Los descendientes del musgo
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en su léxico que utiliza el novelista para mitificar ese ambiente rural, ese modo de vida del personaje central.
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Los descendientes del musgo - Moisés Pascual Pozas
narrativa izana
MOISÉS PASCUAL POZAS
Los descencientes del musgo
Narrativa izana
Colección dirigida por Justo Sotelo
Los descendientes del musgo obtuvo el PREMIO CÁCERES DE NOVELA CORTA del año 1980 y fue publicada por la Institución Cultural El Brocense
.
Esta edición ha sido revisada y corregida por el autor.
© MOISÉS PASCUAL POZAS, 2015
© Diseño de cubierta: LARA BOTO
© Ilustración de cubierta: ANA SALGUERO
© AMBAMAR DEVELOPMENT S.L., 2015
© AMBAMAR DEVELOPMENT S.L., 2015
www.izanaeditores.com
Avenida de Machupichu, 17-3
28043 MADRID
Tel.: 91 388 00 40
e-mail: izanaeditores@izanaeditores.com
Diseño y Preimpresión: Antonio García Tomé
ISBN: 978-84-945221-9-2
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com;
91 702 19 70
/
93 272 04 45
).
A don Ricardo Senabre,
in memoriam.
Extinctus amabitur idem.
Rediós, qué frío hace, ¿dónde coño está el pantalón?, aquí…, las cerillas, en el otro bolso, la lija para chascar..., una se apaga y otra se enciende, la llama hacia abajo…, ya veo las botas…, tengo que untarlas con grasa…, pronto tocará el campanero, se necesitan ganas para ir pisoteando sombras tan arrecidas, total, para espantar a los cuervos y a las ratas del cementerio por un aguinaldo, ¡jodido apagavelas…!, en algo tiene que entretenerse, los calcetines bien estirados, de golpe, sin que rocen, adentro, ya está, ahora la otra, ajustadita al calcaño, que no raspe, acostumbrado a caminar a oscuras podía pasearme con los cupones de la suerte para hoy colgados del cuello, por cachavas no quedaría, la lazada…, el caso es no tropezar, la mano delante, tengo que ajustar las tablas, este ruido de atrampa madera…, se joderían los ratones, y el cabrón del viento no bufaría tanto, al menos taponar el agujero, la mano en la pared, peldaño a peldaño, hasta el último, con cuidado, si no enciendo me voy a dar una hostia de campeonato…, la vela, de mañana no pasa, la llama hacia abajo…, joder, qué poco dura, por aquí tiene que estar el interruptor…, equilicuá, a ver si arreglo de una puta vez la luz de arriba, tanto chisporroteo cerca de las vigas…, de seguro que el Sultán está como un señor en el calentadero…, no te digo…, quieto, quieto, Sultán, échate ahí…, échate…, qué bien se está en la glorieta, menos mal que duermo medio vestido que si no, como un chuzo, la Magdalena…, bueno, de joven se aguanta todo, las botellas de agua caliente y los ladrillos ayudan, cómo no, pero fuera de la cama…, el orinal, como los charcos en noche de helada, las baldosas templaditas, uy, qué bien, quietito, solo con la cabra, unas ovejas y las gallinas…, animal de cacareo, poco pedo, mucho madrugar y más tiritar, ahora ni se menean, pero en verano dan bien de guerra, porque duermo poco, que si no, los cuartillos..., rediós, bien atascados, joder, qué oscuro, noche para ladrones, cualquiera va a la cocina a lavarse con este calorcito, tengo que cambiar el espejo, es como verse a trozos, total, una barba de tres días no hace rostro de bandolero, la cara… como los gatos, y las legañas con saliva, mejor me froto los ojos,
Y ahora esponjas el pelo entrecano con la punta de los dedos y fijos los ojos en los cristales esperas que el viento que muge y muge arrastre las sombras. Pronto se abrirá una débil luz de abanico por encima del Frescal y se tumbará en las laderas escarchadas y en los caminos ateridos. Suena la campana grande y adivinas el rebullir de los pájaros en los agujeros de las paredes y el entrecortado vuelo de los tordos en los basurales.
