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Déjame que te cuente: Colección de cuentos 1980-2009
Déjame que te cuente: Colección de cuentos 1980-2009
Déjame que te cuente: Colección de cuentos 1980-2009
Libro electrónico504 páginas6 horas

Déjame que te cuente: Colección de cuentos 1980-2009

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Volumen que reúne la producción cuentística de la autora a lo largo de treinta años. Viñetas, cuentos breves y de largo aliento en los que caben desde las anécdotas y el recurso epistolar, hasta la metaliteratura y la polifonía. Literatura acompañada por dibujos de artistas tan renombrados como Basia Batorska o Eko, que flotan a lo largo de cada línea construida y que redondean la experiencia del lector, llevándolo de pronto a estar sentado en medio del acalorado diálogo de dos formas de expresión amigas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 nov 2013
ISBN9786071616630
Déjame que te cuente: Colección de cuentos 1980-2009

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    Déjame que te cuente - Nedda G. de Anhalt

    general

    EL CORREO DEL AZAR

    (1980)

    A (E. A.)

    El correo del azar

    A Enrique

    Lunes 28 de noviembre de 1949

    Srita. Susana Vélez

    Hotel Miramar

    Guaymas, Sonora

    Querida Su:

    Unas líneas rápidas para saludarnos. Llegué bien a México. Los tíos me fueron a buscar a la estación y me reconocieron en seguida por mi parecido a Luis. Tía Carmen se echó a llorar y me abrazó con mucho cariño. Durante el trayecto me acosaron con preguntas. El departamento es bonito, sólo que fue pesado subir al tercer piso cargando los regalos que mamá mandó. La cena de bienvenida estuvo de antología. De milagro no sucumbí de indigestión por todo lo que empaqué.

    Escribiré más adelante, para platicar más.

    Tu hermano que te quiere.

    V.

    Viernes 16 de diciembre de 1949

    Querida Su:

    No te he escrito en estas dos semanas porque no he parado desde que llegué. Los tíos son a todo dar. El tío Luis se parece un chorro a papá (calvo, bajito y relajiento); tía Carmen es alta, flaca y rebuena gente. No saben qué más hacer conmigo. Me llevaron a San Juan… ¡hijo, un mercado enorme y dicen que hay otro mucho más grande…! Querían que escogiera los camarones frescos, porque según ellos allá en Guaymas yo estoy acostumbrado a lo bueno.

    El domingo pasado hubo mole estilo poblano, como le gustaba a Luis chico, y fuimos a comérnoslo en Xochimilco. El lugar es precioso, con los nombres de las chalupas hechos de flores.

    Nos costó trabajo, pero conseguimos una llamada Susana. En la tarde me llevaron a los toros y, por andar de baboso mirándolo todo, me resbalé de las escaleras y me di tremendo sentón en la cola. Me dolió reteharto pero me aguanté. (No me gustaron los toros, prefiero la pesca.)

    Recién desempacado, pasaron a conocerme Alberto y Benito, dos hermanos gemelos, íntimos de Luis chico. Según ellos, Luis y yo nos parecemos un chorro. Por mi parte, a ellos no los veo tan parecidos. Me invitaron en la semana a ver El abanico de Lady Windermere en el Real Cinema, pero tendrá que ser una noche en que salgan temprano de la tienda de abarrotes donde trabajan (creo que su abuelo es el dueño).

    Me han puesto en la recámara del primo que da a la avenida Ámsterdam con su camellón lleno de árboles.

    Me doy cuenta de que nadie quiere hablar de Luis. Los tíos dejaron de ir a misa desde entonces, o sea, hace meses. Todo esto me lo dice Petra la sirvienta, que me consiente reteharto. Espero averiguar con ella más detalles, porque fuera de lo que sabemos por aquel cable sobre la apendicitis reventada o peritonitis, el resto son conjeturas. A ver si ya escribes. Ojalá ésta llegue antes de Navidad para felicitarlos.

    V.

