Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La última libertad humana
La última libertad humana
La última libertad humana
Libro electrónico189 páginas2 horas

La última libertad humana

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

La Ultima libertad humana: camino a la redención es una desgarradora historia sobre la batalla de Victor con el abuso infantil, la inmigración, la pobreza, las pandillas y la prisión. En estas memorias, Victor narra sus experiencias como niño inmigrante, creciendo en la pobreza en El Paso, Texas. Cuenta que fue arrestado cuando era un adolescente de dieciséis años y juzgado en un tribunal de adultos por un asesinato cometido por uno de sus amigos. Describe la vida dentro del sistema penitenciario donde pasó más de la mitad de su vida.
Esta historia comienza con dolor y sufrimiento. Termina con una transformación increíble. Es una historia de redención. Te inspirara a no subestimar nunca el poder de tu actitud hacia los problemas y el poder del espíritu humano.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 mar 2021
ISBN9781393883890
La última libertad humana

Relacionado con La última libertad humana

Libros electrónicos relacionados

Aventureros y exploradores para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para La última libertad humana

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La última libertad humana - Victor Adrián Aguirre

    LA ÚLTIMA

    LIBERTAD HUMANA

    El camino a la redención

    V Í C T O R A D R I Á N A G U I R R E

    Copyright © Víctor Adrián Aguirre

    Todos los derechos reservados.

    Dedicatoria

    Primeramente quiero dedicar este libro a mi linda esposa Beatriz Flores. Bety, es muy cierto, el éxito de un hombre depende de la mujer que elige para compartir su vida. Mi éxito no hubiese sido posible sin ti.

    También quiero mandarle un saludo y un abrazo a mi hermosa hija Sylvia Cera quien ha transitado por un camino más difícil que el mío y sigue floreciendo.

    Mucho amor y respeto a mis hermanos y hermanas maternos: Álex, Claudia, René, Christy y Eddie; además de Víctor, Laura y Claudia, mis hermanos paternos. En especial, mucho amor y respeto a mi hermana Mireya Neria que ha sido mi defensora y partidaria desde el inicio.

    A mi madre, la quiero mucho y agradezco todos sus sacrificios. Con su espíritu indomable nos sacó a todos adelante.

    A mi padre, gracias por ser una persona en la que pude confiar en momentos muy difíciles y siempre estar dispuesto a extender la mano cuando más lo necesité.

    También quiero agradecer a Greg y Deanna Steele quienes han sido parte de mi camino durante muchos años, especialmente desde el día de mi libertad. Con su amor y apoyo, mi esposa y yo hemos podido hacer más por las familias en nuestros proyectos. Son una pareja a la que admiramos y tratamos de emular. Greg y Deanna, los amamos.

    Contenido

    Invictus (Invicto)

    Capítulo 1: El Comienzo

    Capítulo 2: Rumbo A La Frontera

    Capítulo 3: Las Casas De Albergue

    Capítulo 4: La Pandilla Del Barrio

    Capítulo 5: Las Consecuencias Se Tienen Que Pagar

    Capítulo 6: Colgando En La Balanza

    Capítulo 7: La Pinta

    Capítulo 8: Entre Lobos Se Tiene Que Aullar Como Un Lobo

    Capítulo 9: Una Transformación En Aislamiento

    Capítulo 10: Un Cambio Llegará

    Capítulo 11: Redención

    Sobre El Autor

    Invictus (Invicto)

    En la noche que me envuelve,

    negra, como un pozo insondable,

    doy gracias al Dios que fuere

    por mi alma inconquistable.

    En las garras de las circunstancias

    no he gemido, ni llorado.

    Bajo los golpes del destino

    mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado.

    Más allá de este lugar de ira y llantos

    acecha la oscuridad con su horror.

    Y sin embargo la amenaza de los años me halla,

    y me hallará sin temor.

