El Amor Prohibido
Por Dianna Diverno
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The impossible love between contract killer Cesar Herrera and the daughter of mafia boss Donatela Orsorio.
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El Amor Prohibido - Dianna Diverno
EL AMOR PROHIBIDO
DIANNA DIVERNO
*Segunda edición
Quítate la máscara. Es medianoche. Mírame en los ojos y dime que todavía soy tu reina...
- Estas son las palabras de mi querida tía Ljubica que no duda que con su pequeño talento para mí era una luz que brillaba durante mi infancia y mi desarrollo como escritora.
¡Solamente para ti Ljuba!
¡Gracias!
El amor con el olor de dinamita
La relación intercontinental narcótico-familiar entre América Latina y Europa tras la imaginación creativa de la autora se refleja en los ejemplos reales del tiempo en que vivimos.
Dos años después del nacimiento, brilló en forma típica y creativa, una perla más del collar literal de Dianna Diverno. Con la ficción maravillosa y sobre todo transportación del relato tras los personajes realizados, desarrolla la relación intercontinental narcótico-familiar de la América Latina y Europa derrotando el camino de la entrada en el llano del género de su contemporánea Minette Walters, la reina de las novelas policías de Inglaterra.
La mafia, la droga, el sexo, los chantajes, los enfrentamientos, los asesinatos de individuas hasta familias enteras de carteles, y todo eso bajo la sombra del poder e influencia de los círculos gobernantes, la autora de la novela El amor prohibido
pinta el presente desde el punto de vista poético.
Construyendo el esbozo de la novela en los personajes de amantes pasionales y platónicos soportándolo con el título poético Hacer el amor en el sueño
como un prólogo de esta historia emocionante y romanesca, una vez más demuestra su identidad literaria típica y refinada con la relación autobiográfica.
En el triángulo amoroso, en la lucha entre la vida, la muerte y la agonía, entre la razón en una parte y emociones en la otra, ese deseo imparable de vengarse a otra familia, Dianna desvela la naturaleza compleja de la heroína principal, la hija del rey de la mota, y la escritora se demuestra como experto de las características personales psicológicas.
La autora está conocida por su creación en muchos géneros, especialmente esta creación de la imaginación y fantasías eróticas que son impresionantes. Esta vez el romance en el triángulo de Bermudas de sus personajes, realiza con una relación incorpórea también impresionante, demostrando que la relación así puede ser fuerte y pasional, y que las mujeres están afectas a relaciones con los chicos duros
.
Subotica, 23 de noviembre de 2009.
El poeta Sredoje Topalović
El arte de género de Dianna Diverno
Escribir en género, de género y para el género, caminando por una borde peligrosa que conecta la arte de a duro
y la alta
, ya por mucho tiempo en la zona socio-cultural de Serbia representa un desafío creativo e interpretativo. En este contexto las obras literarias de Dianna Diverno y su novela EL AMOR PROHIBIDO es múltiplemente representativo. Es representativo porque tiene realizadas valores estéticas, en la expresión formal, estilística y de la lengua bien construida, la conciencia (po)ética que sigue el relato de la novela, por la justificación de las preguntas hechas y los temas revelados. Es significante porque continúa y exceda sus novelas anteriores, que también con su pureza del género representa el elemento necesario de la literatura contemporánea serbia.
Con la novela EL AMOR PROHIBIDO Dianna Diverno entra completamente en el contexto poético de la literatura europea y mundial que estima la novela aventurera, de a duro, mafiosa, vengativa, erótica y de amor, que su calidad busca en la incertidumbre, los tipos, los temas y las relaciones establecidas. Como cada obra significante del género que igualmente está bien observado desde punto de vista de integridad de las obras y desde punto de vista individual y EL AMOR PROHIBIDO es una síntesis de los elementos poéticos que ese género absorba en si mismo y brilla de si mismo.
En el proceso de escritura, la escritora es restaurador de las capas arquetípicas literarias y de género y tradiciones culturales, y como un medio sabiendo la historia de la modulación literaria y la realidad fuera de la ficción a través de la profundidad de los temas elegidos. Ella se aleja de los espacios de Serbia que son cercanos y conocidos y se va, en esta novela, a México. México es un espacio conjunto, un motivo que sublima la experiencia de los flujos criminales. Cuba, Venezuela, Alemania, Francia, Serbia, Rusia, Italia, España, Brasil quedan como subconjuntos, su presencia está justificada de una manera real y psicológica y es la prueba de omnipresencia de relaciones que gobiernan en ese tipo de pensamientos. Aquí, sin embargo, no hay que buscar la relación entre la experiencia en vida y la literatura. Esa relación se encuentra en los temas de familia, el amor, el odio, la supremacía y la subordinación. Precisamente con otros temas Dianna Diverno logra la credibilidad excepcional de la novela.
