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Twins: Twins, #1
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Twins: Twins, #1
Libro electrónico548 páginas6 horas

Twins: Twins, #1

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Información de este libro electrónico

Tom es un joven músico que trabaja en la disquera del señor Rivarola haciendo arreglos musicales a diversas bandas. Un día toma una decisión: hacer una audición para juntar a algunos talentos y así crear un nuevo grupo musical. Así nace Twins, formado por ocho integrantes, incluyéndolo a él en el teclado, dos guitarristas, un bajista, un baterista y tres vocalistas. Todos los jóvenes, miembros de Twins, se adaptan muy bien al grupo, excepto uno de ellos, el cual debe aprender qué es la amistad, el amor, la familia y cuál es la importancia de la música en su vida. "Somos Twins" es el primero de 4 tomos, los cuales cuentan la vida de cada uno de sus jóvenes miembros y cómo han salido adelante.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 may 2021
ISBN9798201903046
Twins: Twins, #1

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    Twins - Editorial Pluma Digital

    Prólogo

    Tenía 13 años en el año 2002 y hubo muchos temas en mi vida personal que me llevaron a escribir como una vía de expresión y, por qué no, de escape. Inspirada en cierta serie de animación japonesa que emitían en la televisión, escribí una historia. Uno de los protagonistas tenía un grupo de música y poco a poco dejé la historia inicial de lado —debo aclarar que sí la terminé— y comencé a centrarme más en estos nuevos personajes. Sus nombres estaban en japonés y la historia se supone que se desarrollaba en Japón. Escribía en el computador y en cuadernos diferentes historias sobre estos chicos que eran parte de este grupo de música. La pasaba muy bien haciendo esto y mi máximo sueño, era hacer una novela a partir de todas estas historias.

    Pasó el tiempo y cerca del año 2005 me di cuenta que ya no tenía más relatos que inventar con respecto a estos personajes. Cada vez existían más spin off y comencé a dejar esta historia de lado. En el año 2007 entré a estudiar Dirección Audiovisual y allí me enseñaron mucho de redacción y sobre cómo escribir historias, pero irónicamente, dejé por completo de crear mis propias narraciones ya que tenía un poco de temor. El año 2010 dejé la carrera porque en realidad quería dedicarme al diseño gráfico. Ese mismo año quise comenzar a escribir Twins como novela completa, sin cánones, ni miedos. Así empezó mi aventura que duró cerca de 4 años hasta finalizarla en cuadernos y, al menos, 5 para transcribirla al computador y releerla una y otra vez para corregir errores de tipeo o gramaticales.

    Twins es una novela que cuenta de 4 tomos en los que la historia ocurre bastante seguida entre cada libro. En un comienzo Twins iba a ser un libro bastante extenso, pero me di cuenta que más de 1000 páginas era demasiado, por ello, siguiendo el consejo de algunas personas, decidí dividirlo.

    A medida que fui escribiendo y creando Twins, yo sabía exactamente lo que iba a pasar a corto, mediano y largo plazo. Incluso conocía más o menos el final cuando recién estaba comenzando, pero aun así esto no impidió que improvisara varias partes, porque muchas veces las reacciones de los personajes debían ser de ciertas formas o bien, debían pasar algunas cosas que le dieran mayor textura a la historia. Incluso hubo ocasiones en las que me costó días, incluso semanas, decidir qué iba a suceder con los personajes o cómo iban a actuar ante las situaciones que les iban a ocurrir.

    No voy a aclarar dónde se desarrolla físicamente Twins, pero definitivamente no es Japón, es más un país ficticio basado en el que vivo yo y decidí convertir todos los nombres a unos más cercanos a mi cultura.

    Al ser mi primera novela oficial completa, Twins es bastante especial para mí y espero que lo disfruten tanto como yo lo hice al escribirla y al releerla tantas veces.

    No podía finalizar este prólogo sin agradecer a algunas personas que, de alguna u otra forma, contribuyeron a que Twins fuera posible. En primer lugar, a Marco Torres por leerla y darme correcciones y comentarios, además de ayudarme con la publicación de ésta. Sin él, no hubiese sido posible. En segundo lugar, a Daniela Castillo, porque fue la primera lectora oficial, la que, con mucha paciencia intentaba descifrar mi letra para leer esos primeros manuscritos que creaba en mi adolescencia. Luego, a María de los Ángeles Aguilera —Maru—, por revisar gramaticalmente Twins. También a Pilar Olmos, porque me ayudó bastante y comentaba conmigo la historia. A mi papá debo mencionarlo porque él me prestaba su computador para que yo escribiera mis primeras historias. Ese notebook fue un objeto de mucha inspiración para mí. Gracias a todas las personas que me ayudaron, intentaron hacerlo, me aconsejaron, me inspiraron y me preguntaron por Twins en este proceso. Ahora, pónganse cómodos y ¡disfruten!

