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Los moteros del MidWay, 3: Extras Serie Moteros, #3
Los moteros del MidWay, 3: Extras Serie Moteros, #3
Los moteros del MidWay, 3: Extras Serie Moteros, #3
Libro electrónico346 páginas4 horas

Los moteros del MidWay, 3: Extras Serie Moteros, #3

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¡Las historias de la serie Moteros que siempre has querido leer!

Amor, enredos y muchas sorpresas es lo que encontrarás en este esperado extra que da voz a tus secundarios favoritos, acompañados, por supuesto, de los protagonistas "estrella" de la serie: Dakota, Evel y Dylan.

Con un formato similar al de una serie televisiva y una narración ágil, te enganchará desde la primera página y no podrás parar de leer.

Los moteros del MidWay 3 es la tercera y última temporada de las tres que componen este extra tan especial de la Serie Moteros. 

¡Cómprala ya y empieza a disfrutar de tus moteros preferidos!

Secuencia de lectura recomendada:

Princesa. (Serie Moteros #1)

Harley R. (Serie Moteros #2)

Harley R. Entre-Historias. (Serie Moteros  #2.1)

Lola. (Serie Moteros #3)

Lola. Entre-Historias. (Serie Moteros #4)

Los moteros del MidWay, 1 (Extras Serie Moteros #1)

Los moteros del MidWay, 2 (Extras Serie Moteros #2)

Los moteros del MidWay, 3 (Extras Serie Moteros #3)

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 may 2018
ISBN9788494449895
Los moteros del MidWay, 3: Extras Serie Moteros, #3
Autor

Patricia Sutherland

Su estreno oficial en el mundo romántico español tuvo lugar en abril de 2011, de la mano de Princesa, una novela que aborda el controvertido asunto de la diferencia de edad en la pareja, y que ha enamorado a las lectoras. Han sido sus apasionadas recomendaciones y su permanente apoyo, las que han convertido a Princesa en un éxito y a Dakota, su protagonista, en el primer héroe romántico creado por una autora española que cuenta con su propio club de fans en Facebook. En noviembre de 2012, Princesa obtuvo el I Premio Pasión por la Novela Romántica. En dicho mes, asimismo, fue nominada en tres categorías, Mejor Novela, Mejor Autora Chicklit y Mejor Portada en el marco de los I Premios Chicklit España. Un año más tarde, en noviembre de 2013, salió Harley R., la segunda entrega de la Serie Moteros de la que Princesa es ahora el primer libro, una novela sobre el amor después del desamor y las segundas oportunidades. En febrero de 2014, Harley R. resultó ganadora del II Premio Pasión por la Novela Romántica y más tarde fue nominada al Premio Rosas Romántica'S 2013 y a los Premios RNR (Rincón de la Novela Romántica) 2013. Su último trabajo publicado es Harley R. Entre-Historias, un apasionado "spinoff" de Harley R., que salió en abril de 2015. También es autora de la serie romántica Sintonías, compuesta por Volveré a ti, Bombón, Primer amor, Amigos del alma y Simplemente perfecto, que quedó 2ª Finalista en los Premios RNR (Rincón de la Novela Romántica) 2014. Patricia Sutherland nació en Buenos Aires, Argentina, pero está radicada en España desde 1982.  Más información en su página oficial: Jera Romance www.jeraromance.com

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    Vista previa del libro

    Los moteros del MidWay, 3 - Patricia Sutherland

    LOS MOTEROS DEL MIDWAY, 3

    © 2018. Patricia Sutherland

    Todos los derechos reservados.

    ISBN-13: 978-84-944498-9-5 (ePub)

    Versión 2.10.18

    Ediciones Jera

    Colección Jera Romance

    Diseño de cubierta: Nune Martínez

    JR10 - Los moteros del MidWay, 3

    Extras Serie Moteros # 3

    Ficción romántica

    Nivel de erotismo: ♥♥♥(Muy sensual)

    Los personajes y sucesos relatados en esta obra son ficticios. Cualquier semejanza con personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.

    A mis padres.

    Siempre serán la luz que alumbra mi camino.

    A todas mis lectoras y, de manera especial,

    a las fans de la serie Moteros

    con todo mi cariño y mi agradecimiento.

