Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Cazatesoros modernos. Al acecho de vestigios en litorales americanos y en México
Cazatesoros modernos. Al acecho de vestigios en litorales americanos y en México
Cazatesoros modernos. Al acecho de vestigios en litorales americanos y en México
Libro electrónico163 páginas2 horas

Cazatesoros modernos. Al acecho de vestigios en litorales americanos y en México

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Miles de naufragios ocurrieron desde que el hombre navegó por primera vez, y muchos de ellos contienen tesoros que valen varios miles de millones de dólares. Por ello es que diversas compañías se dedican a rescatar y saquear estos hundimientos. Algunos por la vía legal, pero muchas otras no.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 oct 2017
ISBN9781370264650
Cazatesoros modernos. Al acecho de vestigios en litorales americanos y en México

Relacionado con Cazatesoros modernos. Al acecho de vestigios en litorales americanos y en México

Libros electrónicos relacionados

Tecnología e ingeniería para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Cazatesoros modernos. Al acecho de vestigios en litorales americanos y en México

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Cazatesoros modernos. Al acecho de vestigios en litorales americanos y en México - Norberto Vazquez

    Uno de los placeres culposos de la vida es dedicar tiempo a leer un libro que no tiene nada que ver con las actividades profesionales cotidianas que uno tiene. Para un aficionado a la lectura, este placer puede ser enorme cuando se encuentra uno con un libro como Cazatesoros modernos de Norberto Vázquez.

    Debo confesar mi ignorancia supina sobre el tema. Poco o nada aprendí a lo largo de mi vida profesional acerca de los tesoros que se han hundido en el fondo del mar, pero la obra de Norberto Vázquez es una introducción exhaustiva y enciclopédica.

    El autor hace un recuento metódico de los hundimientos de barcos que transportaban tesoros en las aguas del continente americano y de nuestro país. La gran mayoría de estos naufragios pertenecen al período colonial.

    Lo que más sorprende al empezar al leer este volumen es el número de hundimientos. Yo nunca me habría imaginado que tantas embarcaciones hubieran naufragado en ese tiempo. Vázquez nos informa que una cuarta parte del oro y de la plata extraídos fue a parar al fondo del mar.

    Esta información subraya la inseguridad de la navegación en la era colonial, lo cual ratifica el valor de los marineros de aquel entonces que sabían que las posibilidades de morir eran muy altas, pero también señala lo rentable que era el negocio de la extracción de metales preciosos en el continente americano.

    ¿Cuántos negocios podrían continuar si perdieran una cuarta parte de su mercancía entre las olas del mar?

    Los naufragios representan, por supuesto, un tesoro histórico de enorme importancia. Imagine usted cuánto nos pueden decir acerca de la vida en la Colonia los restos de barcos que comerciaban entre los principales puertos americanos y europeos.

    Pero no toda la riqueza hundida es histórica. El valor de los metales preciosos en naufragios se calcula en unos 170 mil millones de dólares ya que el agua de mar no deteriora de manera permanente el metal precioso ni siquiera después de siglos. El monto de la riqueza naufragada genera así asombro pero también ambición. Los tesoros han despertado codicia en personas, empresas e incluso gobiernos nacionales.

    Al final la crónica de Norberto Vázquez es también un comentario sobre la naturaleza humana. La humanidad sigue buscando oro, plata, cobre, piedras preciosas... El ser humano de hoy rastrea, indaga, pregunta, desea, organiza, murmura, sabe que encontrar la riqueza documentada del mundo subacuático probablemente le quitará parte de los sinsabores que lo han hostigado desde los tempranos tiempos. Bien dice el referente bíblico: 'Donde está vuestro tesoro, ahí también estará vuestro corazón. ’ Termino Cazatesoros modernos con ese placer furtivo de quien se escapa unas horas para leer un libro que no tiene nada que ver con su práctica profesional. Pero cierro las páginas no sólo con ese gusto culpable sino también con la satisfacción de una tarea cumplida. ¿Por qué? Porque una de las exigencias que hago a mis lecturas es que me dejen algo, ya sea un placer estético o un conocimiento que no poseía con anterioridad. Y la obra de Norberto Vázquez me deja un conocimiento profundo (¿o hundido?) de un tema que yo desconocía y que al final encuentro fascinante.