    Capítulo 1: Somos Twins

    Los escuchaba con atención . Anotaba sus datos con detenimiento y dedicación en varias hojas con diferentes apuntes, luego los iba a necesitar. Las voces sonaban vigorosas, pero algo nerviosas. Los instrumentos, a veces con algunos desafines, eran ejecutados por sus dueños dentro de la sala de grabación —perfectamente aislada de ruidos externos—, una de las diez que había en la casa disquera del señor Rivarola, donde él trabajaba.

    Los observaba por el vidrio grueso polarizado, en la sala de sonido, a un lado de la sala de grabación, escuchándolos con unos audífonos junto al sonidista encargado.

    —Suficiente— dijo Tom hacia un micrófono, al mismo tiempo que dejaba los audífonos a un lado. Los de adentro balbucearon algunas cosas, tomaron sus instrumentos y comenzaron a abandonar la sala.

    Tom miró al sonidista y sonrió.

    —¿Lo grabaste todo? —preguntó y éste asintió.

    Salió al patio y encendió un cigarro mientras suspiraba fuerte. Su trabajo allí era hacer arreglos musicales a famosos cantantes y grupos, en una pequeña oficina. Pero hace un par de semanas tomó una decisión. Todos los días llegaban jóvenes buscando una oportunidad, esperando a que alguien los escuchara y les dijera tú eres lo que andaba buscando. De alguna u otra forma se identificaba con ellos, así que le dijo a su jefe, el señor Rivarola, que qué pasaría si él los escuchaba, seleccionaba a algunos y hacía un grupo de música. El señor Rivarola no estuvo muy convencido en un comienzo, pero luego le dio un mes.

    —Ya han pasado dos semanas —suspiró—. Ánimo, Tom —se dijo.

    ♫♪♫

    Pasaron las dos semanas restantes y el joven decidió cortar ahí la selección. Se sentó un día con el alto de formularios —se prometió no volver a dar un aviso así por internet— y una taza de café frente a su computador, en él tenía todas las grabaciones. Las escuchó una por una. Tuvo que continuar al día siguiente, porque ya eran las diez de la noche y él aún se encontraba en la disquera.

    Y así fue, ese miércoles a las once de la noche finalizó con su labor y revisó una vez más los seis nombres que había seleccionado y recordó lo que dijeron cuando llegaron y las relacionó con sus caras. Sí, mañana los llamaría y le daría la noticia a cada uno.

    El viernes de esa semana, a las diez de la mañana, se juntaron todos los seleccionados en la disquera. Tom había pedido un desayuno en el patio. El frío de los últimos días de verano de marzo comenzaba a sentirse.

    Primero tenía que hablar con ellos, hacer unas pruebas para ver si funcionaban juntos y, lo más importante, que el señor Rivarola los aceptara. Confío en ti, le dijo a Tom el día que hablaron del tema por primera vez.

    —Hola a todos —comenzó una vez que habían llegado los seis jóvenes y estaban reunidos en el patio, comiendo. Todos lo miraron con detención—. Ya me conocen y primero quiero felicitarlos, porque si están aquí es porque su talento es mejor que el de las otras doscientas personas que postularon.

    Los jóvenes se veían nerviosos, sobre todos los menores. Algunos murmuraron entre ellos mientras veían cómo se paseaba de un lado a otro.

    —Mírense y conózcanse, porque harán entre ustedes un grupo de música. El señor Rivarola, mi jefe, será su representante, ya lo van a conocer. Yo soy el tecladista del grupo, voy a coordinarlos, a escribir sus canciones y amarlos mucho.

    Uno de los jóvenes levantó la mano.

    —¿Sí, Antonio? —preguntó Tom.

    —¿Es necesario lo de amarnos? —preguntó éste.

    Antonio era un joven de mediana altura, delgado y de cabello corto y castaño oscuro. Se escucharon unas risitas de parte de dos chicas de la multitud y algunos susurros.

    —Si gustas puedes omitir eso.

    —Gracias.