    Temporada 3

    Introducción

    He podido comprobar que en algunos dispositivos de lectura el ebook se abre directamente al comienzo de la historia, obviando todas las páginas anteriores de información incluidas en el archivo. Dado que lo que viene a continuación son datos acerca de Los moteros del MidWay que me interesa que conozcas, he decidido volver a incluirla como introducción.

    Desde el principio, las fans de la Serie Moteros me pedían saber más de todos los personajes, no solo de los que han protagonizado sus propias historias. Me rogaban que no finalizara la serie sin darle a esos personajes su momento de gloria. Aunque sea una historia cortita, por favor, era la petición más habitual.

    Mi criterio es que un buen secundario no hace, necesariamente, un buen protagonista. En mi opinión, exceptuando a los encargados de protagonizar Moteros #5, la última novela de la serie, ninguno es capaz por sí mismo de soportar el peso de una buena historia... Pero ¿y juntos? Después de mucho tiempo dándole vueltas al tema, se me ocurrió que si los reunía en una mega-historia, sumando el atractivo que cada uno de estos grandes secundarios tiene y mezclando bien los ingredientes, quizás, la cosa podría funcionar; tú podrías leer los romances de esos personajes que tanto te gustan, y yo disfrutar escribiendo el tipo de historias que me gusta narrar. ¡Perfecto!

    El resultado de cuatro años de ruegos es la serie de ficción romántica dividida en tres temporadas Los moteros del MidWay. Esta mega-historia es un extra de la Serie Moteros que retoma el hilo de los acontecimientos de Lola Entre-Historias, durante la semana de Navidad de 2009, y su formato es parecido al de una serie televisiva. Es decir, está dividida en temporadas compuestas por episodios.

    Algunas características de este formato son:

    El estilo de narración es diferente al que estás acostumbrada en mí. Es nuevo y, ya te adelanto, muy enganchante.

    Hay varias tramas narrándose al mismo tiempo.

    Cada temporada resuelve total o parcialmente alguna/s trama/s, pero la resolución final de la trama principal sucede en la T3.

    ¿Qué puedo adelantarte acerca de Los moteros del MidWay? Poco. Ya sabes que me gusta sorprender a mis lectoras, pero voy a ser buena y te voy a dar una pildorita: los protagonistas de Moteros #5 también toman parte de esta mega-historia. A ver si adivinas quiénes son :)

    Te deseo una buenísima lectura.

    Con afecto,

    Patricia Sutherland

    Episodio 1

    Viernes, 29 de enero de 2010.

    Casa de Amy Pearson,

    Londres.

    Niilo se dio la vuelta en la cama en busca del calorcito que emanaba del cuerpo que yacía a su lado. Fue un movimiento inconsciente, igual que lo fue pegarse a él, piel contra piel. Disfrutó de la calidez, de la desnudez, de aquel inconfundible olor a….

    El motero abrió los ojos. La habitación estaba en penumbras, pero se veía lo bastante para saber que ya había amanecido. Y si era de día….

    Saltó de la cama y corrió al baño recogiendo sus cosas por el camino. Si era de día quería decir que era tarde. Rebuscó en el bolsillo de su abrigo hasta que encontró el móvil donde varias llamadas perdidas lo esperaban. Alzó la vista intentando centrarse. Respiró hondo. Le costaba pensar con claridad. Decidió que lo mejor era un SMS que escribió rápidamente, diciéndole a su jefe algo obvio: se había quedado dormido y estaba de camino.

    El baño era tan pequeño que alguien de su envergadura apenas podía moverse sin chocarse con algo. En realidad, todo era diminuto en casa de Amy. Dabas un paso y estabas en la cocina, dos pasos a la derecha y estabas en la puerta de su habitación que, por cierto, estaba a medio metro de la cama.

    Pero, al igual que sucedía con todo en el mundo de Amy, la distancia que separó los pensamientos risueños de los calientes también demostró ser muy corta.

    Había sido otra noche de locos. Habían dormido a ratos y él todavía estaba en casa de Amy cuando debería llevar dos horas trabajando. Lo más alucinante de todo era que a pesar de haberse pasado media noche haciéndolo, evidentemente, no había tenido bastante.

