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La chica de mis sueños.
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Libro electrónico361 páginas5 horas

La chica de mis sueños.

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Información de este libro electrónico

Clara tenía una vida de ensueño. Casada con un hombre maravilloso, bendecida con la familia perfecta cuando tuvieron a su primer hijo. Lo que parecía ser un cuento de hadas personas, se vuelve una pesadilla al ver a su familia totalmente destruída. Desvastada por el dolor, necesita luchar para recomponer los pedazos de su corazón y seguir adelante, apoyada por Léo, un joven abogado que despierta sentimientos en ella con los que no está lista para lidiar.

Cuando Clara desaparece de su vida, Léo endurece su corazón, volviéndose un hombre frío y distante, sin ningún tipo de sentimiento, prometiéndose a sí mismo que jamás de volverá a enamorar de nuevo. Hasta que ella reaparace, despertando sentimiento todavía más intensos que la vez anterior.

¿Serán capaces de superar el dolor y abrir de nuevo su corazón?

La chica de mis sueños te conducirá por una montaña rusa de emociones donde el dolor y el amor caminan mano a mano, mostrando que el amor verdadero puede aparecer en nuestra vida más de una cez... siempre que las personas se permitan sentir.

Atención: A pesar de formar parte del universo Las Chicas, todos los libros son independiente y pueden leerse en cualquier orden.

IdiomaEspañol
EditorialA. C. Meyer
Fecha de lanzamiento7 may 2021
ISBN9781071599327
La chica de mis sueños.

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    La chica de mis sueños. - A. C. Meyer

    Vas a ser feliz, pero antes la vida te enseñará a ser fuerte.

    LADY GAGA

    Para aquellos que están sufriendo por un corazón roto. A cada paso que des la vida se encargará de curar tu dolor. Eres más fuerte de lo que imaginas.

    ÍNDICE

    01

    02

    03

    04

    05

    06

    07

    08

    09

    10

    11

    12

    13

    14

    15

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    38

    EPÍLOGO

    PLAYLIST

    AGRADECIMIENTOS

    SOBRE LA AUTORA

    01

    El primer amor te marca para toda la vida

    Nicholas Sparks

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    Todavía me asusta pensar en como los caminos de la vida pueden ser sorprendentes y llevarte por senderos que jamás imaginaste. Un buen día, puedes despertarte y todo lo que consideras como verdadero se pierde, ocasionando cambios que nunca imaginaste tener que afrontar, provocando trastornos similares a los que ocasionan los desastres naturales, como ser alcanzado por una tormenta de arena en medio del desierto, en una tormenta repentina en un paseo en barco o como cuando el agua de la lluvia cae intensamente y baja ladera abajo, llenando las calles y esparciendo el caos.

    Como la muerte.

    Miro atrás y me acuerdo de una época en la que todo era muy diferente. Tan sencillo... tan inocente. No existía ni el dolor ni el miedo. Había sido años viviendo una vida perfecta, casi como en un cuento de hadas. Debería haber sabido que la perfección no existe y que en un determinado momento, la vida se iba a cobrar el precio por la felicidad. Ella siempre se lo cobra.

    Al cerrar los ojos, suelto un suspiro y percibo de forma nítida el perfume de las flores que me rodeaban en el pasado, siendo transportada a un momento en el que todo lo que yo tenía era esperanza y expectativas de un futuro prometedor y feliz.

    Lo que no sabía era que, en la vida, todo cambia. Incluso aquello que nos trae felicidad. Vivir me hizo aprender que para ser feliz es necesario recorrer una larga carretera y estar lista para aceptar los cambios que el destino no tiene reservados.

    00003.jpeg

    El primer día de primavera era mi favorito del años. Era increíble como los días, antes fríos y nublados, se transformaban en bonitas mañanas soleadas y los rayos dorados parecían tocar la piel, calentar el cuerpo y envolvernos con el delicioso perfume de las flores. Además, faltaba poco para mi cumpleaños. Diecisiete años. No me podía creer que ese día se acercaba. Todavía recordaba cuando con doce años creía que a los diecisiete sería una mujer experimentada. ¡Que tontería!

