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Vigilante: Serie Vigilante
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Libro electrónico284 páginas3 horas

Vigilante: Serie Vigilante

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Información de este libro electrónico

Montreal, el largo, ardiente verano de 1996. En lo oscuro de la noche, moviéndose como la sombra de un espectro, un vigilante merodea las calles de la ciudad. Los objetivos de su conducta violenta, lo peor de lo peor: asesinos, pandilleros, violadores... Seis meses, dieciséis asesinatos y la agobiada policía está aún sin una sola pista, hasta que reciben un correo electrónico del mismo asesino. El teniente Dave McCall, a la cabeza de los Cuerpos Especiales para Homicidios Únicos, necesita ayuda para descifrar los secretos del insultante mensaje del asesino. Llama a un experto, Chris Barry, quien dirige una firma de seguridad especializada en comunicaciones computacionales. Juntos, McCall y Barry se lanzan en una sombría cruzada para rastrear a un hombre que asedia a los depredadores - una cruzada urgente para llevar a este asesino sin remordimientos a la justicia. Pero, ¿cuál justicia prevalecerá? ¿La de ellos, o la del Vigilante?

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento14 sept 2019
ISBN9781547569861
Vigilante: Serie Vigilante

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    Vigilante - Claude Bouchard

    Agradecimientos

    Un reconocimiento especial va para Óscar Lora por ser mi suplente en español y, claro, para Diana Domenech por su magnífico talento para traducir y su profesionalismo.

    Tabla de Contenido

    Prólogo

    Capítulo 1 – Martes 25 de junio de 1996

    Capítulo 2 – Miércoles 26 de junio de 1996

    Capítulo 3 – Jueves 27 de junio de 1996

    Capítulo 4 – Viernes 28 de junio de 1996

    Capítulo 5 – Sábado 29 de junio de 1996

    Capítulo 6 – Lunes 1 de julio de 1996

    Capítulo 7 – Martes 2 de julio de 1996

    Capítulo 8 – Miércoles 3 de julio de 1996

    Capítulo 9 – Jueves 4 de julio de 1996

    Capítulo 10 – Viernes 5 de julio de 1996

    Capítulo 11 – Sábado 6 de julio de 1996

    Capítulo 12 – Lunes 8 de julio de 1996

    Capítulo 13 – Miércoles 10 de julio de 1996

    Capítulo 14 – Jueves 11 de julio de 1996

    Capítulo 15 – Viernes 12 de julio de 1996

    Capítulo 16 – Sábado 13 de julio de 1996

    Capítulo 17 – Lunes 15 de julio de 1996

    Capítulo 18 – Martes 16 de julio de 1996

    Capítulo 19 – Miércoles 17 de julio de 1996

    Capítulo 20 – Jueves 18 de julio de 1996

    Capítulo 21 – Viernes 19 de julio de 1996

    Capítulo 22 – Sábado 20 de julio de 1996

    Capítulo 23 – Domingo 21 de julio de 1996

    Capítulo 24 – Lunes 22 de julio de 1996

    Capítulo 25 – Martes 23 de julio de 1996

    Capítulo 26 – Miércoles 24 de julio de 1996

    Capítulo 27 – Jueves 25 de julio, 1996

    Capítulo 28 – Viernes 26 de julio de 1996

    Capítulo 29 – Sábado 27 de julio de 1996

    Capítulo 30 – Lunes 29 de julio de 1996

    Capítulo 31 – Martes 30 de julio de 1996

    Capítulo 32 – Miércoles 31 de julio de 1996

    Capítulo 33 – Jueves 1 de agosto de 1996

    Capítulo 34 – Viernes 2 de agosto de 1996

    Capítulo 35 – Sábado 3 de agosto de 1996

    Prólogo

    El viejo estaba borracho de nuevo. Eso generalmente significaba problemas.

    El chico de diez años hizo retroceder silenciosamente su figura enjuta, de poco más de metro y cuarto en el recoveco del ático; su lugar secreto, como lo llamaba. Ahí estaría seguro, siempre y cuando se mantuviera quieto, porque el bastardo se ponía violento cuando estaba bebido.

    El joven se preocupaba, sin embargo, por su hermana de quince años, quien había llegado diez minutos antes de que lo hiciera su padrastro. Él la escuchó y después la vio por la rejilla de ventilación en el techo del cuarto de la chica mientras ella entraba y dejaba caer su usada mochila sobre la cama. Sin embargo, ella no sabía que él estaba ahí, ya que nadie sabía de su lugar secreto. Nadie usaba nunca el ático.