    Jueves 22 de diciembre de 1949

    Querida Su:

    Ayer estaba seguro de recibir noticias. Eres una descarada, ya voy para el mes de andar por acá, y tú ni una pinche carta, ¿qué pasa? Que mamá y papá no escriban, lo acepto, pues eso de estar de esclavos-administradores del hotel es chamba de veinticinco horas, ¿pero tú?

    Por acá todo bien. La Petra se peleó con tía y se largó. Ahora tengo que tender la cama, sacudir muebles, cooperar siquiera a secar cubiertos, lo cual no me hace la menor gracia, pero ni modo, hay que ayudar, ¿no? En las mañanas me voy con tío al laboratorio y la hago de mensajero. En las tardes acompaño a Alberto y a Benito en la tienda y me gano así mis centavos. Con ellos ya fui tres veces al Waikikí y le disparé copas a una tipa simpática. Divertido, sí, pero nada como las espiadas que dábamos juntos en los cuartos del hotel; ¿te acuerdas de las dos lesbianas? Cuando se lo platiqué a los hermanos abrieron tamaños ojos… Figúrate, que el pueblerino salido del mar les cuente esas historias… a unos citadinos que se sienten tan cosmopolitas…

    Tu hermano.    

    V.    

    Vienes 23 a las 10:00 a.m.

    Ya no me dio tiempo de echar la carta y te agrego esto en el laboratorio. Mañana los tíos darán una cena íntima y después el permiso para salir con los gemelos. Sin Petra, la tía está trabajando duro en la cocina.

    Se me ha pasado comentarte que me acordé mucho de ti cuando en El abanico… vi a Jeanne Crain; ¡está preciosa! Pero no tanto como tú (en serio).

    Tu hermano.

    V.

    Martes 27 de diciembre de 1949

    Querida Su:

    Mamá me escribió contándome que todo anda bien por allá y que me extraña sobre todo cierta persona. Eso no lo dudo pero ya me hubiera gustado leerlo de tu puño y letra. ¡Canalla! ¿Cuándo piensas escribirme?

    Por acá te contaré que, limpiando los libros del primo, me impresionó su colección de novelas policiacas, la mayoría de Agatha Christie. Me leí La muerte de Roger Ackroyd y me apasionó. ¿Creerías que adiviné en seguida quién era el asesino? A ver si consigo mandarte el libro a Guaymas.

    Tengo llave del departamento y permiso para llegar a la hora que sea, pero como el tío me espera en pijama acostado en el sofá de la sala hasta que regreso, me da vergüenza abusar. Total que esto es el paraíso —bueno, casi, porque extraño el mar—.

    Ah, regresó Petra, la tía y ella se reconciliaron. Sabes que entre los misterios hallé dos cartas de enamorada, escritas a Luis chico con la firma de una tal R. Se lo comenté a Petra, y mejor no lo hubiera hecho, se puso como gata en celo, diciendo que esta R es una puta y no sé qué más.

    Te seguiré informando.

    V.    

    Viernes 30 de diciembre de 1949

    Su querida:

    Al fin llegó tu carta, olía a sal y era como si el mar entrara otra vez en mi vida.

    Si me vieras no me reconocerías: heredé todas las chamarras, suéteres, plumas y el reloj de Luis chico; los tíos insistiendo y yo apenadísimo. ¡Pero qué te cuento! La que se metió en el baño so pretexto de llevarme la ropa limpia fue Petra; del puro susto de verla adentro por poco me resbalo en la tina; pero la muy canija traía su plan hecho y consiguió lo que quería, ahí mismo en el baño. De pensar en que la tía nos pudiese pillar, me vine en un santiamén del puro pánico que traía.

    Ahora que te lo escribo con calma, caigo en la cuenta de que Petra tenía que haberse acostado con Luis chico y por eso reaccionó tan feo cuando lo de las cartas. Aunque aquí hay muchas cosas que no comprendo. Si existió R, ¿cómo es posible que Alberto y Benito no sepan nada de ella?, ¿por qué los tíos no quieren hablar de Luis conmigo? Hasta se negaron a acompañarme cuando les pedí visitar la tumba. Fui con los gemelos, pero no pude sacar nada en claro, excepto una vaga intuición de que nuestro primo no murió de peritonitis. Eso sí, en el cementerio, al ver la lápida, se me puso la carne de gallina porque eso de morirse a los dieciocho años… (Uno más que yo.)