    —Bien, como les iba diciendo, yo seré quién los va a coordinar y el tecladista del grupo. Me presento, mi nombre sólo lo diré una vez, soy Gregorio Ausoni, pero por favor, díganme Tom, de Tomás, mi segundo nombre, así me llaman todos. Estudié Música en la Universidad Capital, tengo veinticinco años. Soltero. No sé qué más decir, así que le daré el pase a cada uno para que se presenten también. Empecemos por ti—apuntó a uno de los chicos. Tom era un joven alto, delgado, de cabello negro, ojos cafés y usaba lentes.

    —Ah... —dijo el aludido— Nicolás Sáez, tengo catorce años. Eso.

    —No, no —dijo Tom—. ¿Qué haces? ¿Qué instrumento tocas? ¿Por qué viniste a audicionar?

    —Ah... —volvió a decir. Era un chico de baja estatura, muy delgado y cejas gruesas— Lo siento, soy Nicolás Sáez, tengo catorce años, toco el bajo, voy al colegio y vine a audicionar porque Tonio me obligó.

    —¿Qué? ¿Cómo que te obligué? —se defendió Antonio. Solían decirle Tonio— Esta era nuestra gran oportunidad y lo sabías.

    —Sí, pero...

    —Gracias, Nicolás —lo interrumpió Tom—. Sigues tú, Antonio.

    —Paso —dijo—, me puse nervioso.

    —¿Ah?—Preguntó extrañado— Bueno, sigues tú, María Paz.

    Ésta se sonrojó notoriamente y se le notaba a simple vista que estaba nerviosa. Era una chica que medía un metro cincuenta y seis, delgada, de ojos café y con pelo corto y rubio.

    —Hola, soy María Paz Del Canto, tengo dieciséis años. Yo... Canto... y... vine porque esta es una bonita oportunidad... Aunque cuando salga del colegio quiero estudiar medicina, pero ambos me gustan: cantar y medicina, porque medicina es una bonita carrera, porque...

    —Es gracioso —la interrumpió Antonio con risa— que tu apellido sea Del Canto y que cantes—los demás tampoco pudieron evitar reírse un poco, menos María José, la gemela de María Paz. Una chica de la misma estatura que su hermana, pero con el cabello más largo tomado en una cola de caballo.

    —Sí... es que... sólo es coincidencia —contestó María Paz al borde de un colapso.

    —Bien, sigo yo —dijo María José, que le echaba aire con unas hojas a María Paz—, mi nombre es María José Del Canto, me gusta que me digan José. Soy la gemela de María Paz. Obviamente tengo dieciséis. También canto y vinimos aquí porque es una buena oportunidad para demostrar nuestro talento y trabajar en ello.

    —Bueno —dijo Tom—. Sigues tú, Héctor.

    —Mi nombre es Héctor Sanhueza —dijo él, un joven de estatura mediana, cabello negro, corto y desordenado, era algo robusto y tenía una expansión pequeña en su oído izquierdo —. Tengo veintitrés. Soy batero. Estoy aquí porque quiero ser grande.

    —Bien —dijo Tom—. Isabel, te toca.

    —Yo soy Isabel Arriagada. Tengo veinticuatro años. Yo canto y toco violín, es un plus... supongo. La verdad es que estoy estudiando Ingeniería Comercial, ya casi estoy saliendo, pero vine aquí porque jamás me iba a perdonar si no lo intentaba.

    —Me parece bien. Sigues tú, Antonio —dijo Tom—, ¿ahora sí?

    —Sí. Soy Antonio Linares, tengo quince años. Toco la guitarra eléctrica. Bueno, estoy aquí para tener la oportunidad de mostrarles a todos mis talentos, junto a Nico —éste levantó la mano, sin ningún ánimo.

    —Bueno —dijo Tom—, luego de estas presentaciones, los dejaré un rato para que coman tranquilos y conversen. A las once entraremos a la sala de la otra vez y el señor Rivarola los va a escuchar. Mientras, piensen un nombre para el grupo.

    Los jóvenes se dispersaron por el patio, alrededor de la mesa con comida, algunos sándwiches de miga, jugos, té, café, galletas, dulces y algunos chocolates.

    —¿Tienes fuego? —le dijo Isabel a Tom.

    —Ah, claro —le ofreció rápidamente de su encendedor. Él ya había encendido el suyo.

    Isabel aspiró una vez y luego soltó el humo, mientras observaba a su alrededor.

