Eterno amor
Por Pilar Adón y Kike de la Rubia
5/5
()
Información de este libro electrónico
Conocida por la extraordinaria fascinación que provocan sus historias, Pilar Adón nos sitúa en el paisaje secreto de una comunidad en la que se establecen vínculos más fuertes de lo imaginable, y que atesora un universo cerrado donde la complicidad y la belleza pueden aflorar de repente. Remate perfecto son las magníficas ilustraciones de Kike de la Rubia, que dan textura y color a un texto eterno.
Lee más de Pilar Adón
Querido México Calificación: 2 de 5 estrellas2/5
Relacionado con Eterno amor
Títulos en esta serie (100)
El juego del diábolo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAlumbramiento Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas otras vidas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los pájaros Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La mitad del diablo Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Helarte de amar: y otras historias de ciencia-fricción Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Quédate donde estás Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCon la soga al cuello Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTemporada de fantasmas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La vida ausente Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Hasta luego, mister Salinger Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El síndrome Chéjov Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas puertas de lo posible: Cuentos de pasado mañana Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las elipsis del cronista Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl jardín japonés Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Propuesta imposible Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCasi tan salvaje Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos completos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa glorieta de los fugitivos: Minificción completa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Voces de humo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAjuar funerario Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La señora Rojo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesInquisiciones peruanas Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Oficios ejemplares Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Billie Ruth Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El otro fuego Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl lector de Spinoza Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El androide y las quimeras Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El último minuto Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEspaña, aparta de mí estos premios Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Libros electrónicos relacionados
¿Quién se hará cargo del hospital de ranas? Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Todas somos una misma sombra Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Una casa es un cuerpo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMuro fantasma Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Los quebrantahuesos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVirginia Woolf Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Ella no está Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La Fantasma Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Quisiera que oyeran la canción que escucho cuando escribo esto Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Tristeza de los cítricos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Lolly Willowes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAriel Calificación: 2 de 5 estrellas2/5La señora Rodríguez y otros mundos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa novia del lobo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Especimen Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La poda Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCorazón geométrico Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesComo cambia el mar Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa reina está muerta Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesChica conoce a chico Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl gran hotel Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOso Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El río Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVardo: La isla de las mujeres Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCarrusel Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna mujer Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Menuda Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDientes de leche Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl mes más cruel Calificación: 3 de 5 estrellas3/5En la celda había una luciérnaga Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Relatos cortos para usted
El profeta Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las cosas que perdimos en el fuego Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Colección de Edgar Allan Poe: Clásicos de la literatura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Vamos a tener sexo juntos - Historias de sexo: Historias eróticas Novela erótica Romance erótico sin censura español Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Hechizos de pasión, amor y magia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El psicólogo en casa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Me encanta el sexo - mujeres hermosas y eroticas calientes: Kinky historias eróticas Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El llano en llamas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Donantes de sueño Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuentos de León Tolstoi: Clásicos de la literatura Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesColección de Gustavo Adolfo Bécquer: Clásicos de la literatura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5¿Buscando sexo? - novela erótica: Historias de sexo español sin censura erotismo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El gallo de oro y otros relatos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5EL GATO NEGRO Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cómo besa: Serie Contrato con un multimillonario, #1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El reino de los cielos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Hombres duros y sexo duro - Romance gay: Historias-gay sin censura español Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los peligros de fumar en la cama Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Hasta la locura, hasta la muerte Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos de Canterbury: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El señor presidente Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El césped Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Caballero Carmelo y otros cuentos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Selección de relatos de horror de Edgar Allan Poe Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los divagantes Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La paciencia del agua sobre cada piedra Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La metamorfosis: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Relatos de lo inesperado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El diablo en la botella (Un clásico de terror) ( AtoZ Classics ) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Comentarios para Eterno amor
1 clasificación0 comentarios
Vista previa del libro
Eterno amor - Pilar Adón
Pilar Adón
Eterno amor
Ilustrado por Kike de la Rubia
logotipo_INTERIORES_negro.jpgPilar Adón, Eterno amor
Primera edición: mayo de 2021
ISBN: 978-84-8393-673-3
© Pilar Adón, 2021
© De las ilustraciones: Kike de la Rubia, 2021
© De esta portada, maqueta y edición:
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.