    Parada frente al espejo, miré mi reflejo con atención. Mi pelo largo y liso estaba suelto, cayendo por mi espalda. Muy pronto, cuando las vacaciones de verano llegasen, algunos mechones se aclararían por el tiempo que solían estar al sol. Llevaba un vestido verde claro, regalo de mi abuela Ruth. Era bonito, de manga corta, escote cuadrado y amplio, que según ella, ya podía usar. Se ajustaba en la cintura, pero no demasiado, y me hizo darme cuenta de que ya no era tan niña como antes. ¿Cuando me habían crecido los pechos?

    Cuando puse mis manos en la cintura, me giré a un lado y a otro, mirando hacia el espejo. Las sandalias, del mismo tono que el vestido, hacían que mis piernas pareciesen increíblemente más largas. Había sido superprotegida y educada con mucho rigor. Mi padre, un hombre de los de antes, no me permitía usar maquillaje o ropa provocativa, lo que justifica la sorpresa al verme, por primera vez, como una chica mayor, al mirarme en el espejo. Finalmente, de acuerdo con mi padre, con casi diecisiete años ya tenía edad suficiente para usar un suave maquillaje. Ese pensamiento me hizo sonreír mientras me aplicaba el pintalabios rosa que había comprado para la ocasión.

    Después de pintarme cuidadosamente los labios, apreté uno contra el otro para repartirlo. Lista, me miré una vez más al espejo, sintiendo como si un nuevo mundo se abriese para mi. Me sentía guapa de verdad, como nunca antes me había sentido.

    Satisfecha con mi apariencia, finalmente dejé mi habitación y fui en dirección a las escaleras, desde donde se escuchaba la música sonar. Mis padres estaban ofreciendo la tradicional fiesta de inicio de la primavera y buena partes de nuestros vecinos acudirían. Vivíamos en una granja, en una casa de grande de dos plantas con un precioso jardín, que era el escenario de las fiestas que a ellos les encantaba organizar. Con cuidado, bajé las escaleras intentado controlar el leve temblor de mi cuerpo. Me sentía ansiosa, además de otro sentimiento que bullía en mi interior que no sabría expresar con palabras... como si aquel fuese un día especial de verdad... uno de esos en los que te cambia la vida.

    Pasé por el silencioso salón y seguí por el pasillo que me llevaría a la puerta del fondo. Sabía que todos estaban allí. Probablemente, papá estaría cerca de la barbacoa, hablando con sus amigos mientras mamá pasaría de mesa en mesa saludando a las mujeres, sonriendo y jugando con los niños. Atravesé la enorme cocina y me encontré a Pipa en el camino. Era nuestra cocinera desde hacía años y alguien muy querido en nuestra familia.

    ¡Mi niña! ¡Qué guapa estás!- exclamó sonriendo, agarrando mi mano y haciéndome girar para verme.

    Gracias Pipa- respondí, alisando la falda de mi vestido, delante de ella.

    Tus amigos han llegado, ¡Sal fuera!- me dijo mientras me empujaba suavemente en dirección a la puerta del jardín.

    Cuando crucé la puerta, miré a mi alrededor, notando unos ojos clavados sobre mí. Sonreí al sentirme observada por primera vez. Caminé y empecé a saludar a los invitados, hasta que vi a Paula al otro lado del jardín. Me saludó y le sonreí, haciéndole un gesto con la cabeza para que supiera que en breve me acercaría. Paula era mi mejor amiga y estaba muy emocionada por la fiesta. Su hermano, alumno de la Escuela Naval, había conseguido unos días libres y traería un amigo para pasar las vacaciones en casa. Paula no había dejado de hablar de él en las últimas tres semanas y tenía claro que lo conquistaría. Yo solo me reía, escuchando sus divagaciones e imaginando que un chico de veintiún años nunca se interesaría por unas crías como nosotras.

    Seguí atravesando el jardín, parando un momento a besar a mi tía Flora, hermana de mi madre y que no veía hacía mucho tiempo. Cuando pude excusarme y comencé a caminar de nuevo noté una extraña vibración en el aire, un cosquilleo en la nuca como si alguien me estuviese mirando sin parar.

    Y lo estaba.

    Nunca olvidaré la primera vez que lo vi. Era muy alto. Con el pelo castaño muy corto, al estilo militar. Su piel morena y los ojos más azules que jamás había visto. No tenía ni idea de quien era, nunca antes lo había visto, pero cuando mi mirada se cruzó con la suya, algo cambió. Algo inevitable e irresistible.

