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Cadu y Mari
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Libro electrónico270 páginas4 horas

Cadu y Mari

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"Es un libro, pero podría ser una película de Hollywood" - COSMOPOLITAN Brasil

La música, la moda y los vibrantes paisajes de Río de Janeiro preparan el escenario para una historia de amor poco común.

La vida de Mariana Costa es buena. Tiene amigos fantásticos, es cercana a su familia, y trabaja en un trabajo de ensueño en la revista de moda de renombre internacional, Be. Sólo hay un problema... está locamente enamorada del único hombre que no sólo está fuera de su alcance, sino que es completamente inalcanzable: su jefe.

Carlos Eduardo es seguro, sexy y estable. Sale con supermodelos y dirige una revista de éxito. Su vida es perfecta; o lo era hasta que admite que siente algo por el objeto más improbable de su afecto. Su asistente es inteligente, sexy, y todo lo que siempre quiso en una mujer, pero no sólo no se parece en nada a las mujeres con las que suele salir, sino que es su empleada, y por lo tanto intocable. Pero tocarla es lo único a lo que no parece resistirse.

Fuera de la oficina, Cadu y Mari exploran la ternura y la pasión. Pero son de mundos completamente diferentes, y cuando esos mundos chocan y amenazan con destruir no sólo su frágil vínculo sino la misma revista para la que trabajan, deben decidir si vale la pena arriesgarlo todo al enamorarse.

IdiomaEspañol
EditorialA. C. Meyer
Fecha de lanzamiento14 ene 2021
ISBN9781071583890
Cadu y Mari

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    Cadu y Mari - A. C. Meyer

    Este libro está dedicado a la Mari dentro de cada uno de nosotros. Nunca olviden lo hermosos que son, queridos lectores, sin importar su forma, cabello o color de piel. ¡Estén orgullosos de quienes son, porqué son especiales!

    1

    Mari

    Riiiiiiiiiiiiiiiiiiing! Riiiiiiiiiiiiiiing!

    ¡Mierda! Me retuerzo y me giro en la cama. Intentando golpear la alarma de mi teléfono, trato de despertarme. Odio despertarme temprano. Levantarme es tan difícil que tengo ocho— Sí, ocho—alarmas programadas, una cada quince minutos, sólo para salir de la cama y llegar al trabajo a tiempo.

    Me levanto despacio, estiro el cuerpo, y tomo una buena ducha caliente para prepararme para otro día en Be, una de las revistas de moda más respetadas en el país.

    He sido la asistente personal del CEO, Carlos Eduardo Moraes, por los últimos tres años.  Es un trabajo desafiante y agotador que requiere mucha creatividad y compromiso de mi parte. Llego al trabajo a la misma hora todos los días, pero nunca sé cuándo volveré a casa. Pero, aprendo mucho y puedo poner en práctica un montón de lo que he aprendido en mis cursos de negocios.

    Be es un gran lugar para trabajar. Gano buen dinero, tengo muchos beneficios, y pude obtener una maestría en una buena universidad—todo pagado por la compañía. Amo mi trabajo, aunque algunas cosas todavía me molestan—como la forma en que la mayoría de la gente me trata.

    Vale, quizás decir que la mayoría de la gente es algo injusto. La mayoría de mis compañeros de trabajo son realmente agradables. Las modelos, sus agentes y la gente conectada a ellas son una historia diferente. Aunque trato de ser amable con todos, soy claramente diferente de la mayoría de los que trabajan en este campo.

    Salgo de la ducha y regreso a mi cuarto para vestirme. Me paro enfrente del espejo y me miro por unos momentos—a mi largo cabello castaño, mi cara ordinaria. Mi cuerpo no encaja con los estándares de belleza que veo diariamente en mi trabajo, y mucho menos a los estándares generalmente impuestos por la sociedad.

    Bueno, no encajar en el estereotipo de la industria no me molesta—sino todo lo contrario. Lais, mi mejor amiga, dice que soy como una de las mujeres de los anuncios de jabón de Dove, una mujer promedio o normal. Soy exactamente la típica mujer brasileña con cuerpos que se curvan en los lugares correctos. Soy una de la mayoría que en lugar de una talla dos, usa una talla doce. Pero junto a las modelos y sus imágenes artificialmente perfectas...