Estoy harto de patear y dar vueltas como un trompo, parece que ha nacido uno con la china, tenía razón mi padre cuando, así, como quien habla con los adentros, decía,
Es el destino, a nosotros nos tocó el de arreadores de ganado, solos en el campo, como los costros,
soltaba un mecagüendiós y se quedaba mirándome con unos ojos tan quietos que se olvidaban de mirar,
Métetelo en la cabeza, hijo, nos tocó la negra y nos seguirá tocando, cada quisque con su vida a la espalda, como el botero con los dados,
ya en Carcedo comenzaron las cosas a torcerse, si alguna vez estuvieron derechas, y malo cuando empiezan a caminar torcidas, pues no hay Dios que las enderece, mi madre, que descanse en paz la pobre, me parió en Arcedilla, estaba en el horno metiendo y sacando hogazas cuando le vinieron los apretones que anuncian coceando la salida al mundo de esa cosa chillona, tinta en sangre, que un día fuimos nosotros, y apenas si alcanzó el tiempo para que llegaran las mujeres con la partera, los barreños y trapos, pues envuelto en un aire caliente aparecí yo, rodeado de levadura y empujado por los gritos de mi madre que casi se queda sin sangre y sin voz, muchas veces me lo contó como si aún sintiera los dolores,
Acabar yo y empezar tú a berrear,
mi padre me conoció a la semana, pues estaba en no sé qué monte arreglando unos chozos, de Arcedilla no tengo muchos recuerdos porque apenas tenía yo cinco años cuando mis padres se fueron a Carcedo, de entonces me quedan desbaratadas en la cabeza estampas, así, como los primeras nevadas de mi vida, y un calendario colgado en la pared regada de manchones de la glorieta en el que estaban dibujados una hucha y un hombre que segaba, también me acuerdo del Canuti, el perro que jugaba conmigo cuando andaba a gatas, recuerdo a una mujer vestida de negro, aunque todas vestían de negro, a la que tiraba cantos gritándole Juanita bolacha, y a un hombre con barba y sayal oscuro que iba pidiendo por las casas, y los perros le ladraban y corrían a morderle las sandalias, y recuerdo a los pobres que llegaban al final del verano y dormían en los pajares, pero, la verdad, no sé si son recuerdos porque esto lo he vivido toda la vida, yo no puedo decir que soy de aquí o de allá, aunque, en puridad, mi pueblo son los páramos, las ovejas y los perros, pueblo ancho, y como todo lo que no cambia, también muy chico, y es el campo y la flauta o la armónica para hacer llevadero el tiempo, un pueblo vale otro pueblo, es lo que decía el Gafas, el Sentencioso, con unos ojillos que bailaban la alegría, pero debían de ser los cristales de culo de botella los que dibujaban la sonrisa, un pueblo igual a otro pueblo, todos iguales, como el mundo, decía el Gafas…
Allí estaba, pegado al raíl, sintiendo el hierro frío en la oreja mientras de refilón giraba la luna llena en un cielo oscuro y errante, y un viento racheado que rebotaba en las ramas de los chopos le hacía estremecerse.
Lo que tarda el cabrón, a las doce pasa y dejé la cantina a las once, con lo que me costó llegar, apenas oigo el hilo de un ruido, ni una perra hace eso, me viene acompañada del Horchata y dale que dale conque
Algún día te va a pasar algo durmiendo en los pajares, que no escarmientas…, sí, no pongas esa cara de lástima, …, a buenas horas mangas verdes, que no eres un chaval y se acabó lo de gallito cegato, valiente correcoños, …, ya sabes, majo, si no hay panoja, a conformarse con el hospicio, aprende de una vez para qué sirven las mujeres, no las tuyas, so putero, y los hijos…, ahora no te descojonas, a que no, pasa la boina en la taberna a ver si te dan algo más que risas, semejante vivalavirgen, mucho blablablá, como si las palabras dieran de comer, escuperrefranes, mira qué bien te habría venido la Charo, pasmarote, dile tú algo, que siempre soy yo la mala,
y todo porque me clavé bien clavadito el pie y la pantorrilla en unos hierros puntiagudos escapando de lo que escapaba, estos putos ojos…, con muletas de por vida, me dijeron, y el pie, un muñón,
La casa, ya sabes, es pequeña y con los chicos…, allí vas a estar bien y puedes aprender el oficio de sastre o de zapatero, iremos a verte de vez en cuando y te llevaremos algo de comer,…, ya sé que en su día, …, cuñado, no te pongas así,
joder, mucho de pico, pero a la hora de la verdad lárgate con viento fresco, hala, jódete y que te pudras,
Hermano, quien a hierro mata…,
pero a mí no me tocan los cojones…, no te jode, acabar en un hospicio…, antes hago lo que estoy haciendo, de esta mierda de mundo me llevo los buenos ratos con las mujeres, bailaba que era un primor, el rey del baile, a ver, quién, pues menda, el Gafas, así me llamaban, el rey del baile, y como quien dice, a ciegas, ay, qué es lo que palpas… la Lina…, tus pechos me condenaron, y el pánfilo de tu marido, cacho juguetona, y las cenas con los pastores en la cantina de Tinín todos los viernes, hasta el Viernes Santo, Viernes Santo con cordero y clarete, no te jode…, y las historias que contaba y que me escuchaban abobados, y la partida de mus, y el bote…, y aquí estoy, con las muletas fuera de la vía para que las aprovechen aunque solo sea como palo de espantapájaros, me he pegado una cena de Dios es Cristo, con copa y puro…, …, No te preocupes, que te pago otro día, y si falto a la palabra, que me parta un rayo, o mejor, el Expreso, Tinín, majete, por estas, que me muera si no te pago, se acabó lo que se daba, que en mi libro de refranes viene eso de que es un sueño la vida, pero hay sueños bien jodidos, que todos los sueños no son iguales, y mañana me encontrarán, y alguien inventará mi historia en El Papel y seguro que la contará Clemente en la cantina de Tinín lo mismito que si fuera yo, echando la culpa a Luis el Horchata y a la lumia y barrepadentro de mi hermana, con pelos y señales, que bien me oyó de qué va el asunto, esto mismo que pienso dirá o inventará, y el Tinín, con las palabras de siempre,
Que no somos nada, esto dice El Papel: Lo encontraron igualito a un muñeco golpeado contra una pared y vuelto a golpear con rabia machacona, esparcidos los ojos y los sesos por el balasto, doblado sobre sí mismo como monigote de paja. La autoridad recogió los restos con una paleta y los introdujo en una bolsa de plástico.