    Estaba parada en el medio del jardín de casa de mis padres, mirando al hombre más guapo que había visto en mi vida, sintiendo mis piernas temblar y el corazón acelerarse cada vez más. Fue allí, en aquel preciso momento, el primer día de primavera, cuanto estaba dejando de ser una niña para convertirme en una mujer, que me enamoré locamente y a primera vista del guapo hombre de ojos azules que cambiaría mi vida.

    02

    Yo no estaba buscando a nadie, hasta que apareciste, regalándome los mejores momentos de mi vida.

    Jennifer Lopez

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    ––––––––

    Cuando mis ojos se cruzaron con los suyos por primera vez, sentí como si hubiera perdido mi corazón. Parecía que yo fuese una de las chicas de las novelas románticas que me encantaban- pero que leía a escondidas porque mi padre decía que no era el tipo de lectura adecuado para alguien tan joven. Aquel atractivo chico solo necesitó mirarme para que yo tuviera claro que era el hombre que había estado esperando toda mi vida, aún sin saberlo.

    Mi corazón se aceleró todavía más, me sudaban las manos y la respiración se me entrecortó. Me quedé allí, en el medio del jardín, sin saber qué hacer mientras el me miraba. Entonces me sonrió y sentí que mis mejillas se acaloraban. Nunca había estado enamorada y tampoco nadie había flirteado conmigo, por lo que no sabía cómo comportarme. Miré a mi alrededor, intentando entender si aquella sonrisa era para mí.

    Cuando lo miré de nuevo, su sonrisa era todavía más amplia y tenía cierta expresión divertida. Hizo un gesto con la cabeza, susurró un hola, y me sonrojé más de lo que ya estaba. Le sonreí de vuelta, sin sentido, y antes de que tuviera la oportunidad de responder, sentí un par de manos posarse sobre mis hombros.

    -¡Caramba! ¡Hasta que por fin llegas! Pensé que no saldrías nunca de casa. Breno ha llegado- Paula me asaltó, echando mi cabello largo y castaño por encima de mis hombros y sonrió en la misma dirección en la que yo había estado mirando en los últimos minutos.

    -¡Oh! Lo siento- murmuré mientras me preguntaba quién sería Breno.

    Me gustaba Paula. Era mi amiga- básicamente, la única- pero en ciertas ocasiones me hacía sentir como una boba. Si, no tenía experiencia. Pero como ella ya había besado a un chico del colegio, se creía mucho más experta que yo y, muchas veces- sobre todo en lo que se refería a los chicos- me trataba con un aire condescendiente que no me gustaba en absoluto.

    Ella hizo un gesto con su mano como si estuviese desechando mis disculpas.

    -Venga, vamos allí- dijo, impaciente mientras tiraba de mi mano.

    Atravesamos el jardín, y comenzó a acercarse al chico con el que yo había estado intercambiando miradas. El estaba hablando con otros dos jóvenes que no conocía, a excepción de Patrick, su hermano.

    -Breeeeeno, no me puedo creer que estés aquí- dijo Paula mientras una pequeña sonrisa escapaba de sus labios mientras pasaba sus brazos alrededor del cuello del muchacho. Cuando vi que lo abrazaba, sentí un mezcla de decepción y tristeza, porque descubrí que ella estaba interesada en el único que había despertado aquella mezcla de sentimientos en mi interior.

    El la miró y sonrió sin decir nada. Rápidamente sus ojos se desviaron hacia mi posición y brillaron de un forma diferente.

    -¿No nos presentas a tu amiga?- preguntó él. Su voz era ronca y provocaba escalofríos en mi piel.

    Sin soltarlo, Paula miró en mi dirección y me hizo una mueca, como si tratara de avisarme de algo.

    -¡Oh! Esa es Clarita- usó exactamente el apelativo que sabía que detestaba, porque me hacía sentir como si fuera una cría.

    Breno consiguió deshacerse de su amarre con delicadeza y se aproximó a mí. Sus mirada se prendió con la mía y sentí que las piernas me temblaban todavía más.

    -¿Clarita?- preguntó arqueando las cejas.