    ¡Feliz 1950 para ti también!

    Love.

    V.

    PS: Ten precaución para que má no vea esta carta, la rompes, yo escribiré una postal aparte, aunque llegue tarde, para felicitarlos.

    Martes 10 de enero de 1950

    Su:

    Mientras espero a Benito y a Alberto que pasen por mí para ir a la fiesta de una prima, te escribo algo apurado.

    No lo he podido hacer antes porque, materialmente, no me queda tiempo ni para ir al baño. (Ja… ja… bueno, no, pues en el baño es donde me la estoy pasando… esa Petra es una drácula que me va a chupar la sangre… Pero gracias a ella me entero de murmuraciones.) Parece que Luis se suicidó —lo que no está claro es qué veneno tomó, porque según ella, Luis comenzó con fuertes dolores de estómago una semana antes, y después se lo llevaron al hospital donde murió de peritonitis—. Pero si te vas a suicidar lo haces de un jalón, ¿no? ¿Cómo que una semana con dolores? No entiendo, pero te prometo que yo este caso lo resuelvo y no estés pensando que ando así por leer novelas de misterio.

    Bueno, con esta nota te dejo, hasta la próxima.

    V.

    Jueves 19 de enero de 1950

    Miher:

    Por acá ha sucedido un bolón de cosas. Los tíos tuvieron tremendo agarrón por mi culpa y no se hablan. Ya parece que me quieren adoptar, porque tío tiene grandes planes para mí en su laboratorio, y tía le reprochó que estuviera castrándome lo mismo que hacía con su hijo y no sé qué más. El ambiente está tenso, casi no he salido excepto con los gemelos, dos veces al río Rosa y una al Gusano; te contaría detalles, pero como que no tengo ganas. Ando de malas y la mayor parte del tiempo me la paso leyendo y cavilando en el cuarto del primo. Lástima que no nos conocimos bien, excepto aquellas vacaciones que jugábamos en la playa, pero hace tanto de eso que no me recuerdo; ¿tú sí? Me hubiese gustado llevarme con él y sobre todo haber conocido a la R de las cartas. Por cierto, copié a mano los textos para llevártelos a mi regreso, a ver qué opinas.

    Tuher.

    V.

    Sábado 28 de enero de 1950

    Su querida:

    Hace unos días que estoy en cama con fuerte indigestión; vino el doctor y ordenó un menú fuchi: caldo de pollo, arroz desgraciado y sidra-les en cantidades navegables. Los tíos amorosísimos, Petra parece perra sin amo y los gemelos vienen a visitarme diario después del trabajo.

    Abrazos a papá y mamá.

    V.

    Domingo 5 de febrero de 1950

    Su:

    Cada vez me siento más débil y con dolores de estómago más fuertes. El doctor ha ordenado una bola de análisis. El tío Luis quiso comunicarse al hotel con papá pero no pudo conseguir la conferencia. Y es ahora que se me está ocurriendo confirmar sospechas. ¿Qué tal si Luis no se suicidó y fue envenenado como lo están haciendo ahora conmigo…? Pero, ¿por quién o quiénes…? ¿Y por qué? Es absurdo todo y estoy retenervioso.

    V.

    PS: Si ésta te llega es gracias a los gemelos.

    27 de febrero de 1980

    Sr. Luis V Vélez

    Avenida Amsterdam 103–3

    Colonia Hipódromo

    México 11, D. F.

    Estimado Sr. Vélez:

    Acusamos recibo de su cuento El correo del azar, en sus tres versiones, las cuales hemos leído con interés.