    Se agachó sobre el lavabo pero enseguida descartó la idea. Tendría que doblarse por la mitad para alcanzar la altura del grifo, así que descolgó la flor de la ducha y puso la cara bajo chorro de agua fría. La excusa, lavársela. La auténtica razón; enfriarse. Tenía una erección en ciernes y, dado que debía irse a trabajar y ya llegaba tardísimo, no podía arriesgarse a que Amy la detectara, o volverían a enredarse en otro cuerpo a cuerpo.

    Lo que Niilo no sabía entonces, mientras el frío del agua contra su piel lo devolvía a la conciencia plena, era que Amy ya la había detectado. Algo de lo que informó al motero tomándole el miembro con una mano que no se quedó quieta.

    Tras el primer sobresalto, él intentó mantener la calma. Cerró el grifo y devolvió la ducha a su sitio. Pero la mano volvió a moverse y él exhaló el aire con fuerza al sentir la suave fricción. La miró y se encontró con su sonrisa.

    —Guau. Qué duras están las cosas por ahí abajo. Me pregunto si es una de esas erecciones espontáneas que tenéis los tíos o está relacionada conmigo… —susurró Amy, insinuante.

    Niilo volvió a suspirar. El agua goteaba de su rostro, el corazón había emprendido una carrera loca y no se trataba de una erección espontánea… Pero él tenía que irse. Mierda.

    —Perdona, te he despertado… ¿Me alcanzas la toalla? —se las arregló para decir.

    La sonrisa de Amy se hizo más grande. Niilo entendió el porqué en cuanto sintió que su otra mano lo acariciaba entre las piernas.

    —Perdonado. Tengo las manos ocupadas, pero a ver si te puedo ayudar. —Se puso de puntillas y capturó una de las gotas que caían del rostro masculino con su lengua, que deslizó sobre el borde de la mandíbula suavemente.

    —Joder, Amy, que me tengo que ir —murmuró él con un punto de desesperación, apoderándose de su lengua.

    El beso se convirtió en voraz, un condón apareció de la nada y dos minutos después, estaban arrancándose gemidos el uno al otro.

    —Uno rápido y te vas —lo azuzó, haciendo que él la elevara. Sus piernas se cerraron en torno a las caderas del motero.

    La estrechez de la estancia tenía sus ventajas, pensó Niilo cuando se sintió literalmente encajado entre sus piernas, sin margen de maniobra más que para embestirla.

    —Joder…. Joder, Amy… Me voy a pasar el día deseando acabar para poder volver a verte…

    —Si solo quieres verme, quedamos en un bar  —murmuró ella, tan excitada como él.

    Él tardó en responder porque volvió a adueñarse de su boca.

    —Vale, no solo por verte —reconoció al tiempo que la embestía con fuerza por última vez.

    Los dos gimieron.

    —Ven al mediodía, a comer conmigo… —murmuró ella, bebiendo de sus besos apasionadamente.

    Con su frente aún apoyada sobre la de Amy, Niilo intentó recuperar la respiración.

    —¿Tú crees que comeremos? —dijo, entrecortado.

    Ella lo estrechó fuerte y una sonrisa apareció en su rostro.

    —Claro… Después de un buen aperitivo. —Los dos rieron bajito y Amy remató la faena—. Hay un rincón en el estudio que te va a encantar… Y vamos a estar solos.

    Niilo la espió de reojo con una sonrisa traviesa en la cara.

    —¿Quieres que nos enrollemos en tu trabajo?

    —¿Tú no? —repuso Amy.

    Su mirada cargada de promesas húmedas lo hizo estremecer.

    Las cosas en casa de Conor acababan de empeorar. Su madre los miraba con los ojos desorbitados. Su padre intentaba calmarla utilizando esa palabra que conseguía justo el efecto contrario.

    —¡¿Que me calme, dices?! ¿Alguno de los dos va a empezar a hablar por propia iniciativa? —dijo a voces, avanzando hacia el centro de la estancia— ¿O voy a tener que presentarme en su casa, dondequiera que viva ahora, para averiguarlo?

    Conor sacudió la cabeza. A buenas horas venía a pedir explicaciones sobre un asunto que ella debió haber explicado hacía mucho tiempo.

    —No hay nada que decir, mamá. Y por si se te ocurre tomarla con papá como haces siempre; él no tuvo nada que ver. —El asombro en la cara de Owen contradijo las palabras de su hijo y Susan no se anduvo por las ramas.