    Me sacudo estos pensamientos—no me llevan a ningún sitio— y me concentro en prepararme para el trabajo y llegar a tiempo. Mi jefe es genial, pero odia los retrasos. Y no me hagas empezar con su ritual matutino.

    Enciendo mi música y la voz de mi cantante favorito llena la habitación.  Canto mientras me visto con una falda de lápiz negro que hace maravillas con mis curvas y una camisa blanca de seda con mangas cortas.

    Termino mi look con unos stilettos color nude, un lindo par de aretes, y un brazalete. Si hay una cosa de la que estoy orgullosa, es mi estilo. Tal vez no sea una de las modelos de la revista, pero siempre estoy bien vestida y elegante, lista para todo.

    Estoy aplicando mi maquillaje cuando mi celular suena. La cara divertida de mi amiga aparece en la pantalla.

    ¡Hey!

    ¡Buenos días, Mari! Estoy aquí. ¡La van no esperará por nosotras! Ella usa esa misma frase cada día.

    Sonrío, agarrando mi chaqueta y bolso. ¡Ya voy!

    Vivimos en Méier, un vecindario suburbano de Río de Janeiro. Trabajamos en el lado opuesto de la ciudad y somos lo suficientemente suertudas de tener una van que va de Méier a Leblon, lo que es raro. Lais se baja antes que yo, en Botafogo, y yo bajo en Ipanema donde está Be. La oficina es muy elegante y moderna y tiene una increíble vista del océano.

    Tomo el ascensor del edificio de mi departamento, todavía enderezando mi ropa, y cuando llego a la planta baja, Lais está hablando con uno de mis vecinos, Marcio. Caliente, veinticinco años, es dueño de una tienda de ropa de hombre en el centro comercial local. También resulta que es un súper prostituto.

    Mira quién está aquí, bella Mariana, dice, sonriendo a su manera de mujeriego. Aunque nos deja sin aliento, sabemos que no es el tipo de hombre con el que hay que relacionarse. Esos ojos y esa sonrisa pueden atraernos, pero su tendencia a pasar por las mujeres como la mayoría de los hombres pasan por los calcetines es una receta para un corazón roto.

    ¡Hola, Marcio, buenos días! Vamos, Lais. Llegaremos tarde," digo con prisa

    Oh, Mari, él es tan caliente Lais mira hacia el hombre-caramelo mientras nos apresuramos a la van.

    Ya sé, pero él no es para nosotras. ¡Vamos! ¡Vámonos! La insto a seguir adelante, con una sonrisa en mis labios. Ella ríe, sabiendo que si la dejo, se quedaría hablando con Marcio y perderíamos nuestro viaje.

    Lais y yo hemos sido amigas desde kínder. Crecimos en el mismo vecindario, fuimos a las mismas escuelas, y nuestras madres son amigas hasta este día. Cuando decidimos mudarnos de las casas de nuestros padres cuando cumplimos veintidós, nada se sintió más natural que vivir cerca una de la otra. Somos tan amigas tan cercanas que podemos saber lo que la otra está pensando solo con una mirada. Sé todo sobre ella y ella sabe todo sobre mí.

    O casi todo.

    ¿Qué pasa con ese jefe caliente tuyo, eh? ¿Sigue saliendo con esa Barbie de la moda?, pregunta. No puedo evitar reírme.

    Lais sabe casi todo sobre mí... pero no esto. Carlos Eduardo es de hecho un jefe caliente, pero lo que Lais no sabe es que estoy enamorada de él hasta la médula. Ya sé, ya sé. Estoy totalmente consciente de que no le gusto a Carlos Eduardo. Normalmente sale con muñecas Barbie y yo no estoy ni cerca de su habitual y perfecto tipo de plástico. Pero todavía puedo ver, ¿no? Y ciertamente no puedo evitar lo que siento.

    No, ahora está saliendo con una especie de aspirante a Gisele Bundchen con tetas aún más grandes, respondo, riendo. Aunque me siento atraída por él, sigo con mi vida y no me hago ilusiones. Siempre me verá como su asistente, y nunca más que eso.