    Él la había observado mientras ella se examinaba la cara en el espejo del peinador y se sacudía el pelo ondulado y rubio cenizo, cortado a la altura de los hombros, antes de sacarle la lengua a su reflejo. Aunque él nunca se lo había dicho, pensaba que ella se estaba volviendo más bonita cada día, pero ella nunca estaba feliz con su aspecto o con la ropa sin marca y gastada que tenía que usar.

    ¿Dónde puñetas están todos?, gritó el hombre con furia mientras subía pesadamente la escalera.

    El chico podía oír al estúpido borracho pegarse en una pared, para después rebotar en la otra mientras subía a duras penas. Acostado sobre su estómago, el joven silenciosamente volvió poco a poco hacia la rejilla de ventilación, teniendo cuidado de no enganchar sus holgados pantalones en el piso de madera basta. Se podían oír las puertas abriéndose y cerrándose con fuerza por todo el pasillo de arriba. Llegó a la rejilla y se asomó para ver a su hermana mayor, mientras deseaba que hubiera alguna forma en que mágicamente pudiera transportarla arriba con él, como lo hacían en Viaje a las estrellas.

    Ella estaba sentada en la cama, con las rodillas dobladas bajo su barbilla, acurrucada en la esquina y temblando con intenso temor mientras miraba hacia la puerta. Se puso rígida a medida que los pasos se aproximaban, ocasionando que una ola de náusea rompiera sobre su hermano mientras él secreta, pero impotentemente observaba. Los pasos se detuvieron al otro lado de la puerta y a medida que los segundos corrían silenciosos, estos solo servían el propósito de incrementar el terror privado de cada hermano.

    ‘Por favor, vete. ¡Déjala sola!’, el chico rogaba en su mente, mientras se mordía los nudillos para no gritar.

    En ese momento, la puerta se abrió con un azote, lo que hizo que su hermana saltara de miedo.

    ¿Cómo te va, chiquilla?, gruñó el padrastro con una sonrisa lasciva. ¿No me escuchastes llamando?.

    Yo es-estaba estudiando, ella tartamudeó con voz débil. No lo escuché. Lo siento.

    Desde la seguridad de su escondite, el chico podía ver ahora a esa masa corpulenta y cuarentona con el pelo entrecano y grasoso, blue jeans sucios y panza sobresaliente bajo su camiseta demasiado estrecha. Su postura inestable dejó muy claro que había ido a beber después de su turno en el taller mecánico, si es que se había presentado a trabajar.

    ¿Dónde está tu mamá, dulzura?, arrastró las palabras mientras se acercaba.

    Ella es-está fuera, creo, contestó la joven, intentando poner confianza en su voz, sin lograrlo. Pero volverá muy pronto.

    El viejo sonrió de nuevo, más bien hizo una mueca, mientras vacilaba ligeramente.

    ¿Y ese hermano mierdita tuyo?, inquirió su padrastro. ¿En dónde está?.

    No l-lo sé, susurró la chica. Nadie estaba en casa cuando llegué.

    Así que somos solo tú y yo, ¿eh, chiquilla?, caviló, rascándose la barba de varios días en un esfuerzo por reflexionar, mientras sus ojos empañados vagaban por las formas del cuerpo de la muchacha debajo de su amarillo y usado vestido estival.

    Estoy segura de que mamá volverá muy pronto, ella repitió llorosa mientras se encogía en la esquina, temblando de terror.

    El viejo le sonrió por unos segundos, y entonces se volvió y cerró la puerta.

    Mientras regresaba con ella, comenzó a desabotonarse los pantalones y contestó: Bueno, muchacha, muy pronto no es suficientemente pronto para mí hoy. Tendrás que llenar los zapatos de tu madre.

    El niño rodó para alejarse de la rejilla, para evitar ver lo que estaba pasando. Su hermana gritó y se escucharon varias bofetadas, para después oír un sofocado: Quieta, señorita. Cubriéndose sus orejas, el joven se encogió aterrado en la oscuridad y lloró silenciosamente, frustrado. Pero, ¿qué podía hacer él? Solo tenía diez años.

    Después de un par de minutos, el niño escuchó la puerta de la recámara abrirse y cerrarse con un portazo y todo quedó quieto. Con lágrimas en los ojos, se arrastró hacia adelante y una vez más miró por la rejilla.

