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Samba Hasta La Muerte
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Libro electrónico302 páginas4 horas

Samba Hasta La Muerte

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Información de este libro electrónico

La intrigante vida de un Jessica, que vive al filo de un cuchillo 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 ago 2022
ISBN9798201609566
Samba Hasta La Muerte

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    Samba Hasta La Muerte - Dianna Diverno

    EL CAPÍTULO UNO – EL AMOR EN LA DANZA

    El club Alden estaba llenísimo. Este mes, durante toda la semana los huéspedes venían en el club en la búsqueda de diversión, buen humor, estriptís y las danzas fantásticas que provenía manejo del club. Las mejoras chicas de Las Vegas tenían que pasar el ojo de crítica de Henry Stone que las escogía, seleccionaba, tutoría y obligaba extraer lo mejor de ellas mismas y entonces les daba espectáculos que pensaba que mejor caían esas mujeres.

    Helga, alemana pasional, bella y atractiva, realizaba su espectáculo de estriptís cada noche que club estaba abierto (estaba abierto por los fines de semana) en la media noche y su espectáculo duraba veintitrés y medio minutos. Estriptís era lo mejor espectáculo en el club Alden. Las otras chicas envidiaban a esta alemana que a través de su relación con el hermano de Henry obtuvo esta posición que agarró con sus dos manos y no planeaba renunciársela de una manera fácil. El sueldo tardaba entre tres y diez días. Pero de todos modos el sueldo nunca faltaba y dos veces al año Henry Stone pensaba que era necesario darles algún tipo de bono o hablar sobre ellas en la radio y las noticias.

    El espectáculo ilusionista pertenecía a Marco, el grupo Dalia realizaba la danza de vientre maravillosa, mientras que espectáculo de la samba pasional pertenecía a Jessica Alami, que siempre llevaba la ropa de carnaval: las plumas en la cabeza, el sujetador y las bragas tanga. Tenía el cuerpo divino, más bonito que Helga, pero nunca quiso hacer el estriptís. Para ella, la samba era suficiente. Su acto consistía de dos sambas y una rumba y estaba limitada a once minutos, empezaba en once y diez en punto y duraba hasta once y veintiuno. Henry Stone siempre anunciaba su acto y después de la danza recibía un aplauso atronador.

    Jessica sabía muy bien que en este caso su acto de samba es solamente la introducción al estriptís de Helga, pero no prestaba atención a eso. Tan como Helga, ella recibía su sueldo, bono y la noticia en la radio local que la anunciaba como Jessica de fuego que esta noche otra vez realiza su acto de samba hasta la muerte. Al principio este anuncio de su danza no le gustaba para nada, porque no lo entendió muy bien. Una vez hablaba con su novio Stephen, que todo el mundo conocía como Steve.

    - No te preocupes – dijo él de su manera traviesa y la pellizcó la mejilla – tu acto es hasta la muerte. ¡Pero en la cama con migo!

    Después se acostumbró a ese anuncio y tenía problema de ser Jessica de fuego. Henry Stone empezó llamarla así y con el tiempo se acostumbró completamente. Le parecía que todo Las Vegas olvidó que su nombre era Jessica Alami. La gente a menudo olvida, solía decir su madre que la consolaba por muchas cosas que la pasaron en la vida.

    Jessica creció sin padre y esa pérdida la dolía siempre de esa manera única y especial, como todas las chicas que crezcan sin padre y que siempre sufran y busquen la afección y amor paternal. Su madre Evelin intentaba recompensar en todas maneras la falta de la figura paternal, pensaba casarse con algún tipo de Oregón. Por desgracia, ese matrimonio no pasó y con eso oportunidad para Jessica para tener un padre.

    De todos modos, cuando cumplió dieciocho años empezó vivir con Stephen y apoyó su grupo de Los Jinetes de la muerte...