    —Es un grupo entusiasta —dijo.

    —Eso parece —contestó Tom.

    Ella era alta, muy delgada y atractiva físicamente. Tenía el pelo corto y negro y un lunar en su barbilla, hacia su lado izquierdo.

    —¿Las gemelas van a ser las vocalistas? —preguntó ella.

    —Sí, junto a ti, como te comenté.

    —María Paz se ve muy adorable, pero tímida.

    —La amé. Es perfecta como vocalista, con su hermana. La ves tímida, pero en la audición su voz me impresionó. Por supuesto lo de amarla va en un sentido completamente profesional... Es muy chica para mí.

    —No te pedí explicaciones. Oye, ¿y en verdad no tienes pareja?

    —No. El trabajo aquí no me deja tiempo —se sacó la chaqueta negra que andaba trayendo—. Odio esta época del año, porque hace frío, luego calor y luego frío.

    Isabel no pudo evitar reírse.

    —Eso es verdad —hizo una pausa mientras aspiraba de su cigarro—. Yo tampoco tengo novio. La verdad es que desconfío de los hombres. No quiero sonar presumida ni nada, pero siempre que salen conmigo sólo esperan a que me acueste con ellos o no sé qué. La verdad es que eso me enfada mucho. En algún momento, incluso, me pregunté si me gustaban las mujeres. Pero no era eso, así que estoy esperando a que llegue ese hombre.

    Tom se quedó mirándola. Era una completa desconocida y le decía esas cosas. Supuso que era para mejor, así entraban en confianza en seguida.

    —Ah, lo siento —dijo Isabel—. No sé por qué te conté todo esto —se rió.

    —Está bien —le dijo Tom—. Ojalá seamos buenos amigos.

    Isabel le extendió una mano, mientras que con la otra sostenía la colilla de su cigarro ya terminado.

    Creo que este será el comienzo de una bonita amistad—dijo con voz seria y luego se rio. Tom sonrió afablemente mientras le estrechaba la mano.

    —Bueno, Isabel, voy con los demás chicos—le dijo.

    Los demás estaban al lado de las mesas. Tom caminó hasta ellos y Héctor aprovechó para acercarse a Isabel.

    —Te estoy diciendo que no —le decía Nicolás a Antonio.

    —¿Ah? ¿Pero por qué no? ¿Qué crees que harán con esto cuando nos vayamos? —le preguntó éste.

    —No sé, no es mi problema, pero me da vergüenza.

    —Ah, si nadie se va a dar cuenta.

    —¿De qué? —preguntó Tom.

    —Ah, de nada —contestó Antonio.

    —Tonio quería echar comida en su mochila —aclaró Nicolás.

    —Lo siento —dijo Antonio—, es que está muy buena.

    —Creo que no me importa —dijo Tom—. Son gastos de la disquera, no míos —se rio—. Sólo que no te vea el señor Rivarola.

    —Ah, ya me dio vergüenza —dijo Antonio.

    María José y María Paz se acercaron donde ellos.

    —Ya van a ser las once —comentó María José.

    —Sí —dijo Tom—, quiero que el señor Rivarola los escuche en directo.

    —¿Y si no lo hago bien? —preguntó María Paz algo nerviosa.

    —Lo harás bien. Oh, señor Rivarola —dijo cuándo lo vio aparecer.

    —Hola —dijo éste—. Así que ellos son los jóvenes —todos comenzaron a reunirse alrededor del recién aparecido—. Te tengo un integrante más. Está allá adentro. Pasemos, tengo muchas ganas de escucharlos.

    ♫♪♫

    Todos entraron, mientras comentaban cosas entre ellos. Sus corazones latían con fuerza, sobre todo el de las gemelas. ¿Lo harían bien?

    En el pasillo de la entrada vieron a un chico y se acercaron.

    —Él es Cristián Luchignani —dijo el señor Rivarola mientras les presentaba al chico rubio, alto y de ojos azules—. Toca muy bien la guitarra acústica y eléctrica. Trabaja con él también, yo mismo lo seleccioné.

    —Está bien... —contestó Tom— ¿Cuántos años tienes, Cristián?

    —Doce —contestó a secas.

    Tom asintió y se llevó al señor Rivarola hacia un rincón, lejos de la multitud, que comenzaba a musitar cosas nuevamente.

    —¿Doce? —Le preguntó— Señor, ¿no será muy... pequeño?

