se preguntaba de qué podría hablar con su tío. La última vez cuando hablaron, terminaron la conversación con disgusto. Ella entendió perfectamente que él estaba furioso con ella y de no quiere oírla y escuchar su explicación.

    Kitty llegó hasta la entrada, tocó el timbre un par de veces esperando que ese viejo conserje por fin abra la puerta. Como tenía demasiado calor, parecía que estaba esperando una eternidad entera. Sam, por fin abrió la puerta.

    - ¡Señorita Ketty! – saludó el viejo conserje, sorprendido por su visita.

    - ¡Hola Sam! – pasó a su lado. Sus tacones lejanos sonaban por el pasillo del mármol blanco. – ¡Dile a mi tío qué ya estoy aquí! – Ketty se giró hacia él y notó su mirada sorprendida - ¿Por qué me miras así Sam?

    - Yo no sabía que su tío la espere hoy.

    Ella se dirigió hacia salón. Todo esto parecía conocido, familiar. Estaba aquí montón de veces. Sabía muy bien que todo este lujo podría pertenecerla. Y todo ese lujo debería pertenecerla si no fuera por...

    - Señor Peter hoy no recibe a los visitantes. Además lo vi a las ocho y media, estaba en la parte trasera de la mansión, dijo que no le moleste hasta esta noche... Pero, no dijo nada sobre usted. – Estas palabras asustaron a Kitty.

    Llegaron al salón que estaba completamente azul, porque su tío era un poco espiritual y pensaba que el color azul era el color de los dioses. Siempre hablaba sobre los viejos dioses griegos. Incluso tenía cuadros de la Grecia antigua y las representaciones de los dioses de varios artistas.

    - ¿No dijo nada sobre mí? – repitió locamente. – De verdad tienes una manera impecable e irritante de decirme que mi presencia en esta casa no es agradable. En eso no disfruto mucho pero ¿qué se puede hacer? – encogió de hombros - ¡Ya estoy acostumbrada!

    - Da igual cómo lo digo, señorita Ketty.

    - Llámame Kitty. – Sam estaba perfectamente consciente de que ella no soporta su verdadero nombre. – Todos me llaman así.

    - De todos modos, señorita Kitty, su tío no le está esperando. Además, puedo decirle que todavía está furioso por lo del ese contenido... - sonrió.

    - ¿Contenido? Y tú, Sam, intentas comportarte bien. ¡Contenido! ¿Quién habla así por Dios? Como se tratara de algo nuevo... algo diferente... solamente un selfie.

    - Si usted lo diga, entonces... No puedo discutir con usted. De todos modos, a su tío no le gusta su manera de montar la bici. – no pudo ocultar su rubor y parecía ridículo. 

    - Yo montaba la bici en un vestido blanco y accidentalmente el viento sopló y... -  ella empezó tocar su pelo. – No sé por qué sigo explicar lo que pasó ese dichoso día. Yo sé perfectamente que no hice nada mal así que, hágame favor y dígame dónde está mi tío. No estoy aquí por esa foto y casi estoy segura que mi tío me espera. 

    - Su tío está en la parte trasera de la casa y pienso que debo anunciarle que usted esté aquí para que no se moleste demasiado.

    - No tienes que anunciarme porque él mismo me mandó un email esta mañana.

    - ¿Un email? Pero él...

    - No usa mucho el email, sí, lo sé. Me dijo que venga, que tenga que hablar conmigo sobre algunas cosas muy importantes.

    Sam estaba impactado. Estaba trabajando en la casa de Peter Hampshire ya por mucho tiempo y conocía a Peter muy bien. Así que sabía cuánto su patrón deteste a esta mujer. Por eso estaba impactado por su llegada. No sabía cómo explicarla que no es imposible lo que ella está diciendo. No quería molestar su patrón.

    - ¡Solamente estoy sorprendido!

    Ella perdía su paciencia poco a poco.

    - De verada no me interesa si estés sorprendido o no. Además, perdí demasiado tiempo aquí, hablando contigo. Ahora, por favor, llévame a ver ese viejo latoso.

    Conserje Sam, un hombre alto y de ojos azules, solamente la miró con una mirada helada.