    Las luces del escenario estaban señalando a ella. Su cuerpo era divino, curvado donde debería estar curvado, con tetas bellas y piernas bonitas. Su vestuario para esta noche eran bragas tanga y en vez de sujetador tenía puestas dos cintas rojas. Su cintura estaba cubierta con un cinturón en el que estaban puestas serpientes rojas que rodeaban su estómago. En sus ojos llevaba una máscara roja y tenía plumas en su cabeza. A ella le gustaba mucho ese disfraz que revelaba más que cubría. Ella tenía cinco disfraces diferentes, pero éste definitivamente era su favorito precisamente por su escasez. Y también por las serpientes. Las serpientes siempre tenían un lugar muy especial en los cultos y las creencias de su madre. 

    Oyó los sonidos de samba y el sonido de la trompeta. Ese sonido de la trompeta era lo que hacía su acto tan espectacular.

    Sus pasos eran armoniosos y ágiles, los que conocían ballet podrían ver que Jesica una vez practicaba ballet (mientras vivía en Henderson). Salió en escenario e hizo algunas vueltas bien practicadas. Oyó un sonido muy, voces de la gente, vio los flashes de las cámaras... entonces quitó todo eso de su mente. Solamente quedaron ella y su samba. Su samba. La samba con la que crecía, la que escuchaba en los momentos de la soledad mientras que su amor hacia la danza crecía y con ella misma crecía la necesidad de escuchar la samba.

    Hizo algunas vueltas más, giraba en escenario. Parecía que los sonidos de samba estaban fundiendo con su cuerpo ágil que se giraba en el ritmo de Brasil.

    Notó dos hombres que estaban sentados en la mesa que estaba al lado del escenario. Ellos siempre estaban sentados ahí, siempre tomando fotos y saludándola. Henry Stone le dijo una vez que ellos querían conocerla bien.

    - ¿Quieres que les de tu número de teléfono?

    ¡Steve la mataría!

    - ¡De ninguna manera! – respondió en breve. De ese momento prohibió a Henry que hablara con otros hombres sobre ella o diera informaciones, números de teléfono o dirección. Jessica no tenía tarjeta de visita. Su tarjeta de visita era Steve Carls. No necesitaba más que eso. Él era su pase para todo, su entrada para los círculos mafiosos de Houston, su primera y gran amor de su juventud y su cárcel que la sofocaba con sus cadenas.

    Consciente de esas cadenas que la reforzaba, mientras bailaba esa danza tan extática, queriendo que la danza durara más. Las canciones fundaban una a otra. Jessica sabía perfectamente el sonido donde terminaba una y donde empieza la otra. Su ritmo cambiaba lentamente dependiendo de la canción. Sus plumas del pavo real hacían su figura más bella, más guapa, mientras que sudor caía lentamente en su estómago y espalda, los sonidos amplificaban y estaban más fuertes y su danza terminaba lentamente. El murmullo en la sala del club también amplificaba y entonces sonó la trompeta que señalaba la terminación de su acto de samba fenomenal y su vestuario de la danzarina brasileña de carnaval que la hizo tan famosa.

    Ella inclinó dos veces, mientras que aplauso sonaba en sus orejas.

    Henry estaba al lado señalándola con su mano que bajara del escenario. Echó un vistazo hacia esos dos hombres que estaban sentados al lado de escenario. Ellos la miraban y la saludaron. Ella no prestaba atención a ellos. Su danza de amor estaba terminada.

    Con eso su presencia era redundante.

    - Eras maravillosa. Divina. Bravísimo cariño – su asistente Nicol la esperaba en la entrada de vestidor donde con cuidado quitaba ese maquillaje tan caro del rostro de Jessica, sus mejillas y tapas.  En un instante, pequeñas piezas de cotón limpiaron su rostro y Jessica, completamente distinta miró al espejo.

    Sí, esto sí que era ella. Una simple muchacha de Las Vegas con el pelo rubio que estaba recogida con cuidado debajo de las plumas.