    —Su talento es increíble. Es un poco corto de genio. Sus padres aceptaron, siempre y cuando no interfiera con sus actividades académicas.

    —No lo sé... No estoy convencido, Nicolás ya me parecía muy chico con catorce, pero Cristián es un niño.

    —La decisión ya está tomada. Trabaja con él —finalizó y se acercó al grupo para darles las instrucciones.

    Pasaron uno a uno a la sala donde audicionaron, mostrándole su talento. El señor Rivarola los escuchaba en la sala de sonidos con los audífonos y al pasar Isabel, la última, asintió con la cabeza. Tom estaba a su lado algo nervioso.

    —Bien, Tom, no me decepcionaste. Aún les falta, pero con un poco de pulido tendrás un gran grupo.

    El joven no pudo evitar sonreír aliviado y alegrarse mucho, pero trató de disimularlo.

    —De acuerdo —dijo.

    —Tendrán, entonces, para ustedes el salón de ensayos del primer piso de lunes a viernes de las siete de la tarde a las nueve de la noche.

    —Sí, perfecto.

    —Sabes que tienes la disquera a tu disposición. En dos meses los quiero grabando su primer single —finalizó—. Ah, sí, ¿cómo se llaman?

    —Aún no tenemos nombre.

    —Para el lunes quiero uno —dijo el señor Rivarola y se retiró de la sala de grabaciones y comenzó a bajar las escaleras, ya que estaban en el segundo piso de los cinco de la disquera.

    Tom salió de la sala de sonidos y miró al grupo que se encontraba en una sala de estar, en una especie de hall del segundo piso. También lo observaron expectantes para saber qué les dijo el señor Rivarola. Sólo lo vieron salir, sin decirles nada.

    Al fin les voy a poder demostrar a mi papá que vivir de la música y ser feliz es algo completamente compatible. Voy a cumplir mi sueño, pensó Tom.

    —Tom —lo llamó Isabel—, ¿qué dijo el señor Rivarola?

    —¡Está todo bien! El grupo se forma.

    Todos comenzaron a celebrar, a gritar y aplaudir de alegría, menos Cristián, que permanecía serio.

    —Oye, Tomás —le dijo Antonio.

    —Dime Tom, por favor —le dijo éste.

    —Oye, Tom —repitió—, ¿y cómo nos vamos a llamar?

    —Lo decidiremos juntos. ¿Alguien tiene alguna sugerencia?

    Los Mejores —dijo Héctor con risa.

    —Qué ridículo —murmuró Cristián.

    —Oye, tú —le dijo Antonio—, ¿no eres muy pequeño para estar en el grupo?

    —¿Y eso a ti qué te importa?

    —Ah... No sé, yo decía... Yo igual toco guitarra eléctrica. Espero que nos llevemos bien —sonrió.

    —Lo que quieras —contestó Cristián sin ningún interés y Antonio frunció el ceño.

    —Qué pesado —continuó Antonio y miró al resto—. Los Mejores es apropiado, pienso yo, pero no suena bien. ¿Qué tal The Best?

    —¿Qué? —Preguntó María José— Estoy segura que eso tiene un error gramatical en inglés horrible.

    —Pero suena bien —insistió Antonio.

    —Sí, yo igual estoy de acuerdo —dijo Héctor—, me gusta The Best, porque es international.

    —¿Cierto?

    —Ah... No lo sé —dijo Tom pensativo.

    —Eso es aún más ridículo —pensó Cristián cruzado de brazos.

    —Bueno —dijo Isabel—, a mí me gusta algo como Twins, porque tenemos a dos gemelas en el grupo.

    —¿Qué? ¡No! —exclamó María Paz— ¡Qué vergüenza!

    —Ese es mejor —dijo María José.

    —Sí, yo creo que...

    Todos comenzaron a discutir y sólo Nicolás y Cristián estaban en silencio. Este último porque aclaró que quería mantenerse al margen de aquella discusión tan estúpida e infantil, según él. Pero Nicolás observaba la situación.

    —¿Y tú? —le preguntó Tom a éste— ¿Qué opinas?

    —Votación —dijo Nicolás simplemente.

    —Oh, sí, qué buena idea —dijo Isabel—. Que levante la mano el que esté a favor de The Best.

    Antonio y Héctor levantaron la mano. Antonio tomó el brazo de Nicolás y se lo levantó. Éste sólo le dirigió una mirada irritada, pero no dijo nada.