    Su padrastro se había ido, pero su hermana todavía estaba ahí, tirada en la cama, sollozando y temblando incontrolablemente. Su vestido estaba roto y él pudo ver sus pechos expuestos, arañados y con moretones. El ojo izquierdo de la chica, justo por encima del pómulo, ya comenzaba a hincharse de cuando el cerdo la golpeó y las sábanas estaban salpicadas de sangre.

    Él comenzó a llorar en silencio una vez más, mientras juraba que se vengaría cuando fuera mayor.

    Capítulo 1 – Martes 25 de junio de 1996

    8:00 p.m. Sandy estaba en la escuela; era su última noche del curso de primavera y no estaría en casa por un buen rato. Había mencionado que iría por uno o dos tragos después de clase con unos cuantos compañeros para celebrar el fin de otro semestre. Por tanto, probablemente no volviese a casa sino hasta medianoche. Ella nunca regresaba a recogerse en este tipo de ocasiones, ya que disfrutaba de estos breves eventos sociales.

    Con Sandy fuera, él estaba solo por el resto de la noche, pero esto nunca había resultado ser un problema en el pasado y esta noche no sería diferente. Él era perfectamente capaz de cuidar de sí mismo y siempre podía encontrar una forma de ocupar su tiempo.

    Se puso unos Levi’s negros y una camiseta oscura, deslizó sus pies en sus Reeboks negros y los ató firmemente. Dejó su dormitorio, descendió a la planta principal, se dirigió al clóset del recibidor y tomó su chaqueta de cuero negra. Nada de estoperoles o cadenas: solo cuero negro. Se puso la prenda y una gorra de béisbol. Unos lentes de aviador oscuros y espejados completaban el conjunto.

    Examinó su imagen en las puertas con espejo del clóset, se permitió una sonrisa y murmuró: Perfecto, como siempre.

    Era hora de irse.

    Después de activar el sistema de seguridad para las luces de la casa y la alarma, cargó con su pequeña bolsa de lona y bajó la corta escalera que daba a la cochera.

    Una vez ahí, dudó por unos segundos, como siempre, tentado a usar el Corvette, totalmente negro, encerado y brillante. Pero no: eso sería demasiado llamativo, y francamente, nada práctico. Suspiró, se subió a la minivan, encendió el motor mientras se abría la puerta de la cochera, y se lanzó a toda velocidad hacia la noche.

    * * * *

    Ella estaba sentada en la barra de su abrevadero favorito, un poco frustrada gracias a los dos imbéciles que se la habían estado comiendo con los ojos, mostrando sus estúpidas sonrisas.

    ¿Por qué no puede una chica venir a beber en paz después de un largo día, como lo hacen los chicos?, se preguntó, molesta.

    Esperaba que los dos idiotas se aburrieran y miraran a otra parte. Después de todo, ella no había hecho nada para llamar su atención.  Incluso se había negado a aceptar la bebida que ordenaron para ella. Solo intentaba relajarse después de un duro día en la oficina.

    ¿Otro Manhattan?, ofreció el cantinero, interrumpiendo sus pensamientos.

    Uno más, respondió cortésmente, echando una mirada hacia sus antagonistas. "En mi cuenta".

    No dejes que te molesten, Eileen, sugirió el musculoso cantinero con empatía, mientras señalaba con la cabeza en dirección a los dos trajeados. Son solo un par de mequetrefes, es todo. No hay forma de que te molesten mientras yo esté aquí.

    Gracias, Alain, respondió, mostrando una sonrisa agradecida. "Y, al final, tienes razón. Son solo un par de mequetrefes y todo lo que han hecho fue verme".

    De repente, extendió una gran sonrisa y agregó teatralmente: ¡Vaya! No importa cuán desapercibida trate de pasar, me temo que debo aceptar que soy algo digno de verse.

    Y muy modesta además, rió Alain mientras se retiraba para preparar la bebida.

    Eileen Baker era, de hecho, una mujer muy atractiva. Aunque ahora era una ejecutiva de publicidad con larga experiencia, a la edad de veintidós, su largo cabello, rizado y oscuro, sus ojos verdes y deslumbrante sonrisa le permitieron pagarse la universidad como modelo para revistas y catálogos a medio tiempo. Con 1.65, su figura esbelta y escultural volvía las cabezas, ya fuese ataviada con blue jeans y camiseta o en un traje sastre y tacones, como los que usaba en ese momento.

