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Inocentos Muertos: Serie de Investigacion de Sam Dyke
Inocentos Muertos: Serie de Investigacion de Sam Dyke
Inocentos Muertos: Serie de Investigacion de Sam Dyke
Libro electrónico320 páginas4 horas

Inocentos Muertos: Serie de Investigacion de Sam Dyke

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Información de este libro electrónico

Una familia adinerada es sacudida por el secuestro de su hijo de diez años. Mientras todos presumen que se trata de una vulgar busqueda de dinero facil, algo mucho mas siniestro y complicado los llevará al borde de la desesperacion. El detective Sam Dyke tendrá que aplicar todos sus conocimientos, usar todos sus contactos,  para tratar de salvar la vida del niño, y resulta que la vida de su propio hijo tambien. 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 may 2019
ISBN9781547580989
Inocentos Muertos: Serie de Investigacion de Sam Dyke
Autor

Keith Dixon

Keith was born in Durham, North Carolina in 1971 but was raised in Bellefonte, Pennsylvania. He attended Hobart College in Geneva, New York. He is an editor for The New York Times, and lives in Westchester with his wife, Jessica, and his daughters, Grace and Margot. He is the author of Ghostfires, The Art of Losing, and Cooking for Gracie, a memoir based on food writing first published in The New York Times.

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    Inocentos Muertos - Keith Dixon

    INOCENTOS MUERTOS

    KEITH DIXON

    Traducido por

    Laurence Loebe

    PROLOGO

    CUANDO EL AUTO se detuvo de manera abrupta, subió la mirada desde su iPad y miró a través del parabrisas.

    Sabía que estaban cerca de casa porque reconocía el paisaje y la curva en la carretera más adelante. Pero el auto no se paraba aquí normalmente. Nunca había tráfico para obstruirlos. Y era la hora incorrecta para que las vacas estuviesen siendo arreadas en la carretera, de un pasto a otro, el granjero con cara asoleada dándole toquesitos en sus traseros con un bastón de caña. Eso no sucedería hasta una hora más tarde.

    No había vacas, pero si un carro negro parado diagonalmente en la angosta carretera. Vio que sus puertas estaban abiertas como si el chofer se hubiese bajado un instante, pronto en regresar.

    Apagó el iPad y cerró su forro.

    Harris, el chofer, presionó un botón y se escuchó un fuerte golpe cuando las cerraduras bajaron en todas las puertas.

    Cruzaron miradas por el retrovisor y entonces la vista de Harris se fue más allá para mirar a través de la ventana trasera. Dijo ¡Mierda!

    Se dio cuenta que un hombre había aparecido al lado de su puerta. No lo podía ver completo, pero vio que el hombre usaba guantes negros. Otro hombre estaba parado frente al auto. Usaba algo sobre su rostro, un pasa-montaña de lana. El hombre de adelante apuntaba a Harris con un arma a través del parabrisas. Bajó la pistola y le disparo a un caucho. El auto cayó bruscamente.

    Levantó de nuevo la pistola y la sacudió hacia un lado dos veces.

    Las cerraduras de las puertas se abrieron y Harris salió del auto. Caminó hacia el hombre armado.

    De repente abrieron su puerta violentamente y una mano lo agarró por el hombro, jalándolo del asiento trasero.

    Este hombre olía a una cesta de ropa sucia y era alto.

    Pero claro, todos le parecían altos.

    Solo tenía 10 años.

    CAPITULO UNO

    5 MINUTOS COMPLETOS pasaron desde pasar el portón de la entrada hasta que se vio la casa.

    Bueno, llamarla casa sería como llamar el palacio de Buckingham una choza playera. La vía por donde conducía giraba en un gran arco entre gramas meticulosamente cortadas hacia un patio circular de grava. Una de esas fuentes, casi que obligada – dos cupidos entrelazados- se encontraba en el medio del círculo, tan muerta como la vieja Grecia. La mansión misma era una réplica al estilo Victoriano, pero una muy elegante réplica. Un grupo de ventanas de tres pisos reflejaba el cielo y sus nubes esparcidas mientras hacia un lado un invernadero, su techo blanco y en forma de domo, pareciera estar agarrado a la estructura principal mediante un complejo nudo de enredaderas de Virginia y hiedra. Estaba muy bien cuidada mas no particularmente muy bien amada.