    Nos permitimos hacerle las siguientes observaciones:

    La que corresponde a la primera versión, en la que se desarrolla la relación hermana-hermano con toda la carga erótica sugerida, nos pareció excelente. Aunque consideramos demasiado explícitas las descripciones de ambos espiando en los cuartos del hotel, así como los encuentros de Petra y el protagonista en el piso y la tina de baño. También es exagerada la turbia relación de los gemelos con el primo que V logra descifrar. Aunque usted demuestra un hábil manejo de toda esta temática, la versión fue rechazada por ser demasiado escabrosa para publicarse en nuestra revista Juvenil.

    La segunda, donde la sirvienta se convierte en el personaje eje de la historia, nos pareció mal planteada. No se desarrolla debidamente la situación obrero-patronal y, por ende, no se amplía el conflicto o la injusticia existente entre Petra y la tía Carmen. Se escatiman las descripciones físicas y los datos concretos. Por ejemplo: desconocemos el lugar de origen o el pueblo de Petra. La narración se siente cargada e hizo falta introducir algunos diálogos.

    Por el contrario, la tercera versión sí nos complació. Fechas, referencias y datos han sido verificados y todos concuerdan. Sobre el hotel Miramar, averiguamos que por esos años era el segundo de importancia en Guaymas.

    Hubiéramos preferido que el protagonista le contara más a su hermana sobre los cabarets mencionados, pero al verificar sus datos biográficos comprendimos que con sus dieciocho años era difícil lograrlo.

    El paralelismo del personaje con su primo, y el modo en que ambos se van fundiendo en uno solo, así como la deliberada ambigüedad que existe entre el suicidio y el asesinato, nos gustó.

    Lo felicitamos porque en esta versión se aclara todo con la carta final, mientras el protagonista iniciará sus cursos universitarios en marzo, lo cual le da al cuento una tónica optimista que deseamos estimular en nuestros lectores y colaboradores.

    Por favor pase a nuestra oficina, previa cita, a discutir ciertos pormenores del cuento, para su futura publicación.

    Atentamente

    Rita R. Ríos

    Directora

    Departamento de Publicación

    Revista Juvenil

    PS: El título El correo del azar tendrá que cambiarse pues no tiene relación con el contenido de la anécdota.

    Las llaves doradas

    Para Vicente Quirarte y su musa

    Se convoca a todos los accionistas del club LAS LLAVES DORADAS a una asamblea extraordinaria que se celebrará en nuestro anfiteatro para elegir nuevo socio.

    V. Q.

    Esta vez estoy seguro de que seré el elegido. Mi expediente lleva bastante en lista de espera; además, contesté bien el meticuloso cuestionario al que fui sometido y siento que mi entrevista personal también fue exitosa (no asumí la actitud del suplicante ansioso, sino la del indiferente…). Quién sabe… pero… supongamos que me aceptaran, ¿no sería preferible, como el zorro de las uvas, vivir con el anhelo sin poder realizarlo…? O qué tal si después de todo no estuviera a la altura… ¿Podré o no cumplir…?

    EL LLAVERO

    Cuando lo supe me sentí raro, no ebrio de felicidad como supuse, sino más bien lacio. Hace tres días una empleada de la asociación vino a dejarme un sobre lacrado y un paquete. El sobre contenía el número que me adjudicaron, confirmándome así como socio exclusivo de la cofradía. En el paquete había una bolsa de piel de culebra oscura y dentro el llavero con cinco llaves numeradas.

    EL ÁLBUM

    Lo esperaba con impaciencia y ayer al fin una chica elegante, de rostro angelical, me entregó de propia mano el álbum que diseñan especialmente para cada socio. La portada lleva como adorno mi número y admito que está confeccionado con esmero. Ahora se explica lo minucioso del cuestionario. ¿Color, sabor, olor favorito? Si fuera bestia, ¿cuál escogería ser? En cuanto a la textura de tela, explicar la que le desagrada y por qué. ¿Con cuál vegetal, fruta o piedra se identifica? ¿Le gustan de pelo largo, corto, liso o alborotado? ¿Delgadas sin nalgas, pero con busto, o al revés? Y, claro, ahora que hojeo estas páginas todo embona.