    —Tres votos a favor de The Best —dijo Isabel—. Ahora, levanten la mano a los que les gusta Twins.

    Las gemelas, Isabel y Tom levantaron la mano y sonrieron. Nicolás igual iba a levantar la mano, pero Antonio lo impidió.

    —Bueno, Antonio, de todas formas, son cuatro votos contra tres —le aclaró Tom—. Entonces nos llamaremos Twins.

    —Esperen un momento, falta el voto de Cristián —dijo Antonio.

    —Me da igual, les regalo mi voto, odio los dos nombres.

    —¿Qué? —Preguntó Antonio— Entonces, nos llamaremos The Best.

    —Antonio —dijo Tom—, somos Twins.

    —No, somos The Best.

    —The Best, The Best —dijo Héctor.

    —Hey, chicos —dijo Isabel—. Creo que Twins es un nombre mucho más acorde... En serio, esta discusión no los llevará a ningún lado.

    —Sí, me parece bien —dijo Antonio—, pero cuando vayamos por la calle y nos digan miren, ahí va un Twins me sentiré mal y poco identificado. Prefiero que me digan miren, ahí va un The Best.

    —Eso no tiene ningún sentido gramatical —se volvió a quejar María José.

    —Bueno, igual Antonio tiene su punto —dijo Tom.

    —The Best Twins —dijo Nicolás.

    —¿Las mejores gemelas? —preguntó Tom.

    —Ah —pensó Cristián—, son unos idiotas.

    —No, no, no —dijo María José—. No me gusta, porque es tonto, porque no tiene ningún sentido gramatical. O sea, por lo menos aclara, ¿The best in the world?

    —Está bien —dijo Tom—. Fin de la discusión, por un asunto de mayoría nos llamaremos Twins. Así que desde hoy somos Twins.

    —Pero no me gusta —se quejó Antonio.

    —Sí —dijo Héctor.

    —¡Antonio! —exclamó María José— Ya basta.

    —Yo creo que Twins es un nombre bonito —dijo María Paz—, suena encantador y creo que nos representa. Prometo hacerlo bien como representante, porque es muy bonito estar en este grupo. En serio espero que nos llevemos bien.

    Todos la quedaron mirando y ella se sonrojó notoriamente.

    —Ah, lo siento —dijo.

    —No, está bien —dijo Tom—. Bueno, chicos, Twins se reunirá de lunes a viernes de las siete de la tarde a las nueve de la noche, en dos meses debemos grabar nuestro primer single, así que tenemos que ensayar mucho. Este lunes nos juntaremos para firmar los contratos. Oigan con atención, por favor, a las diez de la mañana nos reuniremos aquí y los menores de edad deben venir con sus padres, porque necesitamos su autorización y las firmas y todos esos trámites burocráticos.

    Estuvieron de acuerdo en la información entregada y luego comenzaron a despedirse para irse de allí.

    Capítulo 2: ¿Seremos famosos?

    Antonio y Nicolás caminaban juntos rumbo al paradero de autobuses. Irían a la casa de Antonio para almorzar, así que apresuraron el paso.

    —Me alegra haber faltado a clases —dijo Antonio.

    —No deberías alegrarte —contestó Nicolás—. Es tu educación.

    —No, no sólo por eso. Me alegró haber compartido con todos. Estaba algo nervioso. Bueno, aún sigo algo nervioso. ¿Seremos famosos? Aunque no me gusta mucho el nombre del grupo...

    Nicolás dejó de caminar y Antonio también se detuvo.

    —¿Famosos? —preguntó.

    —Sí, sí —contestó Antonio con entusiasmo—. Dijo que en dos meses debíamos grabar nuestro primer single. ¿Saldremos en la radio? ¿El sitio para ver videos?

    —No lo sé —contestó—. El lunes nos citó para firmar el contrato... Ahí veremos.

    —Mira, ahí viene el autobús. ¡Corre! —le dijo y los dos corrieron hacia la parada para alcanzarla.

    ♫♪♫

    Esa noche, alrededor de las siete, Cristián se encontraba en su cuarto tocando su guitarra y escuchó que le golpearon la puerta.

    —Adelante —dijo sin tono en su voz.

    Su puerta se abrió lentamente. Era su madre, una mujer alta, rubia y de ojos celestes.

    —¿Y? —Le preguntó— ¿Cómo te fue?

    —¿Con qué? —preguntó Cristián.

    —¡Con lo del grupo! ¿No te emociona?

