La proposición del jefe
Por Natasha Oakley
5/5
()
Información de este libro electrónico
Lee más de Natasha Oakley
Directo al corazón: Bodas (3) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La razón de su vida: Primer amor (6) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con La proposición del jefe
Títulos en esta serie (100)
Un amor persuasivo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Más allá del amor Calificación: 3 de 5 estrellas3/5¡Cásate conmigo! Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El sueño de su vida: El deseo de un padre Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El sabor del paraíso: Good time café Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesConspiración para dos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Bajo el muérdago Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Corazón de madre Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Aprendiendo a amar Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El rey de su corazón: Entre la realeza (4) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Rescatar un corazón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Algo tan irresistible: Duos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Más de cien besos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEsposa a medida Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Ocurrió en Venecia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un bello romance Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Regalo de Navidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGanar el amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Papá por error Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El secreto de la heredera Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Una larga espera Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El valor de un millonario Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La pasión del jeque Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La mejor familia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El sueño más real Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un retorno inesperado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La mejor proposición Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El fin de los sueños Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEnamorada de su jefe Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El mejor marido Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Libros electrónicos relacionados
Cásate conmigo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCautivado por su inocencia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un bebé para el millonario: Pequeños milagros (3) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El contrato de cenicienta Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El millonario y la camarera Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Siempre fuiste tú Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCasada con un millonario Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un hijo tuyo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La mejor sorpresa: Para siempre (1) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Boda por contrato Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La novia del millonario Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Nadie como tú Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJuegos del destino Calificación: 1 de 5 estrellas1/5En la cama con un millonario Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Me perteneces Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Todo por ella Calificación: 1 de 5 estrellas1/5Una propuesta tentadora Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Al servicio del italiano Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Jaula de amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Casada con un desconocido Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Casados de nuevo: Amor a primera vista Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAmor eterno Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl jefe necesita esposa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Novia sustituta Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El jefe y yo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Su posesión más preciada Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa novia suplantada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La hija secreta del magnate Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Sin vuelta atrás Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNo te pertenezco Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Romance para usted
Después de Ti Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Dos Mucho para Tí Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Prometida falsa Calificación: 4 de 5 estrellas4/550 Microrrelatos calientes Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Una virgen para el billonario Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Destrózame: Romance de un Multimillonario: Destrozada, #1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Marcada por el alfa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cómo besa: Serie Contrato con un multimillonario, #1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Putita Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Esclava de tus deseos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Vendida al mejor postor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Contrato por amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Resiste al motero Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Fiesta de empresa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Esposa por contrato Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Una noche con ella Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Besos a medianoche Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Hielo y Fuego Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Tesoro Oculto Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Novio por treinta días Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Año del Billonario Vol. #1 : Conociendo su Secreto Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un orgullo tonto Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Padre a la fuerza Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Al Borde Del Deseo: Romance De Un Millonario: Los Secretos Del Multimillonario, #1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Tú de menta y yo de fresa Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Don Quijote de la Mancha Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Contrato con un multimillonario, La obra completa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Esposa a la fuerza Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Tres años después Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Comentarios para La proposición del jefe
2 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
La proposición del jefe - Natasha Oakley
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2006 Natasha Oakley
© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
La proposición del jefe, n.º 2082 - octubre 2017
Título original: Accepting the Boss’s Proposal
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-9170-477-5
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Capítulo 1
HABÍA cometido un error.
Jemima lo supo en cuanto vio lo que llevaba puesto la recepcionista. Kingsley & Bressington podían sonar como una agencia anticuada y formal, pero la realidad era completamente diferente, y la mujer de la recepción encarnaba eso.
Llevaba una camiseta marrón que ceñía un cuerpo elástico y flexible que siempre hacía que ella se sintiera vagamente deprimida. Y una bisutería de un intenso color turquesa a juego con la falda vibrante y el tono de los ojos. El aspecto que ofrecía era abrumadoramente joven y a la moda… a un mundo de distancia del traje que ella había pedido prestado. El color berenjena podía hacer juego con su cabello rojo perfectamente alisado, pero era demasiado formal para la agencia.
Tampoco estaba segura de cómo podría vestirse de forma diferente al día siguiente. Aunque su propio guardarropa no estuviera restringido a vaqueros y prendas de cuidado fácil, sus dos hijos ya la hacían ser demasiado consciente de lo que se ponía.
Miró alrededor del amplio espacio y se preguntó qué diablos hacía en un lugar tan moderno. De no saber que decepcionaría a Amanda, se largaría de inmediato. No era en absoluto lo que había querido.