    Al acercarme, empecé a ver más de la parte más cercana de la casa, que desvanecía hacia la parte trasera en otra serie de ventanales cuadrados, algunas abiertas para combatir el agobiante calor. En otras podía ver reflejados los techos de cuartos de trabajo abrumados alrededor de la sección trasera de la casa - quizás dormitorios para los empleados, garajes, caballerizas o, que sé yo, campamentos para obreros paseando sin destino esperando ser soltados para atender los jardines o cualquier otra tarea cotidiana.

    Había visto la finca desde arriba, por Google Earth, y la aparecía como una estructura masiva de ladrillos rodeada por extenso césped por delante y densos bosques por detrás. También la vi listada por un agente de bienes raíces local, con precio de £5.5 millones. Hasta en Prestbury, una zona privilegiada del Noroeste, estaba costosa. Me pregunté por qué el dueño, Mark Ware, quería vender. ¿Se le había acabado el dinero? ¿O se aburrió de tantas áreas verdes? Es una pregunta que no creo hacerle - no es perspicaz ser grosero con clientes.

    Paré mi auto y salí, me quedé parado por un momento, estirándome, volteando a ver por sobre el techo del auto, más allá de un pequeño muro, enfocando mi vista sobre el casi un kilómetro de jardineras y césped que desaparecían hacia la carretera. No existía trafico aquí; a menos de 3 kilómetros de Pretsbury, está aislada, separada, un planeta en sí mismo. Me agrada la idea de estar separado de la gente.

    Últimamente me estaba acercando mucho a ellos. No ha resultado bueno para mi hacerlo.

    Crucé la zona de grava hasta la maciza puerta de la entrada y después de 2 minutos de búsqueda conseguí un cordón que al jalarlo pareciera sonar una campana muy dentro de la casa. El sol me castigaba el cuello y me sentí calentando como langosta en agua hirviendo: sin donde más ir, pero aun con buenas esperanzas.

    La puerta fue abierta silenciosamente por una mujer asiática portando un atractivo blazer y falda azul, su cabello recogido en un moño encima de la cabeza. Aparentaba unos 40 años, pero soy notoriamente malo en adivinar la edad de mujeres. Creo que ya tenía el ceño fruncido antes de abrir la puerta y mi presencia como que no ablandó su postura.

    Levanto su quijada una vez. ‘¿Si?’

    ‘Soy Sam Dyke. Para ver a Mark Ware.’

    ‘¿Tiene cita?’

    ‘Sería un largo viaje venir desde la entrada sin una.’

    Su ceño aun fruncido. ‘Espere aquí.’

    La puerta cerró y continúe hirviendo del calor. No tenía mucha paciencia para la gente de dinero con sirvientes, aunque naturalmente no es culpa de la servidumbre. Sin embargo, a veces los mismos empleados piensan que la mala educación es necesaria para mantener el estado de auto importancia de los ricos.

    Una vez más la puerta abre y la señora toma unos pasos hacia atrás.

    ‘Usted entre, por favor.’

    Lo hice y después de varios pasos me detuve de repente. Creo que abrí la boca inconscientemente al confrontar la inmensidad y escala del pasillo.

    Baldosas blancas y negras estilo ajedrez extendían hacia una pared de madera pulida que tenía 4 puertas, dos de ellas cerradas. Un estante macizo de roble con media docena de puertas y lo que parecían cientos de repisas reposaban a mi derecha. A mi izquierda unas escaleras curvas que ascendían primero hasta una mezzanina o balcón-desconozco su nombre técnico-antes de descansar y continuar elevándose a otro piso que desde mi posición no podía ver. Varias obras de arte en óleo colgaban en el nivel mezzanina. No eran retratos de ancestros desteñidos por el tiempo si no paisajismos modernos llenos de vivos colores. Había más cuartos allá arriba y podía ver techos altos y grandes candelabros de cristal.