    - Estas plumas rojas y este vestuario está fantástico – Nicol echó un vistazo de envidia hacia las tetas y el cinturón de Jesica alrededor de cual estaban esas serpientes rojas de plástico.

    Esa mirada daba asco a Jessica. Si no la conociera, pensaba Jessica, en algún otro caso sospechara que Nicol era una de esas lesbias latentes que solamente están buscando un momento conveniente para ofrecer a una mujer interesada el sexo fantástico que sería deducida a diversión con un pene artificial. (dildo).

    Ello tenía todo eso con Steve y eso era suficiente para ella.

    - Ya es la hora de quitar mi ropa – dijo Jessica y se estiró. Durante un año y medio estaba trabajando en este club cinco veces por la semana, su acto estaba en once y diez. Esto era su tiempo, tiempo de samba y la danza de amor.

    Nicol salió, para que Jessica pudiera cambiar de ropa tranquilamente. Dentro de  un momento su vestuario estaba quitado y en el armario.  Mañana también va a bailar en este vestuario. Ahora estaba completamente desnuda. Su ropa estaba en una silla que estaba al lado y ella vistió sus vaqueros y su camiseta blanca, eso tenía puesto cuando llegó al club. A ella no le gustaba la ropa negra de piel y tatuajes como a su novio Steve Carls. Ella estaba contra de todo eso. El mismo Henry Stone le dijo que ella no pudiera trabajar en el club si tuviera algún tatuaje en su cuerpo. Los tatuajes estaban prohibidos estrictamente en el club Alden. Al principio Jessica no sabía por qué eso era así.

    - ¿Cambiaste de ropa? – oyó toca en la puerta que abrió inmediatamente. Era Anita Johnson, una muchacha muy bella que tenía su acto antes de Jessica. Ella hacía los actos de estirarse y saltar de circo. La llamaron la chica de goma, pero a ella eso no le importaba. Tan como Jessica Anita estaba acostumbrada a esos apodos. Cada trabajo traía algunas desventajas – ellas tenían que acostumbrarse a los apodos que les daban los medios.

    Anita entro en su vestuario rápidamente. Ella tenía puesto un simple chándal. Para hablar en franco, Anita era una muchacha completamente diferente a ella. Era una muchacha buena que miraba la vida y el mundo solamente tras el deporte. Sus pensamientos, opiniones, principios y normas eran solamente tras el ramo del deporte. Anita no sabía comportarse de una manera diferente. Si pasara algo malo, Anita solamente negó con su mano diciendo – la vida sigue.

    Pero ahora parecía muy preocupada. Entró rápidamente en el vestuario y cerró la puerta.

    - ¡Jess! – empezó lentamente mirando la chica que estaba ... su ropa. La diferencia entre Jessica Alami en escenario y en vestuario era enorme, y Anita estaba convencida que mucha gente no podía reconocerla durante del día y en ese elemento.

    - Diga – Jessica no se giró todavía y por eso no pudo ver su rostro preocupado.

    - Estoy preocupada – Anita empezó inmediatamente diciendo la razón por el que vino a ver Jessica.

    - ¿Por qué? – Jessica giró hacia ella.

    - He oído que...

    - ¿Qué? – ahora Jessica estaba preocupada, porque ella también ha oído cosas.

    - Que los Enmascarados están en la ciudad. ¿Tú sabes lo que significa eso?

    Jessica asintió con la cabeza. ¿Tendrá que pasar tras el mismo infierno otra vez?

    - ¿Tú también oíste eso?

    - Mi hermana me dijo que hace unas horas ha visto montón de joppers pasando por la calle principal. Me parece que al Abraham Negro no es suficiente multitud de estupideces que recogió hace tiempo. Dicen que estaba en la cárcel durante un tiempo, pero salió claramente. El Negro tiene relaciones – dijo Anita. Miraba a Jessica durante un momento, que pensaba sobre lo que pasaba – la guerra entre los clubes de motociclistas en Nevada para que después de golpes algunos de ellos se retiraron del escenario de la calle.