Pero se obligó a mantenerse firme. No se trataba únicamente de un trabajo temporal, sino de recobrar la autoestima, de establecer un comienzo nuevo después del divorcio.
Tenía que ser fuerte. Por los niños. Todo el mundo lo decía…
Respiró hondo y aguardó a que la recepcionista concluyera la llamada de teléfono.
«Puedo hacerlo. Puedo». Se obligó a erguirse más y se concentró en irradiar confianza.
–Lamento mucho haberla hecho esperar. ¿En qué puedo ayudarla?
Se concentró en lo que había ido a hacer allí.
–Soy Jemima Chadwick. De Harper Recruitment. He venido a desempeñar el puesto temporal de secretaria para Miles Kingsley y debo preguntar por… –bajó el bolso del hombro y comenzó a hurgar entre pagos de Visa y diversos trozos de papel arrugados. En alguna parte estaba el pequeño bloc de notas en el que había apuntado todos los detalles que le había dado Amanda el viernes por la tarde.
En alguna parte…
–Saskia Longthorne –afirmó la recepcionista con autoridad–. Ella es quien se ocupa del personal temporal. Le comunicaré que está aquí.
Demasiado tarde Jemima sacó la hoja del bolso y miró las palabras que había garabateado.
–No tardará. Si quiere sentarse…
Había un leve deje de pregunta en la voz, pero a Jemima no le costó reconocer una directriz.
Estrujó el papel.
–Gra… gracias.
Se volvió y fue a ocupar uno de los sillones. Se hallaban distribuidos en un semicírculo en torno a una peculiar mesa de centro de cristal y eran lo bastante bajos como para requerir la misma habilidad que para sentarse y levantarse del asiento de un coche deportivo. Ocupó incómodamente el borde en un vano esfuerzo de que se le subiera la falda.
Esa mañana había estado preparada para el desafío de reconstruir su vida. Un nuevo comienzo… y ese trabajo temporal sólo era el primer paso. Pero una vez allí… la confianza se evaporaba. Todo en Kingsley & Bressington la hacía sentir incómoda. Estaba tan alejado de su experiencia personal, que dolía.
Pero ésa era la idea. Se había mostrado obstinada en que debía poner a prueba sus nuevas cualificaciones en varios puestos temporales antes de buscar algo permanente. Debería comprobar qué clase de entorno laboral prefería, empujar los límites un poco… Tal como le había dicho Amanda, podía llegar a sorprenderse a sí misma con las elecciones que tomara.
Al menos ésa había sido la teoría. Sentada en el despacho acogedor de Amanda Symmonds en Oxford Street, había parecido una buena idea. Pero en ese momento, prácticamente lo daría todo por estar en casa y meter a los chicos en la parte de atrás del Volvo para llevarlos al colegio. Algo seguro. Hacer lo que conocía.
A medida que pasaban los minutos, se hundió en el sillón y dejó de sobresaltarse con cada pisada que oía.
–¿Jemima Chadwick? ¿Señora Chadwick?
Alzó la vista ante el sonido de una voz masculina.
–Sí. Soy yo… –luchó por levantarse del sillón mientras aún aferraba el bolso–. Lo siento… me dijeron que esperara aquí a Saskia Longthorne –explicó tontamente al tiempo que miraba unos ojos de un azul intenso–. Se ocupa del personal temporal…
–Parece que Saskia está ocupada. Y ya que voy de paso… –extendió la mano–. Gracias por ayudarnos. Lo agradecemos.
Jemima trasladó el bolso al otro hombro y alargó la mano.
–De… de nada.
El apretón fue de ésos que tenían el doble objetivo de transmitir sinceridad pero que termina por lograr lo opuesto. Alto, moreno, atractivo… muy atractivo… y consciente de ello.
Todo en el él era cuidado y caro. Su traje era de un gris marengo con finas rayas azules y encajaba en su cuerpo musculoso como si se lo hubieran hecho específicamente a él. No era fortuito que hubiera elegido la corbata de un azul gélido, a juego con sus ojos increíblemente penetrantes.
–Soy Miles Kingsley. Trabajará conmigo.
Ella sintió que el estómago descendía en caída libre. No era lo que había querido. Él no era lo que había querido. Durante el trayecto en metro, había estado rezando para que Miles Kingsley fuera un tipo de hombre apacible con el que resultara fácil trabajar.
Amanda le había dicho que jamás había tenido una queja de ninguna empleada temporal que hubiera trabajado con Miles y en su mente lo había imaginado como un hombre controlado, sensato y maduro. De hecho, alguien no muy diferente de su difunto padre. Perfecto para una mujer que regresaba nerviosa al mercado laboral.