    —¿Qué es lo que ha pasado, Owen? Y, por favor, no se te ocurra mentirme —le advirtió.

    —Están pasando muchas cosas, cariño —repuso él.

    Conor lo miró alucinado.

    —¡Papá! Ay, joder… —Lo último que deseaba era que él sacara a relucir ese tema. Lo conocía y sabía que ocultarle algo a su mujer le dolía en el alma y que no pararía hasta vomitarlo todo; anillo de compromiso incluido, lo cual daría lugar a que tres días después siguieran discutiendo sobre el tema.

    —¡Esa boca! —se quejó Susan y volvió a centrar sus ojos en Owen, esperando que él continuara.

    —Siempre he sabido que tarde o temprano, Conor no se conformaría con tanto silencio sobre su padre biológico, pero entendía tus razones. Era tu decisión y la respeté. Pero él empezó a investigar por su cuenta… Consiguió encontrarlo y quedar con él —Susan abrió la boca atónita—. Yo me enteré y no quise dejarlo ir solo.

    —¿Cuándo fue eso? ¿Por qué me lo has ocultado? ¡Owen… Dios mío, Owen, ¿cómo me has hecho algo así?!

    —No podía decírtelo, cariño. Habrías intervenido y tu hijo habría acabado haciendo las cosas a espaldas de los dos. Así, al menos, pudo contar conmigo.  De eso, no me arrepiento. Pero igual que entonces, sigo creyendo que fue un error. Conocerlo no le trajo más que…

    —¡Papá, basta! —intervino Conor con tono definitivo y miró a su madre—. Tenía derecho a saber quién era él, y como papá ha dicho, se enteró y me acompañó, algo que le agradeceré toda la vida. Si no te hubieras pasado la mitad de la tuya cerrando a cal y canto todo lo relacionado con él, yo no habría intentado averiguarlo por mí mismo. Y ojo, que no te culpo, mamá. También entiendo por qué lo has hecho, créeme. Ese tipo… —Conor respiró hondo y fue al grano—. Pero ya está hecho, mamá, y no hay más que hablar sobre este asunto. Punto final.

    Susan se quedó mirando a los dos hombres, atónita. Intentaba digerir aquel trago tan amargo y, al mismo tiempo, adivinar qué ocurría en realidad. Tenía la sensación de que eso era solo la punta del iceberg. Que padre (adoptivo) e hijo le estaban ocultado lo más gordo. Pero le resultaba muy complicado pensar con claridad cuando todo su ser estaba lleno de indignación.

    —¿Y qué es lo que has ganado conociéndolo, Conor? ¿Creer que eres igual que él? —hizo el gesto de ponerle comillas a la frase de Owen que había oído al llegar—. Puede que sea tu padre biológico y tuvieras derecho a conocerlo, pero NUNCA debiste haberme dejado al margen de esto. Yo también tenía derecho a saberlo, ¿no crees? ¡Soy tu madre!

    Tras lo cual, abandonó la casa dando un portazo.

    Padre e hijo se miraron llenos de impotencia.

    —Lo que faltaba para acabar de complicar las cosas —dijo Owen, restregándose la cabeza.

    —Papá, ve con ella y no dejes que suba como la espuma, que luego ya sabes lo que pasa.

    En efecto, Susan era una buena madre, muy entregada a los suyos, pero sus enfados podían durar semanas.

    Había conocido al padre biológico de Conor cuatro años después de que el amor de su vida muriera repentinamente dejándola con dos hijos adolescentes. Conocer al joven y apuesto músico le había devuelto la sonrisa. Al final, habían acabado manteniendo un tórrido romance y un tiempo después, se habían ido a vivir juntos en contra de la voluntad de la familia. Todo había ido bien hasta que un año más tarde, el bohemio joven se enteró de que ella estaba embarazada. Entonces, sin mediar palabra, un buen día desapareció para nunca más volver, dejándola sumida en una gran depresión de la que tardó mucho tiempo en recuperarse.

    El escarnio público sumado a la tristeza, y a la incomprensible reacción de un hombre que tras sus promesas de amor eterno, la había dejado sin la menor explicación, habían llevado a Susan a borrar de un plumazo toda alusión a su existencia. Y ahora, él reaparecía de la peor forma posible.