    Joppers solían regresar a Las Vegas, pero como Carls lideraba sus  Jinetes de la muerte con éxito y con una dosis de defensa eso significaba que Jokers Enmascarados de vez en cuando conquistaban otros territorios. En ocasiones venían a Las Vegas. Abraham Negro era un gran fan de ruleta y otros tipos de apostar. En Las Vegas gastaba enormes cantidades de dinero en apuestos y entre otras cosas en las mujeres. Todos que eran la parte de los Jokers Enmascarados seguían el ejemplo de Abraham y comportaban en la manera relajada, vulgar y sinvergüenza.

    - ¿Steve lo sabe? – preguntó Anita porque notó que Jessica no la respondió nada.

    - Probablemente esté informado. No lo vi desde ayer – dijo en bajo. Ella odiaba esa costumbre de él – simplemente solía desaparecer por un par de días con su grupo y entonces a alta velocidad regresaba a Las Vegas para correr por las calles con policía respirando en la nuca. Steven Carls estaba detenido no solamente una vez por la perturbación del orden público y no solamente una vez pasó unos días en la cárcel...

    A Jessica nada lo pudo sorprender más, menos que...

    - ¡Si no esté enterado debes avisarle de todos modos que Negro había vuelto!

    - Vale – confirmó Jessica. Ella sentía el dolor en sus piernas, ya estaba harta de ese día y de todo, no podía esperar ir a su casa, bañarse y acostarse.

    Anita se despidió de ella y Jessica se preparó para irse. Ligeramente salió del club. Hasta sus orejas viajaban risotadas del público. Augusto Sherifez precisamente realizaba su mega-acto de comedía. Augusto era uno de los enanos, tenía solamente metro y medio de altura, era un poquito gordito, pero era uno de los mejores cómicos que Jessica había conocido en su vida. Él podía hacer reír al público al principio de su acto y muchas veces sus mega-actos eran transmitidos en varias estaciones de radio locales en Phenix. Parecía que Augusto y Helga eran los mejores triunfos que el club Alden tenía que ofrecer y Jessica no tenía problema con competirse con ellos. A ella su acto de once minutos era más que suficiente.

    El aire de la noche era muy agradable. Podía oír en los lejos el ruido de los motores y de la ciudad. Sabía perfectamente que eso no le gustaba para nada...

    Se dirigió hacia su coche, pero no notaba que u hambre la estaba observando.

    La casa en la que vivía con Steve estaba en _____ Eso era la parte donde muchos amigos de Steve tenían sus casa. Algunos de ellos vivían en caravanas. Eso era suficiente para ellos, especialmente si se tratara de los solteros.

    La casa en la que vivía con Steve era muy bonita, baja, estilo estándar estadounidense con ventanas divinas y las flores en el balcón. Tenía cuatro cuartos y la cocina, baño era pequeño y solamente tenía inodoro, la ducha y pequeño lavabo encima de que era un gran espejo.

    Jessica pagaba la renta de su salario, mientras que Steve pagaba resto de gastos de vivienda. Parecía que ellos eran una pareja bonita y en harmonía.

    Ella manejaba Audi que tenía cinco años. Paró delante de la casa y se dio cuenta de que Steve regresó con sus Jinetes. Por lo menos diez motores de diferentes marcas. Suzuki, Yamaha, ninya estaban delante de la casa ordenados como sardinas. Ella oyó la música alta que sonaba de la casa y vio que no va a dormir aunque tenía resaca.

    Steve Carls no estaba en _____ los últimos treinta y seis horas. Él y sus Jinetes solían salir de la ciudad para manejar por lo partes peligrosos y empinados de alrededor de Las Vegas. También manejaban por los cañones sabiendo los riesgos y los peligros. Algunos de ellos de vez en cuando llevaban paracaídas en sus espaldas en caso de que perdieran control de sus motores. Dos amigos de Steve perdieron control y desaparecieron en el cañón. En esos casos paracaídas no les ayudaron.