    -Eh... Oh... Clara- tartamudeé, sintiendo como mis mejillas se sonrojaban. El me sonrió y me agarró la mano.

    -Ah, bonito nombre, Clara- lo dijo como si probase mi nombre en sus labios. Y acto seguido, besó mi mano.- ¿Quieres bailar conmigo?- La pregunta me dejó atónita y sin saber cómo actuar. No esperaba que me pidiera bailar. Me quedé parada, sin dejar de mirarlo y preguntándome cual sería la respuesta adecuada.- Prometo que no muerdo...- me lo dijo bajito, acercándose aún más a mí- ...a no ser que me lo pidas- y esta vez lo dijo riéndose y yo sentí que mi cara hervía. Antes de que yo consiguiese encontrar las palabras para formar una frase, mientras seguía sujetando mi mano, me llevó en dirección a la carpa dispuesta como pista de baile.

    El grupo contratado por mis padres empezó a tocar Kiss Me, de Sixpence None the Reacher en el mismo momento en que pisamos la pista. Breno sonrió al darse cuenta del tipo de canción que sonaba. Sin soltar mi mano ni por un segundo, me acercó a él y me rodeó la cintura con su brazo libre. Su cuerpo era caliente su firme, y olía a menta.

    Cuando empezamos a movernos al ritmo de la suave melodía, sentí que mi cuerpo se relajaba contra el suyo. El apoyó su barbilla en mi sien y continuó abrazándome, dejando que sintiera su calor y haciendo que me sintiera extrañamente protegida en sus brazos, como si nada ni nadie pudiese lastimarme a su lado.

    -Clara...- murmuró, alejándose solo lo necesario para mirarme. Alcé mi mirada para encararlo y el sonrió- Guau... eres la chica más guapa que he visto nunca. Pareces un ángel, ¿lo sabías?- Su tono de voz era tan bajo que si no lo hubiera estado mirando, tal vez no habría conseguido entender sus palabras.

    -Gracias- respondí y desvié la mirada, sintiendo mi rostro enrojecer de nuevo.

    -¿Cuántos años tienes?- me preguntó sin perder el ritmo. Breno tenía una magnífica postura, tal vez a causa del entrenamiento militar.

    -Dieciséis. Cumplo diecisiete en unas semanas- contesté, y el sonrió. Una de sus se dirigió a mi cara y me acarició la mejilla con el dedo índice.

    -Cuando cumplas los dieciocho años, nos casaremos- dejo, y yo entrecerré los ojos, anonadada. ¿Acabábamos de conocernos y él ya estaba hablando de boda?- ¿Qué sucede? No pienso darle la oportunidad a otro para que te robe- dijo mientras reía.- Y cuando termines tus estudios, tendremos nuestro primer hijo. Tengo claro que será un niño.

    -Estás loco- las palabras salieron disparadas de mis labios antes de que consiguiese retenerlas y no pude más que reír.

    -No, no estoy loco. Me he vuelto loco por ti en el mismo momento en que te he visto atravesando el jardín. Pero voy a esperar, Clara. Vales la pena- dijo mientras me guiñaba un ojo.

    -Lo siento, Breno- dije sin pensar.- No soy como las chicas con las que acostumbrar a salir.

    -Lo sé, sé que eres una chica especial...- su brazo me asió con más firmeza y me dio un beso en la frente- Lo siento. Estoy yendo muy rápido.- Suspiró- Quiero tener la oportunidad de conocerte mejor, Clara... mira, paso más tiempo en el cuartel que en casa. No soy un chico de fiestas, más bien todo lo contrario. Eres una chica joven, a lo mejor no te has enamorado nunca. Solo quiero una oportunidad para conocernos. ¿Qué te parece?

    Él levantó mi barbilla con un dedo para que pudiera mirarlo.

    -Por favor Clara, ¿Podemos conocernos mejor?- me lo pidió en un susurro.

    -A Paula le gustas.- parecía que no tenía pelos en la lengua delante de él. Sabía que mi amiga me odiaría por haber dicho eso. Pero estaba sintiendo algo muy intenso por él y no quería lastimarla robándole la oportunidad de quedar con el chico por el que estaba interesada.

    -Te prometo que hablaré con ella y decirle que no me interesa. No lo puedo explicar, Clara, pero de verdad que me has aturdido.