    La mujer asiática me miraba, viendo mi reacción, quizás un poco enorgullecida por la gloria reflejada.

    Dijo, ‘sígame, por favor,’ y caminó hacia las escaleras. Nuestros pasos sonando fuertemente nítidos sobre las baldosas hasta que llegamos a las escaleras alfombradas, donde fueron silenciadas por la gruesa alfombra Axminster. Al llegar al primer piso me condujo por los paisajismos maniáticos y por la mezzanina, cruzando a la

    izquierda para empujar una gran puerta de madera, dos veces su tamaño.

    Entramos a una gran habitación casi toda blanca con costosos muebles de piel color crema. Un piano de cola en una esquina, su tapa elevada con el tradicional juego de fotografías ordenadas en su tope brillante, y había un televisor de 50 pulgadas guindando en la pared. Desde donde estaba parado, parecía del tamaño de una estampilla.

    Más fotos estaban agrupadas en la pared entre las dos puertas francesas abiertas hacia un balcón-pero eran fotografías agrandadas, el tipo que debes pagarle a un estudio para que las tome de ti y tus hijos con fondo blanco, juguetonas, divertidas, capturando un momento en sus vidas que quizás jamas conozcan de nuevo.

    Yo no tenía ese tipo de fotos. Cuando yo estaba creciendo ese tipo de diversión ostentosa era considerada indulgente y de clase media. Viendo las fotos de la joven pareja-el hombre buenmozo, pero ya con canas en la cien, la mujer una bella rubia con grandes ojos azules, el niño, de quizás siete u ocho años, mirando la cámara sin expresión- sentí repentinamente una ola de envidia junto a una semilla de disgusto que en realidad eran injustas. Estos eran mis clientes, y ese era su hijo. No requería de ningún tipo de sentimiento hacia ellos.

    Debí haberme repetido eso continuamente.

    CAPITULO DOS

    LA MUJER ASIÁTICA aún estaba conmigo. Tomo un paso adelante e hizo un gesto de ‘favor sentarse’ con la mano. Esperó hasta que estaba reclinado como un pasha en unos de los sofás color crema antes de voltear y flotar de la habitación, cerrando la puerta a sus espaldas.

    Estaba ahí por una llamada seca la noche anterior, justo cuando salía de mi oficina. El hombre al teléfono se presentó como Mark Ware y pregunto si yo sabía quién era el. Posteriormente, tuve el sentimiento que acordó verme solo porque no sabía la respuesta a su pregunta.

    Rodeado, ahora, por esta extravagante demostración de riqueza, dije a mi mismo que debería haber sabido quien es el-un comerciante estrella local, Gerente General de Denning Electronics, proveedores de sistemas complejos de contramedidas al ministerio de defensa y agencias paralelas a nivel global. Poco pasados sus 40, había sido seleccionado como jefe de la empresa hace un par de años, ascendiendo rápidamente por las filas en una pequeña pero dinámica empresa farmacéutica con base en Londres. Le dieron un Hola de Oro-que probablemente pagó por esta mansión- y un salario que hubiese mantenido a flote un pequeño país africano por varios años.

    Decir que me sorprendió su llamada sería una atenuación: pensé que tendría personas que se ocuparan de eso. Hasta su gente tendría su propia sub-gente para hablar con peones como yo.

    Así que cuando descubrió que no reconocía su nombre me invito a ir y hablar con él. No dijo por qué, pero indico que era urgente. Puedo resistir cualquier cosa menos la urgencia de un cliente rico.

    A pesar de estar confrontado por los frutos de su trabajo, estaba sintiendo un poco de reflujo en mi estómago. Cuando trabajaba en Aduanas e Impuestos Especiales, como se conocía anteriormente, había roto más de una puerta de vendedores de drogas.

    Fui despertado de esta crisis filosófica cuando la puerta abrió de nuevo y me levanté como respuesta automática.

    El hombre feliz de las fotografías familiares entró. Era más viejo, más canoso y no se veía del todo feliz. Levanto una triste sonrisa de sus labios.

    Dijo, ‘Mark Ware. Disculpa por hacerte esperar.’

    ‘Sam Dyke. No hay problema’

    Su físico era Delgado y atlético y tenía el atractivo de un actor de televisión de segunda, alguien que empezó bonito, pero había mejorado y obtenido carácter con el tiempo. Usaba jeans con un pliegue afilado de plancha y una camisa de Dolce & Gabbana. Lo que sea que lo estaba molestando no iba a interferir con su sentido de vestimenta.

    ‘Sr. Dyke, gracias por venir. Por favor, tome asiento.’

    Nos sentamos en el sofá color crema, en cada extremo, volteados incómodamente uno hacia el otro. El aire de control emitido por su lenguaje corporal era casi palpable. Me sentí como el jardinero convocado a ser rostizado sobre el estado de las rosas.

    Él dijo, ‘si no sabías quien era yo anoche, me atrevo a decir que has hecho tu investigación ahora. ¿Estoy en lo correcto?’

    ‘Google es el mejor amigo de un detective.’

    ‘Así que sabe mi posición y lo que hago. No que debería causar diferencia alguna a esta conversación, lo entiendo.’

    ‘¿De qué se trata esta conversación, Sr. Ware?’

    ‘Solo quería aclarar ese punto, sin malentendidos. Mi fortaleza como líder siempre ha sido la claridad, por lo menos eso es lo que genta ha dicho. Aunque lo pudieron haber dicho solo jalando bolas.’

    ‘Ese es un cargo popular en grandes compañías.’

    ‘Claro, eso lo sabrías, por haber trabajado en Impuestos Especiales.’ Notó el gesto breve de reconocimiento que pasó por mi cara, y explico entre paréntesis: ‘yo también puedo usar Google. La mayoría del tiempo estoy rodeado por personas que hacen lo que yo quiera sin preguntas. Eso es bueno y todo, pero en este momento me es irrelevante. Necesito alguien competente... y discreto.’

    ‘Soy tan competente como me permitan serlo y tan discreto como cualquier persona. Sr. Ware, me daría una pista sobre de que se trata todo esto?’

    ‘Es que...’

    ‘Qué?’

    ‘No te conozco. Se me hace difícil hablar de esto.’

    Me puse de pie. ‘avíseme cuando tenga las agallas para hacerlo.’

    ‘No, por favor...’ me miró, su cara agonizando. ‘Te diré, claro que te diré. Por favor, siéntate.’

    No tenía intenciones de irme, pero a veces hay que obligar la mano. Clientes muchas veces sienten vergüenza o remordimiento o les cuesta abrirse con un extraño. A veces tienes que comprobarles que tu tiempo es valioso.

    Me senté de Nuevo y hubo una pausa que no interrumpí. Eventualmente se volteó y miro a través de la separación entre las ventanas francesas abiertas. El día estaba lleno de aire cálido y cielos azules, pero me di cuenta que eso no le significaba nada. Sus jardines masivos y supra sustancial casa pudo haber sido hecha de palitos de fósforos por la fortaleza que pudo aportar.

    ‘Tengo un hijo, Sr. Dyke. Lucas. Tiene 10 años. Un pequeño terror rubio. ¿Usted tiene hijos?’

    ‘Un hijo.’

    Afirmó con la cabeza, saco un pedazo de papel de su bolsillo.

    ‘Quizás debí guardar esto en un sitio seguro, pero pareciera que no lo puedo soltar. Como si fuese a leerse diferente la próxima vez que lo vea.’

    Me lo entrego. Era una hoja de papel cuadriculado arrancado de un cuaderno estándar, usados por niños en todos los sitios. Había escritura en un lado.

    Estaremos en contacto. Sin policía si lo quieres de vuelta. Vaya a su trabajo. No diga nada.

    Ware me observaba mientras terminaba de leer la nota y regresarla. No tenía nada escrito al lado reverso.

    Dijo, ‘Hace dos días Lucas regresaba de la escuela. Nuestro chofer lo había recogido y estaban a casi un kilómetro de aquí cuando se encontraron un carro estacionado diagonalmente en la calle. Harris, el chofer, se detuvo y otro auto les llego por detrás. Parecía haber un solo hombre por auto. Uno de ellos le disparó al caucho delantero y sacó a Harris. El otro agarró a Lucas del asiento trasero. Le dieron la nota a Harris y lo obligaron a caminar de regreso.’