    Ella oyó el sonido de las guitarras y suspiró profundamente antes de que entrara en la casa.

    Los  amigos de Steve, John Jr. Carlos y Sax estaban en la entrada, hablando. Solían maldiciendo mucho, gritar detrás de las chicas y comportarse de una manera muy vulgar e imposible. Bebían la cerveza de las latas y hablaban sobre chicas. Cuando vieron Jessica dejaron de hablar.

    - Ay señorita – empezó John Jr. Siempre le gustaba burlarse a ella. - ¿Ya terminó el acto de la danza de carnaval? – la miraba sinceramente interesado. Una vez el grupo de los amigos de Steven fueron al club para ver el acto de la samba brasileña que representaba Jessica. Estaban encantados, principalmente con el cuerpo de Jessica. Una vez algún de ellos comentaba algo sobre el cuerpo de Jessica. Steve lo dio una paliza.

    Nadie volvió a mencionar la samba. Era un tema prohibido.

    - Sí – lo miró brevemente. Era un tipo muy antipático. Tenía el pelo largo y negro, llevaba barba y la ropa que olía al sudor y la cerveza. Pero todo eso no importaba a él, porque siempre presumía que tenía el mejor motor – Yamaha...

    - Puedo apostar que todos los hombres babeaban – John Jr. giró hacia estos dos – deberían ver que tetas tiene esta chica.

    Los dos hombres la miraron.

    Jessica se dio cuenta de que el tema seguirá en la dirección de sus tetas así que entró. Ella no quiso escuchar lo que tenían que decir sobre ese tema que solamente podía oír cuando Steve no estaba cerca.

    Diez hombres estaban en su casa. Música era altísima. También estaban algunas chicas que los amigos de Steve recogían en su camino. Todas las puertas en casa estaban cerradas. Jessica puso sus ojos en blanco con rabia. Sabía perfectamente qué estaba pasando detrás de las puertas cerradas.

    Había hablado con Steven muchas veces sobre eso. El tema siempre terminaba igualmente – con una palmada en su mejilla. Steven pensaba que sus amigos merecen algo de diversión. 

    Era una lástima que esa diversión siempre ocurría en su casa. Demasiadas veces Jessica tenía que limpiar la casa las siguientes mañanas. Siempre había sábanas sucias con los rastros de quién sabe qué, las botellas y las latas. Vasos rotos. Muchas veces notaba que algunos objetos faltaban en la casa y dos veces venía policía para intervenir. 

    Esta noche iba a ser del infierno. Era cuestión de cuándo el policía Stanly iba a tocar su puerta con el orden de arresto.

    Jessica suspiró profundamente y empezó buscar Steven. No lo pudo encontrar en ninguna parte. Eso despertó su rabia. Ese gen no amaba, porque solamente la mostraba cuánto depende de ese hombre y cuánto signifique para ella su afecto y atención.

    - ¿Dónde está Steve? – preguntó al gordo Marcus.

    Marcus estaba bastante borracho. Solamente sonrió para que ella viera sus dos dientes dorados.

    - ¡En la recámara! – reía burlándose de ella.

    Ella sabía perfectamente lo que eso significaba. Apretó sus labios.

    Abrió la puerta de una de las recámaras. Ahí estaba Cliff con dos chicas. Ni siquiera notaron cuando ella abrió la puerta. Estaban completamente desnudos entregados a su propia satisfacción. Ella cerró la puerta y abrió la puerta de su recámara.

    En ese preciso momento una bellísima joven estaba besando a Steve. Steven estaba en la cama, desnudo, ni siquiera se cubrió cuando Jessica entró. Ella estaba en choque, solamente mirándolos por par de segundos. Era una situación bien conocida, ya vivida, vista, sentida. Ahora no sentía el dolor que pensaba que iba a sentir.

    - ¡Bastardo! – gritó.

    La chica, que sabía perfectamente su trabajo y lugar echó un vistazo a ella.