    - Por supuesto, señorita Ketty.

    - ¡Kitty! – lo corrigió y empezó a caminar detrás de él hacia la parte trasera de la casa.

    - Kitty. Espero que lo memorices una vez por todas – se quejó ella dándose cuenta de que todos los visitantes del tío Pitt, primero deben pasar el conserje Sam que era un metiche y siempre tenía algo que decir. Era como perro que guarda la entrada de la casa. Si no el perro no te muerde puedes ver el dueño.

    Ellos caminaban por la casa que estaba bonita, decorada del estilo renacentista. En las paredes estaban los cuadros caros y por todos lados estaban estatuas y alfombras y en todo ese lujo disfrutaba su tío Peter. Algunas veces pensaba que a un hombre como su tío no necesitaba todo ese lujo. Todo eso debería pertenecer a alguna otra persona que lo merecía más que su tío viejo e insoportable.

    Entraron en la parte trasera de la casa, esa parte no se pudo ver desde la calle.

    Las escaleras los llevaron al despacho de su tío donde también estaba la biblioteca, oficina, sauna, terraza y las escaleras que llevaron al campo de golf. De todo ese lujo, a su tío solamente importaba por su campo de golf y la sauna. Todo estaba en abundancia.

    Ellos entraron en el despacho y vieron que aunque el ordenador estaba encendido, nadie estaba en el cuarto.

    - Yo pensé que esté aquí – dijo Sam.

    - Pensar no es lo mismo que saber. – dijo ella. Se acercó al ordenador y vio bandeja de entrada de su email en la pantalla. Todos los mensajes estaban borrados. Estaba furiosa. ¿Por qué borra todos sus mensajes? Entiendo que no le gustan las cosas de la tecnología moderna, pero de verdad no debería hacerlo – pensaba Kitty. 

    En la mesa estaba un vaso con el whisky medio vacía. Al lado del whisky estaban los periódicos abiertos en una página de la prensa rosa. Un artículo que no era importante.

    - ¿Dónde está tío Pitt?

    - Tal vez está en la biblioteca...

    - ¿O en el campo de golf? – ella no esperó su respuesta, simplemente se dirigió hacia el campo, tras la biblioteca y la terraza. Otra vez sintió el calor. El campo estaba completamente vacío, solamente vio un zapato tirado. Caminaban un poco más y llegaron hasta la piscina.

    Estaban en choque los dos porque el tío Peter estaba en la piscina, completamente vestido y en el agua alrededor de él estaba su sangre.

    Kitty no pudo moverse un par de segundos, solamente miraba la piscina.  Estaba sonando en su cabeza, como si escuchara mil de campanas. Cuando las campanas por fin silenciaron, ella estaba consciente de su muerte. Cualquier otro epílogo estaba aceptable – la riña, la conversación sobre la herencia o esa maldita foto de ella en la bicicleta. Ahora ella estaba dispuesta discutir con él por horas- Sin embargo, Peter Hampshire estaba muerto. Estaba segura que se tratara de un asesinato, porque Peter estaba demasiado cobarde para intentar suicidarse.

    Estaba mirando su cuerpo un par de momentos y entonces se giró hacia Sam.

    - ¿No pienses que ya es tiempo para llamar la policía?

    Capítulo segundo – Pitt Hampshire está asesinado

    - ¿Muerto?

    - Precisamente querida.

    - ¿Lo han encontrado en la piscina?

    - Probablemente – hablaba Kristen Ann Stuart mientras miraba uñas en su mano derecha. Estaba en un salón de belleza para manicura y pedicura en la calle Dawson Street. No pudo sostener las ganas de llamar Ethel Baltimore cuando oyó la noticia escandalosa.

    - Es increíble – Ethel todavía estaba en la cama, porque nunca se levantaba antes del mediodía. Odiaba las llamadas antes del mediodía o cuando alguien la despierte, pero esto era la noticia por la cual podría perdonar esa llamada.

    - Kett lo encontró.

    - Kitty.

    - Sí. Su foto esta en ese sitio web, esa foto de ella con las tetas desnudas.

    - No se vean tanto sus tetas.