    ‘Y no le ha dicho a nadie?’

    Suspiró y señaló la nota. ‘¿Tú lo hubieses hecho? ¿Si fuese tu hijo?’

    ‘¿Pudo Harris dar alguna descripción? ¿Algo fuera de lo normal del carro, de los hombres?’

    ‘Harris es muy Bueno, ex-policía, trabajó con el cuerpo Metropolitano. Pero no hubo nada. Las placas estaban cubiertas. Los hombres de estatura y corpulencia normal, usaron mascaras y guantes con lentes oscuros, no hablaron, todo fue a través de gestos.’

    ‘A qué hora sucedió esto? ¿Dónde estaba usted?

    ‘Te dije, fue después de salir de la escuela. Recibí la llamada de Harris como a las cuatro y cuarto y me vine derecho a casa. Ya mi esposa estaba en camino.’

    ‘Tiene chofer, ¿pero no estaba conduciendo para usted o para su esposa? ¿Solo lleva y busca a Lucas de la escuela y eso es todo?

    Se desesperó y algo de color le llego al rostro.

    ‘Yo estaba en una reunión en Manchester que estaba programada para terminar después de las seis. Mi esposa estaba en la peluquería. Ella normalmente hubiese recogido a Lucas, pero no quería perder su cita, y Harris estaba desocupado esperando la hora para buscarme. Hubiese traído a Lucas a casa y después a Manchester. 

    ‘Y hubiese dejado a Lucas con la señora que me permitió entrar.’

    ‘La Sra. Chau, sí. Lucas no necesita mucho cuidado mientras tenga su iPad y el televisor.

    Me recosté en el sofá y miré las fotos familiares en la pared frente a mí. Eran como un comentario burlesco de la situación en la cual se encontraban los Ware ahorita.

    Dije, ¿‘Que quiere que yo haga? Usted sabe cuál será mi consejo.’

    Bajó la Mirada. ‘Ir a la policía. Contarles todo.’

    ‘¿Alguna razón para no hacerlo?

    ‘¿Qué tal si estamos cagados de miedo que algo le suceda a Lucas? ¿Eso es suficiente?

    ‘Quizás ya le ha pasado algo. Si no, la policía aún es su mejor opción. Recursos, agentes, contactos.’

    ‘Mis investigaciones indican que ha manejado casos de alto perfil en los últimos meses.’

    ‘Me halaga. Relaciones Publicas no vienen baratas. La nota dice sin policía- eso pudiese incluirme si empujas la definición.

    ‘Mi esposa quiere hacer algo, lo que sea. Han sido dos días infernales para ella – para mí también, claro. No hemos dormido, hemos comido poco. Estamos a esperas.’

    ‘Suspiré. ¿Qué van a querer?’

    ‘¿Quienes?’

    ‘Los secuestradores. ¿Querrán dinero? No estas corto de eso.’

    ‘Que más podría ser?’

    ‘Influencia. Una decisión hecha a nombre de alguien. A favor de alguien.’

    Elevó su Mirada, buscando en mi cara. Cuando habló, lo hizo dudoso, como si la idea jamas se le hubiese ocurrido. ‘¿Eso es posible?’

    ‘Te están haciendo sudar así que no están detrás de dinero rápido. Quizás exista algo más en su lista de deseos. ¿Alguna decisión importante por tomar? Por lo que he leído, tu empresa provee insumos y equipos a la mayoría de las agencias asociadas a la Defensa Occidental. ¿Ustedes sub-contratan, tienen contratos por firmar, trabajo ofrecido a peces más pequeños para que se peleen, cosas así?’

    Sacudió la cabeza de lado a lado con confianza, eliminando la posibilidad. ‘Nada. La tubería para los próximos 18 meses ya está colocada. Y para los próximos 6 meses no hay nada sobre la mesa.’ 