    La van llega y nos vamos al trabajo charlando todo el camino. El mismo grupo ha tomado esta van para el trabajo todos los días por los últimos tres años, así que siempre es un viaje divertido. Ese tiempo de calidad es esencial para mi propio bien en la mañana luego de despertar tan temprano.

    Cuando llegamos a Botafogo, Lais me abraza y me besa la mejilla.

    ¡Mándame un mensaje cuando llegues! dice y se despide con un saludo. Hablamos todos los días durante nuestras horas de trabajo. Nunca nos ha impedido hacer nuestro trabajo, pero hablar una con la otra es parte de nuestra rutina.

    Como veinte minutos después, llegamos a Vieira Souto Avenue, una de las calles más ricas en la ciudad, y también el hogar de Be.

    Ahí tienes, pequeña Mari. ¡Estás aquí! dice Ruan, el conductor, con una sonrisa. Me bajo delante del edificio, respirando el aire del océano mientras me preparo para dejar atrás a Mari, la chica corriente, y transformarme en Mariana Costa, la competente ayudante de Carlos Eduardo.

    2

    Cadu

    Hoy será un día difícil.

    Tres reuniones, una de ellas con el equipo para hablar de la publicación del siguiente mes— lo cual apesta. Páginas y páginas listas para ir directo al basurero. Sabía que tenía que encontrar un nuevo editor pero lo sigo posponiendo. Renée ha estado con nosotros desde siempre y su despido sería un shock para ella.

    Salgo del coche, estacionado en el garaje donde está la oficina de Be, la revista de moda que heredé de mi padre como castigo por mis años de rebeldía adolescente (sus palabras, no las mías), en vez de una de las revistas más serias de nuestro grupo como yo esperaba. Ahora Be es mi vida entera

    Me pongo la chaqueta de mi saco antes de entrar al elevador. Me doy un vistazo en el espejo y me gusta lo que veo. El traje hecho a medida y la corbata de seda ayudan a formar la imagen de un exitoso hombre de negocios

    Mientras espero que el elevador vacío me lleve al piso doce, reviso mi reloj y sonrío al pensar que Mariana, mi súper competente asistente, me hará mi café y lo llevará a mi oficina exactamente a los tres minutos después de que llegue.

    Ella ha estado trabajando conmigo por tres años y es excelente. Ha tenido buenas ideas y es un respiro de realidad en este mundo algo plástico en el que vivimos. Hombre, estoy muy poético hoy, pienso para mí. Tenemos una relación profesional agradable y soy afortunado de poder contar con alguien que, más que nada, es capaz de soportar mis días de mal humor y mantener mi rutina bajo control.

    Cuando el elevador se detiene en mi piso, respiro profundamente y me preparo para dejar atrás a Cadu — el hombre al que le apasiona la música y la playa— y convertirme en Carlos Eduardo Moraes, el editor en jefe de una de las revistas más grandes del país. Camino dentro de la oficina y la recepcionista me flashea con una gran sonrisa. Es una hermosa chica, pero su cerebro es tan grande como una nuez.

    Buenos días, Sr. Carlos Eduardo me saluda; le sonrío y asiento. Camino a mi oficina, respondiendo los muchos saludos que escucho en el camino. A mitad de camino de la oficina, mi cerebro ya ha cambiado al modo de trabajo y camino por el pasillo pensando en todo lo que necesito que Mariana haga antes de las reuniones de hoy. También le pediré que le eche un vistazo a los editores de nuestros competidores. ¿Tal vez pueda traer a uno de ellos? 

    Entro a mi oficina y lo que veo sacude mi mundo. Mariana está gateando en el piso cerca de mi escritorio, su espalda dando a la puerta. Parece que está decidida a recoger un montón de papeles. Se queja y murmura que los papeles parecen vivos, pero todo lo que puedo ver son esas increíbles piernas y su cuerpo de una manera que nunca antes había visto. Dios, ¿dónde ha estado escondiendo todo eso? Se levanta de repente, y cuando se da la vuelta, está sonrojada. Su pelo, normalmente atado, está suelto, haciéndola parecer seductora, por decir algo.