    Sergio Sarmiento

    A Dios por darme la vida.

    A Antonia y Eliseo por darme el ser.

    A Beatriz, Pablo, Mónica y Araceli por su apoyo.

    Y a todos los ángeles disfrazados de personas que se han cruzado en mi vida y de los que he aprendido un poco de lo que soy.

    Prefacio

    El mayor deseo en el imaginario del ser humano desde el inicio de su concepción como ente controlador de su entorno, su espacio y el mundo, ha sido el de poseer la enorme maravilla que le ofrecen las riquezas. Una vez comprendido el valor que metales como el oro, la plata y el cobre, así como piedras preciosas representadas por diamantes, brillantes, escarlatas, perlas y demás cuantiosos tesoros con valor monetario conllevaban, el hombre supo que acaudalar estas gemas le ayudaría no sólo a su vanidad, sino a controlar su integridad como ser social en lo individual y a manera de castas, al ser parte de un Estado.

    Hoy, en pleno siglo XXI, las pretensiones por hallar cuantiosos tesoros albergados en la documentada cartografía marítima que ha dejado la historia humana durante el descubrimiento de América, no distan mucho de las primeras concepciones que llevaron a cientos de exploradores a maquinar odiseas inverosímiles por el simple hecho de acaparar enormes fortunas.

    Una vez hecho contacto con las supuestas Indias, sinónimo de la tierra prometida a la que el genovés Cristóbal Colón creyó haber llegado, y más tarde, cuando el florentino Américo Vespucio se encargó de decirle al Viejo Mundo que los dominios hallados eran en realidad otro continente, no hubo pensamiento más rotundo en el consciente colectivo de la Europa medieval que el afán por encontrar caudales monetarios. Aquellos caudales que comenzaron cambiando por espejos y más tarde se fueron transformando en una despiadada rapiña para aventureros, piratas y toda embarcación oficial de gobiernos europeos que deseaban con gran júbilo llenar sus arcas gubernamentales con los tesoros del Nuevo Mundo.

    Inmediatamente la Corona de Castilla comenzó con diligencia estratégica la organización de la Flota de Indias bajo una estratagema comercial que funcionó durante casi tres siglos monopolizando el saqueo de oro, plata, gemas, cacao, especias, entre cientos de productos mediante convoyes de galeones que alcanzaban de 15 a 100 integrantes para así evitar los saqueos de corsarios o barcos militares de potencias enemigas de España.

    A pesar de eso muchos de aquellos galeones atestados de joyas, monedas y metales preciosos nunca llegaron a su destino: desde la fría Alaska hasta las tierras inhóspitas de Ushuaia, miles de embarcaciones hallaron acomodo en las profundidades del mar acompañadas de todo un acervo de mitologías e historias que hoy en día ha llevado a la creación a nivel mundial de firmas especializadas, con tecnología de última generación, que están a la caza de estos tesoros que descansan en las profundidades oceánicas.

    Desde compañías regionales de países americanos hasta grandes corporativos, sobre todo de Estados Unidos, están dispuestos a rescatar de los litorales de las principales naciones latinoamericanas que llevaron cargamentos hacia Europa toda aquella plétora sumergida en sus aguas territoriales. Algunos, a lo largo de los siglos, han sido rescatados. Otros más permanecen incrustados en la cercanía de un puerto, de algún arrecife o en algún punto referente del mar abierto.

    Las pistas son vagas sobre el lugar preciso donde pudo haber naufragado algún galeón con enormes riquezas en su interior. Sólo datos cartográficos o semblanzas míticas que han ido divulgándose de generación en generación a través de los siglos. Nada preciso.

    A pesar de este vacío documental, las compañías buscatesoros siguen a la caza de todo aquel indicio que las lleve a dar con ese vociferado hundimiento narrado por la historia oficial documentada en el Archivo General de Indias de Sevilla.

    La tecnología con que operan estas firmas es de punta: sonares computarizados, apoyo satelital, buques insignia que albergan minisubmarinos con geolocalizadores integrados, buzos experimentados y todo un desplante de ciencia que apoya a las mentes codiciosas organizadas con la finalidad de encontrar ese tesoro que guarda miles de intrínsecas revelaciones en el fondo del lecho marino.