    - No es importante. Pero, si no se vean tanto sus tetas, ¿por qué todos hablan de eso?

    Ethel empezó quitar la máscara facial de su rostro.

    - Se pueden ver un poco. Y mi tío Pitt estaba demasiado sensible cuando se trata de las tetas y por eso la desheredó. También por los comentarios de los hombres debajo de la foto.

    - ¡De verdad es increíble!

    Ethel empezó a levantarse. Kristen sabía ser inaguantable.

    - ¿Me llamaste para hablar de las tetas de Kitty o ese sitio web o sobre mi tío Pitt  que está asesinado?

    - Yo no te había dicho que estaba asesinado. Yo solamente te dije que lo habían encontrado así. Espera... - parecía recordando de algo muy importante. Se acercó a la ventana y miró afuera, la casa enorme de Peter Hampshire. Ella era su vecina y la espía fiel de Ethel.

    – Los coches de la policía llegaron. Hay tres coches. Sí, probablemente esté muerto y asesinado. Dudo mucho que ese Karajón saliera de la estación si no se tratara de algo grave. Él siempre se comporta como si tendrá los aires de grandeza.

    - ¡Calaway! – Ethel intentaba recordar de quién hablaba.

    - Bien, Calaway. Ese tipo si no habría solucionado el caso de Joanna Redcliffe, nunca ganaría ese espacio en los medios.

    - Calaway no solucionó el caso de Joanna Redcliffe. Él era solamente un asistente, pero está bien que por fin puedes memorizar su nombre. Así que Calaway está ahí. Entonces se trata de un caso muy interesante. – dijo ella. Nunca quería a tío Pitt, nadie de la familia tenía una buena relación con ese viejo. Estaban celosos porque dejo todo su dinero a Kitty Hampshire, ahora llamada señorita Teta.

    Este tema estaba muy interesante así que se levantó de la cama y se fue a la cocina a preparar un café. Sabía que hablará con Kristen Ann Stuart por lo menos media hora. Esas llamadas siempre duraron tanto o más. La muerte de su tío Pitt era el tema que valdría tanta conversación.

    Patricia Thompson estaba en la compra esa mañana. A pesar de tener el mejor servicio en la casa, a ella le gustaba hacer la compra. No quiso pasar su tiempo en las tiendas de ropa. Mucho más disfrutaba en los mercados o supermercados.

    Patricia Thompson era rubia gracias a teñir su pelo rubio en un salón de belleza ‘’Sherilyn’’. Ella pasaba horas en un solárium y siempre llevaba ropa de los famosos diseñadores europeos. Patricia Thompson tenía todo lo que podría imaginar, pero no estaba satisfecha con su propia vida. Como si su vida fuera un cuadrado grande al que siempre faltaba un rincón. La falta de ese rincón tan importante parecía como un castigo para los bienes materiales que tenía en abundancia.

    Algunas veces le faltaba un amante, otras veces vacaciones. Y cuando se iba de vacaciones con algún amante, le faltaba alguien para amar. Sabía que nunca podría amar a sus amantes, por eso compraba perritos blancos. Estaría ocupada por un tiempo y entonces otra vez le empezaba a faltar las vacaciones o amante. Su psiquiatra  decía que se tratara de melancolía y aburrimiento que Patricia Thompson tenía en abundancia. Su psiquiatra pensaba que ella siempre encontraría alguna razón para sentirse mal. Pero Patricia no estaba de acuerdo con él. Y volvería a ir de vacaciones.

    En ese momento estaba consciente de ese rincón y sabía que no se sentiría mejor por la compra, nada borraría ese vacío, así que se dirigió hacia Tampa, donde la esperaba su amiga, Victoria Bray Bell. Con Viqui podría hablar sobre todas esas cosas que la habían torturado últimos días. Viqui era mejor conversador que su psiquiatra. Si no se tratara de algo muy importante no visitaría Viqui Bell y no hablaría con ella sobre eso.

    Viqui estaba en la parte trasera del jardín, entre la piscina y la parte para la barbacoa. Era la mejor parte del día, hacía muchísimo calor, prometiendo un buen bronceado para Viqui. Aunque su ex marido siempre hablaba mal sobre ese tipo de tomar el sol, Viqui decía que era mejor y más sano que solárium.

