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En la cama con un millonario
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Libro electrónico157 páginas1 hora

En la cama con un millonario

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La había llevado hasta la cama, ¿conseguiría llevarla ante el altar?
Catherine no podía creer que su difunta casera hubiera dejado su casa a alguien tan obsesionado con el dinero y el trabajo como Zach Talent. Quizá fuera atractivo... bueno, en realidad era increíblemente guapo, pero le había dejado muy claro que la quería lejos de su propiedad. Mientras lo ayudaba a mejorar la relación con su hijo, Catherine se dio cuenta de que, tras su dura fachada, se escondía un hombre bueno... Y no tardó mucho en acabar en la cama con él. Catherine se estaba enamorando de Zach, pero, a pesar de la poderosa atracción que existía entre ellos, él había decidido que eran demasiado diferentes como para encontrar juntos la felicidad. Ahora le tocaba a Catherine, con la ayuda del pequeño, demostrarle a Zach lo equivocado que estaba.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 mar 2018
ISBN9788491707424
En la cama con un millonario
Autor

Sara Wood

Sara has wonderful memories of her childhood. Her parents were desperately poor but their devotion to family life gave her a feeling of great security. Sara's father was one of four fostered children and never knew his parents, hence his joy with his own family. Birthday parties were sensational - her father would perform brilliantly as a Chinese magician or a clown or invent hilarious games and treasure hunts. From him she learned that working hard brought many rewards, especially self-respect. Sara won a rare scholarship to a public school, but university would have stretched the budget too far, so she left school at 16 and took a secretarial course. Married at 21, she had a son by the age of 22 and another three years later. She ran an all-day playgroup and was a seaside landlady at the same time, catering for up to 11 people - bed, breakfast, and evening meal. Finally she realised that she and her husband were incompatible! Divorce lifted a weight from her shoulders. A new life opened up with an offer of a teacher training place. From being rendered nervous, uncertain, and cabbagelike by her dominating ex-husband, she soon became confident and outgoing again. During her degree course she met her present husband, a kind, thoughtful, attentive man who is her friend and soul mate. She loved teaching in Sussex but after 12 years she became frustrated and dissatisfied with new rules and regulations, which she felt turned her into a drudge. Her switch into writing came about in a peculiar way. Richie, her elder son, had always been nuts about natural history and had a huge collection of animal skulls. At the age of 15 he decided he'd write an information book about collecting. Heinemann and Pan, prestigious publishers, eagerly fell on the book and when it was published it won the famous Times Information Book Award. Interviews, television spots, and magazine articles followed. Encouraged by his success, she thought she could write, too, and had several information books for children published. Then she saw Charlotte Lamb being wined and dined by Mills & Boon on a television program and decided she could do Charlotte's job! But she'd rarely read fiction before, so she bought 20 books, analysed them carefully, then wrote one of her own. Amazingly, it was accepted and she began writing full time. Sara and her husband moved to a small country estate in Cornwall, which was a paradise. Her sons visited often - Richie brought his wife, Heidi, and their two daughters; Simon was always rushing in after some danger-filled action in Alaska or Hawaii, protecting the environment with Greenpeace. Sara qualified as a homeopath, and cared for the health of her family and friends. But paradise is always fleeting. Sara's husband became seriously ill and it was clear that they had to move somewhere less demanding on their time and effort. After a nightmare year of worrying about him, nursing, and watching him like a hawk, she was relieved when they'd sold the estate and moved back to Sussex. Their current house is large and thatched and sits in the pretty rolling downs with wonderful walks and views all around. They live closer to the boys (men!) and see them often. Richie and Heidi's family is growing. Simon has a son and a new, dangerous, passion - flinging himself off mountains (paragliding). The three hills nearby frequently entice him down. She adores seeing her family (her mother, and her mother-in-law, too) around the table at Christmas. Sara feels fortunate that although she's had tough times and has sometimes been desperately unhappy, she is now surrounded by love and feels she can weather any storm to come.

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    En la cama con un millonario - Sara Wood

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2003 Sara Wood

    © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    En la cama con un millonario, n.º 1461 - marzo 2018

    Título original: In The Billionaire’s Bed

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

    Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-9170-742-4

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo 1

    Hola a todos –Catherine intentó sonar animada pero fracasó. La expresión de sus amigos mientras llevaba su barca junto a la enorme lancha holandesa de Tom le indicó que los rumores que había escuchado en la ciudad de Saxonbury eran probablemente ciertos.

    Tom, Steve, Nick y Dudley se levantaron a la vez y la miraron con una pena que no la reconfortaba.