Finalmente, completamente en el contexto del módulo irónico, voy a presentar sintagma famoso de Northrop Frye, Dianna Diverno falla el horizonte de la expectativa del público y termina la novela con un fin abierto, que no tolera la ambigüedad ideológica.
Kruševac, 4 de septiembre de 2008.
Mr Spasoje Ž. Milovanović
Hacer el amor en el sueño
Quiero hacerte el amor,
En el aire, nube, sueño.
Todo el tiempo siento que pasas por mis venas –
Y sé que eres mi dueño.
Siento tu toque lento,
Con movimiento terno quitas el velo de la soledad mía
Y estás aquí. Te siento, como telepatía.
Color del mundo, para nosotros, ya no existía.
Te toco los labios, tras un sueño
Y camino hacia ti con camino frágil.
Te gusta mi apariencia y pecado ese,
Que te hace loco, que te hace sutil.
Como telepatía de parpadeos simples,
Tiemblo entera. De repente, estoy confusa.
Todos los colores se pierden mientras te imagino en el sol
Y con una infinidad entera te hago el amor.
Capítulo primero – La regresa
Largos, ilimitados campos de maíz traspasaban antes sus ojos. En un punto el cielo se conectabas con esos campos, pero la línea era obvia y clara. El ruido del motor empezó a irritarla y Donatela no podría esperar llegar a su destino, tomar un baño y acostarse.
Desde que se fue de México, hace tres años, Donatela Orsorio no se regresó a casa de sus padres. Ellos la visitaban en su dormitorio universitario durante las fiestas y vacaciones. Nunca había querido Madrid, tampoco se había acostumbrado a España. La mejor imagen que había llevado de ahí era relacionada con el personaje de Matilde Revalier, una estudiante bella, hermosísima a que envidiaban todas las chicas y a que como locos cortejaban todos los chicos. Sabía tener la actitud bella, digna, linda... Y también sabía que delante de los desconocidos va a introducirse bajo ese nombre.
Antes sus ojos, como un arroyo, traspasaban los maíces y ella se inclinó hacia Andrés que sentaba adelante y manejaba el jeep del padre. Miró al camino detrás, sabiendo que hay una nube de polvo detrás de ellos.
- ¿Llegaremos pronto?
- El asistente personal, guarura y chofer de su padre Andrés Vargas miraba fijo delante de si mismo, siempre perfectamente concentrado en lo que hace (aunque toda esa concentración sea dirigida en una simple conducción). Rápidamente la echó un vistazo y entonces buscó su rostro en el espejo retrovisor.
- ¡Falta media hora, señorita Orsorio! – respondió simple y llanamente. Toda su atención dirigió al camino. Donatela dio la vuelta hacia atrás. El velo de polvo se ondeaba detrás de ellos. Volvió a mirar los maíces. Todo era igual, lo mismo que antes de su ida. La naturaleza seguía igual como la había dejado, los campos estaban creciendo, hacía buen tiempo, solamente...
- ¡Esto es aburridísimo! – dijo para no pensar mucho. Ese día era largo, agobiante. El vuelo era horrible y le faltaba paz. La fila de mantenga del equipaje era demasiada larga y en el retraso. No había nada que le mejoraría el día. Solamente notó un hombre guapo que estaba delante de ella y que llevaba en su oreja una pequeña pendiente dorada. Mataba el tiempo observándole, aunque sabía que nunca le hubiera notado en esa fila larga si no se aburriría tanto. Andrés la esperó. Le dijo que parece mejor que antes, pero un poco enjuto.
- Le creo, pero sabe que largo es el camino – buscó su rostro en el espejo retrovisor. Donatela sonrió. Quería ese guarura viejo de su padre. Era uno de pocos que rodeaban su padre con quien encontró una lengua común. Conocía Andrés desde que era pequeña y siempre sentía seguridad junto a él, a pesar de que todos guaruras de su padre estaban igualmente calificados para el trabajo que hacían. Ella era su favorita, sabía contar chistes, le parecía a un tío grande. Los demás guaruras, tres hombres más, eran callados y completamente dedicados a su trabajo. A pesar de su sentido del humor, aún Martín Villareal Orsorio quería ese guarura que conocía ya veintitrés años.
