Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El Árbol De La Dicha
El Árbol De La Dicha
El Árbol De La Dicha
Libro electrónico332 páginas5 horas

El Árbol De La Dicha

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Roger Taylor se salva milagrosamente, despus de un accidente de trfico donde mueren su esposa y su hija, luego de un largo periodo de inconsciencia, y de una profunda depresin, un misterioso personaje se presenta en su vida, y le deja un mensaje que marca el destino de su vida, esto lo lleva a decidir un futuro inesperado, cumplir con el mensaje y encargo, poco a poco, l descubre que es un hombre, ms que ordinario, y su misin en la Tierra es colaborar con la misin encomendada por el incgnito individuo que le da en sus manos, el poder de cambiar la sociedad, l entiende que el camino es muy largo y acepta el reto del misterioso hombre. Su destino tambin lo marcan otras personas, que l cree que son puestas en su camino por un ente superior. Su personalidad tiene dos caras, se convierte en un hombre con emociones muy profundas, una, el amor de servir a la humanidad, y la otra cara, es un hombre fro implacable, con el deseo de impartir justicia a quienes rompen las leyes, y sacar del camino a criminales que no dejan evidencia en su carrera delictiva de asesinatos. El rbol es la incgnita ms grande de su vida, y a la vez, su propia vida.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento1 jul 2013
ISBN9781463359836
El Árbol De La Dicha

Relacionado con El Árbol De La Dicha

Libros electrónicos relacionados

Ficción de acción y aventura para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El Árbol De La Dicha

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El Árbol De La Dicha - Alfredo Romero Espinoza

    Copyright © 2013 por Alfredo Romero Espinoza.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    Fecha de revisión: 24/07/2013

    Para realizar pedidos de este libro, contacte con:

    Palibrio LLC

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    474678

    INDICE

    CAPITULO UNO

    CAPITULO DOS

    CAPITULO TRES

    CAPITULO CUATRO

    CAPITULO CINCO

    CAPITULO SEIS

    CAPITULO SIETE

    CAPITULO OCHO

    CAPITULO NUEVE

    CAPITULO DIEZ

    CAPITULO ONCE

    CAPITULO DOCE

    CAPITULO TRECE

    CAPITULO CATORCE

    CAPITULO QUINCE

    CAPITULO DIECISEIS

    CAPITULO DIECISIETE

    CAPITULO DIECIOCHO

    CAPITULO DIECINUEVE

    CAPITULO VEINTE

    CAPITULO VEINTIUNO

    CAPITULO VEINTIDOS

    CAPITULO VEINTITRES

    CAPITULO VEINTICUATRO

    CAPITULO VEINTICINCO

    CAPITULO VEINTISEIS

    CAPITULO VEINTISIETE

    CAPITULO VEINTIOCHO

    CAPITULO VEINTINUEVE

    CAPITULO TREINTA

    CAPITULO TREINTAIUNO

    cover_flat.jpg

    Dedicado a todas las personas que sueñan

    en un mundo mejor, con más equidad, con

    más justicia, menos violencia, y que el hombre

    a través del tiempo cambie, y que su genialidad

    la use para el bien.

    Y, en mi mundo personal, dedico este

    libro a todas las personas que están

    en mi pensamiento, en mis recuerdos,

    que forman parte de mi vida; mi esposa,

    mis hijos, mis hermanos, familiares,

    y amigos.

