MIGUEL HERRAN He muerto y he resucitado
Si del lodo nacen las flores más altas –como dice la canción de Xoel López–, la semilla que germina en Miguel Herrán promete alumbrar a un nuevo Miguel Herrán. A sus 26 años, el actor aguarda como crisálida su particular metamorfosis. Una singular transformación que, a todas luces, lo encumbrará como uno de los nombres propios de los próximos meses. Para entender hacia dónde se dirige, bastaría con observar de dónde viene. Un relato personal y profesional que daría para escribir el guion de su propia autoficción. A saber: dejó de ser un nini para convertirse en una especie de enfant terrible del cine patrio gracias a A cambio de nada, la ópera prima de Daniel Guzmán con la que consiguió el Goya a mejor actor revelación en 2016. Y tras aquel éxito inicial que le cambió la vida –el director lo descubrió en lo que en el mundillo cinematográfico se conoce como ‘casting de acera’–, llegaría la consagración de su imagen a nivel internacional con dos de los grandes hits en series de Netflix España. Primero, como Río, en La casa de papel y, después, como Christian, en Élite. Ambas se convirtieron en el espaldarazo definitivo a una trayectoria que había comenzado a fraguarse casi de chiripa.
La forja de este malagueño que se enamoró de la interpretación por casualidad también se moldea hoy por unos derroteros, hasta ahora, impensables para él. El 21 de septiembre se convertirá en el único protagonista masculino de la nueva campaña mundial de la colección de perfumes de LOEWE, exactamente cinco días después de que la película, de Alberto Rodríguez, inaugure la 70 edición del Festival de Cine de San Sebastián. Un otoño caliente que servirá a Herrán para florecer como nuevo icono contemporáneo.
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