    Antes de que Eileen se diera cuenta, el tercer trago ya casi se había acabado y ella, de hecho, se sentía mejor. Los dos tipos de corbata al final de la barra estaban absortos en las noticias deportivas que transmitía la T.V. de pantalla grande y parecía que habían perdido interés en ella. No se veían como malos chicos después de todo; probablemente eran casados, con hijos. Simplemente fue una cuestión de hormonas; los hombres eran así. Todo lo que una tenía que hacer era enfrentarlos, mencionar a sus esposas, y no te volverían a mirar a los ojos aunque sus vidas dependieran de ello.

    Estaba sonando un buen rock’n’roll en el fondo. Springsteen, mediados de los setenta. El lugar se estaba llenando, incluso para un martes en la noche. Pero después de todo, solo eran las 8:45 y este era uno de los lugares más populares en el centro. Muchos, como ella, trabajaban hasta tarde y necesitaban despejarse un poco antes de irse a casa por unas pocas horas de sueño y comenzarlo todo de nuevo. ¡Ah, la vida en la vía rápida! La vida en los 90s: trabajo, trabajo, trabajo.

    Vació su vaso y, aunque estaba tentada a pedir otro, se decidió en contra. Estaba conduciendo; además, tenía una presentación importante que hacer en la mañana. Le hizo una seña a Alain, pagó su cuenta junto con la generosa propina de siempre y se dirigió a casa.

    * * * *

    Él se orilló en una calle lateral de Sherbrooke y encontró un lugar para estacionarse con relativa facilidad. Todavía era temprano y las multitudes no tendían a reunirse en el centro las noches de los martes.

    Apagó el motor, salió del auto y activó la alarma. Uno nunca podía ser demasiado cuidadoso en estas calles; lo que incidentalmente era la razón por la que había venido aquí en primer lugar. Unos pocos minutos de búsqueda cuando mucho y tenía la confianza de que encontraría algo de acción. Al menos, eso era lo que esperaba.

    * * * *

    Eileen había sido lo bastante afortunada como para encontrar estacionamiento en Aylmer, a solo una corta cuadra del bar. A ella no le gustaba particularmente esta área en las noches, pero de nuevo, no había sector del corazón del centro que pudiera considerarse completamente seguro una vez que la oscuridad se había asentado. Borrachos, drogadictos, vagabundos y pandillas se habían, lenta pero insistentemente asentado en el centro durante las noches a lo largo de quince años. Los índices de criminalidad se habían alzado drásticamente y los esfuerzos de la administración de la ciudad para controlarlos habían fallado miserablemente; la vida en los 90s.

    Al dar vuelta en la esquina, Eileen escuchó el repiqueteo de pasos firmes y rápidos que venían por la banqueta a sus espaldas. Ella apretó el paso y su auto estaba a la vista.

    Alcanzó el vehículo y echó una mirada sobre su hombro mientras buscaba a tientas las llaves en su bolso. Los dos trajeados del bar se acercaban a ella.

    Frenéticamente, intentó abrir la puerta del auto, pero antes de que pudiera meter la llave en el cerrojo alguien hizo presión sobre su cuerpo y la tomó firmemente de la cintura.

    Es muy temprano para ir a casa, dulzura, ¿no lo crees?, la voz susurró desde atrás. ¿Por qué no vamos ahora por esa bebida?.

    Aunque estaba asustada, ella se volvió para fulminar con la mirada al hombre, el más joven, y le contestó con decisión: No estoy segura de que eso le guste a tu esposa.

    Sonriendo ampliamente sobre su hombro a su amigo mayor, el agresor se burló: ¿No es un encanto? La dama se preocupa por mi mujer.

    Volviéndose a ella, rugió: Tal vez tengas razón, perra. Tal vez no tengamos tiempo para una bebida.

    Dicho eso, él la tomó por el pecho, sujetó sus brazos con una mano y cubrió su boca con la otra. Mientras su cómplice mayor montaba guardia, él procedió a medio arrastrar, medio llevar el cuerpo que forcejeaba hacia un callejón oscuro en la cercanía.

    Una vez en el callejón, él la tiró al pavimento en la esquina que formaban dos paredes de ladrillo. Eileen comenzó a gritar y él la recompensó con una bofetada que le cruzó la boca.

    Sigue así, preciosa, y esta noche podría volverse desagradable, siseó amenazadoramente su atacante.