Pero no había nada «fácil» acerca de ese hombre. Era un hombre lleno de seguridad de unos treinta y tantos años, que se consideraba un regalo de Dios para el mundo.
–La llevaré hasta donde va a trabajar y por ese entonces estoy seguro de que Saskia estará disponible para explicarle los procedimientos a seguir.
–Gracias.
–Nada fuera de lo corriente, supongo.
Y entonces sonrió. Un equilibrio perfecto entre la calidez y el centelleante atractivo sexual. Jemima agarró con fuerza el bolso. Se dijo que iba a ser una situación horrible.
¿Cómo un individuo podía carecer de un ápice de…? Buscó la palabra. ¿Dudas? Eso era. Irradiaba una asombrosa seguridad en sí mismo. Toda esa confianza pareció succionar la poco que quedaba en ella. ¿Debería llamar a Amanda para decirle que no podía desempeñar el trabajo?
Frunció el ceño. ¿No sería una actitud patética? Tendría que ir a casa y contarle a su madre que no había sido capaz de hacerlo. ¿Cómo se le decía a una mujer que había sido una funcionaria de rango intermedio hasta solicitar una jubilación anticipada que no podía dominar un simple trabajo temporal? Y luego tendría que contárselo a los chicos…
Y quería que estuvieran orgullosos de ella. Quería que vieran cómo volvía a tomar el control de su vida. Sería bueno para ellos. Todo el mundo lo decía.
Miles se volvió y fue a la recepción.
–Felicity, retenga mis llamadas durante los próximos cinco minutos. Y comuníquele a Saskia que ya he recogido a Jemima.
–Desde luego.
Jemima vio cómo la recepcionista se convertía en un amasijo de hormonas. Aunque Miles Kingsley no dio la impresión de notarlo. Quizá porque al noventa y nueve por ciento de las mujeres que conocía le ocurría lo mismo.
–Por aquí –señaló hacia una amplia puerta de cristal y una escalera de acero.
Jemima le dedicó una sonrisa tentativa a la recepcionista y se volvió para seguirlo.
–¿Lleva mucho tiempo trabajando en puestos temporales?
–En realidad, no –se dijo que, probablemente, era mejor no mencionarle que jamás lo había hecho. Tragó saliva con gesto nervioso.
–Por aquí a la izquierda –comentó, indicando un pasillo–, encontrará la sala de descanso del personal, un modo ampuloso de decir que es un sitio agradable donde se puede disfrutar de una taza de café. Saskia le mostrará toda la agencia más tarde y le presentará al resto del personal de apoyo. Somos un equipo unido y estoy seguro de que le ofrecerán toda la ayuda que puedan, en caso de que la necesite.
Ella asintió.
–Por aquí –dio un paso atrás y le sostuvo la puerta abierta–. ¿Sabe mucho sobre lo que hacemos en Kingsley & Bressington?
–No mucho –repuso con rigidez. Amanda se había concentrado en que era «un lugar fantástico en el que trabajar» y «tengo chicas que hacen cola para ir allí. Pruébalo y me dices qué te parece». Era evidente que el competente Miles esperaba que le hubieran dado un poco más de información.
Dejó que sus ojos recorrieran lo inusual del lugar. Desde el exterior se parecía a los demás edificios victorianos de la zona, pero por dentro… había sido remodelado y todo elegido para garantizar el mayor impacto. Pequeño, pero perfectamente estructurado, era última tecnología y modernidad. De hecho, intimidaba. Pero seguro que se trataba de un efecto buscado de forma intencionada. Cualquiera que contratara a Kingsley & Bressington seguro que quería ver algo con estilo.
–Pero ¿ha trabajado antes en relaciones públicas?
Jemima movió la cabeza, sintiendo como si decepcionara a Amanda. Lo vio fruncir levemente el ceño y no por primera vez se preguntó si Miles Kingsley era el tipo de hombre que quedaría satisfecho con su recién adquirida habilidad como secretaria. Lo dudó.
–Hay diferentes aspectos en lo que hacemos. Algunos de nuestros clientes son corporaciones a las que llevamos su imagen en la prensa, tanto aquí como en el extranjero.
Se encogió de hombros para suprimir la oleada de pánico. El curso de secretariado de seis meses ni siquiera había empezado a tocar algo de lo que él hablaba. Tampoco creyó que fuera a quedar especialmente