Si has leído bien, Tinín, nada mienta de la última cena, y ni una palabra de la pispás del Serafín, que se llevó las muletas a la chita callando,
Practicadas las obligadas diligencias, acompañado de sus deudos, se procedió a la inhumación del cadáver extramuros del cementerio.
Es decir, en un baldío, como a los perros, donde ni los cardos medran.
Sí, Caítos, no somos nada, la puta madre que lo parió, pobre Gafas, otra ronda, que no somos nada, Caítos, toca algo con la armónica, algo que le recuerde.
No sé si tenía razón el Gafas con eso de que todo es lo mismo porque Carcedo fue mucho peor que Arcedilla, la casa pequeña y en ruinas, con goteras en las habitaciones, las puertas llenas de agujeros y sin glorieta, tuvimos que arreglarnos con un brasero que nos atufaba, mi madre, la pobre, no paraba de toser y yo me acurrucaba pegada a ella, siempre estábamos arrebujados en una de esas mantas con las que cubren los lomos de las mulas, que no sé cómo las consiguió mi padre, porque cuando se lo preguntó mi madre, solo dijo, cógelas y calla, pero la verdad es que era un buen avío, yo me eché a llorar cuando entramos en la casa y el alcalde le decía a mi padre,
No está tan mal, las hay peores, en muchos lugares mismamente cuevas, la leña del monte es gratis, y puede cambiarla por carbón, y en el invierno, cuando haya menos faena…, bueno…, un arreglo a la casa…, por los materiales no se preocupe,
lo recuerdo como si fuera hoy, que esas cosas tiene acercarse a la vejez, que los ayeres se te meten por los ojos, y recuerdo que di una patada al perro y que el perro reculó, arrugó el morro y le asomaron los colmillos, mi padre tenía unos prontos en los que podía rajar al más pintado, pero siempre fue de buen conformar, qué se le va a hacer, a mal tiempo buena cara, y yo a tiritar como gurriato en madrugada helada, aunque los fríos no debían de haber llegado aún, y mi madre limpia que te limpia, y venga a llenar los coloños con tierra, y yeso, y mierda seca, y luego los chicos, porque ser el hijo del guarda…, muñeco de feria, que me tiraban piedras y se reían cada vez que acertaban y me insultaban con esas palabras que te rajan bien rajado, todavía me acuerdo cuando se abalanzaron sobre mí y me arañaron tanto la cara que me la pusieron como una criba, pero esa tarde se encenagaron las lágrimas, mi padre fue a hablar con el alcalde y cuando regresó me dijo que ya estaba todo arreglado, ya lo sé, le dije, aunque pequeño, con mi honda de badana de cuero acertaba a golpear de lejos la cabeza de las ovejas y desde ese día la llevé atada al cinto y nadie me pegó.
Vinieron blandiendo cachavas y varas de fresno, azuzando una jauría de perros, de montes y tierras lejanas vinieron hablando una lengua a la que el paso del tiempo había redondeado las aristas de las voces, pero que aún sonaba como ahogo de trompeta y tropezón de piedra. En la noche de las hogueras que ahuyentan los taimados pasos del lobo fueron tejiendo en la memoria los sueños de un tiempo que ya nunca vendría en el sol que abre la mañana. Y tan ancianos eran esos días que algunos dijeron que entonces los hombres eran como las fieras y no solo se alimentaban de los frutos de la tierra, de las aguas y de los árboles, sino también de la carne que nace de mujer. Largo en el tiempo y duro en los pies y las manos y en el vientre fue su camino hasta llegar adonde brilla el Éspero, la estrella en la que catavan su