    Ya no importa cuán estrecho haya sido el camino

    ni cuantos castigos lleve a mi espalda:

    soy el amo de mi destino,

    soy el capitán de mi alma.

    William Ernest Henley

    C A P Í T U L O 1

    El comienzo

    "Nos preocupamos de lo que el niño llegue a ser mañana,

    pero nos olvidamos que ya es alguien hoy".

    Stacia Tauscher

    Estaba acostado con la mirada fija en el techo. No podía creer la situación y el problema en el que me había metido. ¡Apenas tenía dieciséis años! ¿Cómo pudo haber pasado esto? ¡Por qué a mí!, me preguntaba silenciosamente una y otra vez. Era un sentimiento de desesperación mezclado con incredulidad. Simplemente no podía creer que esto me estuviera pasando.

    El guardia paso por mi celda. Era tiempo de cuenta y él caminaba por todas las celdas contando a los reos, asegurándose de que nadie se hubiese escapado o que estuvieran haciendo algo indebido.

    No me hizo ninguna pregunta ni pareció importarle que un niño, yo, estuviera encerrado en una jaula. Eso me hizo sentir mucho más solo. Sentí como si fuera ganado u otro producto sin importancia humana, algo que se tenía que inventariar, almacenar y contar.

    La soledad de esa celda me estaba matando lentamente. Sentía que las paredes me sofocaban y aplastaban. Quería gritar que me abrieran la puerta, que me dejaran salir al aire libre. Pero sabía que mis gritos no servirían de nada y que no saldría de esa jaula por un buen tiempo – ¡y quizás nunca!

    La celda era pequeña. No pasaba de 2 metros por 2 metros y medio. El baño de mi casa era más grande. Las paredes, la puerta y casi todo en la celda estaban sucios y llenos de grafitis, letras escritas por otros niños que también pasaron por aquí. Muchos dejaron marcadas las iniciales de sus pandillas y sus apodos. La mayoría de las escrituras eran de pandilleros. Querían dejar su marca para que cualquier otra persona, niño o guardia que entrara a esa celda en el futuro supiera que el Negro o el Payaso, o cualquier otro apodo, de tal y tal pandilla estuvieron aquí y que rifan y controlan. Otros, en su desesperación, dejaron marcados versos de la Biblia, versos de protección y de esperanza. Otros más decoraron la pared con dibujos para matar el aburrimiento.

    Todo dentro de la celda estaba hecho de cemento y metal. Había un trozo de cemento saliendo de la pared con un colchón muy delgado encima que servía de cama. Las sábanas eran blancas, pero con el tiempo y el uso tenían un color amarillento. Otro trozo de cemento pequeño servía de escritorio. El inodoro y el lavamanos eran una sola pieza de metal y estaban cerca de la puerta. Cuando usabas el baño, cualquier persona que pasara por tu puerta te podía ver. Una ventana horizontal y delgada adornaba la parte alta de una de las paredes. Eso era todo. En un espacio del tamaño de un armario cualquiera.

    Yo pasaba casi todo mi tiempo mirando por esa ventana. Era mi escape. Como la ventana estaba alta y no podía alcanzarla, enrollaba mi colchón y me paraba en él para poder mirar hacia afuera.

    El Centro de Detención Juvenil de El Paso estaba detrás de un parque muy popular llamado Ascarate Lake. Siempre había mucho tráfico y a mí me tranquilizaba mirar los carros, llenos de familias con sus mascotas, rumbo al parque a pescar o a pasar un día familiar. Veía a las personas caminando hacia aquí y hacia allá, haciendo mandados, escuchando música con sus audífonos, haciendo ejercicio… Veía a los niños yendo y saliendo de la escuela. Muchos de ellos tenían mi edad. Ninguna de esas personas se imaginaba que yo estaba allí, mirándolos con tristeza y lágrimas en mis ojos desde una celda a pocos metros de ellos. Ellos seguían con sus vidas como si nada hubiese pasado, inconscientes de mi situación. En mi mente, se me hacía injusto que el mundo siguiera como si nada cuando yo estaba allí sufriendo, desesperado con mi situación. ¡Todo el mundo debería estar de luto conmigo!