Mientras pensaba sobre los guaruras, Donatela también recordó su ida de Madrid que había pasado en muy bien humor. Echaron una fiesta pequeña, como un cóctel, estaban veinteañero. Todos hicieron un esfuerzo por hacer el humor magnífico y bromear, solamente algunos chicos trajeron varias botellas del alcohol, porque el alcohol estaba estrictamente prohibido en el dormitorio. Donatela tenía la impresión de que dejó amigos maravillosos, aunque antes no eran tan grandes amigos, también tenía la impresión de que no volverá a encontrar almas tan maravillosas y cariñosas. ¿Tal vez la razón de todo eso era su ida? Puede ser. Pasa a menudo que la gente, cuando alguien de su alrededor vaya, tiene la sensación de perder alguien especial y diferente y se esfuerzan en todas maneras posibles para que faciliten la ida de esa persona, con su comportamiento cariñoso. De todos modos, ahora no salían de sus pensamientos.
Se sentía tan estúpida como hace tres años. No quería irse de la finca, pero su padre la obligó hacerlo. Eso acompañó una larga adaptación a Madrid y la escuela. Y ahora, cuando se acostumbró por fin y aceptó todo tal como era, se regresa a la finca.
Otra vez echó un vistazo tras la ventanilla. No han llegado todavía. Miró en el reloj. Habían pasado quince minutos solamente desde que preguntó Andrés cuando llegarán.
- ¿Cómo está el padre? – preguntó tranquilamente. Eso no le interesaba, no estaba en buenos términos con él. Su hermana Diana tenía el carácter completamente diferente del suyo y el padre la quería inmensamente. Preguntó por preguntar y matar el aburrimiento.
- Está bien. Lee mucho últimamente.
- Antes también leía muchísimo – Donatela recordó, un hombre viejo, poco calvo y con el pelo blanco leyendo novelas con las gafas en la cara. Eso era su mejor pasatiempo por la noche. Su madre, Sintia Villareal Orsorio, no consideraba ese tipo de pasatiempo muy listo por los ojos, especialmente por la noche... Pero Martín Orsorio no sería lo que es, si no sería persistente y duro hasta el fin. Eso reflejaba incluso en ese pequeño pasatiempo.
- Ahora lee enciclopedias.
- No puedo ni imaginar que lee eso. ¿Dónde está ese montón de novelas de Agatha Christie? Estoy segura que las leyó todas y ahora no tiene nada que leer. Cuanto lo conozco, estoy segura que no leerá un libro dos veces.
- No, no leerá. Tiene usted razón, señorita Donatela – respondió Andrés sonriendo. Durante esos veintidós años conoció a Martín Orsorio muy bien, y se dio cuenta de que él era tipo de hombre que da orden solo una vez, que algo bonito y emocionante quiere vivir una sola vez y que nunca jamás leería algo dos veces, pero recordará después de tres años, que zapatos tenía un personaje femenino en una fiesta.
- ¿Enciclopedias! No puedo creer que lea eso.
- Observa – la corrigió Andrés que volvió su atención en el camino.
- Da igual – sonrió. Su pelo del color rubio oscuro estaba suelto y alcanzaba hasta la mitad de su espalda. Como su melena era lisa más a menudo recogería con una horquilla o lo dejaría ondear en el viento. Desde hace mucho abandonó la idea de poner ondulación permanente o pintarlo y destruirlo de esa manera. Cuando estaba en la secundaria una vez lo pintó en negro y por un tiempo rizó su pelo con rulos enormes. Pero como su pelo estaba un poco rebelde y difícil de dar forma, muy pronto dejó de hacerlo. A su padre ella morena no le gustaba demasiado igual que cuando su hermano Eduardo tenía el pelo largo y puso vaqueros rasgados para una fiesta. En casa, padre hizo un rollo que implicaba que ese tipo de grosería estaba intolerable y que Eduardo inmediatamente se aleja de todo eso.
Mientras estaba en Madrid, Eduardo le faltaba mucho. Aunque era un año mayor que ella y se enfrentaba con cosas completamente distintas en la vida, tenían un lenguaje común, que nunca logró conseguir con Diana.