Nuestro fondo editorial en www.paginasdeespuma.com
Colección / Voces Literatura 311
Editorial Páginas de Espuma
Madera 3, 1.º izquierda
28004 Madrid
Teléfono: 91 522 72 51
Correo electrónico: info@paginasdeespuma.com
Le dimos un tajo a la serpiente sin matarla.
Macbeth. III. II
1
La residencia estaba llena de plantas. Las hermanas habían ido eligiéndolas a lo largo de los años y entre ellas habían clavado cruces de madera para recordar a una de las mujeres que se había ahogado, intencionadamente o no, nunca lo sabrían, en el embalse. Las plantas transmitían serenidad y, según decían, también en ellas residía la virtud. Constituían un refugio, un reflejo de la perfección. Grandes y pequeñas. Por los pasillos, en los tramos intermedios de las escaleras, en la cocina, los salones. Ahí estaban las plantas. Con sus distintos significados. Y sus funciones específicas. La de la contemplación. La del recogimiento. La de la compasión. La de la profecía.
—Los insectos se posan sobre las hojas.
—Y los perros se mean en los tiestos.
Resultaba obligado detenerse ante esos altares verdes y mediadores, y efectuar una inclinación de cabeza. Todos los niños debían hacerlo porque de lo contrario, si no lo hicieran, se olvidarían de lo sagrado. Y no era eso lo que quería su madre, que les pedía que rezasen. Que dieran las gracias por lo que se les había concedido. Que sintieran sobre los hombros la responsabilidad de haber sido los elegidos para recuperarse y luego anunciarlo y, al tiempo, el peso que se les había impuesto por tomar el camino incorrecto.
Junto a las plantas y las cruces había piedras de todo tipo, y ante ellas se repartían sus ofrendas bien ordenadas. Narcisos. Ramas de olivo. Menta y tomillo. Tierra húmeda por la sencillez y la pureza espiritual de unos niños que no eran corrientes. Que cuando se impacientaban, se impacientaban. Que cuando odiaban, odiaban. Hasta las últimas consecuencias. Las cruces y las piedras podían mantenerles en un ensueño durante horas. Medio día. Un día completo.
Los fines de semana se arrodillaban a las nueve, a las doce, a las cinco, a las siete menos cuarto y a las diez. De lunes a viernes, en cambio, solo por la tarde. La madre no quería interrumpir los estudios ni la evolución de sus hijos, de modo que los horarios de las adoraciones y las plegarias cambiaban en función de los deberes, las horas de entrenamiento, las clases de alemán y de danza. Si alguno de ellos estornudaba, volvían a empezar. A mí los primeros días se me hicieron insoportables. Me entretenía mirando las plantas y las cabezas agrupadas de los chicos. Sus caras concentradas. Las filas de hormigas que sabían de la existencia de un hormiguero oculto. Me buscaba alguna diversión externa y me entregaba a las plantas como otros se entregan a la hípica o al tabaco de pipa. Me fusionaba con las plantas. Me asimilaba a ellas. Me tragaba su agua y si había caído ya la noche, respiraba como ellas, sin pulmones. Abstraída en la absorción del oxígeno a través de las hojas y los tallos, y en la expulsión del dióxido de carbono, balanceándome ante la tierra de sus tiestos y reclinándome sobre los dedos de los pies de las santas y los santos a los que acompañábamos todos los días del año junto a las plantas limpias y luminosas. Perfectas. Sin bordes resecos.
Con eso fantaseé al principio. Durante las largas sesiones de rezos y cantos. ¿Con qué podría soñar una aspidistra, una drácena, una hiedra? Con la selva. Con otras aspidistras, drácenas y hiedras. Con maceteros más grandes y más campo alrededor. Esas eran mis