    —Y tú llama a tu madre. Dame una hora a ver si puedo calmarla, y llámala. ¿Has entendido, Conor? —dijo Owen antes de marcharse.

    El motero asintió. Sus ojos regresaron a la pequeña caja de terciopelo que abrió, dejando expuesto el anillo. Era fabuloso y, sin embargo, no le había traído más que desgracias. Lo miró con rabia.

    —Debería quemarte. Fundirte en el Monte del destino como el anillo único de Sauron —Conor soltó un bufido.

    Lo último que deseaba era hablar con su madre. De hecho, no deseaba hablar con nadie, pero el motero hizo lo que su padre le había pedido. El teléfono sonó varias veces antes de que alguien atendiera. Conor sonrío de mala gana al darse cuenta de que a pesar de que su madre había atendido, no había dicho ni media palabra.

    —Mamá, ¿estás ahí? Si es así, por favor, di algo.

    Dado que lo que sentía ganas de decir no era una opción, Susan se limitó a decir hola y permaneció a la escucha.

    —¿Así piensas manejar esta situación? Era inevitable, mamá.

    De eso nada. Podías haberme evitado este disgusto. Podías haber pensado que si lo mantuve alejado de tu vista durante tanto tiempo debía tener mis razones para ello. ¿No se te ocurrió pensarlo? Evidentemente, no.

    —Mamá, no se trata de eso. Tenía que conocerlo. Saber quién era. Y de paso saber por qué razón me abandonó.

    Me abandonó a mí, Conor —replicó, herida—. A ti ni siquiera se molestó en conocerte.

    —Vale, tienes razón…  Aún así quería verle la cara.

    Y ahora que se la has visto, dime, ¿estás contento?

    No lo estaba en absoluto. Había sido lo más decepcionante que le había sucedido en la vida, pero ni tenía ganas de hablar del tema ni deseaba prolongar el sufrimiento de su madre, dándole detalles.

    —Si te lo hubiera dicho, habrías intentado impedírmelo, y francamente, puedes llegar a ser muy pesada cuando algo no te gusta, lo que me lleva al asunto de Nikki.

    Como una confirmación de que, en efecto, el tema no le gustaba, Susan rezongó.

    No cambies de tema.

    —Nunca te gustó.

    Yo jamás he dicho eso —se defendió Susan.

    —No hace falta que lo digas.

    No cambies de tema —repitió ella. Tenía un millón de preguntas respecto del encuentro secreto de su hijo con su progenitor. Quería saberlo todo.

    —Paso de hablar de ese tipo, mamá. No tengo nada que decir. Y sobre lo que sí tengo que decir es sobre Nikki. Nos queremos. Sé que hemos tenido muchos problemas y que desearías verme con otra persona. Pero se te olvida algo, mamá, Nikki y yo llevamos juntos desde que éramos unos críos. ¿Te haces una idea de lo que ha tenido que aguantarme esa mujer?

    Has tenido tus cosas, como cualquier adolescente, pero siempre has sido un buen chico, y ella no hace más que criticarte. No dudo de que haya pasado algunos momentos malos a tu lado. ¿Qué mujer no los pasa? Pero estoy tan segura de que has sido tú el que ha pasado los momentos más malos, que estoy dispuesta a apostar mi cabeza por eso. Nikki siempre ha hecho lo que le ha dado la gana y cuando estáis juntos, siempre veo a uno de los dos pendiente del otro; a ti. Ahora ella está en Ginebra. Me pregunto qué es lo que hace allí si te quiere tanto, Conor.

    —Estás siendo muy injusta con ella. Algún día entenderás por qué te digo todo esto. Pero de partida, lo que tienes que entender es que sigo enamorado de Nikki. No importa dónde esté, ella sigue en mi vida, mamá.

    ¡Perfecto! —replicó Susan—. Por lo que se ve, hoy es mi día… Bueno, Conor… Con tu permiso, voy a prepararme un café y a ver la tele. Porque hoy estoy de los hombres de mi vida ¡hasta la mismísima coronilla!

    Tras lo cual, cortó la comunicación, dejando a su hijo con la palabra en la boca.

    Conor tensó las mandíbulas de pura frustración.