    Échándole una mirada lasciva, él bajó el cierre de sus pantalones y comenzó a acercarse mientras ella se encogía en la esquina, llena de terror. En ese momento, su agresor escuchó repentinamente un sonido de gorgoteo y ahogo detrás de él y se volvió para encontrarse con su cómplice mayor, quien yacía en el suelo sacudiendo las piernas, al tiempo que se agarraba la garganta.

    Mientras miraba en un silencio aturdido y desconcertado, notó que un charco oscuro se formaba rápidamente alrededor de la cabeza del hombre mayor. Al elevar la vista, se dio cuenta de que un hombre se encontraba a unos pocos metros de distancia, con una larga y esbelta navaja en una mano y un bate de béisbol en la otra. En la tenue luz, se dio cuenta de que la hoja de la navaja estaba manchada y goteando. Su amigo se había dejado de mover y yacía sin vida en el suelo.

    El extraño se agachó con calma sobre el cuerpo y con cuidado limpió la hoja con la chaqueta del cadáver. Entonces oprimió un botón en el mango de la navaja, haciendo que la hoja desapareciera, y deslizó el arma en un bolsillo.

    Al ponerse de pie nuevamente, volvió su atención hacia Eileen y habló.

    "Señorita, creo que debería partir. De verdad siento mucho cualquier inconveniente que estos caballeros le hayan causado y le prometo que no lo harán de nuevo."

    Sin palabras y con lágrimas en los ojos, Eileen se sostuvo sobre sus temblorosas piernas y atravesó rápidamente el corto callejón hacia la calle. En segundos, se oyó al motor rugir, seguido por las llantas del auto que pintaron su desesperado camino hacia la noche.

    El extraño, empuñando el bate, se volvió hacia el agresor más joven, quien luchaba frenéticamente para subir el cierre de sus pantalones.

    Ahora, mi amigo, anunció con una sonrisa mortal, es mi turno de divertirme.

    Capítulo 2 – Miércoles 26 de junio de 1996

    6:00 a.m. Chris Barry despertó con los primeros versos de Come to my Window de Etheridge en el radio reloj. Rápidamente apagó la alarma para evitar despertar a su esposa, quien dormía plácidamente a su lado.

    La contempló por un momento y pensó, como lo había hecho muchas veces antes, en cuán afortunado era en tenerla. Si acaso, era más hermosa ahora que cuando se conocieron quince años antes, cuando ella tenía dieciocho.

    Con un suspiro de satisfacción, saltó de la cama y se dirigió al baño contiguo a su recámara, cerrando con cuidado la puerta para no molestarla.

    La suya era una buena vida, y Chris estaba orgulloso de lo que había logrado hasta el momento.

    Después de la preparatoria, sintió que los estudios no eran tan importantes como el dinero, así que se dirigió al mercado laboral. Después de tener un par de trabajos de oficina, sin embargo, se dio cuenta muy pronto de que si quería más, le vendría bien un poco de educación extra. Entonces, se inscribió en una universidad local y, después de muchos arduos años de atender clases nocturnas, era el Vicepresidente Ejecutivo y Director de Operaciones de CSS Inc., precedido solo por Walter Olson, el fundador de la compañía, Presidente y Director Ejecutivo.

    CSS Inc., la cual se estaba convirtiendo rápidamente en líder en seguridad de sistemas e investigaciones relacionadas, había sido fundada por Walter hacía unos años ya. Operando inicialmente bajo el nombre de SecurInvestigations Ltd., sus orígenes habían sido los de una firma de investigación y seguridad, ofreciendo sus servicios a corporaciones con problemas criminales internos. Además, había proveído servicios de seguridad para eventos públicos como conciertos y convenciones.

    Aunque la firma había ganado una reputación respetable en su campo a lo largo de los años, los tiempos cambiantes habían hecho gradualmente de la prosperidad un objetivo elusivo. Al enfrentarse a la disminución de las ganancias debido a la creciente competencia y mercados veleidosos, Walter Olson había intentado identificar posibilidades de diversificación para darle a su compañía el renacimiento que merecía justamente. Eso había sido hace ocho años. Fue entonces cuando Walter conoció a Chris Barry.

    Chris se había acercado a Walter sin ser requerido para ofrecer sus servicios. Había explicado a Walter cómo limitar su negocio al saturado campo de los servicios de investigación convencionales sofocaba, por no

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