    CAPITULO UNO

    Bayonne, New Jersey

    Primera semana de Enero, 2010

    La mañana de la primera semana de Enero, estaba fría, había nevado, a través de la ventana, se veía copos de nieves, que caían encima de los pinos, y arbustos. La nieve se había acumulado cerca de un pie de alto, y era una gigantesca sábana blanca tendida encima de las pistas, y veredas. Desde que Vivian despertó, estaba optimista, con alegría de empezar un nuevo día, estaba feliz. Roger su esposo ya estaba levantado, ya había preparado el café en la cafetera automática y preparó unas tostadas y dos sándwiches, uno para él y otro para Vivian, los puso en sus respectivas loncheras, y ya tenía listo el plato de cereal y la leche para Verenice, su pequeña hija de cinco años, y lo comería después de salir de baño. Vivian, entró al cuarto de Verenice temprano, para prepararla y llevarla a la niñera, y ella ir a trabajar, como era la rutina de cada día. Después de alistar y darle el cereal con leche a Verenice, ambas se dirigieron a la cochera, abrió el carro con el clic del control remoto, las dos entraron al carro; Vivian puso la llave en la ignición de su carro, al tratar de arrancar, éste hizo un ruido como si quisiera arrancar, pero no arrancó, llamó y pidió a Roger que chequeara el carro, porque posiblemente la batería estaba muerta, Roger trató de encender el carro de Vivian, con los cables, y utilizando su carro, pero no pudo, el carro no respondió, el tiempo apuraba a Vivian, y a Roger para llegar a sus respectivos trabajos, bajaron a su hija del carro, y la pusieron en el carro de Roger, los dos decidieron ir en el carro de Roger, él, llevaría a Vivian al trabajo, y a Verenice, a la niñera, de allí, iría a su trabajo que estaba a quince minutos de distancia en carro, tomando el atajo del camino de la ruta que le permitía ahorrar tiempo, este corte de camino Roger lo conocía a la perfección, esta pequeña ruta llamada Caballo Negro, que formaba un ángulo de noventa grados hacia la izquierda, al lado derecho bordeaba un lago, y árboles de pino de diferentes clases a ambos lados, los camiones de limpieza, habían despejado la nieve de las carreteras muy temprano, y aun se veían uno que otro camión haciendo su labor. En esta parte del camino había una curva de mucho cuidado, en ambos lados no se veían los lados contrarios, Roger, era muy cuidadoso al manejar, y tenía mucho más cuidado en esa zona, y el manejaba el carro a una velocidad indicada por la señal, treinta millas por hora, la curva era ciega por ambos lados, Roger siguió como de costumbre, con sumo cuidado, observó, y disminuyó la velocidad del carro, teniendo cuidado que cualquiera que viniera en sentido contrario a alta velocidad, el pudiera esquivar el golpe, o al menos podría evitar un choque frontal, aproximadamente a dos cuadras de distancia, vio a un hombre parado, vestido con una chaqueta de invierno negro, al igual que el pantalón, su pelo largo era del mismo color; luego éste camino de regreso y levantó las dos manos enguantadas, haciendo señales a otro carro que venía en sentido contrario, en una curva ciega, Roger no le dio mucha importancia, solamente pensó que al hombre posiblemente se le daño el carro, y estaba pidiendo ayuda, siguió manejando, haciendo un pequeño comentario a su hijita y a su esposa: Pobre hombre, seguro que se le daño el carro, especialmente a esta hora de la mañana, probablemente está esperando a la grúa para que lo socorra. Roger se acercó hacia la curva, bajó la velocidad, y de repente un camión-tráiler, que venía en sentido contrario, se estrelló con el carro de Roger, este se volcó y el camión con la fuerza de la velocidad y su gran tamaño, arrasó el carro, y lo arrastró cerca de un pequeño lago, que estaba a cincuenta metros de distancia, el carro quedó completamente destrozado, las bolsas protectoras se inflaron, los vidrios de las ventanas volaron en mil pedazos, las puertas quedaron completamente hundidas, en el primer impacto, el carro giró, quedando la puerta de Vivian, propensa a la segunda arremetida del camión, este golpeó toda la puerta de Vivian, quien murió instantáneamente por el impacto, Verenice, estaba sentada en el asiento trasero, con su asiento especial, no resistió el impacto del gigantesco vehículo, también murió, mientras tanto, Roger quedó atrapado en toda la deformidad del carro, donde la bolsa de aire había empujado su cabeza hacia el lado derecho del carro, el fuerte impacto hizo que al instante perdiera el conocimiento.

