COSAS EXTRAÑAS Y MARAVILLOSAS
Para los europeos del Renacimiento, el descubrimiento de América supuso una revolución en el conocimiento de insospechadas proporciones. En diversos países se hallan testimonios que reflejan la expectación ante las maravillosas noticias procedentes de las tierras recién halladas. En 1493, el humanista italiano Pedro Mártir de Anglería comenta jubiloso que Colón había regresado de su primer viaje, en el que había encontrado “cosas admirables”. Las gentes que había conocido vivían desnudas y sobrevivían gracias a los frutos de la naturaleza. Poseían sus propios monarcas y practicaban algún tipo de religión, ya que rendían culto a los cuerpos celestes. Como señala John H. Elliott, el entusiasmo de Anglería no tenía nada de excepcional en la Europa de su tiempo. Si la primera carta de Colón alcanzó las veinte ediciones en 1500, eso significaba que existía una expectación por conocer los detalles de su aventura.
En un entorno acostumbrado a venerar la autoridad de los sabios de la Antigüedad grecorromana, el Nuevo Mundo ponía en cuestión la exactitud a detallar en qué se habían equivocado los clásicos. No acertaron al afirmar que las Antípodas no existían, ni al pretender que en una región del planeta denominada “Tórrida”, la vida resultaba imposible por el excesivo calor.
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