    Tan sigilosos son los secretos de estas riquezas marítimas, que algunos gobiernos juegan al gato y al ratón con aquellos buscatesoros piratas actuales: ávidos de burlar las soberanías de los litorales bajo engaños, de disfrazar las autorizaciones bajo preceptos técnicos y científicos sobre comportamientos del mar, asociaciones de buceo perfectamente organizadas sondean áreas donde presuntamente encalló algún barco con enormes fortunas.

    En la otra acera, los gobiernos también desarrollan su papel fraudulento con la máscara de la soberanía. Es sabida la argucia con que utilizan la bandera de la seguridad nacional diversos mandatarios latinoamericanos que han mandado a buscar, y en su caso rescatar, aquellos pecios de incalculable valor económico e histórico, bajo el mayor despliegue gubernamental de recursos a espaldas de la opinión pública de sus respectivos pueblos.

    Cada vez más gobiernos se están dando cuenta de que el propio pasado puede ser salvado de los estragos del tiempo y volverse un acopio de la vanidad humana para ser reconstruido milagrosamente mediante las técnicas científicas de arqueología subacuática desarrolladas recientemente: a partir de cargamentos, objetos personales y cuadernas de las mismas naves los arqueólogos pueden reconstruir con asombroso detalle la vida diaria, el comercio, la tecnología, el arte y lo que interesaba a las personas que hace cientos de años habitaban en los diferentes litorales de la América colonial.

    En México las firmas más poderosas del mundo en materia de caza tesoros lo han intentado una y otra vez, siendo hasta al momento la nación con más pecios documentados que están hundidos en sus litorales.

    Por lo anterior aquí se inserta la revelación ilustrada de cómo se espera en los próximos años que estos galeones sean rescatados por los gobiernos de México y España bajo acuerdos protocolarios de apoyo institucional mutuo, que ya han sido firmados por las administraciones de Enrique Peña Nieto y Mariano Rajoy.

    El libro que usted comienza a leer fue hilvanado bajo un estricto proceso de investigación que lo llevará a surcar los diversos mares de la América conquistada a lo largo de un tercio de milenio y que, secretamente, guardan en sus fondos náuticos cientos de barcos hundidos con cuantiosos cargamentos de un enorme valor monetario hoy en día.

    Estas son las pistas más contundentes y oficiales de su posible localización, así como de las empresas y gobiernos que se encuentran al acecho, con determinante decisión, para rescatar de las profundidades marinas estos pecios.

    Capítulo 1

    Pecios en América: rescates y pendientes subacuáticos

    Armados con la espada, montados a caballo y con la supuesta encomienda de adoctrinar bajo dogmas del Nuevo Mundo a toda la civilización encontrada en estas nuevas tierras descubiertas por el genovés Cristóbal Colón, los soldados de los imperios europeos del siglo XV, sobre todo España, tenían bien claro que su objetivo no era el tesoro espiritual, sino el mundano, aglomerado en caudales que guardaban estas inéditas tierras en metales como el oro, la plata, el cobre, así como piedras preciosa relucidas en el rubí, la esmeralda, el zafiro azul y el ágata, entre otras.

    Todos ellos referentes metálicos y ornamentos que los antiguos pobladores de América veían como simples atuendos, adornos cualesquiera que intercambiaron por escuetos espejos y que una vez cargados de estos tesoros las rudimentarias embarcaciones de la época de los presuntos conquistadores europeos sufrieron las calamidades que imperan en los mares: huracanes, arrecifes no detectados en las entonces rutas marítimas y referentes llenos de karma que justificaban el dicho popular de ladrón que roba a ladrón... donde piratas que intentaban hurtar lo saqueado daban como último destino a estos barcos las profundidades marinas.

    A lo largo de tres centurias las costas de toda América fueron testigos callados de miles de tránsitos de galeones entre las tierras descubiertas y la Europa que se debatía entre el oscurantismo y el retoñar del Renacimiento.

    Pero muchas de esas embarcaciones nunca llegaron a su cometido. Su

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1