    A los pocos minutos, cuatro carros patrullas arribaron ululando las sirenas a la escena del accidente y comenzaron a desviar el tráfico para que los dos camiones de rescate pudieran llegar al lugar, ellos encontraron los cuerpos magullados e inertes de Vivian y Verenice, que después de examinarlas detenidamente, procedieron a ponerlos en bolsas negras, señal que ellas habían cesado de existir, mientras tanto los enfermeros de rescate, llamaron al helicóptero de emergencia, para que llevaran el cuerpo de Roger, todavía con vida, que milagrosamente había sobrevivido al choque de un hit and run (choque y fuga), algunas personas que estaban dirigiéndose a trabajar o se dirigían a diferentes destinos, vieron como el chofer del camión, huyó de la escena del accidente, y donde este se dirigió; así lo reportaron a la policía, el sargento, Peter Foster, al comenzar al comenzar a hacer una investigación preliminar, encontró que un camino de tierra cubierta por un poco de nieve, notó que un gran manojo de ramas había sido arrastrado, a unos cuatrocientos metros hasta la salida a la pista de otro conjunto habitacional, y había huellas de las botas de dos personas, una de ellas del chofer fugitivo, y la otra presumiblemente de algún cómplice, pero no encontraron las ramas que habían utilizado para tal cometido, después de deducir por cuenta propia lo que había pasado, decidió reportarlo a sus superiores como, asesinato e intento de asesinato, y el detective Enrico Piccolini, quien iba a estar a cargo de la investigación, ordenó que lo declararan muerto, para proteger la identidad de Roger de esta forma, y evitar, otro intento de matarlo, también le cambiaran el nombre momentáneamente, y que se investigara el caso muy discretamente. En el hospital, Roger, estaba críticamente herido, inconsciente, y algunas costillas fracturadas, las posibilidades que sobreviviera eran pocas, pero los médicos luchaban por salvar la vida de Roger, y en los días siguientes, verían si él podría sobrepasar su estado crítico. La gente que trabajaba con Roger, en Bayonne Investments, se enteraron del terrible accidente a través de los periódicos, él había fallecido junto con su familia; muchos compañeros de trabajo sintieron mucho pesar, con esta noticia esto los hacia recapacitar y pensar lo fácil que es perder la vida, Roger era bien estimado por su trato cordial, y siempre estar atento para ayudar a cualquier empleado. La única familia que tenía Roger eran su esposa Vivian y su hija Verenice, las dos habían fallecido en el accidente y solo quedaba Virginia, la hermana de Vivian. En el hospital, los siguientes días, Roger dio señales positivas de mejoría, y los doctores, siguieron el proceso hasta que a los quince días, vieron que el estado crítico había pasado, pero todavía seguía inconsciente, y no daba señales de recuperarse y salir del estado letárgico en que se encontraba, cada día que transcurría, los médicos tenían la esperanza que Roger recuperara sus sentidos, las señales del monitor, indicaban que sus signos vitales, eran positivos, pero él no regresaba de su inconsciencia, En la cama del hospital Roger se veía como un vegetal postrado, inerte, alimentado a través de una sonda conectada a su brazo por el suero intravenoso. Roger en esta situación, no vislumbraba tener la esperanza de recuperarse, y tener una vida normal.

    Roger, Vivian y Verenice, fueron enterrados por las autoridades locales, en el Cementerio Constable, con la presencia de su hermana Virginia y veintidós compañeros de Vivian, de la tienda que trabajaba, asistieron a su funeral, y en su último adiós, el gerente dio un discurso de despedida y de respeto para el esposo, ella y su pequeña hija, Vivian seria recordada como una buena amiga y compañera de trabajo. Solamente, tres personas de Bayonne Investments, asistieron al ficticio entierro de Roger. Bernard, el dueño y jefe de la compañía, no asistió. Nadie sabía que Roger estaba gravemente herido en el hospital y resguardado por seguridad policial. El sacerdote comenzó el discurso:

    Dios ha querido llevarse a esta familia joven, antes de tiempo, son los designios del Todopoderoso, ante su llamado, no podemos negarnos. Ahora todos ellos están descansando en paz, ellos siempre serán recordados como una familia ejemplar, para todos nosotros que lo conocimos personalmente, sentimos un profundo dolor ante este sorpresivo y doloroso acontecimiento que ha impactado en todos nuestros corazones y nos hace meditar acerca de nuestras propias vidas, pensar que nadie está libre de una desgracia ahora solo nos queda rezar por ellos para que sean bien recibidos en los brazos de Dios. Oremos por el descanso eterno de esta hermosa y ejemplar familia. Todos los asistentes guardaron silencio. Virginia estaba completamente vestida de negro, con un sombrero negro que le cubría la frente y con unos anteojos oscuros, silenciosa, trataba de contener las lágrimas que le brotaban por el inmenso dolor que sentía ante la desaparición de sus seres más queridos. Ella era la única que sabía la verdad acerca de la muerte ficticia y el cambio de identidad de Roger. Las autoridades, le habían pedido su colaboración y discreción, porque el caso era muy delicado, y cualquier pequeña indiscreción podría hacer fracasar todas las investigaciones.

    cover_flat.jpg

    CAPITULO DOS

    Roger no daba señales de vida, su estado de salud seguía igual, los doctores no podían dar un pronóstico del caso, solo esperaban que Roger recuperara la conciencia, mientras tanto, tenían la esperanza que el volviera en sí. La única persona que podía visitarlo era Virginia, ella iba al Hospital Saint Marie, dos o tres veces por semana, siempre cuidando con discreción, de no hablar, ni hacer ningún comentario con nadie, ella lo acompañaba media hora o a veces una hora, deseando que recobrara el conocimiento, pero no veía ningún progreso, y al verlo unido a las sondas y toda la maquinaria que controlaba su estado, algunas veces ella pensaba Si va a seguir así, mejor que Dios lo recoja. Transcurrieron tres meses, era Domingo, la última semana de Abril, el reloj estaba marcando las tres y diez de la tarde, se escuchaban voces en los pasadizos del pabellón, algunas voces lejanas parecían murmullos, se acercaban y se alejaban de los oídos de Roger. En el monitor se veía, los signos vitales de Roger, a esta hora, el reloj de pared marcaba la vuelta al estado consciente de Roger. La enfermera, fue al cuarto de Roger, él estaba despierto, después de un largo letargo, mirando el techo, poniendo sus pensamientos en orden, y luego la enfermera le preguntó:

    ¿Cómo se siente? La mente de Roger hizo un recuento borroso del momento que transcurrió el accidente, y solo atinó a decir.

    ¿Dónde están mi esposa y mi hija?, la enfermera no contestó nada, su silencio era la respuesta que algo grave había pasado. Esperando lo peor, preguntó:

    ¿No lograron escapar del accidente?, la enfermera movió la cabeza hacia los lados, dando respuesta a la pregunta de Roger, un llanto profuso irrumpió de su alma, y un grito de impotencia salió de la fiera herida que había en él, así estuvo por un tiempo que parecía infinito, con el dolor a cuestas que ya empezaba a ser el principio de un dolor eterno. Tres enfermeras corrieron al cuarto de Roger, y la enfermera supervisora ordenó que le aplicaran un sedante, en la sonda donde bajaba el suero hacia sus venas. Roger se quedó dormido, llevando en su inconsciencia la pérdida de sus dos seres más queridos. Los días venideros, eran de tortura emocional, mudo, sin querer comer y apenas se limitaba a beber agua, su cuerpo poco a poco se convirtió en un costal de huesos, su mirada fija, y el silencio acompañaban a Roger en su dolor. Después de diez días los médicos le dieron de alta, Virginia lo llevó a su casa, Roger sentía que su casa estaba vacía, reinaba el silencio total, y en su mente resonaban las voces de Vivian y Verenice, los cuartos vacíos, y pasaba horas enteras en la escalinata que daba al jardín donde alrededor había flores; geranios, gardenias, alhelís, y girasoles, algunas conservaban su espléndido color, y otras estaban marchitas, en el centro había un círculo con diferentes clases de flores, todas estaban marchitas como Roger que en sus treinta años parecía un anciano, el dolor y el tiempo lo habían marchitado aceleradamente. Roger, alto, pelirrojo, ojos azules, no le daba a importancia a nada, y se negaba ver a Virginia, hermana de Vivian, que constantemente llamaba y le dejaba algunos alimentos en la puerta, y alguna comida lista para comer, Roger, rehusaba a abrir la puerta y contestar el teléfono, quería estar en su mundo enclaustrado en su caparazón de dolor y silencio. Virginia entendía por lo que estaba pasando Roger, porque también sufría la pérdida de su hermana con quien congeniaba y eran verdaderas amigas, el dolor de Virginia, había sido fortalecido con resignación, y oración, ellas habían tenido la experiencia de perder a sus padres; una a la edad de diez, y la menor ocho años, y habían sido criadas por su tía Linda, hermana de su mamá. Todavía tenía el recuerdo de la noticia de la muerte de sus padres en un accidente de aviación, nunca quiso creer que sus padres habían muerto, y aún con los años transcurridos, ella sabía que sus padres habían muerto, pero su mente rehusaba a aceptar esto.

    Tengo que ayudarlo, no puedo abandonarlo, Roger, no ha aceptado la muerte de Vivian con resignación, y se resiste a dejarla ir, mientras él se resista a dejarla ir, más grande va a ser su dolor, pero haré todo lo posible para que entienda que la vida sigue adelante, y que él no se puede abandonar en la forma que lo está haciendo, pensaba Virginia.

    Roger, recibía mensajes de texto y de voz de Virginia, pero el borraba todos los mensajes, rehusando saber lo que pasaba en el mundo exterior. Su casa estaba en completo abandono, papeles, basura, polvo, el dormitorio, estaba con las sábanas sucias, en completo desorden, el baño, estaba lleno de mugre, tanto en el lavatorio como la tina, él no se daba por enterado y seguía la rutina de vivir así, sin importarle nada a su alrededor, era una locura causada por el dolor, la depresión en que vivía ya lo llevaba al borde del suicidio. A finales de la Primavera, Roger estaba con la barba crecida, el pelo largo y con un olor insoportable, se sintió incómodo, las veces que se bañó fueron esporádicas y solo regó un poco de agua en su cuerpo. Ese día de primavera, comenzó a sentir un olor pesado, una combinación de algo pútrido y avinagrado, comenzó a fruncir la nariz, tratando de encontrar de dónde provenía el mal olor, finalmente el mismo levanto un brazo, luego el otro y se dijo asimismo:

    Apesto a mierda, carajo, enseguida fue al baño y con ropa y todo, se metió a este, las paredes estaban mugrosas, la tina estaba cubierta de manchas oscuras, las puertas corredizas estaban manchadas de gotas blancuzcas. El lavatorio, estaba regado de pasta dental, la escobilla de dientes, tenía resto de la pasta, los espejos estaban opacos de la humedad y el polvo, por primera vez, en todos los meses desde la pérdida de sus seres queridos, vio todo el aspecto decadente de él mismo y su casa. Ya en el baño, se sacó los zapatos, las medias, su pantalón y su ropa interior, regó su cuerpo con agua tibia por un largo rato, luego se acordó que existía el jabón, y empezó a enjabonarse una y otra vez, se lavó su cabellera y su rojiza barba, se sentía débil debido a la mala alimentación, y después de secarse con cualquier toalla, el mismo se miró su cuerpo entero en el espejo de la parte de la puerta trasera del baño, y vio que más parecía un esqueleto con pelos, que un ser humano.