    Me cuesta trabajo elegir porque la selección es realmente perturbadora. Tanta belleza reunida… A la que reposa sobre el sofá llevo rato acariciándole los pezones, pero al observarla de cuerpo entero no me agradan sus tobillos. Con ésta me pregunto si de verdad le faltará el ojo, o si el parche es sólo un artificio… Qué negra tan espléndida aquí… de antología… me trae engolosinado con esa grupa que incita a trotar larga carrera. Pero lo que no logro entender es la inclusión de estos jóvenes. Contesté negativamente a todas las preguntas sobre pederastia y, aunque quizás me pierda algo en la vida, a mi edad no voy a comenzar con perversiones. A pesar de que me está costando mucho trabajo decidirme, siempre termino extasiándome frente a esta fotografía, sí, es mi favorita, y ni siquiera sé por qué me atrae tanto… Luce como una virgen tailandesa, aunque esos labios tan gruesos y las aletas anchas de la nariz delatan su mulatez… El pelo modestamente recogido contrasta con el suntuoso tocado que lleva puesto como un halo. No está maquillada y sus ojos entrecerrados asumen un éxtasis post-coitum… lo que me cautiva es la actitud mística de sus brazos alzados y sus manos tan juntas rezando para implorar por más o por que no la toquen… me excita hasta la tira negra de cuero que lleva en la muñeca y ese ropón tan corto y cándido pero tan satánico en su transparencia. Sus senos son pequeños y el pubis oscuro y espeso se ofrece como un triángulo deleitoso. El remate es perfecto con el par de tobillos más exquisito que alguien pudiera ambicionar… Sí, será ella, pues, la escogida… Pobrecilla…

    SOCIO N° 42

    Estoy nervioso y repaso las instrucciones. No debo hablar con nadie sobre la sociedad hasta que me lo autoricen. Ningún socio debe ser jamás mencionado, reconocido o identificado por su nombre, sólo por su número. Siempre seré el socio N° 42. Cuando llegue mi turno es imperativo traer de vuelta el álbum. Tendré que alquilar un coche y bajarme por lo menos cinco cuadras antes de la dirección señalada. No quieren autos, choferes, nada estacionado frente al club.

    Con la llave número uno abriré la puerta principal.

    Con la llave número dos entraré a la sala privada donde anfitrionas de falda negra larga y blusas victorianas me recibirán y me acompañarán a la cena. Mi menú será: callo de hacha al limón con Chablis cru 1972. Pollo tanduri con un Chambertin 1959, ensalada de berros y queso de cabra. Programa musical: el quinteto de Boccherini y el concierto para violín de Beethoven… (Vivaldi quedará para después.) Mientras termino de comer mis fresas con crema, calculo que entre cena y plática habrán transcurrido dos horas.

    Con la llave número tres abriré las puertas del baño. Entre el romano de tina redonda de mármol, el barroco con candeleros y espejos, preferí el japonés, que da a un pequeño jardín de pasto y rocas, donde podré meditar a gusto mientras me dan mi masaje.

    Con la llave número cuatro, a la hora en que despierte, entraré en la habitación donde mi elegida estará esperándome. Me insistieron en que, utilizando todo el material a mi disposición, alargase la sesión lo más posible.

    Lo que no me especificaron es si la película se filma en blanco y negro o en colores… Pienso que no lo aclararon a propósito, para restarle importancia al asunto, o para que no esté consciente de que nos andan filmando y no salga sobreactuado. Lo que me preocupa es que ella me someterá a sus caprichos y de sólo pensar en lo que se le pueda ocurrir, me enervo, pero debo estar preparado para aceptar de todo.

    Las instrucciones son precisas: ella debe hostigarme y hacerme las peores canalladas; eso estará bien; lo necesitaré como estímulo para abrir con la llave número cinco el anfiteatro donde todos los socios me aguardarán impacientes. Ahí en el centro estará instalada la cama con sábanas de seda negra y debo esmerarme con los cortes. Serán cinco y mi pulso debe estar firme pues los quiero hacer juntitos alrededor de sus tobillos. Por supuesto que serán superficiales, como si fueran caricias… mmmmm, qué delicia… y no tendré la más mínima preocupación en cuanto a las consecuencias; obviamente no habrá ninguna: me aseguran que todo está arreglado con las autoridades, no en balde la membresía es tan costosa. Y en el momento que yo juzgue, cuando más desprevenida esté, la voy a apuñalar todita, hasta que muera desangrada.

    ESQUELAS CIRCULARES

    Ante la imposibilidad de hacerlo

    personalmente, como nos hubiera gustado,

    la esposa, hijas, hermanas, nietas y demás

    familiares del señor Don Valente Quiroz

    Q. E. P. D.

    agradecen por este medio las expresiones

    de simpatía brindadas con motivo

    de su sensible fallecimiento.

    Se convoca a todos los accionistas

    del club LAS LLAVES DORADAS a una asamblea extraordinaria que se celebrará en nuestro anfiteatro para elegir nuevo socio.

    Invierno de 1980

    En el parque

    Sólo la niñez es la vida verdadera.

    GEORGE ORWELL

    A Vannesa

    Me prometiste aquel día llevarme a la fiesta después de tu siesta, pero al reclamártelo, largaste unos manotazos al aire, me gritaste cosas horribles y seguiste durmiendo. No te lo perdono, mamá. Pasé una tarde tan miserable como aquella en que repartieron las postales en el kínder. Cada niño debía seleccionar una tarjeta de la charola que la maestra iba pasando. Vi la mía revuelta entre santos, nacimientos y reyes, porque era la única que tenía las flores rojas. El corazón se me quería salir a medida que se iban acercando. Era el octavo en la fila y casi grito cuando la del quinto lugar se demoró más para escoger la suya. Faltaba tan poco… y entonces, confié a la niña junto a mí que la postal de las flores era mi favorita. Ella se sonrió conmigo, y cuando le tocó su turno tomó mi postal. Me solté a llorar furioso mientras manos gentiles me iban apartando de la fila, y oía a mi alrededor las frases consabidas: Qué mosca le picó ahora. Éste ya está otra vez con sus cosas. Jaime Arturo es un niño demasiado sensible. Hay que comprender su problemática. Claro que a esa traidora nunca se lo he perdonado, pero a ti sí, porque ésa era la época en que andabas tan cansada, y no había tiempo que te alcanzara para dormir, especialmente después de que papá nos dejó. Decírtelo me hace sentir mejor, y pienso que ahora te gustaría saber todo acerca de mi cumpleaños y la escuela. Mi mejor amigo ahora se llama Miguel y, aunque no es muy listo en aritmética, conmigo se ha portado bien desde el primer día que llegué al colegio. Los demás se burlaban porque no me quise quitar la chamarra y estaba todo sudado; pero Miguel y su hermana les gritaron para que me dejasen tranquilo. Después Miguel me contó cómo el año pasado a él le había sucedido algo parecido, y que así es esto; con el tiempo uno se resigna, llega a hacerse de amigos y hasta a gustarle la escuela. Desde ese día intercambiamos nuestras tortas, y ayer en el recreo peleamos juntos contra otros.