    Así que era cierto que Tresanton Island había sido vendida y el futuro de Catherine estaba en manos del nuevo dueño.

    Se giró y se quedó mirando con añoranza la isla que estaba río arriba. Ella no tenía realmente derecho a estar allí, aunque se había encargado de la isla durante los pasados tres años. Cuando la encantadora Edith Tresanton, su casera, vivía, no había tenido ningún problema, pero tras la muerte de esta, su situación había pasado a ser incierta.

    Los chicos, como ella los llamaba, la ayudaron a amarrar y a subir a bordo de la lancha de Tom. Su pelo negro y largo se soltó y se lo volvió a recoger; sus suaves facciones poseían una palidez poco habitual en ella.

    –Hemos estado hablando de ti –le dijo Tom–. ¿Quieres una taza de té?

    Ella negó con la cabeza y se agarró al borde de la cubierta. Steve se acercó a ella y le dio un beso, después se dirigió a ella sin rodeos.

    –¿Sabes que la isla tiene un nuevo dueño? –le preguntó ansioso.

    Ella se quedó pálida.

    –Lo sospechaba, y eso quiere decir que voy a tener problemas –se secó las manos húmedas con la falda–. ¿Qué sabéis vosotros? ¿Se han mudado ya? No he visto ningún coche aparcado cuando pasé con la barca.

    –El camión de mudanzas ya ha estado allí y se ha ido. Los comerciantes dicen que una mujer de negocios de Londres a quien le gusta dar órdenes se va a quedar con la isla –le contó Tom. Catherine se sintió aún más decepcionada–. Iba en un coche deportivo amarillo, y ella es parecida al coche. Una mujer con traje de ciudad, muy maquillada, con tacones de aguja y el pelo lleno de laca.

    –No es exactamente lo que esperaba –replicó ella.

    Catherine había deseado que alguien que amara la naturaleza comprara la isla. ¿Quién si no podría desear tener un lugar tan aislado, tan rural? A un amante de la naturaleza le habría gustado tener barcas estrechas a su alrededor, le habría parecido entrañable. Pero la nueva dueña no parecía el tipo de persona capaz de entender algo así.

    –Sí, no es de los nuestros, ni tampoco de los de Edith –murmuró Tom–. Se cree realmente alguien importante, va dando órdenes a quien puede y ha vaciado todas las tiendas de la zona de los productos más caros y sofisticados. A los campesinos los mira con desprecio. Eso es todo lo que sabemos sobre ella.

    Catherine sonrió un poco y luego suspiró resignada. Perecía que iba a haber cambios en la isla y en la casa de Edith. Probablemente, aquella casa de campo llena de encanto sería transformada en algo moderno y de cemento y la isla tampoco tardaría en cambiar.

    ¿Y qué pasaría con ella? Su mirada se detuvo sobre el tejado escarlata de la cabina de su barca, que estaba llena de jardineras con flores y material para navegar. La barca tenía un estilo tradicional y era cómoda. Había sido la solución perfecta para lograr vivir y trabajar en una zona bastante cara. Nunca antes en sus veintiséis años de vida se había sentido tan insegura.

    –Se acerca un coche amarillo –les anunció Steve y todos se levantaron rápidamente.

    El color era tan intenso que se le veía acercarse desde lejos. Catherine pensó que cuando quisiera llegar a la isla el nuevo dueño ya estaría en la casa.

    Se mantuvo de pie, le temblaban la piernas pero su expresión permanecía impasible. Quizá el nuevo dueño le permitiera quedarse. Edith le había dejado utilizar un pequeño terreno para hacer una huerta y no la molestaba que las gallinas de Catherine se pasearan libremente por la isla. Quizá a la nueva dueña también le agradara.

    –Gracias por mantenerme informada –les dijo a sus amigos. Estaba decidida a enfrentarse a aquella nueva situación–. Será mejor que me presente y averigüe qué va a ser de mi vida, no tiene sentido que me quede cruzada de brazos esperando a que pase algo.

    –¿Quieres que vayamos contigo para hacer presión? –le preguntó Steve mientras sacaba pecho de una forma exagerada y con una expresión de burla.

    Ella sonrió muy agradecida, todos la habían ayudado mucho en sus comienzos, cuando desconocía cómo manejar aquellas barcas estrechas. Los chicos no tenían mucho dinero pero tenían un buen corazón y ella sabía que harían cualquier cosa por ella.

    Catherine agarro suavemente a Steve del brazo mientras se decía a sí misma que debía tejer otro jersey para él antes de que llegara el invierno. Si ella permanecía allí…

    –Os lo haré saber –contestó ella–. En principio voy a intentar hacerla entrar en razón, pero id entrenando por si acaso carece de ella.

