Iturbide. El astuto consumador de la Independencia

Por Sergio Gaspar Mosqueda

Agustín de Iturbide sin duda nació para destacar. De muy joven, recorriendo las tierras de su padre y participando en carreras de resistencia, demostró a todo mundo que su cuerpo difícilmente se doblegaba ante el esfuerzo físico. Esta gran capacidad hizo que pronto se le llamara “el Dragón de Hierro”, uno de los muchos sobrenombres que lo halagaban por describir sus cualidades innatas. A esto se sumaba el saber manejar un caballo de tal modo que sus hazañas como jinete en las batallas lo ubicaron en los terrenos de la leyenda. Y finalmente su astucia lo llevó a ser el gran libertador de México, después de haber sido uno de los más fieros enemigos de la Independencia.
Desde muy pequeño, Agustín se enfrentó a grandes peligros sin perder la calma, como notamos en la anécdota que cuenta que, cuando tenía apenas un año de edad, se incendió el cuarto en que reposaba porque una de las criadas dejó una vela encendida junto a su cuna. De inmediato el fuego creció y, ante el calor, Agustín se despertó, pero no lloró, pues no tuvo miedo, sino que se quedó fascinado con aquella circunstancia inusual y tremendamente peligrosa.
A los gritos de “¡salven al niño, que se quema!” llegó toda la servidumbre. La criada que lo sacó de ahí comentó, sorprendida, la actitud tranquila del niño ante el peligro. De hecho, ya durante la guerra de Independencia, Iturbide afirmó que el miedo no se había hecho para él.
Pero otra característica sobresaliente de él fue la crueldad. Su mismo padre refería que a temprana edad, Agustín gustaba de cortarles los dedos a las gallinas para divertirse viéndolas correr sobre sus muñones.
El padre del muchacho, Joaquín de Iturbide era vasco y su apellido, que también se escribía con Y, había sido ennoblecido por el rey Juan II de Aragón en 1440. Posteriormente, varios miembros de la familia recientemente admitida en la nobleza ocuparon altos puestos, que desempeñaron siempre del mejor modo posible. Tan buena fue su labor que sus nombres quedaron registrados en los archivos de Pamplona.
No es de extrañar que, al enterarse de los méritos de su estirpe, Agustín aspirara a dirigir los destinos de toda una nación, y nada menos que como emperador. A abrirse camino hacia el trono de México lo ayudaron su apostura, su fuerza física y sus finos modales. Su madre le había enseñado a ser refinado en todo lo que hiciera, sobre todo con las mujeres, y ello comenzó a ganarle amigos y admiradoras entre los miembros de su clase social.
Su historia está llena de lecciones que deben conocer todos los mexicanos, para evitar sus errores y aprender de sus logros.

• Idioma: Español
• Editorial: Sergio Gaspar Mosqueda
• Fecha de lanzamiento: 26 mar 2022
• ISBN: 9781005529642

Sergio Gaspar Mosqueda

Nací en la Ciudad de México en 1967 y estudié la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde obtuve la medalla Gabino Barreda. En el año 2000, creé y dirigí el proyecto de revista cultural El Perfil de la Raza, en cuyo consejo editorial figuraba Miguel León Portilla, entonces presidente de la Academia Mexicana de la Historia. Trabajo para diversas editoriales y he publicado 31 obras en papel con varias editoriales y 46 en Amazon, entre las que se hallan dos novelas, varios volúmenes de cuentos, leyendas, un poemario, biografías de músicos de rock, diversos libros sobre historia de México y cuadernos de trabajo de varias materias.Mi primer libro, la novela Una generación perdida, se publicó en la colección Voces de México, en la que figuraron autores mexicanos destacados, como Vicente Leñero, Emilio Carballido, Alejandro Licona, Luisa Josefina Hernández, Víctor Hugo Rascón Banda y Eusebio Ruvalcaba. El reconocido autor Juan Sánchez Andraka afirma en el prólogo de la primera edición: “Yo leí este libro. Más bien debo decir: Yo viví este libro. Debo agregar: Lo viví intensamente".Uno de mis libros más vendidos es Cuentos mexicanos de horror y misterio. Próximamente aparecerán en papel mis libros sobre 50 figuras del rock clásico, 50 importantes músicos del metal gótico y 50 figuras del K-pop.

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Sergio Gaspar Mosqueda

Iturbide

El astuto consumador de la Independencia

Colección Grandes Verdades de la Historia

Copyright 2022 Sergio Gaspar Mosqueda

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Diseño de portada: Sergio Gaspar Mosqueda

México, marzo del 2022

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Tabla de contenido

Infancia y adolescencia de un héroe

Revueltas contra España en tiempos de Iturbide

Hidalgo, pariente de Iturbide

Estalla la guerra

Una gran resolución

El héroe de Monte de las Cruces

Nuevos ascensos

La lucha contra Morelos

Primeros tropiezos

El encuentro con Vicente Guerrero

El Plan de Iguala

El Tratado de Córdoba

Entrada triunfal a la capital

Iturbide forma el primer gobierno independiente

La coronación

Caída y muerte de un libertador

Sobre el autor

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Infancia y adolescencia de un héroe

Desde muy pequeño, Agustín de Iturbide se enfrentó con entereza a grandes peligros, ya que cuando apenas tenía un año de edad, una de las criadas colocó una vela junto a su cuna para que alumbrara su sueño y alejara a los bichos de la región. Sobre todo, era sabido que abundaban ahí las víboras. Estaba anocheciendo y el viento crepuscular agitaba los árboles. El calor hizo que se dejara abierta la ventana del cuarto del bebé y las cortinas que adornaban ésta empezaron a sacudirse hasta que la punta de una de ellas alcanzó la llama de la vela.