    Ganamos. Su hermana se llama Stephanie o Stepanska, como le dicen en su casa, pero aquí en el colegio la conocen como Panca. Su pelo es rubio, largo y rizado, y lo mueve a voluntad porque es una niña muy caprichosa. Siempre se me queda viendo con sus ojos pardos, pero yo ni caso le hago y Miguel dice que yo le gusto a Panca porque la ignoro. Los demás ya no saben qué hacer; le regalan chicles y le hacen su tarea. Hace poco dos niños se salieron a la esquina del colegio a pelearse por ella. Cuando se lo fueron a contar a Panca, dijo: Son unos idiotas, qué caso tiene, si la que va a decidir y escoger soy yo. A mí por ahora nadie me gusta, pero cuando esté grande quisiera elegir a una, para enamorarme sólo de ella. Los niños dicen que eso es muy difícil lograrlo con los hombres. El mismo Miguel me admitió que cuando sus papás se pelean, se meten al baño y abren todas las llaves del agua, pero así y todo, él los escucha. Siempre es lo mismo: su mamá le reclama a su papá por qué en las fiestas cuando baila con otras les pega el cuerpo, murmurándoles secretos al oído, mientras que con las manos las toquetea. El padre se defiende gritando, la madre llora, y el padre acaba diciendo: Tontita, te imaginas cosas, tú eres la única que quiero. Y en esa parte, Miguel se aleja ya de la puerta, para que no lo descubran. Por supuesto, no le dije nada de tus peleas con papá, ni de la vez que vi cómo te golpeaba, porque pensé que a ti no te gustaría. Además ni tiempo hubo, porque todo me lo contó apuradamente, aprovechando que Panca fue a saludar a la abuela, mientras los demás todavía no llegaban a mi fiesta. Por cierto, abuela estaba nerviosísima, porque mis compañeros llegaron muy tarde; pero vieras qué bonitos regalos me trajeron: un mecano, un coche de carreras, otro coche, la mayoría libros y Panca un caleidoscopio, que es lo que más me ha gustado. Me la paso dándole vueltas y vueltas, porque cada vez todo se ve diferente, pero siempre lindo. El mago te hubiera encantado, no sabes la cantidad de magias tan increíbles que nos hizo. De repente sacó un conejo de un sombrero alto y negro, después con su varita mágica tocó un pañuelo blanco que se hizo un chorizo interminable de muchos pañuelos de colores y no sé cómo pudo al final, con los mismos pañuelos, lograr una especie de nido y sacar una paloma, y otra, y otra, y todas volaban y los niños aplaudían, y la abuela en vez de fijarse en las magias, sólo me veía a mí. Se lució con el pastel —fue su regalo— y lo encargó en forma de barco con su mástil de cerezas y un ancla de nueces, todo montado en un mar de merengue azul. Las velas eran unos marineros que se encendían por la gorra. A la hora de apagarlas, lo hice de un jalón, mientras pedía mi deseo. Miguel y Panca me ayudaron a partir el barco: los pedazos que repartía Panca estaban mejor cortados que los nuestros, y entonces la dejamos a ella; pero mientras la observaba pensé que un día me gustaría darle a alguien aquel collar que tengo guardado en mi cofre de tesoros. ¿Te acuerdas? Además de tu foto y mis dientes, ahí tengo el collar de los caracoles, que juntos escogimos en la playa, y después yo solito ensarté en un mecate y quise regalarte, pero entonces me dijiste que mejor lo guardara para dárselo un día a alguien muy especial. Bueno, ahí sigue, y no sé a quién le va a tocar, ni si pueda prometerte que voy a querer a una para siempre, pero voy a tratar —por supuesto, mamá—, no pienso abandonarla como papá hizo contigo. Eso sí, le juraré a mi enamorada que la voy a convertir en un as del volante. Personalmente le daré clases de manejo y aparte le voy a pagar a los mejores instructores, pues no quiero que termine estrellándose como tú.

    Apoyado en mi árbol favorito, a esta hora en que nadie pasa por acá y las bancas están vacías, me pregunto: con ésta, ¿cuántas cartas llevo escritas? Muchas. Lo importante no ha sido escribírtelas o romperlas, como siempre hago, sino leértelas en voz alta. Como ahora sí te la pasas durmiendo, a mí por un lado me da gusto que lo puedas hacer sin el latoso que te fastidie para llevarlo a la feria; pero, por el otro, me preocupa que así no me puedas escuchar. Quizás esta vez te estoy leyendo con voz más alta de la que acostumbro, porque yo sé que dondequiera que tú estés me tienes que oír. Y es que, mientras apagaba las velitas, he pedido un deseo. No lo pude confiar, no porque tema que me traiciones como aquella niña, sino porque si te lo digo no se me cumple. Ahora, que si me estás escuchando, yo quisiera pedirte… al menos cuando duermas, aunque sea un poquito… que pienses en mí… Así, mientras ya voy rompiendo la carta… te pido un favor, mamá: No me olvides.

