LA CASA ES UNA ESCULTURA
EL DISEÑADOR INDUSTRIAL BRITÁNICO Tom Dixon ha llevado siempre su autodidactismo hasta el extremo. En los años setenta, mientras asistía en el norte de Inglaterra a la escuela secundaria, aprendió a realizar ollas de barro en un torno de alfarero. Justo un año antes se había comprado un bajo eléctrico Vox Panther; la banda de música disco punk que fundó, Funkapolitan, llegó a ser, a principios de los años ochenta, telonera de The Clash. En esa época tuvo un accidente de moto y esta quedó destrozada. Ni corto ni perezoso, agarró un soplete y la arregló con unos pocos rudimentos técnicos recién aprendidos, y de ahí pasó a soldar chatarra, durante el día, para convertirla en muebles, mientras que por la noche se dedicaba a dar conciertos.
Fue ese temerario afán de innovación lo que llamó la atención de una joven de Mónaco. Una noche de 1981 en la que Funkapolitan actuaba en el sur de Francia, la mujer, perteneciente a una de las familias más prominentes de Montecarlo, se fijó en su estilo desenvuelto y desenfadado. A diferencia de los convencionales jóvenes herederos de la sociedad de Mónaco –el país, que tiene la mayor riqueza per cápita del mundo, apenas cuenta con 38.400 habitantes censados–, ella había desarrollado, a sus veinte años, una fuerte inclinación por la vanguardia cultural,
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos