DE TAMPICO A BAGDAD
Duda, por decir lo menos, fue el resultado de elegir mi siguiente destino playero. Tras haber visitado muchos de los sitios clásicos y no tan clásicos de la costa mexicana como parte de un rito personal que inicié desde temprana edad, solo había una zona que me resultaba una total incógnita: Tamaulipas.
Debido en parte a las noticias de violencia e inseguridad que desde hace más de una década han hecho de este estado uno de los sitios más estigmatizados de México, decidí que era momento de superar prejuicios y temores para descubrir lo que más desconozco de mi país. Así que tomé un vuelo a Tampico para iniciar un recorrido costero hacia el norte, hasta la última playa de la república.
AL CAMINAR SObRE LA AvENIDA que flanquea la Laguna del Carpintero, el corazón natural de la capital de las huastecas, me encuentro con un grupo de personas que se agrupa tras una reja que separa los manglares de la acera. Con ritmo grave y a todo volumen, una bocina reproduce hip-hop mientras intento ver de qué se trata el alboroto, pero solo alcanzo a ver una mano que pasa sobre el enrejado y sujeta lo que parece ser un pedazo de pollo crudo.
“Para mantener contentas a estas bestias, un solo hombre con las agallas necesarias”,
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