    1982

    Del otro lado de la luna

    Para Ignacio Trejo

    Vas muriendo en mis recuerdos y en verdad no es culpa mía¹

    Sí, pensándolo bien, este domingo que fue la fiesta del tocayo se cumplieron ya nueve meses de que Lydia y yo no nos acostamos.

    Bueno, eso de acostarnos es un decir; de plano sería de no cogérmela, ¿no?, porque acostarnos eso lo hemos hecho uno junto al otro en la misma cama.

    Sólo erraste por no haber sabido cuál fue mi quimera²

    Dicen que cuando una pareja truena, la culpa ahí va repartida entre los dos, pero yo no estoy de acuerdo y asumo toda la responsabilidad. ¿Por qué digo estas cosas? Porque es la verdad: yo nunca debí haberme casado, y usted mejor que yo debe reconocerlo. Pero me animé; y lo que sea de cada quién, me atrajo mucho de ella su alegría. Exudaba tal optimismo que uno como que se contagiaba y deseaba estar siempre a su lado. ¿Bonita? Sí lo era y sobre todo muy chistosa. Mire, la vez que la conocí entre la bola de cuates allá en Valle… ¿No le conté ya eso antes?, ¿no? Pues fíjese: vino una pareja de visita a la casa de turno donde tomábamos la copa, y no sé por qué se les ocurrió preguntarnos si Lydia y yo estábamos casados. Bueno, pues antes de que pudiese siquiera abrir la boca para contestarles, ahí la tiene usted a ella que les ha soltado un rollo de no creerse. Nos casamos la próxima semana y ustedes se pueden considerar invitados, pues al fin regulamos la situación, con eso de que el niño había llegado primero y nuestros padres no nos perdonaban el escándalo… Claro, yo se lo platico ahora, y a usted la historia le puede sonar a plomo, pero créame, Lydia lo contaba con tal gracia y convicción, que estos infelices se quedaron boquiabiertos.

    Sí, poco después nos casamos, y puntadas como esa le pudiera contar muchas, porque en verdad hicieron que lo nuestro marchara, aunque las cosas no tardaron mucho en deteriorarse en el terreno sexual. Ella se refugió en su yoga y yo me la pasaba con los amigos. Pero nos llevábamos bien: salíamos juntos a todas partes; sin embargo, como que a mí me costaba cada vez más esfuerzo hacerle el amor, ¿no? Lo discutimos amistosamente y decidimos seguir juntos, porque Lydia me insistió en que a ella eso no le importaba. Así me lo dijo, textualmente. Quizá en el fondo me autojustifico… o vaya a saber uno si lo acepté por conveniencia. Ahora sé que no haber roto fue un error y me siento amolado. Mire, ella es noble y comprensiva, hasta demasiado. A mí me desconcierta su aceptación de los hechos. Yo pienso que Lydia debía haber sospechado algo, por esa percepción que tiene de las cosas, de ciertas situaciones, ¿no? Por eso me figuro que ella supo aquello desde que comenzó.

    Sutil llegaste a mí como la tentación³

    Aunque no hizo nada para obstaculizarlo. Al contrario, se ha prestado para acompañarnos a todos lados, y ahí vamos los tres juntos, aquietando o avivando, según del lado donde usted quiera verlo, todo tipo de murmuraciones.

    Cuando te incite el desvío o te atormente algún mal…

    Me encuentro desarmado, hubiese preferido una escena de histeria con gritos, portazos y todo tipo de amenazas. ¡Ah! Me hubiera facilitado mucho más las cosas. Pero ya ve usted, ¿no?; ella, al revés, está instalada en el silencio.

    Perdóname por malograr todo lo bueno que me has dado

    … Ni siquiera cuando encontró en el bolsillo de mi bata la foto en que estábamos desnudos besándonos. Pues no me confrontó. Sólo que desde entonces se le fue la alegría. Se lo cuento con pesar, créame por favor, no soy un cínico pero no lo puedo remediar.

    O NO QUIERO.

    Yo nací el día en que te conocí

    Quizá a usted esto

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