Los Cuentos Que Yo Cuento Con Las Frases Que Yo Digo.
Por Maury
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Maury
Soy Licenciado en Administración de Empresas, nací en 1966 en México, D.F. Soy el segundo de nueve hermanos. Siempre he dicho que yo broté de la imaginación de mi madre, dado que a mi padre no lo conocí. Crecí en un orfanatorio desde dónde aprendí a ver la vida con un lente diferente, dicha perspectiva se vé ahora reflejada en mis cuentos y en mis frases.
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Los Cuentos Que Yo Cuento Con Las Frases Que Yo Digo. - Maury
© 2011 Maury. All rights reserved.
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First published by AuthorHouse 9/26/2011
ISBN: 978-1-4634-1694-2 (e)
ISBN: 978-1-4634-1695-9 (hc)
ISBN: 978-1-4634-1696-6 (sc)
Library of Congress Control Number: 2011910043
Printed in the United States of America
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Contents
Agradecimiento
Evolución
El Árbol De La Discordia
De Fantasmas
Después De Todo
Llévate…
Espanta Pájaros
El Baile
La Casa Vacía
Gatos En El Tejado
Alguien Se Robó A La Luna
La Nueva Central Café
Mercadotecnia
El Principio Del Fín
Mi Judas Enmarcado
La Creación
El Contagio
Caballos Salvajes
El Verbo Fracasar
Miedo
Hoy No Te Quiero (Mañana Sí)
Absurdo
La Media Promesa
Adán Y Eva
Cuenta La Leyenda
Glu, Glú, Me Ahogo
El Sol Y La Luna
Él Va A Venir
Se Fué
De Gallo A Grillo
La Súplica
Una Cosa:
El Asesino
La Confesión
Cuentos Breves 1
Un plan Inexistente
Una De…
…(Lesbianas)
Cuentos Breves 2
La Maldición
La Guerra
La Venganza (Fábula 1)
De Adultos Para Adultos
Cuentos Breves 3
El Candidato
La Bromista
El Secuestro (Fábula 2)
Mini Charla
El Rumor De Los Toquidos
Bajo La Luna Llena
La Violación
La Fiesta Brava
Limpieza General
La Visita
Bienvenida
El Loco
Había Una Vez,
Regañando A Villa
Nada Por Escribir
El Psiquiatra
La Espera
En la Fila del Juez
Pacto Entre Caballeros
El Divorcio
El Péndulo del Reloj
El Gordo
La Reencarnación
Claustrofobia
El Cielo
La Abuela
El Sueño
El Danzante
Las Verdades
Del Monín
Manos Calientes
El Desquite
Amigos Imaginarios
Para Traer A La Muerte
Comentario:
Agradecimiento
Quisiera agradecer infinitamente a algunas personas muy especiales que me ayudaron en la preparación de este libro, las cuales sin su ayuda no hubiera tenido la calidad que tiene hoy.
A Marco A. Sotelo por su meticulosa y minusiosa ayuda, por sus críticas y su aliento para obtener un mejor producto, a mi hija Diana Alejandra Miranda quién me ayudó a diseñar la portada y que con su visión comprendió el sentimiento bohemio que le doy a las cosas, a Víctor y a Adrián Valles por ayudarme a navegar en el extraño mundo de las computadoras, y por último al sabio Kino por vivir en el barrio de la melancolía y que gracias a eso me enriqueció con sus ideas
Evolución
Lo primero que quiso después de bajarse del avión y tomar su equipaje, fue echarse un trago en el bar-café del mismo aeropuerto. Entró, lo pidió, y a este trago le siguió otro, después del otro, otro y otro más. Eran pasadas de las ocho de la noche cuando Darwin decidió parar de beber, salió del lugar olvidando su computadora portátil, dejándola a merced de manos extrañas; de borrachos anónimos.
Abordó un taxi y después de treinta minutos llegó a su casa, pagó al taxista. Después con lentos movimientos busca la llave de la puerta en sus bolsillos, con dificultades logra encontrarla y también a duras penas logra introducirla en la cerradura. ¡Por fin en casa! Exclamó en el interior de la misma. Se dirigió al baño, hizo sus necesidades fisiológicas, cuando lavaba sus manos miró su rostro en el espejo sobre el lavabo, y notó una metamorfosis en sus labios, su nariz, sus oídos, la transformación estaba en todas sus facciones más rudas. Veía lampiña su cara, desconoció su cuerpo sin pelaje. Alarmado sufría al sentir como sus hombros se achicaban, como sus brazos se encogían más de lo normal, luego su espalda comenzó a erguirse hasta causarle un dolor extremo entre la espalda y el pecho.