    Oh, Carlos Eduardo, lo siento. No me di cuenta que estabas ahí. Se me cayeron estos, se disculpa. No puedo evitar sonreír al verla tan avergonzada. Mariana es la definición de perfecta, y verla así la hace parecer casi... ¡humana!

    Este bien, Mariana. ¿Debería esperar que mi café esté aquí pronto o me estoy arriesgando a que me lo tires encima? No puedo resistir bromear

    Parece desconcertada. Tenemos una buena relación pero rara vez bromeamos entre nosotros. Soy un hombre gracioso, divertido, pero no en el trabajo. No sé qué me pasa, pero el comentario me pareció... correcto. Sonríe tímidamente, y no puedo explicar la reacción que tengo, pero se siente como la vez que Rodrigo me dio un puñetazo en el estómago durante la práctica de jiu-jitsu. El golpe fue inesperado. Había fallado el puñetazo y me había dado un clavo, dejándome sin aliento, como ahora.

    No. Sonríe y su cara se torna rojo brillante.

    ¿Quién se sonroja en estos días?

    Le prometo que su café no se verá alterado, contesta, todavía sonriendo. Luego se pone un mechón de pelo detrás de la oreja. Observo cada movimiento. Se ruboriza de nuevo, tal vez por la intensidad de mi mirada, y sacudo la cabeza, tratando de salir del trance en el que parezco estar.

    Gracias, Mariana. Estaré en mi oficina. No hay necesidad de apurarse con ese café. Estoy tratando de entender qué demonios me pasa. Cierro la puerta de mi oficina y voy directo a la ventana, rezando para que la hermosa vista del océano de la playa de Ipanema borre la tentadora imagen de Mariana de mi cabeza y me calme.

    Tengo una reunión con los publicistas en media hora, y dejarles ver lo nervioso que de repente me tiene mi asistente no me servirá de nada.

    3

    Mari

    ¡Oh, Dios mío! Por supuesto que algo así me pasaría. ¿Tuvo Carlos Eduardo que entrar justo a tiempo para verme en el suelo recogiendo esos archivos? ¿Y qué fue ese comentario sobre el café? Siempre ha sido amable, pero no es de los que bromean. Es un profesional consumado, como yo.

    El teléfono está sonando sin parar cuando entro a la oficina. No tuve tiempo de atar mi cabello antes de que él llegara aquí y mientras camino a la pequeña cocina anexa casi me desmayo cuando veo mi reflejo en el espejo del gabinete. Enciendo la cafetera y corro al baño. Mi cabello es un desastre y estoy sonrojada. Mierda. Por supuesto que me miraba divertido. No me parezco a su asistente para nada. Doy una respiración profunda y regreso a mi oficina, tomo mi bolso, y me encierro en el baño. Ato mi cabello en una coleta alta— simple, pero profesional.  Me retoco el maquillaje y me arreglo la ropa. ¡Allí! Ahora me parezco más a la forma en que el Gran Jefe— como me gusta llamarlo—  me ve todos los días.

    Salgo del baño y corro de regreso a mi oficina para poner mis cosas a donde pertenecen, luego regreso a la cocina. Preparo una bandeja con café, agua, y galletas de mantequilla. El  Gran Jefe, a pesar de verse muy serio, tiene el apetito de un adolescente. Ama las galletas. Y a veces, a mitad de la tarde, me pide que le traiga un paquete de M&M's de cacahuetes de la máquina expendedora del segundo piso. No sé cómo se las arregla para estar tan delgado de por la forma en que come.

    Respiro profundamente, me pongo mi sonrisa más profesional, y llamo antes de abrir la puerta lentamente. Está de pie frente a la ventana con vista al océano, en lugar sentado en su escritorio, trabajando como un loco.

    Entro y voy a su escritorio, como siempre lo hago. Le sirvo un poco de café, un poco de agua, y sirvo las galletas en completo silencio, temiendo que le moleste. Tal vez esté pensando en algo importante que podría cambiar la industria de la moda brasileña tal como la conocemos. Dios no quiera que yo me interponga en su camino. Carlos Eduardo es un buen líder, pero no me gustaría cruzarme en su camino. Es agradable, pero sólo hasta cierto punto.