Miró los campos de maíz otra vez, consiente de que ese ambiente estaba agobiado y monótono. Debería tomar una revista que podría hojear. Por fin, el camino empezó a ser más familiar. Se acercaban a una casa enorme, en tono blanco, con torres enormes, piscina, lago y jardín. Al lado del acceso estaban diez estatuas grandes y algunas fuentes grandes cerca de cuales pasaron. A su padre le gustaban las fuentes, pero su madre decía que él exagera con eso y si pone solamente dos fuentes más, eso estaría culminación del disgusto de creación y decoración de los ricos. Contaba las fuentes. Todos estaban ahí, no había nuevos. Sonrió. Algunas veces Martín sabía hacer caso a su esposa.
Eso era inusual pero listo de él no poner más fuentes.
- Todo sigue igual – dijo con melancolía.
- En general. Su padre cambio algunas cosas pero, me parece, que no con muchas ganas. Su madre empezó a enojarse con muchas cosas...
- Sí, mamá sabe domarlo – sonrió Donatela a su broma porque el sentido de domar es más adecuado para los sementales.
- Ella es una mujer especial. Por eso su padre la quiere tanto.
Donatela no respondió. El padre tenía sus reglas no escritas que indicaban que sobre ciertas cosas no se habla y se calla. Igual la noción de su amor mutual era una noción abstracta que la gente que les rodeaban no podían suponer, tampoco entender. Donatela siempre tenía la impresión que su padre no amara a su madre como debería, eso fuera una relación pulida, razonable, que solamente se basara en la amistad. Sintia tenía un rasgo de carácter con la que logró atraer un hombre como Martín Orsorio, sabía lo que quiere y desea y sabía confrontarse a él y cumplir sus propios deseos hasta el final.
Solamente Donatela tenía ese rasgo – realizar cueste lo que cueste – y por eso su relación con su padre estaba tirante especialmente si sus actitudes no coincidirían. Y eso pasaba demasiadas veces.
Por eso se sentía mejor en Madrid que en casa. Ahí no tenía importancia quien piensa igual que ella y quien no. Simplemente estaba la parte del dormitorio y ahí las reglas se respetaban no importan las actitudes.
El jeep finalmente se acercó a casa. Por un momento Donatela puso su mano en los asientos de cuero. Material la enfriaba. Tenía la impresión de que no podía esperar llegar, tomar un baño y cambiar de ropa. Salió del jeep. Nadie más que Norma, una sirvienta vieja con los brazos gordos, en uniforme negro con delantal y gorrita blancos, la esperó. Norma estaba en la entrada y por diez minutos con impaciencia, saltando de un pie a otro constantemente mirando el reloj. Norma era una de los raros seres queridos en la infancia y la vida de Donatela. Era un alma simple que siempre abría su corazón a Donatela, primero cuando era una niña y luego cuando ya era una muchacha. Era una de las raras personas que echaban de menos a Donatela en las horas largas y solitarias en dormitorio y la escuela, Donatela lentamente se acercó a ella. Sonrió con una sonrisa irresistible que siempre destacaba sus pómulos.
- Vieja mía – dijo con entusiasmo. Antes estrictamente cuidaban sobre quién las observaba, en caso de que la sirvienta le abrace o cuando hablen de cualquier cosa. Ahora eso no tenía la importancia. Norma se enderezó.
- Por Dios, señorita Donatela, ¿Usted quiere que su padre me despide?
- Donatela sonreía.
- Dudo mucho que lo haría ahora. ¡Apenas llegué! ¿Piensas que quiere pelearse conmigo y ni siquiera entré en casa todavía? – se alejó de la sirvienta. Sentía entusiasmo agradable por verla. Miró alrededor. Menos Andrés nadie las miraba.
- ¿Dónde están los demás? – preguntó en un tono serio. Por supuesto no esperaba que alguien más la espere. Menos Eduardo, si no está ocupado con otras cosas.
- Su padre trabaja y su madre hace algún tapiz. Diana salió a la ciudad y su hermano... - la sirvienta miró alrededor. ¿Juraría que me había dicho que estaría aquí?
- ¿De verdad? – Donatela se giró. Entonces notó un hombre alto y guapo que se acercaba a ella. Tenía en sus manos un ramito de flores.
- No sabía qué y cómo – sonrió con la misma sonrisa que ella tenía, que destacaba pómulos la abrazó muy fuerte y entonces la alejó.
- ¡Déjame verte hermanita! ¡Eres una bomba! ¡No hay duda! ¿Verdad Norma? – se giró hacia la sirvienta que sonreía