Desesperado agarró una navaja de afeitar adjunta a la regadera, volvió frente al espejo, y con desesperación cortó la tapa de su cráneo, después de introducir los dedos de sus manos hasta el interior de su cabeza, sacó un papel donde estaban escritas sus ideas innatas.
Cortó el papel en dos, lo humedeció, lo exprimió hasta casi hacerlo desaparecer con toda la fuerza de sus puños. Darwin sentía escasear el aire a su alrededor, intentaba gritar pero todo era en vano, por más esfuerzos que hacia no lo conseguía. Inevitablemente se asfixiaba.
En el momento más crítico de la asfixia se despertó angustiado, jadeante, sentía el sudor caerle a chorros por su frente, sentía una gran sed atacándole el cielo del paladar, tenía la boca seca e irritada la garganta. Para humedecerlos Darwin se incorporó de la cama, tomó agua del vaso que estaba sobre un mueble cercano a su diestra. Cuando lo terminó de beber de un solo jalón, exclamó para sí.
- ¡Qué pesadilla!- Al mismo tiempo abandonó la tibieza del colchón. Tenía el tiempo justo para asearse e irse al trabajo.
Darwin era un catedrático filosófico de la universidad de la vida. Con un maletín y luciendo un traje impecable, Darwin llega al salón de clases. -¡Buenos días!- dijo -¡Buenos días!- respondieron los alumnos a una sola voz. -El título de la clase de hoy se llama Evolución
– Al mismo tiempo que lo decía lo escribía y lo subrayaba en el pizarrón.-El mono viene del hombre- Narraba, nuestros ancestros fueron primitivos que se extinguieron hace millones de años, víctimas de sus propios inventos, inventos como la bomba atómica. Los hombres fueron víctimas de su inconciencia al no cuidar el agua, menospreciándola en extremo, víctimas de su imprudencia y avaricia al atacar su entorno ambiental, víctimas de su necedad filosófica del hombre contra el hombre, siempre atacándose entre ellos para probar sus inventivos juguetes nucleares.
Aun así cada que el sol tocaba el techo de sus chozas, salían al jardín con periódico en mano y al leer las malas noticias comentaban para sí mismos, ¡estamos volviendo a la barbarie! Pero la realidad era que no habían salido de ésta ni por error. Eran, fueron, y seguirían siendo primitivos hasta la muerte.
Se escuchó el timbre en los rincones de la universidad, interrumpiendo de tajo la hipotética clase. Cuando los pupilos abandonaban el aula, Darwin toma un plátano del cajón de su escritorio, y mientras lo comía se acercó una de sus solitarias alumnas y le comentó.
Esos primitivos llamados hombres, creaban nuevos inventos para creer que progresaban con su tecnología o en su defecto sentirse superiores. -¿Nosotros en nuestra época moderna, que hacemos profesor? -¿Nosotros? Nosotros vivimos jovencita, vivimos.
Darwin pensativo y con su maletín acuestas en su espalda, se aferra de las lianas más altas que están en la vegetación y agarra camino rumbo a su casa en el árbol. La alumna ve como el profesor se aleja. Ya no está sola, ahora tiene miles de interrogantes acompañándola dentro de su cabeza.
Frases
* Hay dos clases de persona, los abusadores y los soñadores ¿Yo? Prefiero ser de los segundos.
* ¿No tienes familia? ¿No tienes hijos? Estás perdido, eres un pez fuera del agua.
* Mi psiquiatra tiene problemas, yo lo escucho.
* No vengo a inyectarle amor al matrimonio, no vengo a robar tu aliento hasta matarte, vengo y sólo vengo por mis viejas botas que olvide Varadas en aquel rincón entre penumbras.
* Dios es un niño juguetón y travieso, nos pone en una caja de cristal y se divierte con nosotros.
El Árbol De La Discordia
El árbol más alto que yo haya visto está ahí en medio del ancho río, sobre tierra constantemente mojada. Su cauce de agua cristalina se divide en dos al pasar cerca del árbol, como si no lo quisiera asfixiar con su caricia. Luego, más adelante se vuelve a unir para seguir armonioso su camino.
Alto, ancho, frondoso. El manzano da sus frutos rojos, apetecibles para cualquier paladar.
El árbol es un deleite para cualquier ojo humano y un preciado oasis para cualquier alma vagabunda. Como si pareciera saber de la virtud poseída, orgulloso, disfruta del trabajo que le cuesta al hombre conseguir deleitarse con sus frutos.