    La perenne imagen de los minutos vividos antes del accidente vinieron a su mente, Roger mismo luchó por no pensar más, el mismo se incentivó y logró por esta vez controlar las imágenes de su mente. Se miró en el espejo del baño y vio un fantasma de lo que había sido él, un cadáver peludo y barbudo, abrió la pequeña puerta del botiquín, agarró una tijera y procedió a cortarse el pelo y la barba rojiza, a un tamaño medio, y darse un aspecto más humano a su persona. Necesitaba salir, respirar el aire de la calle, meditar y pensar que iba a hacer en el futuro, se acordó que Virginia existía, que muchas veces la había llamado y había dejado mensajes; saludándole, y diciéndole que había dejado comida en la puerta, a veces él la recogía y, a veces no, apenas probaba la comida, y el resto iba a la basura. Roger, llamó a Virginia, ella no le contestó la llamada, él le dejó un mensaje pidiéndole que le regresara la llamada. Transcurrieron diez minutos y Roger recibió la llamada de Virginia.

    ¿Hola Roger, cómo estás?, ella misma siguió la conversación, No sabes la alegría que me dio cuando escuché tu mensaje, supongo que te sientes un poco mejor, la prueba está en que me has llamado.

    Directamente él le dijo, sin ningún preámbulo: Virginia, quiero que me hagas un favor, consígueme a una o dos personas para que me limpien la casa, ya que la casa está hecha un basural, y apesta más que un zorrillo.

    Pierde cuidado Roger, hoy mismo te consigo a dos personas para que te limpien tu casa y mañana mismo, posiblemente van a estar en tu casa.

    Gracias Virginia por lo que estás haciendo por mí, Roger dio indicios de querer terminar la conversación.

    De nada, Roger, no te pierdas y contesta las llamadas, Roger cerró la llamada, y en su mente, otra vez comenzó a martillear el recuerdo de la última vez que vio a Vivian y Verenice. Ese día Roger se quedó en casa, y se dedicó a limpiar el garaje.

    En el doble y amplio garaje, estaba el carro de Vivian, este se abría con el control remoto individualmente para cada carro, el Cadillac color vino, estaba lleno de polvo, esto hacia que el color cambiara a un color bronceado sucio, los estantes seccionales rodeaban el garaje en los dos lados del garaje, también estaban lleno de polvo, con telarañas en las esquinas de los estantes, y en las separaciones habían cajas con objetos familiares, decoraciones, cuadros pintados por artistas desconocidos pero lleno de buen arte, el piso polvoriento, era una sábana gris, todo estaba intacto desde el último día que vio a Vivian y Verenice. Al entrar a la cochera, Roger sintió, todas las vivencias ocurridas el día que murieron sus seres más queridos, sintió que Vivian y Verenice le hablaban, las tenía siempre en su mente, dejaron el carro que no arrancaba y todos fueron al carro de Roger, ignorantes de lo que iba a pasar, solo existía el momento del apuro de dejar a Verenice con su nana, y luego los dos dirigirse al trabajo y cumplir con su actividad y la rutina del trabajo diario. Nunca se sabe cuándo va a ser el último día de su vida, esta llega sin avisar y sin pregunta alguna; solo quedó el último diálogo, como ecos en la memoria como un flash de luz que viene y que va, luego el constante dolor incontrolable, no más lágrimas, solo preguntas: ¿Por qué?, y no se halla ninguna respuesta, solo existe el silencio, la mudez cortante, el reproche a Dios y la resignación, la cicatriz queda marcada para toda la existencia, nada de lo sucedido, podría borrarse. A su mente venían otra vez el hermoso rostro de Vivian y la pequeña Verenice con su pelo rojizo y sus pequitas que adornaban su inocente rostro.