    Desvié mi mirada, sin saber qué decir. A mí me había pasado lo mismo. Me bastó mirarlo una sola vez, y me perdí en un torrente de sentimientos.

    -Estaré de vacaciones hasta fin de mes. ¿Puedo pedir permiso a tus padres para salir juntos y conocernos mejor?- me preguntó expectante. Lo miré curiosa, sin saber qué pensar de aquella actitud. Un chico como él, actuando de manera caballerosa y pidiendo a mis padres permiso era algo que nunca hubiera esperado.

    -Vale- susurré mientras sonreía, sintiendo en mi interior que aquello era lo correcto.

    03

    El verdadero hombre no es aquel que conquista a muchas mujeres, si no aquel que conquista muchas veces a la misma.

    Autor DesconOcido

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    Apenas habían pasado veinte días. Y aquellos días inolvidables tuvieron el poder de cambiarme la vida. Durante ese tiempo, Breno me había visitado a diario. Había traído flores para mi madre y había charlado con mi padre. Habíamos pasado horas hablando en la entrada de casa, con nuestros dedos entrelazados. Alguna vez, me había llevado al cine y después a cenar. Habían sido los veinte días más maravillosos de mi vida. Estaba locamente enamorada de él y cuando no estábamos juntos, solo pensaba en estar a su lado.

    Aquel era el día de mi cumpleaños y el último que estaríamos juntos antes de su regreso a la Escuela Naval. Con veintiún años, Breno estaba a punto de licenciarse con honores antes de conseguir plaza en algún cuartel del país. Al mismo tiempo aunque estaba feliz, mi corazón se contraía, con miedo sobre lo que pasaría de ahí en adelante. Finalmente, tras la formación, el podría acabar destinado en una base militar lejos de casa, lo que significaría el final de una relación que acaba de empezar.

    No quise fiesta. Preferí celebrar una cena con mi familia, la presencia de mis amigos más cercanos y de Breno, por supuesto. El permaneció en todo momento a mi lado mientras hablábamos con los invitados. Durante la cena, se sentó frente a mí sin parar de mirarme ni sonreírme. Pero entonces, poco antes del postre, se levantó, y con unos leves toques con el tenedor en la copa, intentó llamar la atención de los presentes, haciendo un gesto con la cabeza antes de hablar.

    -Bueno, hoy es un día muy especial, porque es el cumpleaños de Clara. Tengo que decir que nunca he conocido a nadie como ella: dulce y cariñosa. Una chica realmente especial.- me miró a los ojos antes de continuar.- Mañana regreso a la Escuela Naval, pero antes de irme, me gustaría pedir algo. Ya he hablado con sus padres y ellos están de acuerdo, pero necesito que ella me dé ese regalo que tanto ansío, aunque sea su cumpleaños- continuó, y todos rieron. Tenía un nudo en el estómago a causa de la expectación.- Clara, me enamoré de ti en el momento en que nuestras miradas se encontraron. Yo no creía en el amor a primera vista, pero sé que fue eso lo que sucedió. ¿Quieres ser mi novia?

    Me llevé las manos a la boca, realmente sorprendida. Mis ojos se anegaron de lágrimas, sintiendo la felicidad expandirse en mi interior. Al igual que él, yo me había enamorado locamente con aquella primera mirada.

    Asentí, aceptando, y el rodeó la mesa, se arrodilló al lado de mi silla y sacó algo del bolsillo.

    -Este medallón es un regalo para que no te olvides de mi mientras esté lejos.- Sacó una cadena de plata antigua, abrió el enganche del colgante y pude ver que en el interior había una foto nuestra.- Me voy mañana, pero volveré a ti- me susurró mientras me colocaba el collar en mi cuello, dejó un beso en mi frente y después, en mis labios.

    Fue un beso rápido, casi como un roce, que me robó el aliento. Se alejó y sonreímos.

    -Señoras y señores, mi novia- dijo riendo y señalando en mi dirección.