    Muchas veces el mundo fuera de mi ventana se volvió borroso por las lágrimas de melancolía que brotaban de mis ojos. ¿Cómo me metí en este problema? ¿Cómo pudo haber pasado esto?

    Antes de continuar, comencemos por el principio.

    ***

    Nací en Ciudad Juárez, Chihuahua, México. Mi madre, Guadalupe Román Ramírez, tenía quince años cuando me tuvo. En esta ciudad, especialmente en esa colonia, no era algo sorprendente o extraordinario. Los embarazos de niñas y adolescentes eran algo bastante común.

    En el hospital, mi madre escogió el nombre Víctor Adrián Aguirre, igual que el de mi padre Víctor Aguirre, aunque él no fue gran parte de mi infancia.

    Ciudad Juárez es una ciudad sofocante y pobre que acaricia el Río Grande, al sur de El Paso, Texas, Estados Unidos. Una gran mayoría de las personas que habitan allí viven en condiciones de pobreza extrema.

    Muchos conocen Juárez como el lugar donde cientos de mujeres aparecen muertas en el desierto y nadie sabe quién ni cómo las mataron. Mas de 370 mujeres y jovencitas, Las muertas de Juárez, han sido asesinadas, violadas, mutiladas y tiradas en el desierto sin huella alguna de sus asesinos. Desde que yo era niño, este problema era algo muy grave del cual se hablaba mucho. Las noticias siempre reportaban que las autoridades municipales y estatales estaban por resolver estos crímenes, que ya tenían a varios sospechosos bajo custodia, y al día siguiente otro cuerpo aparecía, desnudo y mutilado, como si los responsables se burlasen de las autoridades.

    Nuestras abuelas, madres y tías siempre exhortaban a todas las mujeres de la familia que tuvieran mucho cuidado, que no anduvieran fuera de casa después del atardecer.

    Para los hombres también era muy peligroso. Hubo un punto donde Juárez llegó a ser la ciudad más violenta del mundo, registrando casi 200 muertos MENSUALES, más que países que estaban en guerra. En esos tiempos, toda la ciudad vivía con nervios. Ocurrían asesinatos de día y de noche. Eran comunes las ejecuciones a la luz del día, en lugares públicos. Policías, políticos, periodistas, gente inocente… todos eran posibles víctimas de la violencia y de la muerte. Juárez siempre ha sido una ciudad llena de lágrimas y peligro.

    El barrio donde yo vivía, la colonia Francisco Villa, La Villa, era uno de los barrios más pobres en Juárez. Era un lugar gris, literalmente. Sin vida. El desierto le daba un aspecto descolorido y apagado, muerto. No era un lugar verde. Las plantas y los árboles no prosperaban ni florecían allí. Claro, en el desierto no hay mucho que florezca, pero en esta colonia era como si las mismas plantas y árboles se negaban a crecer en protesta a las horribles condiciones de este lugar.

    Como no había calles pavimentadas, todo siempre estaba cubierto de tierra y polvo, especialmente las personas y los niños. La pobreza, mezclada con un lugar lleno de tierra y polvo, le daba a esta colonia una imagen algo apocalíptica, como si fuera una escena de una película del fin del mundo. Los perros, flacos y desnutridos, recorrían las calles con sus costillas a la vista, llenos de roña y pulgas, con un rostro de tristeza casi humano. Para alimentarse, se comían cualquier cosa que se encontraban tirado o en la basura. Si pudieran hablar, estoy seguro de que nos dirían que preferirían estar muertos en lugar de seguir viviendo así.

    En este ambiente, mi madre se cansó de las condiciones en las que vivíamos y decidió buscar otro lugar donde pudiéramos vivir y, con suerte, progresar. Juárez no era ese lugar. Ella se hizo la promesa de que un día, muy pronto, se iría sin mirar atrás.