    —Oh, sí, qué emocionante —dijo en forma sarcástica.

    —Oh, Cristián, tampoco tienes por qué contestar de ese modo —salió del cuarto y cerró la puerta.

    Su casa era grande. Sus papás dirigían una empresa de exportación de fruta y ganaban mucho dinero. Cristián no los veía mucho, por el trabajo o por los viajes que hacían al extranjero, sobre todo su padre.

    —Como si a ella de verdad le importase... —murmuró Cristián, tomó nuevamente su guitarra y se puso a tocar algunos acordes.

    Paró en seco. Escuchó que nuevamente le tocaban la puerta.

    —¿Sí? —preguntó Cristián algo molesto.

    La puerta de su cuarto se volvió a abrir de forma pausada.

    —Margarita —dijo.

    —Hermano —contestó ella, una niña de ocho años, delgada. Dejaba caer su largo cabello rubio sobre su espalda y tenía los ojos celestes. Era una niña muy bonita—, ¿cómo te fue? ¿Serás famoso?

    —Me fue bien, supongo —contestó, la expresión de su rostro era seria—. Ahora déjame solo. Necesito pensar.

    —Está bien. Te felicito —dijo su pequeña hermana y se fue cerrando la puerta.

    Cristián se quedó mirando el vacío, pero luego continuó con su guitarra.

    ♫♪♫

    La casa de María José y María Paz, las gemelas, también era grande, más pequeña que la de Cristián, pero a su familia le quedaba muy cómoda. Tenía tres pisos y, a pesar de que tenía cinco cuartos, las jóvenes dormían juntas, por una petición especial de María Paz. En el primer piso estaba el living, el comedor, la cocina con un cuarto y un baño dentro para el servicio. También un baño de visitas y el cuarto de los papás de las gemelas. El segundo piso tenía un baño y dos cuartos, uno lo dejaron para las visitas y el otro para el computador, un televisor y un sillón. Y el tercero era una mansarda y aquí es dónde vino el pedido especial de María Paz: ella se moría de ganas de dormir allí, pero le daba tanto miedo estar sola en un piso y un cuarto tan grande, que le suplicó a María José que durmieran juntas, por supuesto, cada una en su cama. Ella accedió.

    En ese momento, las dos estaban sentadas, cada una en su cama, con el televisor encendido. Ambas tenían un velador, aunque debían compartir el closet, pero era grande. En ese momento María Paz no lo soportó más y lanzó un grito agudo.

    —¡Ay! —se quejó María José— ¿Por qué gritas así de repente?

    —Es que no puedo aguantarlo.

    —¿Te emociona el grupo?

    —No, no —dijo María Paz impaciente—. O sea, sí, mucho. Pero lo que me tiene así...

    —¿Qué?

    Volvió a gritar agudamente y abrazó un peluche con forma de oso. María José comenzaba a impacientarse.

    —Idiota —murmuró.

    —Es que... ¡No puedo parar de pensar en él!

    —¿En quién? ¿Antonio?

    María Paz se sonrojó. María José la miró y comenzó a reírse.

    —¡Qué eres mensa! —Le dijo— Te sonrojas como una niña chica.

    —Es que me da vergüenza. Pero es que es tan lindo. ¿Qué hará? ¿En qué colegio irá? Dijo que Nicolás era su amigo de infancia, ¿serán gays?

    —No lo sé —contestó María José.

    —¿Tendrá un perro?

    —Bueno, averígualo.

    —¿Y si tiene polola?

    —Lo dudo, es muy desagradable. Pero averígualo, acércate a él. Si te gusta, háblale. Así él también te va a conocer.

    —¡Es que me da vergüenza!

    —Es que me da vergüenza —repitió María José con burla.

    —¡Ayúdame a acercarme! —le suplicó María Paz.

    —Bueno, está bien. El lunes entonces empieza nuestro plan.

    —¡Gracias, hermana! —exclamó saltando a la cama de su hermana para abrazarla.

    —Ahora —comentó María José mientras trataba de sacarla de encima—, quería comentar contigo una cosa.

    María Paz se sentó nuevamente en su cama y la miró con atención.

    —Tom —continuó María José—nos dijo que nosotras seremos las vocalistas junto con Isabel.

    —Sí —contestó María Paz—, ¿cuál es el punto?

    —Que, si nos hacemos famosos, tendrás que cantar frente a miles de personas.

    María Paz se quedó mirándola fijo, como si su cerebro se demorase en procesar la información. De pronto se puso a reír.