    Y pensar que se había pasado días loco de ilusión sabiendo que al fin iba a conocer al hombre que lo había engendrado… Alguien que había resultado poseer un talento sin precedentes para causar discordia, decepción y dolor sin siquiera estar de cuerpo presente.

    Mientras tanto, en Rowley Customs…

    —¿Y si lo limamos un poco? —propuso Dakota desde debajo del coche donde intentaba infructuosamente acabar de montar la carrocería de un customizado de encargo.

    —No, déjalo. Niilo va a querer ajustar los planos y volver a fabricar la pieza, y si tiene que trabajar sobre una limada va a poner el grito en el cielo. Es muy tiquismiquis —repuso Evel, impulsando con las piernas la camilla de mecánico sobre la que estaba echado, para salir de debajo de la carrocería.

    Dakota apareció un instante después.

    —¿Tiquismiquis? ¡Es más raro que un perro verde! Joder, es más raro que tú, tío, y eso ya es decir —repuso el motero pelilargo con una sonrisa.

    Algo que a Evel le resultó especialmente inusual en su socio y a esas horas de la mañana. Frunció el ceño.

    —Estás… ¿contento? Chaval, se me hace raro usar esa palabra en relación contigo, pero sí, estás contento. ¿Qué pasa? —Evel se arrepintió un segundo después de preguntarlo. Lo último que deseaba era escucharlo hablar de su vida sexual un viernes por la mañana—. Bueno, creo que no me hace falta saberlo. Tranquilo, no me lo cuentes.

    —Mira que eres moñas —repuso Dakota y se echó a reír a carcajadas.

    —Es que te conozco, tío. Y es muy temprano para empezar a hablar de según qué cosas…

    —¿Qué te preocupa, que te ponga los dientes largos sin tener a tu bomboncito a tiro? —se burló Dakota y enseguida cambió de tema—. Estoy supercontento y no tiene del todo que ver con lo que piensas… Bueno, tendrá, cuando volvamos del médico… ¿Quieres te lo cuente o me lo sigo guardando?

    —Como acabes diciendo una salvajada, te zurro —le advirtió su socio.

    —Que no. Mi mujer fue a hacerse una ecografía —bajó un poco la voz— y el tumor se ha reducido. Está por debajo del límite de seguridad que le puso el médico para empezar a hablar de embarazos. ¡Consiguió que volviera a estudiar su caso y que le dijera que sí! ¡El lunes tenemos una cita para hablar del tema!

    Dakota estaba exultante y Evel lo abrazó afectuoso.

    —¡Cuánto me alegro, hombre!

    —Y yo… Joder, qué alivio.

    —¿Qué, te apetece ya convertirte en papá? —bromeó Evel con un punto de ternura.

    Vio como a Dakota se le iluminaban los ojos y una sonrisa de hombre realizado se abría paso en aquel rostro anguloso.

    —Sí, mucho… Bueno, no es algo en lo que hubiera pensado antes de conocer a Tess, pero —el motero se encogió de hombros —, ella se muere por ser madre y yo… Joder, es algo muy contagioso. Basta que uno de los dos lo quiera, para que el otro empiece a darle vueltas y ya no pueda dejar de pensar en eso. Así que tú ten cuidado…

    Evel lo miró sorprendido. Hasta el momento, el asunto no había surgido entre Abby y él.

    —No me preocupa que Abby quiera convertirme en padre, chaval. Me parecerá perfecto los hijos que quiera tener, mientras no sean gemelos… —añadió como si le hubiera salido del alma.

    Dakota asintió con la cabeza y palmeó el hombro de su amigo.

    —Bueno, como mi ingeniero de diseño está desaparecido en combate, habrá que seguir con otra cosa —continuó Evel, reanudando la conversación después del momento incómodo.

    —Tu ingeniero de diseño está aquí. Lamento el retraso —dijo Niilo dejando su mochila sobre la mesa de trabajo.

    Notó que todos lo seguían con la mirada.

    —¿Qué? Joder, me he dormido.

    Niilo no tenía cara de dormido, sino de hombre que se ha corrido una buena juerga.  Cuando se quitó la cazadora y una porción de su cuello quedó expuesta, las pruebas del delito lo confirmaron. Evel bajó la cabeza aguantando la risa. Dakota, en cambio, no tuvo piedad.