De inmediato el fuego creció en el cuarto. Ante el calor, Agustín se despertó, pero no lloró, pues no tuvo miedo, sino que se quedó fascinado con aquella circunstancia inusual y tremendamente peligrosa. A los gritos de ¡salven al niño, que se quema! llegaron las criadas.

Una de ellas consiguió llegar al lecho del pequeñito y rescatarlo; pronto un grupo de hombres se encargó de luchar contra las llamas. Sorprendida, la salvadora comentaba a gritos la actitud tranquila del niño ante el peligro. De hecho, ya durante la guerra de Independencia, Iturbide comentó que el miedo no se había hecho para él.

Agustín nació en la ciudad de Valladolid el 27 de septiembre de 1783. Cabe mencionar que desde 1545 y hasta 1828, la actual ciudad de Morelia, Michoacán, llevó ese nombre. Esta ciudad mexicana tiene una gran importancia en nuestra historia por haber sido el lugar de nacimiento de otros personajes destacados de la Independencia de México, entre ellos Josefa Ortiz de Domínguez y José María Morelos y Pavón, en honor al cual se le cambio el nombre. Por otro lado, 1783 es un año significativo, sin duda, pues al comenzar éste, España reconoció la independencia de Estados Unidos; además, a principios de aquel mes, Inglaterra ratificó mediante el Tratado de París la autonomía norteamericana.

Así que Agustín nació en una época de cambios con los que el panorama político de América sufriría giros radicales. Otros dos grandes libertadores del continente americano verían la luz por esas mismas fechas: Mariano Abasolo y Simón Bolívar.

Aparte de gran valor, Agustín de Iturbide desde muy pequeño dio muestras de talento en todo cuanto emprendía. Pero otra característica sobresaliente de él fue la crueldad. Su mismo padre refería que a temprana edad, Agustín gustaba de cortarles los dedos a las gallinas para divertirse viéndolas correr sobre sus muñones.

El padre del muchacho, don José Joaquín de Iturbide era oriundo del País Vasco. El apellido Iturbide también se escribía Yturbide y había sido ennoblecido por el rey Juan II de Aragón en 1440, en buena medida gracias a los buenos servicios que le había prestado don Martín de Iturbide como alcalde del Valle de Baztanen, en 1432, cargo que ejerció en nombre del mismo rey.

Posteriormente, varios miembros de la familia recientemente admitida en la nobleza ocuparon altos puestos, que desempeñaron siempre del mejor modo posible. Tan buena fue su labor que sus nombres quedaron registrados en los archivos de Pamplona.

El padre de Agustín nació en 1939 en la villa de Peralta, en el reino de Navarra, y desde la infancia se mostró muy inquieto y deseoso de sobresalir entre sus iguales. Y no hallando en su terruño modos de saciar su sed de éxitos, con los años decidió embarcarse rumbo a la Nueva España, a la que arribó en 1766.

Su denodado esfuerzo y mejor fortuna le valieron llegar a ser miembro del Consulado Municipal. Ahorrativo y trabajador, consiguió acrecentar su capital inicial hasta poder adueñarse de una hacienda en Quirio.

Entre las guapas jóvenes de la sociedad vallisoletana sobresalía Josefa Arámburu Carrillo Villaseñor, cuya familia provenía de la nobleza de Navarra y Vizcaya. Poco a poco fue entablándose entre ella y don José Joaquín una bella relación que acabó en matrimonio. Esta agraciada mujer tuvo varios hijos, sin embargo, a cuatro de ellos los vio morir siendo aún niños. Pero Agustín, el menor, dio muestras de gran fortaleza física. Sus padres prodigaron su cariño y cuidados a éste. Pero sobre todo, la elegante dama buscaba inculcar en el niño ideas y actitudes de aristócrata. Ella, junto con su marido, decidió que la mejor enseñanza que podía recibir el chiquillo debía provenir de la gente culta del clero, así que se le inscribió en un seminario.

Pero el joven Agustín, de carácter impetuoso, no halló acomodo entre los libros que eran interpretados por los curas, sino que se sintió impulsado a seguir la carrera de las armas, así que a los 14 años ingresó al ejército como alférez del regimiento que estaba acantonado en la ciudad de Valladolid. El grado de alférez se otorgaba a quiénes todavía estuvieran recibiendo instrucción militar en una academia o regimiento. Ahí Agustín destacó por su interés