A LA MANERA DE LAS URRACAS
“NUNCA HUBIERA PENSADO que volvería a vivir en Dublín –dice el fotógrafo Simon Watson–. Jamás, de verdad”. Nos encontramos en la soleada y sobria cocina de su casa de ladrillos rojos en Monkstown, a las afueras de la capital irlandesa, donde Watson, de 49 años, vive con su familia desde 2011. Hasta hace unos años, en su calle principal se podían comprar todavía herramientas eléctricas y excavadoras, recuerda con nostalgia, pero ahora está plagada de floristerías y cafeterías. Aun así, eso no disminuye el atractivo que conserva su propio entorno doméstico particular: una plaza ajardinada, una casa llena de luz con vistas al mar.
Watson dejó su ciudad natal en 1989, a los 19 años, abandonando sus estudios en la escuela de cine en pos de sus aspiraciones como pintor, para aterrizar finalmente en Nueva York. Esa era una época, dice, en la que uno podía dejarse caer por Manhattan “sin un duro en el bolsillo”, y alquilar un apartamento de dos habitaciones en Crosby Street, en el SoHo, por trescientos dólares al mes. El curso de la vida de Watson está llena de este tipo de carambolas inmobiliarias: él fue una de las personas que en NoHo justo antes de que, a mediados de los años noventa, se pusiera por las nubes; y también pudo adquirir un [uno de los típicos adosados de los siglos XIX y principios del XX, construidos en piedra arenisca marrón, donde vivían las clases trabajadoras de las principales ciudades estadounidenses] en Brooklyn Heights en la primera década de este siglo; o una serie de edificios en un remota isla siciliana en el cambio de milenio. “Los compré por dos duros”, explica; o bien: “me llevó un par de viajes al cajero automático”.