    - ¿Steve, quién es ésta? – suspiró en bajo confundida.

    - Mi hermana, sea si cuidado – negó con la mano y la mostró que se acercara. Esa chica empezó besarle en su rostro y cuello, pretendiéndose que Jessica no estuviera ahí. Sus manos estaban en las tetas de esa chica y lentamente empezó quitándola el corsé.

    De esa manera solía quitando el corsé a Jessica.

    Bastardo – pensó otra vez mientras salía de ahí cerrando la puerta con golpe – por lo menos pudo estar un poco más original.

    No esperó un momento para ver esa joven prostituta empezando su trabajo. En sus ojos brillaron lágrimas. No era la hora para lamentar, especialmente delante los amigos de su marido que estaba drogada y borracha.

    Se oía la canción de Gun’s and Roses You could be mine. La voz de Axel Rose sonaba en sus orejas de una manera simbólica, de misma manera que sonaban los tones de su querida samba. Durante cinco años que pasó viviendo con Steve, Jessica escuchaba las canciones de ese grupo y Axel Rose le parecía muy conocido y cercano. Tan como su madre solía escuchar las canciones de Beatles y Elvis Presley. La canción Viva Las Vegas era una de las canciones junto cual Jessica como una niña pequeña empezaba bailar y mostrar los primeros señales de una bailarina con mucho talento...

    Ahora Axel Rose la irritaba con su voz, ese encanto bonito sobre cual lamentaban motociclistas, la gente que amaba diversión, principalmente la gente que estaba en un camino para nada o en un camino de ruina.

    Con la mirada de verdadero asco miraba lo que pasaba en la habitación que ella llamaba su salón y que en esta ocasión era un verdadero bar de estriptis. Dos muchachas estaban bailando en la mesa. Alrededor de ellas estaban sentados cuatros hombres mirándolas. Las muchachas intentaban seguir el ritmo de la canción y de vez en cuando desabotonaban los botones de sus camisetas. Los hombres las miraban con deseo en sus ojos. 

    Jessica las miraba por unos momentos consciente de que su baila era muy mal, que todo esto era un espectáculo de aficionados que estaba pasando solamente para divertir muchachos que estaban sentados alrededor y que todo eso era muy muy mal. Echó un vistazo hacia los restos de cigarrillos, hacia dos jeringas que estaban en la mesa y un muchacho joven que estaba en el rincón con la venda alrededor de su brazo esperando con paciencia para que la dosis  empezca a afectar. Suspiró profundamente y como con miedo miró esas chicas que estaban bailando en la mesa y levantando lentamente sus faldas.

    Todo esto tenía su otro lado, la medalla no era dorada solamente de un lado. El otro lado de esa medalla, de esas danzas era la preparación de esas chicas para mostrar u ofrecer su cuerpo a todos interesados y la producción de las películas pornográficas. Solamente una película de estas era vendida en muchos ejemplos, hicieron muchas copias y la naturaleza del hombre no sería así si no sufriera por cosas tan repulsivas.

    Sentó en el sofá, al lado de dos hombres que con deseo estaban mirando esas chicas en la mesa.

    - ¡Dale otra cerveza a Carlos! – gritó un hombre - ¿Quieres tú una Jess? ¡Caros, otra cerveza por favor! ¡Jessica decidió sentar con nosotros esta noche! – Carlos la miraba con gran interés. Miraba su blusa y su rostro.

    Carlos era uno ellos que vio su espectáculo de samba brasileña y estaba encantado con su cuerpo. Nunca le dijo nada, tampoco mostraba que era uno del grupo de cachondos que la desnudaban con deseo cada vez que la vieran, consciente de que ese maldito Steve era un hombre muy feliz teniendo junto a su lado una ave de paraíso como ella. Todas las relaciones que tenía más que ella, no valían para nada, tampoco las chicas que solía recoger en sus viajes... Carlos no podía entender ese punto de vista de Steve y su

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