    Le oigo suspirar mientras estoy lista para irme. Cuando estoy cerca de la puerta, su voz baja y ronca detiene mis movimientos.

    Deberías dejar tu cabello suelto, Mariana. Amarrar algo así de hermoso es un crimen, dice. Cuando volteo él está sentado y sorbiendo su café, los ojos en su computadora, como si lo que dijo no fuera la gran cosa.

    Quizás estoy enloqueciendo. Sacudo mi cabeza y regreso a mi oficina. Creo que soy yo la que ahora necesita un poco de café.

    Tomo una taza, y finalmente enciendo mi computadora. Apenas he iniciado en Messenger y ya hay seis mensajes de Lais:

    Lais: Cariñooo!

    Lais: Hey! Dónde estás?

    Lais: Me has olvidado?

    Lais: DONDE ESTÁS? Tengo un segundo strike con mi jefe. Quiero matarlo!

    Lais: Ese chico guapo de contabilidad justo estuvo aquí. Me compró chocolate y me preguntó si quiero a su banda tocar este fin de semana, quieres venir? Juro que no es música country! 😝

    Lais: Apesta cuando me dejas colgando :/

    Mari: No seas tan dramática. Tuve una HORRIBLE mañana!

    Lais: En la escala del 0 al 10, cuan caliente está él hoy?

    Tenemos el hábito de calificar el atractivo del Gran Jefe diariamente.

    Mari: Nueve

    Lais: NUEVE? En serio? OMG!

    Mari: Ya vuelvo. Intrusos a la vista!

    Cierro Messenger cuando veo a Fernando y Miguel. Ellos son mis compañeros de trabajo pero no me agradan mucho. Trabajan aquí igual que yo, pero constantemente están tratando de forzar una especie de amistad con el Gran Jefe, especialmente Miguel, quien es un poco despistado. Él no es particularmente selectivo y habla con todos en la oficina. Tomará lo que sea que pueda conseguir.

    Así que hagámoslo así... Te daré la luna. Te entregarás a mí... Mari Mariana . . . Miguel canta una canción que lleva mi nombre, como lo hace cada vez que me ve.

    Fernando se ríe y trata de ocultarlo tosiendo, y Miguel intenta acercarse más, pero rápidamente levanto el teléfono y le dejo saber a Carlos Eduardo que ellos están aquí.

    Carlos Eduardo, Fernando y Miguel están aquí. Okay, gracias

    Me dice que pueden entrar, y me levanto para llevarlos de vuelta.

    Hacen un gesto, indicándome que tome la delantera, y cuando llego a la puerta me doy la vuelta para dejarlos entrar. Ahí es cuando los atrapo mirándome el trasero. Les miro fijamente y ni siquiera intentan parecer avergonzados. Les hago entrar en la oficina y justo antes de cerrar la puerta, mis ojos se encuentran con los de Carlos Eduardo. Él está frunciendo el ceño.

    Supongo que me veo molesta, porque les dispara una mirada de desaprobación y dice, ¿Ustedes dos han estado acosando de nuevo a mi asistente?

    Es una preciosura, dice Miguel, y Carlos Eduardo lo interrumpe.

    Mantente alejado de ella. Mariana no es como esas cabezas huecas del departamento de moda, responde, sonando mortalmente serio. Cierro la puerta, sorprendida. El ambiente de la empresa siempre ha sido juguetón y coqueto de esa forma. Aquí trabajan muchos jóvenes y mujeres guapas. Pero eso nunca me incluye a mí. Y definitivamente no hasta el punto en que el Gran Jefe se involucró.

    Regreso a mi escritorio y reabro Messenger.

    Mari: Perdón, dos imbéciles en el cuarto

    La mañana pasa rápido con una serie de juntas. Y la tarde también es muy apretada. Tenemos tres grandes reuniones programadas, y yo participaré en todas ellas.

    A mediodía, Carlos Eduardo deja su oficina y por primera vez en el día, me permito darle un mejor vistazo. Está hermoso, como siempre. Su cabello oscuro es desordenado, como si se hubiera pasado los dedos muchas veces, y es unos cuantos centímetros más largo de lo que posiblemente

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