    —Qué coño dormir. ¡Te acaban de echar un polvazo, por eso llegas tarde, cabrón!

    En medio de su incomodidad por el tema y por las risotadas que le dedicaron sus colegas, Niilo no pudo evitar sonreír de gusto.

    Polvazos, en plural, querrás decir, pensó el motero.

    Por supuesto, no lo dijo en voz alta.

    Episodio 2

    Sábado, 30 de enero de 2010.

    Ginebra, Suiza.

    Nikki no había podido desembarazarse de Xavier. Era un buen tipo, servicial y paciente, pero empezaba a cansarse de verlo hasta en la sopa. Aquella mañana, como todos los sábados, había ido al súper a hacer la compra de la semana, y, coincidencias de la vida, allí estaba él, husmeando en el pasillo de las conservas. Desde ese momento, no había conseguido separarse de él.

    Ahora iban en el coche, ya que él había insistido en llevarla a casa. Nikki había aceptado porque ya había tenido tiempo de comprobar que negarse no tenía ningún sentido. Aunque teóricamente ella estuviera disponible, Xavier nunca le había interesado. Así que decidió que aquel momento, era el momento idóneo para dejar las cosas claras.

    —Xavier, te agradezco mucho todo lo que haces por mí…

    —Pero qué dices, mujer, ¿por traerte a casa con la compra? Eso no es ninguna molestia —la interrumpió él, con amabilidad.

    —Oye, sé de qué va todo esto. Lexi está preocupada por mí, y sé que te ha pedido que me animes. Y os lo agradezco a los dos, de verdad, pero las cosas no funcionan así. No estoy interesada en que seamos más que amigos, Xavier.

    —Sé lo que pasó con tu ex, Lexi me lo contó. Y sí, admito que me gustas, eres preciosa y buena compañía, pero hasta ahí, ¿vale? —dijo Xavier, quitándole en importancia al asunto.

    Había usado un tono bastante convincente, pero Nikki no mordió el anzuelo. Sabía que su interés iba más allá de lo que decía.

    —Sé que no es así, pero no importa. Mientras te quede claro cuál es mi posición en este tema, me parece bien lo que digas.

    —Vale, no voy a mentirte, me encantaría que hubiera algo entre tú y yo. Siempre me has parecido una chica increíble, y si te digo la verdad nunca entenderé cómo un tío puede ser tan imbécil de dejarte marchar… Pero no espero que te olvides de tu ex y te enamores de mí perdidamente. Eso solamente pasa en las películas. Me conformo con que me dejes disfrutar de tu compañía y, mientras tanto, si te puedo ayudar a sobrellevar el mal trago, pues mejor que mejor. Eso es todo, Nikki, quédate tranquila.

    Ella asintió. No tenía claro si creerle o no. Pero le había dejado las cosas claras, así que lo que sucediera a partir de allí, no sería su responsabilidad.

    Cuando llegaron a casa de Nikki, Xavier le ayudó con las bolsas.

    —Si me ofreces un café no te voy a decir que no —sugirió él, todo sonrisas.

    —Ya. Primero un café, luego la comida, y luego la peli con palomitas. Ya me conozco esa historia.

    —Que va, te prometo que esta vez, me voy después del café —dijo Xavier risueño, pero entonces se dio cuenta de que ella ya no sonreía.

    De hecho, ni siquiera lo estaba mirando.

    Sus ojos observaban con total concentración algo que sucedía detrás de él. Giró la cabeza y vio lo que ella estaba mirando: un taxi que acababa de detenerse detrás de su coche y del que un hombre con rastas y pinta de motero se estaba apeando con evidente esfuerzo.

    Conor pagó al taxista y se encaminó hacia la casa procurando disimular su cojera.

    —Hola, preciosa.

    Nikki había empezado a temblar un segundo después de reconocer la figura que se bajaba del taxi. Una sonrisa se abrió paso hasta su rostro.

    —Hola, Conor.

    Xavier los miró alternativamente a uno y a otro. De pronto, parecía que se hubiera desdibujado el mundo y sólo estuvieran ellos dos. Y de pronto, se dio cuenta de que conocía esa cara aunque en un primer momento no la hubiera reconocido.

    —¿Este es tu ex? —preguntó con sorna.

    No podía creer

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