Su infancia fue muy atípica
Cuando la mayoría de los niños en edad escolar aún aprendían a atarse las agujetas, Nathaniel Prebalick, alias Gold Plate [Placa de Oro] Nate, les enseñaba a los incipientes cazadores de tesoros a buscar oro. Como buscador de oro de tercera generación, creció entre los relucientes riachuelos de Gold Country, California, en las faldas de la Sierra Nevada, y llegó a conocer las vetas acuíferas de la zona tan bien como las líneas de vida de sus propias manos.
Aunque pueda parecer una fotografía sepia de otro siglo, no es así, tal como lo descubro una mañana de primavera cuando conozco a Nate en una ribera cubierta de hierba. Es un buscador de oro completamente moderno, un veinteañero sonriente que muestra sus hallazgos dorados en Instagram y ya tiene una respuesta preparada para explicar por qué el condado de Tuolumne, ubicado al este de California, está de nuevo inmerso en la fiebre del oro.
“Hemos tenido lluvias sin precedentes y el agua ha traído oro de la ladera”, dice Nate con su meloso acento californiano, mientras se sube el cierre de su traje de neopreno hasta el cuello y se sumerge en el torrente con una pala de minero en la mano. Cerca de él está su padre, con cola de caballo y apodado Nugget [Pepita] Nick, quien agita una turbia bandeja de sedimentos, inmerso en la eterna búsqueda de algún gran hallazgo.
Escenas como esta se vieron por primera vez en California hace 175 años, después de que el embriagador descubrimiento de brillantes pepitas atrajera a una estampida de 300 000 buscadores de fortuna que terminaron por reconfigurar el paisaje del