    —No, mentira —dijo finalmente.

    —Hermanita —le dijo María José—, es verdad.

    Su gemela la volvió a mirar fijamente y se sonrojó nuevamente.

    —¿Eh? —preguntó impresionada— ¿Eh? —repitió— ¿Pero cómo haré eso? Voy a morir. Se me va a salir el corazón por la boca.

    —Espero que Tom te ayude con esa vergüenza intrínseca que tienes.

    Pero María Paz ya no la escuchaba. Estaba exasperada.

    —¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer ahora? —se preguntaba una y otra vez.

    —Ay, hermanita —suspiró María José.

    ♫♪♫

    Mientras, Tom seguía con su trabajo normal en la disquera. No podía concentrarse. Recordó algunas canciones que había escrito hacía algún tiempo y sonrió.

    —Ellos son perfectos para interpretar esas canciones —pensó Tom. Se puso de pie y miró su pequeña oficina, con su escritorio, un computador y una ventana que daba al patio. No medía más de dos por dos metros. Pero era suficiente, allí desarrollaba su trabajo de hacer los arreglos musicales para los discos de otros.

    A esa hora quedaba poco personal, sobre todo por ser viernes. Salió de su oficina —que estaba en el primer piso—y se dirigió al patio, allí fumó lentamente un cigarro, aún le faltaba un poco para finalizar lo que tenía pendiente para ese día. La junta de la mañana lo atrasó.

    Al terminar, apagó el cigarro en un cenicero grande que estaba allí especialmente para que los fumadores botasen las colillas. Suspiró. Caminó rumbo a su oficina nuevamente, pero se detuvo frente a la sala de ensayos, el lugar dónde se reuniría con Twins nuevamente el lunes. Intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada. Volvió a su oficina y de allí cogió un grueso juego de llaves, volvió a la sala y abrió la puerta sigilosamente. Prendió las luces y se quedó mirando los instrumentos musicales que habían: un teclado, una batería, un contrabajo, dos violines y una guitarra eléctrica. Además, había un sillón y una silla a un costado de la sala y tenía una ventana que también daba al patio.

    Tom se acercó al teclado. Lo encendió y oprimió una tecla. Oprimió otra. Y de a poco comenzó a tocar una canción que él mismo escribió, llenando el lugar de una dulce melodía. Dejó de tocar y apagó el teclado. Se fue de allí cerrando nuevamente la puerta y volvió a su oficina para terminar su trabajo.

    Capítulo 3: Nuestra primera melodía

    Al lunes siguiente todos llegaron a la hora acordada para firmar los contratos. Los menores de edad estaban con sus progenitores para dar la autorización y se hizo la firma del contrato frente a un notario, en él decían todos los deberes y derechos que, al estar dentro del grupo, tenían. Twins era un grupo oficialmente formado, con sus ocho integrantes, Tom, Isabel, María Paz, María José, Antonio, Nicolás, Cristián y Héctor.

    Más tarde, a las siete, se volvieron a juntar, pero esta vez sólo ellos, los chicos, para su primer ensayo. Estaban bastante ansiosos por empezar. Cada uno llegó con su instrumento, menos las gemelas y Héctor, quién ocuparía la batería de la disquera. Se reunieron en la sala de ensayos y Tom los hizo tomar asiento en el sillón, la silla y el suelo para que lo escucharan.

    —Bien —dijo Tom—, quiero que sepan que tienen que venir de lunes a viernes de las siete de la tarde a las nueve de la noche, ya se los había comentado. De siete a ocho tendremos una parte teórica, para aprender algunos conceptos básicos de música, así que el que guste traer un cuaderno, sería genial, lo agradecerán cuando quieran repasar. De ocho a nueve vamos a practicar con nuestros instrumentos y comenzar a armar la primera canción.

    Sí, los jóvenes tenían mucho talento, pero todo talento necesita un fundamento, una teoría detrás que convierta a ese don en algo sólido. Aunque había muchos conceptos de música más bien sabidos, sobre todo para Isabel, que tocaba el violín desde los siete años y estudió en el Conservatorio de Música de la Capital. Además, ella, las gemelas y Cristián sabían leer partituras. Nicolás, Antonio y Héctor más bien tocaban de oído.

    —Qué aburrido —se quejó Antonio—, es como ir al colegio.

    —¡Tonio! —murmuró Nicolás algo avergonzado.

    Tom lo miró con desenfado.

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