En medio de dos pueblos divididos por el río, el manzano es el centro de atención de jóvenes y viejos de ambos pueblos. (Un pueblo representa el sueño americano, el otro la ciudad de la furia. El clásico pueblo del que cualquiera quisiera escapar.) Todos los fines de semana son de fiesta, la gente visita el río y nunca falta quien lo nade hasta llegar al centro de sus aguas, siempre hay quien llega a tierra firme buscando al árbol, tan sólo para subirse a sus gruesas y altas ramas y robarle algunos de sus frutos. Los menos osados recogen las manzanas caídas, no se quieren arriesgar.
Nadie sabe a ciencia cierta el nombre de la persona que lo sembró, o si fue capricho de la naturaleza. Dadas las generaciones que tiene ahí plantado es difícil acordarse y como no existe archivo alguno de cuando fue sembrado pues, la gente de ambos pueblos se lo adjudican, inventando leyendas sobre el manzano según les conviene. La muchedumbre disfruta de sus frutos sintiéndose con todo el derecho del mundo pero nadie se atribuye la obligación de darle poda ni mantenimiento.
Lo cierto es que en uno de estos Domingos fiesteros Paúl y Benito representantes legales cada uno de los diferentes pueblos. Desde muy temprano estuvieron recolectando los frutos que estaban en el suelo, cuando quedaba la última de las manzanas regadas, en una acción desesperada los dos la tomaron al mismo tiempo. Como niños la discusión no se hizo esperar, cada uno alegaba su derecho sobre ella, decían que había más manzanas en el árbol. Ninguno cedió, tenía que ser esa o ninguna. Los golpes persiguieron a las palabras, y a los golpes les siguieron los gritos. El griterío de sus respectivos seguidores ahogó el murmullo del río. La tolerancia y los buenos modales terminaron por morir cuando la gente de ambos bandos se lanzó al agua para apoyar a las autoridades concernientes.
Algunos se trenzaron en la pelea antes de poner pie en el pequeño terruño existente en medio del río. Ese fue el último domingo familiar.
Cuando Benito regresa al pueblo con algunos heridos, jura que los del pueblo vecino jamás volverán a disfrutar de las delicias del manzano. Inmediatamente habla con sus autoridades superiores para contarles lo que pasó a su manera, y ya entrados en chismes pues agregarle mucho más de su propia cosecha. El alcalde municipal lo escucha y toma a manera personal el hecho y dice que eso no se puede quedar así, que tomara algunas decisiones en el asunto, más rápido que inmediatamente. El gobernador del Estado es informado y considera esto una calamidad, que habrá que defender los derechos del pueblo, que ese árbol es histórico y por ninguna causa pueden darse el lujo de perderlo así como así. -¡Esto lo tiene que saber el presidente del país con pelos y señales!, exclama asombrado. El gobernador pide el teléfono al mismo tiempo que se lleva la mano a la frente.
Cuándo el presidente de la nación suelta el auricular, apenas y puede articular palabras -¡A ocurrido una verdadera tragedia nacional, estamos en guerra, Avísenle a la cámara de senadores que con o sin su aprobación estamos en guerra! Avisen al secretario de defensa, a la milicia, a la guardia costera. ¡Seguridad, estamos en guerra!, No podemos darnos el lujo de perder parte de nuestro patrimonio.
Por otro lado Paúl no perdió el tiempo, también hizo lo suyo y dio el chisme a su muy personal estilo quitó y puso como él dispuso. -El primer paso, dijo la mayor autoridad del otro país, es quitar el agua que pasa por los límites de ese pueblo, si el manzano no ha de ser nuestro tampoco lo será de ellos. Segundo, manden acordonar el área de militares cercana al árbol, manténganla vigilada las veinticuatro horas. Disparen si es necesario a todo aquel que ande merodeando el lugar. Por ninguna razón nadie debe acercarse. Tercero, no, no hay tercero así que manos a la obra, el tiempo apremia.
Ahora el árbol más alto y grueso y lleno de vida que yo haya visto está ahí en medio de donde alguna vez fue un río, continuamente secándose. Nadie lo visita por estar siempre vigilado. Sus frutos caen al suelo, se están pudriendo, nadie se atreve a recogerlos para comerlos, los que lo han intentado caen en el acto heridos de muerte, el ulular de las sirenas se deja escuchar a todas horas, la gente en conflicto sólo se da tregua para recoger a sus muertos, ya que los dos pueblos están al acecho constante apuntándose con sus armas unos a otros, peor que serpientes venenosas esperando a su presa de día y de noche.
La noticia se esparció como reguero de pólvora hasta lo último de la tierra; y hoy en día la organización de las naciones unidas (ONU) está tratando de tomar cartas en el asunto, pero aún están deliberando y tras muchas discusiones no se ponen de acuerdo sobre la gran problemática del manzano que está en medio del