    –¿Y si te dice que tus clientes no pueden usar el puente o te pide que te vayas? –preguntó Steve.

    La idea la sobrecogió, aquello significaría el fin de su idílica vida y tendría que irse a un horrible piso en una ciudad enorme. Era una idea horrible, tardaría años en volver a construir lo que ya tenía.

    –No tendré otra opción que marcharme –contestó ella.

    –Buena suerte –le desearon todos a la vez mientras ella se subía a su barca.

    –Gracias –logró contestar.

    Catherine condujo la barca hacia la isla mientras pensaba que más que suerte, y teniendo en cuenta lo que se decía de la nueva dueña, lo que iba a necesitar era un milagro.

    Capítulo 2

    Zachariah Talent no vio los jacintos silvestres que crecían con abundancia en el bosque. De hecho ni siquiera se dio cuenta de que había un bosque.

    Era un hombre de ciudad de los pies a la cabeza. Su cabellera negra estaba cuidadosamente peinada, sus zapatos brillaban y permanecía impasible ante los encantos del campo.

    –Es un lugar precioso, lo único malo es la gente, son todos unos estúpidos. Mira a ese idiota –la ayudante de Zach señaló a un lugareño que caminaba por un camino.

    –Ya… –dijo Zach sin prestarle mucha atención.

    Ni siquiera apartó la mirada de la pantalla del ordenador portátil que tenía sobre las rodillas ni paró de leerle cifras a un interlocutor que escuchaba al otro lado del móvil.

    –Ya casi hemos llegado, Zach –le dijo Jane–. ¿No te parece emocionante?

    Zach apartó el auricular y se quedó mirándola fijamente. Ella le sonreía con demasiada ternura y él, acostumbrado a no mezclar los negocios con el placer, la miró con frialdad y muy serio.

    ¿Acaso le estaba ocurriendo una vez más? se preguntó, ¿por qué las mujeres que trabajaban para él siempre pensaban también estar enamoradas de él? Zach sabía que él no las alentaba, siempre se había comportado de una forma muy distante.

    –Es tan solo una casa hecha con ladrillos y cemento. Una inversión –replicó él.

    –¡Es mucho más que eso! –le contestó ella provocando en Zach una preocupación aún mayor–. Es una casa con historia, una casa perfecta para una familia –se calló durante unos instantes y se quedó mirándolo. Al ver que él no decía nada, se apresuró a continuar–. Necesita una reforma, por supuesto, pero tiene grandes posibilidades. Es una casa espaciosa perfecta para tus antigüedades, y los terrenos se extienden alrededor del recorrido del río Saxe…

    –Eso ya me los has dicho –la interrumpió él.

    Zach se dijo a sí mismo que tendría que empezar a buscar una nueva ayudante en poco tiempo mientras atendía las incesantes llamadas por el móvil. Logró cerrar un par de tratos con unos inversores de Hong Kong.

    –¿Sabes por qué la señora Tresanton te dejó la casa? –preguntó Jane en cuanto Zach apagó el móvil.

    –Porque no tenía familiares, ni a nadie cercano –contestó con su habitual brevedad.

    Pero a Zach lo había sorprendido mucho aquel gesto y no entendía por qué Edith le había elegido a él. Ella sabía que a él no le gustaba el campo.

    Zach decidió mirar por la ventana para evitar ver la distraída mirada de Jane. Todo a su alrededor era verde y aquello lo ponía nervioso.

    El coche avanzaba por un camino lleno de baches que transcurría paralelamente al río Saxe. El río era azul como el cielo y Zach recordó cómo Edith solía hablarle de él y de su increíble belleza. Recordó también las veces que lo había invitado a visitarla, aunque él nunca había tenido tiempo para hacerlo.

    Edith había sido una buena clienta, había sido casi como una madre para él. La boca de Zach se arrugó al recordar la muerte de su madre hacía diecisiete años, tan solo unos meses después de que su padre también falleciera.

    En aquel momento se había sentido extremadamente solo. A pesar de tener dieciocho años, Zach no había conocido mucho a sus padres, ambos había trabajado mucho para darle lo mejor y desde los cinco años él había aprendido a cuidarse solo. Pero tras su muerte se había dado cuenta de lo solo que estaba en el mundo.

    Quizá había sido aquello lo que lo había llevado a encariñarse tanto con Edith. Normalmente solía mantener una relación distante con sus clientes, prefería limitarse a ocuparse de las finanzas de estos.

    Pero la relación con Edith había

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