    Desde la casa donde vivíamos podíamos ver la ciudad de El Paso, Texas, en los Estados Unidos. El Paso estaba a metros de Juárez. Alguien podría lanzar una piedra de un país al otro sin problema, así de cerca estaban las dos ciudades.

    Las diferencias entre estas ciudades eran enormes e impactantes. Del cerro donde vivíamos se podían ver hermosas calles pavimentadas y los patios de las casas con sus pastos bien cuidados al otro lado del Río Grande. La Universidad de El Paso, Texas (UTEP en inglés), con su arquitectura occidental, era una joya enclavada en las hermosas montañas de la ciudad. A la derecha estaba el Centro de Convenciones, que parecía un super tazón, y todos los edificios en el centro de El Paso. También se podían ver los puentes internacionales que cruzaban el Río y conectaban los dos países. Era una ciudad preciosa y organizada. Claro, había pobreza en El Paso, como en todas las ciudades del mundo, pero desde nuestro cerro parecía un oasis en medio del desierto.

    ¿Cómo es que un lugar tan cercano, a pocas cuadras de nuestra miseria, estuviera cerrado y fuera de nuestro alcance por el simple hecho de haber nacido en México? La ironía era que esa misma ciudad, y todo el estado de Texas, le pertenecía a México en el no muy distante pasado. En el Tratado de Guadalupe Hidalgo, que se pactó el 2 de febrero de 1848, México perdió casi la mitad de su territorio al haber perdido la guerra contra Estados Unidos. Casi diez estados mexicanos se convirtieron en propiedad estadounidense bajo ese tratado. Doce años antes, en 1836, Texas se independizo de México y se convirtió en su propia república. Y ahora, el Río Grande era una división enorme entre estas dos naciones.

    Si vivías en El Paso y mirabas hacia Ciudad Juárez, la vista era totalmente diferente. Desde ese punto, los americanos, o gringos, podrían observar grupos de casas desgastadas y favelas asentadas encima de cerros escabrosos y rocosos. Los carros viejos de la ciudad, desparramando humo tóxico por los cielos, conduciendo en calles de terracería y cientos de puestitos a las orillas de las calles vendiendo sus comidas y delicias a cualquier persona interesada.

    Era imposible creer que dos ciudades, tan cercanas una de la otra, estuvieran tan distantes económica, social y políticamente. La diferencia de ingresos y riquezas entre los ciudadanos de Estados Unidos y México siempre ha sido uno de los más desproporcionados en todo el mundo de países fronterizos y solo hay que vivir en estas dos ciudades para saberlo.

    Mi madre tomo la decisión de emigrar a los Estados Unidos poco después de cumplir los dieciocho años. Para ese tiempo, ella había dado a luz a un segundo bebé, mi hermana Mireya. Con dos niños que cuidar, mi madre sabía que la única posibilidad de darnos una vida mejor, a nosotros y a ella, era irse de ese infierno. Ella abandonó la escuela después de graduarse de primaria. Tenía que trabajar para ayudar a su familia y la escuela era un problema, así que la dejó y decidió trabajar. Pero sabía que era muy joven para ser madre de dos hijos y quería algo mejor. Necesitaba escapar de allí, esa era la única opción y ella lo sabía. Como no conocía el proceso para pedir una visa a los Estados Unidos, decidió cruzar la frontera ilegalmente.

    Cruzar el Río Grande para alguien que vive a metros de él no es muy difícil. Gente de Juárez lo cruzaba ilegalmente a diario, a veces solo para visitar a alguien o para hacer cualquier otra cosa que necesitaban hacer. Claro, tenías que saber los lugares ocultos y los tiempos correctos para que no te agarrara La Migra. El Río Grande, en la sección que estaba cerca de nuestra colonia, no llevaba mucha agua. La gente podía cruzar caminando si

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1