    Me puse de pie y fui a mirar por una de las ventanas francesas abiertas. Como sospeché, la vista era impresionante - el jardín desvanecía en pequeñas volteretas y hundimientos de color, la figura definida por árboles, setos o pequeños muros de ladrillo crudo artísticamente colocados; pero más allá, al otro lado de la calle de donde había sido secuestrado Lucas, el campo de Cheshire continuaba su progresión majestuosa, verde y profuso y sin problemas, un ocasional nudo de reses puntuando el verdor como salpiques de pintura marrón. 

    Pero era un mundo de naturaleza y aunque muy bien escondido, una violencia incorruptible yacía justo debajo de la superficie. Evidentemente, Mark Ware y su esposa no esperaban que vendría marchando por su puerta delantera tomando a su hijo con sus ásperas e indolentes manos.

    Mientas pensaba esto, la puerta abrió de nuevo detrás de mí y giré para encontrarme con la mujer más hermosa que he visto caminando hacia mí.

    CAPITULO TRES

    LAS FOTOS EN la pared no le hacían justicia. Habían capturado los ángulos planos de su rostro y el profundo color de sus ojos, azul como el mar griego, pero el lente no podía capturar la elegancia con la cual todos los componentes se habían compuesto- los ligamentos, las suaves articulaciones, la precisión con la cual el cuello conectaba la clavícula al mentón, la tensión de la piel como deslizaba por las cejas bajando hacia su delicada quijada.

    Era el maravilloso resultado de ingeniería genética.

    Hoy su cabello rubio yacía amontonado arriba de su cabeza y usaba apenas una seña de labial rosado. No usaba zarcillos, solo un anillo de matrimonio en su dedo. Una blusa blanca simple y pantalones color crema. Sin ostentación. No necesitaba nada para llamar la atención a su presencia física-no podías evitar mirarla.

    Y este era un día de los malos.

    Tome la pálida mano que extendió hacia mí.

    Ella dijo, ‘Sr. Dyke, Roberta Ware. Todos me dicen Bobbie. ¿Entonces, podrá ayudarnos?’

    MARK WARE SE había puesto de pie. Parecía disminuido en su presencia, como si su propia fuerza de vida reconociera un ser más poderoso.

    Él dijo, ‘Sr. Dyke piensa que sería mejor decirle a la policía.’

    Me miro de arriba-abajo. ‘Eso es imposible. Leíste la nota.’

    ‘Pero aun así me llamaron.’

    ‘Me estoy volviendo loca. Tenía que hacer algo. Si llamar a la policía es lo único que puede recomendar no eres de uso para nosotros. Siento mucho haya venido tan lejos.’

    ‘Dije que contactar la policía es la mejor solución al problema. No dije que es la única solución.’

    Me estudió de nuevo. ‘¿Le han ofrecido algo de beber?’

    ‘Café sería Bueno. Con leche, sin azúcar.’

    Detrás de ella, Mark camino hasta un teléfono al lado de la puerta. Le escuché murmurar algo al aparato.

    Bobbie Ware extendió su mano y me llevo de nuevo hacia uno de los muebles. A contrario de su esposo, no tuvo problemas en mirarme directo a los ojos. Tampoco yo tuve problema con eso.

    Ella dijo, ‘Tiene que ayudarnos Sr. Dyke. Me vuelvo loca preocupándome por lo que le están haciendo a Lucas.

    ––––––––

    ¿Es dinero, cierto? Querrán dinero. Pagaremos lo que sea ... pobre muchachito.’

    Bajó la mirada y pude ver en el temblar de sus manos la fragilidad de su postura seria y recatada. Se mantenía intacta a pura fuerza de voluntad.

    Yo dije, ‘si es dinero lo que buscan estarán en contacto pronto. Lo cuidaran porque es su premio. Saben que ustedes querrán fe de vida. Taparon sus rostros con mascaras y lentes oscuros para que ni Harris ni él los pudiera identificar, lo que significa que lo han planificado cuidadosamente y pretenden salirse con la suya. Si ellos... le hacen algo a Lucas, será peor para ellos si los atrapan.’

    Asentó con la cabeza, como si ya había pensado todo esto, pero estaba agradecida por la afirmación.

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