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Libro electrónico84 páginas1 hora

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Una periodista contempla un secuestro, se dedica a investigar sin darse cuenta de que se estaba enfrentado a personalidades muy poderosas, y se entera de que un grupo juzga a un delincuente., el libro está basado en el delito de pederastia que sigue siendo cometido por delincuentes que abusan de su poder cobardemente en contra de inocentes.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 jul 2017
ISBN9781370028634
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Autor

SalvadorAzuelaArriaga

Originario de México D.F. Licenciado en Derecho, catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México,56 años de antigüedad, Director de la Escuela Nacional Preparatoria número siete Ezequiel A. Chávez autor de las novelas: En una ciudad de Plata y Anarquía del fuego

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    Escarmiento - SalvadorAzuelaArriaga

    1- EL RESTAURANTE LA CHIMENEA

    La Ciudad de México es la más importante y poblada de la República Mexicana, en ella se concentran los poderes federales y desde ahí se dirige la base de la economía: los bancos, la Bolsa Mexicana de Valores, el comercio. Sin embargo, entre los habitantes de la capital hay enormes diferencias económicas, que se manifiestan en las viviendas que ocupan en cada una de las delegaciones: como la población aumentó desmesuradamente, las cosechas que existían en los cerros adyacentes desaparecieron y en su lugar se levantaron casuchas de lámina o de cartón cubierto con chapopote donde se establecieron las familias de menor rango social, desde los trabajadores más humildes hasta los parias, mientras que en los barrios residenciales las familias con más poder adquisitivo construyeron casas ostentosas, con mayor extensión de terreno. En la época en que el partido único tenía el poder absoluto, los políticos adquirieron a precios irrisorios diversos predios que circundaban la ciudad, los urbanizaron y vendieron dichas propiedades a empresarios, banqueros y comerciantes, los que construyeron casas amplias de varios pisos con albercas, canchas deportivas, garajes y bellos jardines, estableciéndose las zonas habitacionales más exclusivas en las colonias Del Valle, Coyoacán, San Ángel, el Pedregal, Polanco y las Lomas. La Ciudad de México cambió de apariencia cuando extendió su territorio: los ríos se entubaron, los inmuebles se multiplicaron y los fraccionadores hicieron fortunas desorbitantes. Muchas de esas residencias todavía son conservadas por los descendientes de los propietarios originales que pueden sustentar los gastos relacionados con su mantenimiento, como contratar trabajadores y hacer obras de reparación con diversos artesanos para que estás mansiones sigan existiendo, mientras que otras han desaparecido para dar paso a edificios nuevos y negocios.

    En la capital hay diversos sitios para el esparcimiento, desde el Palacio de Bellas Artes hasta cantinas de ínfima categoría, además de cientos de restaurantes donde saborear los platillos más excelsos del universo; la cocina de nuestro país ha sido catalogada como Patrimonio de la Humanidad. En la casa número 540 de la calle de Rebsamen, en la colonia Del Valle, cinco hermanos aprovecharon el bien heredado por sus padres, lo adecuaron y convirtieron la residencia un restaurante de primera clase, con muebles y enseres de lujo, donde servían deliciosos platillos de la mejor calidad, reconocidos incluso a nivel internacional. Al fondo instalaron la gran cocina con horno de leña, por lo que tuvieron que adaptar una chimenea y una campana que concentraba el humo para que no invadiera el espacio y molestara a los comensales; allí preparaban carnes, pizzas y pan, para servirlos recién salidos del fuego. El 2 de marzo de 2000 registraron el negocio en la Secretaría de Industria y Comercio con el nombre de La Chimenea como razón social, y para darlo a conocer hicieron una gran fiesta de inauguración con trescientos invitados de la clase social más pudiente; el secretario de Salud cortó el listón, un sacerdote bendijo rincón por rincón el lugar y al finalizar los comensales gozaron del banquete, compuesto por verdaderos manjares cocinados por unos de los chefs más calificados de la República, al son de una orquesta de música de cámara.

    Dos años después, La Chimenea había agregado dos grandes salones en los que efectuaban diversos eventos sociales, como bautizos, primeras comuniones, bodas, etcétera; el edificio principal contaba con una gran sala con treinta y cinco mesas, del lado derecho colocaron un piano de cola y contrataron a dos pianistas, uno que tocaba en la mañana y el otro por la tarde, y para alegrar a la clientela en la noche se turnaban ambos músicos; los cuartos se adaptaron como pequeños salones privados para grupos reducidos y el lugar era ya muy famoso, en especial por el pescado a la sal. Los sábados y domingos se llenaba de clientes.

    Los hermanos, de apellidos Navarrete Izunsa, se esmeraron en dar a su restaurante una apariencia elegante, cubriendo los pisos con alfombras persas y las mesas con manteles largos importados de Venecia; las vajillas eran de porcelana china y los cubiertos de plata los habían fabricado los más famosos artesanos de Taxco. Don Archivaldo, el mayor de los Navarrete, se encargó de contratar a los cocineros más reconocidos de México y administraba el negocio con diligencia, haciendo hincapié en que las más pequeñas dificultades entre su personal se solucionaran adecuadamente para que el negocio prosperara.

    La historia que voy a relatar comenzó en este elegante lugar, en el que todo lo que sucedía parecía de color azul y rosa.

    2-EL DESAIRE

    A José Ignacio Marte, distinguido y joven arquitecto que tenía su despacho a unas cuadras del restaurante, se le ocurrió citar ahí a su novia para pedirle matrimonio; sabía que los lunes habría muchas más mesas vacías y se podría hablar con tranquilidad y sin observadores curiosos, que nunca faltan en ese tipo de lugares. Para impresionarla se puso su mejor combinación, un traje azul a rayas, camisa de un azul más claro, zapatos negros resplandecientes, y en la mano un ramo de rosas rojas muy apropiado para la ocasión; llegó a la cita media hora antes, pidió al mesero que escondiera las flores para entregárselas a su acompañante en el momento oportuno, y muy nervioso esperó a su novia, la periodista Irma Castellanos, que acudió treinta minutos después de la hora establecida, ataviada con ropa informal: un vestido ligero, sin medias y zapatos bajos, atuendo que apenas realzaba un poco una mascada que adornaba su cuello.

    —Perdona la tardanza, el tránsito estaba muy lento, pero ya estoy aquí. ¿Ya ordenaste? Te debes estar muriendo de hambre, igual que yo, y ya ves que el pescado que tanto nos gusta se tardan en prepararlo.

    —Ya están alistándolo, en unos minutos lo tendremos en la mesa para saborearlo, guapa; tus deseos son órdenes.

    —Hoy estás muy lisonjero, ¿qué te pasa? Además, no puedes ocultar tus nervios; algo me tienes preparado, estoy segura.

    —Has adivinado, hoy es el día más importante de mi vida, de tu respuesta depende mi futuro.

    —No empieces con acertijos; sólo dime qué quieres, sin tantos rodeos como acostumbras.

    El arquitecto sacó del bolsillo derecho del pantalón un estuche que contenía el clásico anillo de compromiso y lo puso sobre la mesa.

    —Tenemos más de un año de novios y quiero que formalicemos nuestra relación: ¿quieres casarte conmigo?

    Sin embargo, la periodista parecía distraída, incapaz de ponerle atención; sin darse cuenta de la importancia del momento se quedó mirando a una persona en

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