    El Cadillac color vino de Vivian, parecía una sombra en la semioscuridad del ambiente, la luz interior del pasadizo se filtraba hacia la cochera, creando una penumbra fantasmagórica en blanco y negro. Roger, prendió la luz alta de la cochera, esos instantes le parecieron una eternidad, se quedó inmóvil al lado del carro, tenía el clic en la mano, presionó el botón, y el carro no se abrió, decidió abrirlo con la llave, quitó el seguro, Roger con cierto temblor abrió la puerta del carro, la luz interior del carro no trabajó, no se podía ver bien, salió de la cochera y salió a buscar los controles remotos de las puertas del garaje, que estaba en un colgador de llaves de la cocina, nuevamente se dirigió a la cochera, y con los controles abrió ambas puertas. Las sombras huyeron precipitadamente dando paso a la luz y los ojos de Roger podían ver poco a poco la claridad, la invasión del polvo que cubría todo el lugar, el Sol con su luz mañanera, proyectaba todos los objetos, inertes y plomizos, los ojos de Roger se humedecieron, se sentó en la parte del timón del carro, otra vez vino el recuento de los sucesos previos antes de la muerte de sus dos seres más queridos, El mismo no supo cuánto tiempo estuvo sentado; un segundo, una eternidad, instintivamente abrió la guantera, allí yacían, documentos del carro, algunos recibos sin importancia, y un CD de música de Verenice, cantada por Big Bird de Sesame Street, y allí estaba su canción favorita Happy to be Me, lo puso en su mano y lo apoyó contra su pecho, luego lo puso en el bolsillo de su chaqueta. Roger apretó un botón de la parte frontal del carro y automáticamente se abrió la maletera, de allí saco un trapo especial para limpiar el polvo del carro, cerró la tapa de la maletera y comenzó a deslizar su mano encima del carro, dejando huellas a su paso, así se dedicó a sacar todo el polvo del carro, resurgiendo el verdadero color del carro, se animó a seguir quitando el polvo, luego fue a la cocina otra vez, trajo una escoba y comenzó a arrastrarla, yendo y viniendo, haciendo líneas, que no limpiaban el polvo, pero si lo removían, y pensando serían más fácil limpiarlas después, así transcurrió toda la mañana, desempolvando; cajas, herramientas, estatuillas, varios posters para niños que colgaban en la pared, así pasó el tiempo y le dio la una de la tarde cuando hizo alto a su tarea voluntaria. Roger fue a bañarse y sintió relajarse, un día más de luchar contra su depresión, al menos había dado un paso adelante para recuperarse de su estado mental. Así, Roger comenzó una nueva etapa de su vida, aceptando lo bueno y lo malo que trae la vida, todavía tenía un futuro por vivir.

    CAPITULO TRES

    Al día siguiente, Roger, se levantó a las once de la mañana, se vistió y decidió a salir a cualquier parte, para tratar de poner sus pensamientos en orden. Salió de su casa con pasos inseguros y sin rumbo.

    Por qué Dios mío, por qué, te llevaste a mi mujer y a mi hija, por qué mierda te las has llevado, que he hecho yo para merecer tanto castigo, ya no sé, si creer en ti o mandarte al infierno, Roger irrumpió en sollozos que parecían interminables, luego se calmó, viéndose observado por algunas personas que caminaban por la calle, y decidió ir a Nueva York, tomar el ómnibus que lo llevara a la Gran Manzana, a caminar, distraerse, caminar sin rumbo, sin destino, a cualquier lugar donde lo llevaran sus pasos. Era pleno verano, julio tres, habían transcurrido más de cinco meses y recién ese día, Roger dio indicios de vida. Roger tomó el ómnibus en Bayonne hasta la Grand Station Terminal en Manhattan, entre la Calle 42 y la Séptima Ave., allí caminó a cualquier parte, donde sus pasos perdidos lo llevaran, llegó a Rockefeller Center, allí observó la Catedral de Saint Patrick, su gigantesca construcción neogótica con sus gigantescas agujas en la parte superior de la Iglesia, le daba un aire magnánimo, pero los rascacielos que la rodeaban la hacían parecer pequeña, y sus grandes puertas decoradas de bronce le daban un toque especial del pasado, se acordó

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1