    Todos en la mesa aplaudieron, excepto una persona entre todas ellas, que me sorprendió con su mirada iracunda. Paula sabía que Breno había intentado conocerme mejor. Incluso había hablado conmigo, advirtiéndome que debía tener cuidado, ya que él era un hombre con más experiencia que yo, una niña tonta, pero no había demostrado descontento. Cuando habíamos hablado, yo le había preguntado si estaba enfadada, pero ella lo había negado tajantemente. Me había dicho que estaba feliz por mí y que ya había perdido el interés por él. Miró a Breno con rabia, pero cuando se dio cuenta de que la estaba mirando, su expresión cambió, y sonrió.

    ¿Serían imaginaciones mías?, me pregunté, aturullada por el cambio en su expresión.

    La noche continuó sin más situaciones incómodas. Una vez que todos se habían marchado, Breno y yo nos sentamos en el porche trasero. Él puso un brazo sobre mis hombros y el calor de su cuerpo me envolvió.

    -¿Te lo has pasado bien?- me preguntó.

    -Me ha encantado- contesté, llevando mi mano al medallón. Él se recolocó en la silla, mirando hacia mí, agarró mis manos y comenzó a hablar.

    -Clara, me voy mañana, pero vuelvo en Navidad. Hasta entonces nos cartearemos y te llamaré siempre que me sea posible.- con un dedo acarició mi mejilla.- Prométeme que no te olvidarás de mí.

    -Ay Breno- dije mirándolo- ¿Cómo voy a olvidarte si mi corazón ya está muriendo de extrañarte?

    El sonrió, satisfecho con mi respuesta y finalmente me besó.

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    Los días pasaban rápido, pero, al mismo tiempo, muy despacio. No veía la hora de que llegase la Navidad y Breno regresase a casa. Era increíble como en tan poco tiempo se había convertido en alguien tan importante para mí.

    Nos enviábamos cartas todas las semanas, y me llamaba prácticamente todos los días. Acababa de recibir la carta de aquella semana y seguía suspirando con ella en las manos, con la esperanza de que volase como la cola de una cometa y el regresase pronto a mí.

    Mi amor,

    De hoy en una semana, después de que recibas esta carta, estaremos juntos de nuevo. No me lo puedo creer. Te echo tanto de menos que casi me duele.

    Estaré de vacaciones en casa durante treinta días y espero que podamos pasar todo ese tiempo juntos. En cuanto llegue te llevaré a un picnic al lado del río. Quiero tener la oportunidad de ver tus cabellos claros brillando de nuevo a la luz del sol.

    Me ha encantado la última foto que me mandaste. Estás preciosa y no puedo esperar a abrazarte para sentir tu aroma envolviéndome.

    Sé que no llevamos mucho tiempo juntos, pero has conquistado un lugar especial en mi corazón. Uno que ni yo mismo sabía que existía.

    Te adoro mi bella flor.

    Tuyo,

    Breno.

    -¿Qué escondes, Clarita?- Paula se acercó a mí por detrás, asustándome.

    -Eh, nada- contesté, doblando la carta de Breno.

    -¿Y ese papel?- preguntó mientras tiraba del papel de mi mano- Anda, una cartita de amor. Eres tan infantil, Clarita.

    -Paula, por favor, devuélveme mi carta- pedí irritada, y ella se rió a carcajada limpia.

    -Cuántas tonterías. Me gustaría ver de aquí a unos meses, cuando esté harto de tanta palabrería de amor y quiera avanzar en la relación, si vas a caer en sus redes.

    -Nuestra relación no es así, Paula- protesté, cruzándome de brazos y con la respiración entrecortada. Mi amiga venía deliberadamente a intentar molestarme con comentarios desagradables como aquel en muchos momentos.

    -Es un hombre, Clarita- dijo riendo mientras me miraba de arriba abajo.- y tú no eres más que una chica tonta e ingenua.

    -Dame la carta, Paula- le pedí de nuevo, intentando mantener la respiración bajo control. Ella miró el papel y después a mí, antes de sonreír. Intenté arrancarlo de su mano, pero como ella no lo había soltado pasó lo inevitable: la carta se rompió.

    -¡Ups!- murmuró sin un ápice de arrepentimiento. El trozo de papel que permanecía en sus manos cayó al suelo mientras el otro estaba en mis manos- Este papel es tan frágil y desechable como tú, Clarita.

    -¿Por qué eres tan mala conmigo, Paula?- le pregunté, sin conseguir entender que la persona que yo

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