    Viqui Bell estaba un poco sorprendida por la visita de Patricia Thompson. Se vieron el fin de semana pasado y ellas solían verse cada dos semanas, así que ahora estaba impactada por esta visita inesperada. Apenas Viqui Bell leyó y se acomodó para tomar el sol, oyó el coche y sabía que Patricia ya había llegado. Estaba decepcionada porque no podría tomar el sol.

    Se levantó de mal humor y puso su bata favorita, el regalo de su ex marido, se dirigió hacia la casa para abrir la puerta a su amiga. Al camino hasta la casa Viqui se quejaba, estaba de muy mal humor, pero estaba dispuesta a abrir la puerta como una verdadera anfitriona de Tampa que está de buen humor.

    Dejó a Patricia Thompson entrar y vio que ella  otra vez dejó su coche en césped debajo de los árboles, no prestando atención a la hierba, que quedaría un desastre después de su visita. 

    Las dos eran rubias, iban al mismo peluquero, tenían los labios siliconas. Las dos no pudieron ver que exageraron y que no parecían naturales. Como si Luisiana o la sociedad que las rodeaba no soportaban las diferencias.

    - ¡Estoy tan feliz de verte! – dijo Viqui Bell cuando vio Patricia Thompson en la ropa elegante. Su ropa era de los diseñadores europeos y ese estilo era lo que destacaba a Patricia Thompson de todas sus amigas.

    - Yo también. El día es caluroso y horrible – empezó a hablar Patricia Thompson. Ella sabía muy bien hablar sobre el tempo de una manera desgarradora y convertirlo en el monólogo sobre su vida infeliz.

    - ¿Estuviste comprando hoy?

    - Sí, el miércoles es el día para comprar.

    - Es cierto... - dijo Viqui Bell pensando sobre las horas perdidas de tomar el sol. La compra era una de últimas cosas sobre cuales Viqui Bell pensaba en ese momento.

    - Vi  Morgan. Estamos quedando en el restaurante ‘’Tropitacos’’ en viernes.

    - ¿Vosotros? – preguntó Viqui Bell. - ¿Quién sois vosotros?

    - Viejos compañeros de clase. Es interesante ver mis viejos compañeros después de diez años. Algunos tienen hijos, otros terminaron la universidad, algunos viven en el extranjero. No sabía cómo definirme.

    - Esas reuniones son bonitos.

    - Sí, pero 28 años no es lo mismo como 18 años. Y no será lo mismo como 38 años... así que...

    - No entiendo dónde vas con eso – Viqui la interrumpió.

    - ¡Pues, el tiempo! – destacó Patricia – el tiempo pasa inexorablemente. Mírate a ti misma. Sí, estás dos años mayor que yo. Ya estuviste comprometida, casada, eres el miembro de ese club para los perros pequineses.

    - ¡Refugio para los perros! – la corrigió.

    - Bueno, ese refugio. Quién sabe qué pasará hasta la próxima reunión cuando tenga 38 años. ¡Tal vez no viva aquí!

    Viqui Bell suspiró.

    - ¡Tal vez des la vuelta al mundo!

    - Tal vez. Quizá eso es lo que me falta.

    - Debes mencionar esto a tu psiquiatra, el doctor ... ese...

    - Lo haré sin falta. Pero eso no es el problema. Ahora tengo 28 años, un matrimonio bueno – como si fuera buscando palabras – pero no tengo nada extraordinario en mi vida. Mira a Ann Joe – ella es modelo, vive en Seattle, estaba en las portadas de todas las revistas. Eso es un éxito de verdad. Y yo...

    Viqui perdía su paciencia. El sol la llamaba.

    - Tú eres Patricia Thompson, tienes 28 años y un matrimonio bueno.

    - Sí, pero tengo un rincón que me falta todo el tiempo y alguien está en las portadas todo el tiempo. Yo voy a salir en los periódicos solamente cuando sale mi obituario. Viqui, tú eres la única que me entiende. Yo soy la mujer más infeliz del  mundo.

    Viqui puso sus ojos en blanco. Esta

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